Partida Rol por web

A ver que versión dan luego de los hechos. Al menos ha pasado por mi la versión primigenia sin adulterar, o la versión que ellos piensan que es. Traidores...

Si no se ha parado con mis preguntas y sigue de camino a la tienda. Aludiendo a una creciente preocupación por lo que me dice, lo paro un momento del brazo. En un gesto de preocupación por un motivo justificado.

- ¿Traidores? Dios nos asista... ¿Quién hijo mió? ¿Que pasó o que habeís visto? - como con tono preocupado y serio.

- ¡Señores! ¡Señores! - gritaba Martín mientras llegaba corriendo. Se dobló por la mitad por el esfuerzo y boqueando para recuperar el aliento. Entre bocanadas les dio las infaustas noticias.

- ¡En el campamento se está montando la Marimorena! los soldados están revueltos y se forman corrillos - tomó aliento de nuevo y continuó - estando con el sacerdote por delante de la tienda de Don Gabriel he visto pasar a uno de los hombres de Valcárcel y por las malas pulgas que llevaba y la prisa yo diría que está a punto de despertar al sargento y a estas horas quizás ya lo haya hecho y éste a buen seguro que despierta al capitán.

- Dice Don Gabriel - mintió el muchacho - que si no tiene todo esto bien atado - miró entonces hacia los centinelas amordazados - que se espabilen o los escondan hasta que dispongan de la confesión precisa - dijo el muchacho, que ponía en nombre del sacerdote ideas que eran suyas, pero que imaginaba serían más respetadas que si decía que de él procedían.

El soldado se detuvo un momento por que le pareció necesario informar de aquello al capellán. Después de todo, el mando y la iglesia siempre estaban unidos como uña y carne. Y él no tenía ni idea de que don Gabriel era contrario a algunas de las políticas del capitán.

-Unos soldados que estaban de guardia en el camino del bosque. Dicen que se han pasado al enemigo. Y que hay holandeses por allí. Hay que ir a mirar.

Se quedo mirando durante unos instantes a Martin mientras pensaba.

-¡Al cuerno lo de hacer las cosas a la sorda!

-Esto lo cambia todo, ya no tenemos demasiado tiempo. Si el clerigo estuviera aqui ya teniamos la confesion firmada, ¡que demonios hace dando garbeos por el campamento!

Miro a todos los concurrentes, en especial a aquellos que no eran sus hombres.

-¡Alguien se ha ido de la lengua, porque si no ya me diran sus mercedes como demonios saben esto! Si alguien tiene idea de como se han enterado es buen momento para decirlo.

Indico a dos corchetes.

-Vosotros dos os vais a llevar a estos dos con el mariscal o al menos tan cerca de el que no se les ocurra ni liberarlos, ni callarlos.

A los reos lesd espeto.

-Teneis dos minutos para decirme donde estan los tulipanes o se ahorran el viaje estos dos buenos amigos y os dejamos colgando de un arbol, si encuentro los tulipanes se os perdonara la vida y se os dara la oportunidad de redimiros.

Se dirigio hacia Ezio.

-Prepara los corchetes, nos dirigimos donde estan los tulipanes para asegurarlos, todos con las armas bien cebadas, nos llevamos por delante a quien interfiera con la justicia del rey pero al capitan le quiero vivo, recuerda, vivo.

Y al resto de personas que habia.

-Si quieren ayudar seran bien recibidos, nunca sobran los valientes, pero esto se puede poner feo, ustedes veran, no soy su superior jerarquico no les voy a dar ordenes. Vamos a hacernos con esos jodidos tulñipanes y ponerlos a salvo y despues nos vamos a entender con estos malos servidores de la monarquia, por las buenas si es posible y si no, ya saben como es el oficio, haganse a la idea que son holandese.

Se acerco as uno de los corchetes que iba a conducir a los reos y le estuvo explicando lo que tenia que decir al mariscal o a su hijo en cuanto los viera, explicando todo lo que habian hecho y lo que se proponian hacer mientras se preparaban las cosas para marchar, a la vez que revisaba las pistolas.

Cuando todo estuvo preparado dio la señal de partida y con prisas.

Escucho las noticias de Martín con cierta alarma. La cosa se está poniendo fea. Con todo el mundo sobre aviso el plan se viene abajo como un castillo de naipes.

¿Cómo diablos se han enterado?

Della Rovere propone sacarles confesión a los dos fulanos ahora mismo, cosa que me parece cabal y asiento cuando nos pide acompañarlo.

Está bien, señorr. Puede contarr conmigo parra... custodiarr tulipanes.

Y quizás podemos escamotear algo de esos tulipanes... O quizás lo acompaña algo de buen montante que eso no tiene nombre más que el de nuestro amado Rey.

Escucho al soldado, con aire de preocupación y seriedad. Algo acorde al asunto que este señor me explicaba.

- Por Dios...¿Holandeses? ¿Es seguro? ¿Quien vio tan infame acto? - le sigo preguntando, ahora que parece que paró y parece predispuesto a parlar. Si puedo sacar al menos unos corto tiempo que de tiempo a Martín a avisar, y que se pongan a guardia en el otro lugar, bueno estará...Al menos unos pocos minutos de ventaja, ya es más que nada.

- A sus órdenes.

me llevo a los prisioneros con las manos atadas y a la corchetes como me ha dicho Rovere para cumplir su encargo.

La voz le sorprendió a su espalda. El capitán estaba despierto y tenía la armadura a medio colocar. Su paje de rodela venía detrás cargado de ferralla, mientras él avanzaba sin estarse quieto del todo y dejar que le ayudara a ponérsela. Parecía que estaba nervioso, irritado, con prisa.

-Rebeldes, padre -precisó- Se han pasado al enemigo por las malas artes de ese italiano recién llegado. Ese supuesto preboste. En connivencia con el enemigo, dispuestos a meterlos a todos aquí degollando a mansalva mientras dormimos.

Ahora que se había parado a hablarle su paje terminó de colocarle el espaldar del peto. El aragonés miró al capellán como si estuviera algo amostazado con él.

-Lamentablemente no puedo poneros la mano encima. Aunque se que algo tramábais con ellos ésta tarde. Se os ha visto juntos. Pero también se que habéis tratado humanamente a los prisioneros, lo cual os honra. Acompañaos, si gustáis, y si llega el momento, mediad para que se rindan. Sería muy molesto tener que matarlos y ahorrar trabajo al verdugo.

Sonrió brevemente, mientras veia que el campamento se tocaba al arma. El cuerpo de guardia salió casi enseguida, pertrechándose a la carrera. Treinta hombres bien armados con picas y arcabuces.

No hizo falta torturar ni amenazar. Los soldados eran los primeros que deseaban poner tierra de por medio y alejarse del capitán, la compañía y sus redes. El presidio que habían de pasar entretanto en el cuartel general se les antojaba una Bicoca en comparación.

Señalaron antes de que se los llevaran el punto exacto donde estaban escondidos los tulipanes. Eran unas viejas tumbas, de hace siglos, cubiertas parcialmente por la vegetación. Habían profanado una de ellas, y en el lugar donde estaba el ataúd habían escondido los bulbos. Cientos de ellos. Aquello valía una fortuna. Una cantidad de dinero tan tremenda que con ella podrían pagarse las pagas de la tropa durante varios meses.

Los corchetes miraron a su mayoral, inquietos. Por aquel dinero De la Rosa se haría matar o mataría sin dudar. Cualquiera que no estimara más al rey que a su fortuna personal lo haría. Y de esos no había tantos como se blasonaba. Miraron alrededor, pensando como mejor defender aquel lugar hasta que llegaran los refuerzos. Un claro en un bosque, y un camino a través de él. Buen sitio para emboscar a alguien desprevenido. Prevenido, era otra cosa.

Al ver el panorama se me ponen los ojos como platos, que casi se me salen de las órbitas... Sin duda por semejante botín se mata lo que sea necesario. Aquí no va a haber cuartel... Y yo no vine tan lejos para batirme por mi vida... Después de años de vida castrense relajada, haciendo de cicerone y mirmidón del grandullón de Karl, no le apetecía batirse el lomo cuando estaba acostumbrado a que otros lo hicieran en su lugar.

Observo el terreno con atención, para ver qué nos puede ser más favorable, pero a pesar de ello, no me gusta el cuadro. Gente principal viendo para aquí con buenos motivos para enviarnos por la posta... No... No me gusta nada.

Eeeeh...

Empiezo, dirigiéndome a della Rovere.

Disimule su merrced peeeeero... Y disculpe mis modales, perro he visto muchas cosas y crreo que las cosas se arreglan más negociando que con acerros... Y si... Mirre... Aquí hay mucho orro en forma de bulbos... Y seamos sincerros... En cuanto esto siga por cauces legales estos bulbos se pierrden en el camino de aquí a Madrid y otrros lechuguinos se llevarrán benefecio... ¿Y si hasemos acuerrdo con capitán? parrte de botín parra nosotrros, parrte parra capitán y aquí todos somos siegos y sordos. Con este dinerro poder cobrrar pagas buenos soldados, y así ahorrar el trámite a su Majestad. En el fondo es como darlo al rey y que él nos lo devuelve en forrma de paga. Qué mejor que librrar guerra por nuestrro Rey sin que él preocupar por emolumentos...

Me rasco la barba, pero me apresuro a continuar, antes de que al della Rovere le asalte un ataque de honestidad.

Si haber combate malo parra tropa, parra moral y parra guerra. No todas guerras ganarse con espada. Negosiar con capitán. Todos sacar provecho. Él liberar a compañeros y todos salir un poco más ricos de esto... Y hasta se puede converrtir esto en un asunto de espionaje... Ese Jansen debe ser un holandés muy ladino, y segurro que nos puede cantar bonitos secrretos de Boom... O quizás capitán poderr continuar negocio parra bien de todos.

Estas cosas darse en todos ejérsitos... Si arrestar a todos los mandos que sacar provecho personal del oficio de armas, se acabarían las guerras...

Añado con un guiño, y sonrisa cómplice.

Además, él sabe que le beneficia un trato. Si hay combate, se descubre toda la historia. Y Ferrara ya lo sabe de todas formas... Podemos hacerlo pasar por un asunto de espionaje... Y seguro que a Ferrara tampoco le molestará sacar algo de provecho del negocio a cambio de perrdonar falta del capitán. El ejército todos somos como gran familia. Muchos tienes feos secretos, perro todos cuidamos de todos.

Empezo a mirar el terreno un poco perplejo, lo suyo era organizar una embosacada en una taberna o una casa o hacer una detencion entre callejuelas pero tanto espacio abierto....

LLegada a una conclusion, de la que no estaba deltodo seguro fue asaltado pòr el entrecortado discurso del aleman. Se volvio con cara de disgusto.

-Mire su merced, el mariscal me ha encomendado la tarea de sacar a la luz este cristo en el que estamos metidos y asi lo voy a hacer, su excelencia a fiado en mi y no soy hombre de no cumplir con mis deberes. Entre las cosas que tenia que hacer era encontrar los tulipanes para encontrar un medio para que las pagas no le falten a la tropa, asi que de algun modo su plan se va cumplir, recibira lo que le corresponde y su fortuna esta alli-y señalo al pueblo holandes- No sacandola de los caudales del rey. Que si en el ejercito son familia, tambien lo eran Cain y Abel, y ya ve como terminaron. Y que si le incomoda pelear con sus compañeros, lo entiendo, no tiene por venir, pero vayase discretamente no vaya a ser que alguien que ese discurso encubre miedo al combate. Cosa que, por supuesto, yo no creo, pero la gente es tan dada hablar...

Le miro muy fijo a los ojos.

-Y si su merced quiere ayudar, pese a todo, estaria bien que me dijera que le parece mi plan para atajar los que vendran, que esto son palabras mayores para un alguacil, que es mas tarea de soldados batallar a campo abierto.

Y comenzo a explicarle su plan.

Miro al Capitán conforme llega. Según yo lo entendía, quería dar la vuelta al asunto, y seguramente echaría culpas a los otros. Los únicos que están haciendo algo para sacar del apuro a los reos. Matará dos pájaros de un tiro, vamos.

- Me temo, Capitán, que lo que vuestra merced me pide extralimita mi humilde jurisdicción. Pero que Dios os guarde, hijos míos. Él siempre imparte justicia - le digo, mirándole. No me puede obligar a ir, desde luego que no. Semejante hereje…- Ahora, si me disculpáis, no os distraigo más de tal urgencia.

Quizá no sepa que tanto sé de sus tejemanejes, o quizá se lo huela. Pero no puede ponerme un grillete para retenerme, ni impedirme hablar con nadie. Aun así, no sé cómo reaccione a lo que le dije. Pero según se vaya a lo suyo, si se va, a hablar a su guardia y a su atajo de herejes, yo voy a buscar a Ferreira.

No puedo evitar sentir disgusto por la respuesta de della Rovere.

También es mala suerte ir a dar con el único tipo honrado de toda la provincia... Por culpa de gente como él aún aguanta esta España, agotada, todas las guerras que aguanta...

Me encojo de hombros, como restándole importancia a su última grosería sobre el miedo y la honra.

Porr favorr... Entrre gentes de milicia el cuajo no se ha de demostrar. Sólo querría hacerle ver a su merced que el asunto se podía solucionar sin menoscabo de la honra de nadie... Pero si su merced prefiere hacerse enemigo de gente como el capitán... Cada uno escoge sus propios enemigos, señor.

Le miro con inteligencia, sin necesidad de añadir nada. Estoy seguro que alguien del oficio como él, habrá visto demasiados casos donde el poderoso se libra de la suerte que le está reservada al humilde.

Lo miro muy serio entonces, cambiando mi semblante risueño por otro más "peligroso".

De pese a todo, nada, caballero. Mis camarradas están en prrisión porr culpa de sargento felón. Estoy con usted, decida lo que decida. La duda ofende.

Tras lo cual le hago notar, con mi pericia fruto de mi experiencia de campo, las cosas que me han llamado la atención de nuestro entorno, y que pueden jugar a nuestro favor.

Intento camuflar a los hombres alrededor del lugar y también disimular que hemos abierto el escondite. Explico a los hombrs que la idea es rodearlos y capturarlos sin darles oportunidad a defenderse. Tienen que tener las armas cargadas y listas.

Ferreira no estaba de guardia, pero el jaleo en el campamento lo había despertado. Cuando el capellán llegó a su habitación, aquella donde estaba la bandera de la compañía (situada en una de las casas de lo que antes había sido el cortijo en torno al cual se había construído el campamento). Se pasó la mano por la frente, cansado tras un largo día en el que había estado de guardia.

-¿Que sucede, padre? Parece que se ha armado la marimorena o algo así.

Gracias a Dios, Ferreira dormía en casa, y no en una tienda donde fácilmente pueden poner el oído. Me aseguro de cerrar la puerta a mi paso.

- Malas cosas, alferez...Malas cosas...- le comienzo a decir, él estaba en la conversación con el preboste italiano, así pues, no me ando con melindres. Pero mi tono es bajo - Como bien sabe, esta noche el preboste italiano llevaba a cabo la argucia para hacer declarar a los corchetes sobre los tulipanes. Debían llamarme para hacer de notario, y de mientras echaba un ojo a que Valverde y el capitán durmieran...No me han llamado...Pero, la cuestión es que alguien ha debido levantar la liebre y De la Rosa está llamando a armas en el campamento. Argumenta que dos guardias se han pasado al enemigo bajo las malas artes del preboste italiano, que quiere meternos a los holandeses en el campamento para que nos deguellen...Me temo que azuzará a los soldados contra sus propios compañeros, y de paso, les echará el muerto de los tulipanes...Pero vuestra merced es popular entre la milicia...Si me apoya, le podemos parar los pies a De la Rosa...O me temo que no solo pasarán por el verdugo el Cabo y sus hombres...