Partida Rol por web

no me ha molestado dama-isawa te habia respondido para decirte que si no habia sillas se sentaria en el suelo...

no te preocupes tengo mucho sentido del humor...

:D

Hicham mira a Abraham estupefacto.

-"tssss en estos lugares hay que estar en silencio...me parece bien, no quisiera molestar la limpieza del suelo de los hermanos, cuanto menos molestemos mejor"

Le devuelve el guiño al Abraham, se arrodilla junto a ellos y le susurra:

-"Y no hables demasiado que puedes levantar sospechas...ya sabes, por tu pasado...."

Los tres huéspedes arrodillados y rezando frente al altar forman sin duda una escena realmente peculiar, un judío y un musulmán conversos junto con una mujer, en mitad de una grande y diáfana iglesia en la que son los únicos que rezan.

En todo caso, tanto Antonio de Salinas como el resto de los monjes siguen a sus faenas, dejando a los buenos cristianos cumplir con sus devotos rezos. Ellos, entre supuestos padrenuestros y avemarías, van aprovechando para estudiar el sagrado recinto y los quehaceres de los monjes y novicios.

Todos se fijan, por tenerlo delante, que el altar es un enorme trozo de piedra con aspecto realmente antiguo, al que han colocado en su parte superior unas losas de mármol pulido para realizar los oficios. Tras él, en lugar de los acostumbrados retablos, tan solo puede verse la pared de piedra, en la que un ligero cambio en el tono de algunos sillares, hace intuir una cruz cristiana.

También tras el altar, en una de las paredes laterales, puede verse un pequeño y sencillo armario posiblemente con algunos grabados en plata, que debe ser en el que se guarda el cáliz y el copón con las sagradas formas para la eucaristía.

Pasados apenas unos minutos de oración y observación, aparecen en la iglesia los dos nuevos peregrinos, quienes parecen bastante interesados por cuanto allí acontece. Concretamente uno de ellos se dedica a hablar con los novicios, posiblemente buscando aclaraciones sobre lo que puedan estar preparando, mientras el otro observa con dedicación los pocos ornamentos y detalles de la iglesia.

Abraham tenía dificultades en recordar completo cualquier rezo más complicado del "Padre Nuestro", había un "Salve" pero se había perdido a la mitad. Además si miraba a Hicham o María se desconcentraba más. Los monjes seguían con su tarea mientras él discretamente hacía como había hecho otras veces en una iglesia durante los ritos cristianos del domingo mirar alrededor y aburrirse. Solo que esta vez la postura era mucho más incómoda, tenía que disimular más ante los estrictos monjes y casi temía por su vida debido a los extraños sucesos que ocurrían en el monasterio.

Él seguía distraído mirando a su alrededor aunque nunca había sido un gran observador, incluso al comprar telas tenía que poner bastante cuidado en evitar que le vendieran gato por liebre. Lo había aprendido por las malas, así que solía fiarse más de su tacto que de sus agudeza visual.

María se persigna, se levanta, hace una inclinación hacia sus amigos, y haciendo como que espera a que éstos acaben sus rezos sigue con su ruta de investigación en el perímetro de la Iglesia.

Pasa por detrás del Altar, junto a éste, para observat las losas, y junto a la sombra de la cruz en la piedra. Sigue hasta el armario, que observa detenidamente sin abrir, y luego acaba en la pared en la que se están disponiendo los libros por parte de los novicios. Allí aprovecha para dos cosas, una, escuchar lo que preguntan los peregrinos a los monjes, y otra, tomar uno de los libros y ojearlo.

Todo con aire casual, aunque recogido, procurando no ser molestia para nadie, y así mismo pasar tan desapercibida como sea posible.

Ese gato no me gusta nada. Me encantaría atravesarlo de un flechazo, pero más adelante. Me voy a donde están los demás, dejando al valenciano con su faena.

Hicham mira como los demás se colocan para rezar y se coloca de igual manera, cierra los ojos y se pone a rezar, en cuestión de segundos se queda dormido.

Abraham continuó con sus rezos, cuando se aburrió de disimular con los ojos cerrados y las palmas unidas frente a su cara y sobretodo cuando empezó a sentir que perdía sus piernas por falta de riego se movió ligeramente para ponerse en cuclillas y miró a su alrededor.

Vio como la dama se levantaba y curioseaba e intentó quitarle importancia para no alertar a los monjes. Cuando más concentrado estaba musitando algo parecido a un rezo algo distrajo su ya de por sí escasa atención. La rítmica y poderosa respiración de su moreno compañero de rezos le era sospechosamente familiar. Parecía sumido en una especie de trance o similar, como había visto hacer a muchas de las mujeres más ancianas durante los oficios dominicales. Sin duda ese hombre vivía su religiosidad y conseguía un estado de comunión espiritual con el Señor que él nunca alcanzaría...

Ni idea, pero yo voy a la hospedería, que es donde los vi por última vez.

María ojea un poco algunos de los libros, en los que no es capaz de encontrar nada sospechoso, ni extraño. Se trata de libros de salmos, cánticos y biblias, pero todos ellos con aspecto y temática religiosa cristiana, sin nada que se salga de lo común.

Los grabados del armario son simples ornamentos a base de hojas de parra y filigranas en plata. Nada que tampoco llame demasiado la atención a la mujer, aunque la cerradura que probablemente cierra el armario le despierta un pequeño instinto de latrocinio, que es capaz de controlar al tener claro que en su interior sólo puede haber cosas para el oficio de la misa y, por muy valiosas o bonitas que sean, no se le ocurriría nunca intentar apropiárselas.

Son los capiteles de las columnas los que presentan un mayor interés para María. Allí, con los conocimientos que tiene sobre religión, es capaz de distinguir escenas del antiguo testamento, especialmente del Génesis y el Apocalipsis. El paraiso, Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio Universal, la torre de Babel, ángeles tocando las trompetas del apocalipsis, plagas y enfermedades, los muertos andando sobre la tierra, y otras tantas escenas que no es capaz de reconocer.

Entro en la hospedería y veo como Tomás afila su arma, para decirle:

-¿Dónde están los demás?

Mientras los dos conversos siguen rezando arrodillados, la mujer se pone a investigar un poco por la iglesia. Se acerca a la pila de libros, los ojea durante un rato y luego, discretamente, se acerca al armario tras el altar, el cual observa también durante un momento. Posteriormente, se da una vuelta alrededor de toda la iglesia, mirando con curiosidad todos y cada uno de los capiteles de las columnas, proceso que le lleva unos cuantos minutos.