Partida Rol por web

María iba a replicarle al novicio con otra pregunta cuando Hicham se acercó con curiosidad y le hizo las suyas al muchacho. Así que, interesada también por lo que el converso había preguntado, esperó a que el monje respondiera.

No dejaba de dar vistazos a los libros, para ver de identificarlos como de rezos, o Biblias, o lo que fueran. Y, asímismo, se notaba en su rostro que la extrañeza seguía corcomiéndola. No, no le parecía que una Iglesia vacía fuera algo habitual...

¿Dónde se sientan los monjes en su meditación? ¿cómo siguen la Santa Misa...? ¿Y los más ancianos, como pueden hacer la Oración de pie...?

Echo un vistazo en donde los animales. ¿Hay alguien? Se puede entrar? ¿Algo raro?

El joven novicio parecía a punto de contestar cuando la interrupción de otro monje le hace callar y escabullirse de la zona.

El monje es un hombre de unos 40 años, bajo de estatura pero de complexión fuerte. Sus rasgos son, además, acentuados, con el rostro moreno y curtido y unas manos de dedos gordos y ásperos que tienen el aspecto que suelen tener las de los campesinos o canteros.

Se dirige a vosotros con voz tranquila, aunque no consigue evitar cierta sensación de desagrado en su tono.

- Señores peregrinos, me alegra que estén tan interesados en los oficios monacales, pues la verdad es que la mayor parte de las veces, aquéllos que transitan el camino del Apóstol lo hacen con cualquier intención menos la de servir a Nuestro Señor. En efecto y como seguramente ya conocen, esta noche es la noche de San Juan, el discípulo amado de Jesús, y toda la comunidad pasará la noche en la iglesia rezando. En efecto, los peregrinos de fe cristiana son bienvenidos a los rezos nocturnos, siempre que se comprometan a seguir los oficios como si de uno de nosotros se tratase y a no abandonar la iglesia hasta el alba. Por lo demás, señores, los novicios y monjes andan algo atareados preparándose para la noche, así que les agradecería que, si van a andar por ahí curioseando, intenten molestar lo menos posible.

Gonzalo echa un vistazo al pequeño corral e incluso entra en su interior para comprobar si alguna cosa fuera de lo común pudiera encontrarse allí.

Una vez dentro comprueba que la banalidad del corral es la que ya se intuía desde las ventanas. Jaulas con animales (conejos, gallinas, codornices, palomas), algunas herramientas, algunos sacos con cereales y verduras... y poco más, al menos a primera vista.

Presto atención a cualquier detalle dentro del corral.

Abraham se quedó un poco compungido al oír las palabras del monje. Una cosa era pasar toda la noche de vigilia por temor a perder su vida y otra encima pasarla de pie en una iglesia con rutinarios y soporíferos rezos en latín.

- "Buff, yo me siento muy mayor y no sé si podría ser capaz de aguantar toda la noche de pie tras un agotador día de viaje. ¿Podríamos seguir el oficio desde fuera?"

Cielos, no, tiene una cabeza, menos mal. Este dolor de vientre me va a dejar loco.

Salgo del corral y echo un vistazo por si veo grupos de monjes hablando, o a los nuevos inquilinos, o a quien sea. En caso de no ver a nadie volveré a la hospedería a reunirme con el resto.

Si veo a alguien trataré de aproximarme a algún lugar oculto donde pueda escuchar conversaciones.

Las palabras del monje no calman la curiosidad de Hicham, pero no se atreve a seguir preguntando por miedo a las consecuencias. "Estos monjes en vez de seguidores de Cristo lo parecen del Demonio, con tanto celo y preparativos para una fecha vulgar* en el calendario, ups....espero no haberlo dicho en voz alta..."

Hicham escucha las palabras del sabio Abraham, él no tenía intención ninguna de asistir al oficio, pero tampoco la tenía de quedarse solo, estos monjes le daban canguelo.

-"Yo acompañaré en su decisión al noble y buen amigo, sea cual sea..., si me permitis, Abraham"

Después de decir eso su mirada se poso en la dama, esperando su postura ante el ofrecimiento del monje.

-Oh, no tengo intención de quedarme al rezo, hermano, no, mi lugar está en mi celda, como mujer que soy, y no entre los monjes, rompiedo su recogimiento. No, mi interés, si permitís que no lo llame curiosidad, es al respecto de la Iglesia en sí. Me ha parecido extraño, y poco usual, que no haya bancos para asistir a los Oficios, como en las Iglesias de Parroquia. ¿A qué se debe, es sólo por esta noche? ¿El rezo en la noche de San Juan reviste alguna particularidad?

Con un giro de las pupilas la mujer abarca el recinto, mientras hace un gesto con la mano.

-Veo que hay mucha actividad, de modo que deduzco que así es. ¿Os importa describirlo para nuestro conocimiento, quizá saber cómo va a desarrollarse convenza a alguno de estos dos piadosos hombres a quedarse toda la noche. O puede que lo haga mi escolta, fervoroso también, y a quien puedo decírselo luego, seguramente le parecerá apropiado.

Abraham se queda mirando a María sorprendido e intentando no demostrar demasiado su falta de fé en su frase al denominarlos a él y a Hicham "hombres piadosos". Tenía claro que no se iba a quedar con ese grupo de siniestros monjes, por mucho que confiara en las capacidades del curandero.

Esperaba y confiaba que todo fuera una treta de la noble dama para sacarles más información a los clérigos.

El monje resopla un poco por lo bajo, dando la sensación de estar perdiendo la paciencia por momentos y como si seguir hablando con los huéspedes estuviese resultando un verdadero esfuerzo para él.

- Lo dicho, otro grupo que dice ser peregrino y creyente, pero que en realidad no tiene ningún amor por el Señor ni por la Iglesia. No se preocupen, ya estoy acostumbrado... respecto a nuestro templo, nunca ha tenido bancos ni los ha necesitado. Un buen cristiano no necesita comodidad para sus rezos, es capaz de sentir regocijo en su fe y no precisa de ningún ornamento ni artificio material. Y ahora, si me disculpan, tengo muchas cosas que hacer, como ya les he dicho antes a los otros dos, la iglesia se cerrará con el rezo de vísperas*, el que quiera participar de los rezos, es bienvenido, el que no... pues que Dios se apiade de su alma pecadora..., sentencia el monje con algo de rabia contenida en su última frase.

Gonzalo da unas vueltas alrededor del patio, interesándose por lo que pudieran estar haciendo los monjes y los novicios y viendo a ver si era capaz de captar de nuevo algún retazo interesante de alguna conversación trascendente que esclareciera un poco el aura de misterio que parecía rodear a todo el monasterio y a sus habitantes.

Tras un rato de infructuosa búsqueda, en la que únicamente es capaz de captar el nerviosismo de los pocos jóvenes que aún siguen al aire libre, el buen cazador decide regresar con sus compañeros a la hospedería.

Una vez allí, y después de volver a cruzarse con el gato Isaac, quien acechaba a un gorrión joven que se había parado a picotear el suelo del patio, se encuentra con que en el salón solo está Tomás, taciturno, sacando brillo a una espada corta con aspecto de bien afilada.

Abraham no pudo menos que santiguarse cuando el monje prácticamente los excomulgó por no ser capaces de pasar toda una noche de pie rezando tras un día entero de viaje (con accidente incluido). El comerciante contaba con que su dios fuera mucho más benévolo y piadoso, aunque no pudo menos que sentirse ligeramente culpable por no honrarle todo lo bien que debiera.

- "Tal vez deberíamos rezar unas oraciones, no creo que nos haga merecedores de la vida eterna pero al menos nos alejará un poco de los fuegos del infierno." - Dijo a sus compañeros como invitación.

Hicham mira a sus compañeros, extrañado.

-"Cada uno cumple su trabajo en vida, hermano monje, ustedes se dedican a la contemplación y la alabanza a Dios y otros cumplimos con nuestro oficio y con él le servimos. Cada uno sirve a Dios a su modo, yo lo sirvo con mi trabajo intentando que la gente no sufra por enfermedades y dolencias y cumplo con mis oraciones en mi alcoba siempre antes de irme a dormir, dándole gracias por cada día. Ustedes realicen su oficio y yo realizaré el mio"

Haciendo un gesto amable con la cabeza, se retira dando un par de pasos hacia atrás.

-Er... Claro, desde luego, Maese Abraham.

Sin un convencimiento acorde con sus palabras, María afirma con la cabeza, y se dirige hacia el altar, para arrodillarse en un lateral, no exactamente en frente. De este modo queda situada de modo que puede ver tanto el altar como el resto de la diáfana nave. Y sus ojos siguen las evoluciones de los monjes mientras sus labios empiezan a recitar una oración.

Al ver que sus compañeros se internan en la iglesia va detrás de ellos.

-"...pero no desperdiciaré esta oportunidad de rezar en esta hermosa iglesia"

Hace una reverencia de nuevo al monje y entra detrás de sus compañeros casi corriendo y mirando de reojo al hermano claustral.

Se sienta en el suelo cerca de sus compañeros y observa en silencio el movimiento de todos los monjes.

Abraham sigue el ejemplo de la dama, ya que no va a ser menos que la joven doncella. Aunque cuando hinca las rodillas se da cuenta que su edad se rebela contra su orgullo y su buena fe. No puede evitar mirar con cierto asombro a Hicham que se sienta con soltura en el suelo como si fuera lo más normal en una iglesia. Aunque no está demasiado al día de los ritos en los monasterios no le parece apropiado. Antes de que algún monje se torne airado y lo tome como una afrenta prefiere prevenirle:

- "Hermano Hicham, ¿no preferís arrodillaros con nosotros? Así los monjes podrán seguir barriendo esa zona." - Intenta con un guiño complice del ojo derecho hacerle entender.