Partida Rol por web

El doctor da un respingo y un paso atrás cuando oye esas voces. Va a decirles a todos que se aparten del fez cuando pasa la escena que has descrito.

El Doctor vio con horror como el difunto atacaba a su amigo, y dando un paso hacia atrás abrió su maletín y sacó el bisturí de él. A pesar del horror que se está desarrollando frente a él, su entrenamiento médico se apoderó de él, e intentó ser útil a su amigo al que salvó la vida y al resto del grupo.

No es que el bisturí se pueda catalogar como un arma para enfrentarse a ese ente, pero en caso necesario podría cortarle la lengua si se aferrara a su víctima o a alguno de sus amigos.

Virgen Santa... pienso al ver la escena que tengo frente a mí y como el, supuestamente difunto Pook, parece haberse convertido en una criatura salida de una pesadilla.

Meto la mano en mi bolsillo notando el tacto tranquilizador de la culata de mi revolver y saco el arma apuntando hacia la criatura al tiempo que doy un paso atrás retrocediendo...

D... Di... Dios misericordioso. El fez... el fez... es... Eeeees... Polat retrocedió parpadeando, fascinado por lo que veía, sin acertar a actuar de manera alguna. Algo en su interior se avergonzaba de estar reaccionando como una vulgar mujer, pero parecía que su cuerpo decidía por si mismo en una especie de aturdida curiosidad malsana que deseaba contemplar el proceso hasta el final. Cómo esa cosa iba evolucionando. Cómo iba consumiendo paso a paso al doctor.

No sabe lo que está pasando, tan sólo que no es normal. Cuando el fez se cae al suelo después de hacer un ruido semejante a una sanguijuela ahíta de sangre ya le parece que las cosas empiezan a torcerse, cuando la...cosa que era antes el moribundo ataca al otro médico su rostro palidece.

Sin embargo no tiene mucho tiempo para pensar en las repercusiones de sus actos más que para darse cuenta de que están en peligro. Escucha a alguno de los caballeros farfullando, y con gesto resuelto saca del bolsillo un arma bastante grande, cuya única concesión a la feminidad es un hermoso repujado en el nácar que conforma la culata. Tras dudar apenas un instante mete la otra mano en el bolsillo del otro lado y saca otro revólver idéntico al primero.

Con gesto ágil se sitúa al lado del barón, procurando ofrecer protección al resto de caballeros. Con ademán adusto y sin decir una sola palabra apunta con ambos revólveres a esa cosa.

El joven noble se hallaba concentrado en el revoltijo de basura y platos sucios que cubrían uno de los rincones de la habitación, así que demoró en comprender lo que había ocurrido. En un principio, solo percibió un forcejeo por el rabillo del ojo, y no atinó a identificar el origen del extraño chillido. Sin embargo, para cuando finalmente comprendió que los gritos de dolor provenían del Dr. Hobbs, ya se hallaba de pie y con su viejo cuchillo en la mano, listo para intervenir donde hiciera falta.

De todos modos, la extraordinaria visión que se desarrolló frente a sus ojos lo detuvo en seco. Incapaz de hacer otra cosa que observar con gesto atónito aquella criatura, que parecía salida de las más terribles pesadillas.

En algún rincón de su mente obnubilada, lamentaba no haber traído su rifle de caza. Pero le había parecido impropio trasladarse con un arma semejante por las atestadas callejuelas, y probablemente le habría traído más problemas que ventajas. Después de todo, Londres era una ciudad refinada, donde ya no había lugar para aquellos comportamientos bárbaros tan propios de su vieja y amada patria... O eso parecía.

Cuando por fin consiguió recuperar el aliento y reponerse de la impresión, echó un vistazo a su alrededor, para constatar el estado de sus compañeros. Por fortuna, varios de ellos estaban listos para la acción, rebuscando en sus bolsillos cualquier cosa que les permitiera enfrentarse a aquel engendro. KAZIMIERZ se dispuso a abalanzarse sobre él en cuanto tuviera alguna oportunidad.

El profesor Harold se sentía un poco fuera de lugar en aquel sitio. Él estaba más acostumbrado a sus excavaciones en Oriente Medio. Allí, en la tranquilidad de las tiendas de campañas de los campamentos, revisando objetos milenarios extraídos de la tierra, se sentía como en casa. Pero sin embargo, había acudido a la llamada de su colega con las expectativas de examinar algún extraño manuscrito u objeto misterioso. En su lugar, se había encontrado en una extraña casa en el submundo de Londres rodeado de desconocidos y contemplando con horror una terrible monstruosidad. Su cordura se tambaleó.

- ¡Acaben con él!- Smith, que ni va armado ni es ducho en violencia, se aparta para no impedir vuestros disparos.- ¡Doctor Saroch, por Dios, apártese! ¡Van a disparar!

Observo a la criatura que antes había sido Pook con una mezcla de repulsión e interés. La sangre mana abundantemente del rostro herido del doctor Saroch y las gotas caen salpicando el suelo desde el extremos de la serpenteante lengua del ser.

Mantengo el arma con firmeza frente a mí apuntando a la criatura y acompasando mi respiración con los movimientos del ser aprieto el gatillo notando el retroceso del revolver al disparar...

Pasan unos cuantos segundos mientras se hace una idea más o menos adecuada de la situación y permite que el buen doctor se quite de la línea de fuego. No es que quiera darle tiempo a esa...cosa a que pueda hacer aún más daño, pero tampoco le parece muy procedente meterle una bala en el cuerpo a uno de los caballeros.

Cuando por fin tiene la línea de disparo más o menos limpia abre fuego con sus armas sin dejar escapar un sólo gesto de impresión al escuchar el estruendo de sus revólveres y del revólver del caballero que tiene al lado.

Los ojos de polat se abrieron más y más. Contemplaba la escena con singular atención. Se podría decir que bebía la escena.

Al parecer la experiencia es demasiado para el profesor Polat, que soltando un grito poco viril, sale corriendo de la habitación, topando con el profesor Smith, el cual había retrocedido hasta la entrada. Tan brusca es la colisión que ambos corren el riesgo de caerse por las empinadas escaleras...

Sin detenerse a pensar en las consecuencias de sus actos –algo que ya constituía, a estas alturas, un rasgo de carácter típico del joven aristócrata-, KAZIMIERZ se lanzó a por la extraña criatura, enarbolando el viejo cuchillo de caza que había llevado oculto hasta el momento bajo los amplios pliegues de su gabardina.

En verdad, aquello no se trataba de un acto de arrojo, ni mucho menos. Más bien, todo lo contrario. Pues lo cierto era que el muchacho se hallaba completamente aterrado, y actuaba por puro instinto. De hecho, ni siquiera era consciente de que podía convertirse en un obstáculo para los ataques de sus camaradas.

Sin embargo, como había ocurrido muy a menudo durante sus jóvenes años de vida, KAZIMIERZ se arrojaba imprudente a los brazos de la Fortuna…

El joven caballero polaco se arroja sobre la criatura como un fuego de la estepa, y abate a la criatura con un feroz corte que secciona la inhumana lengua. Brota un líquido negro y putrefacto que mancha el abrigo de Pan Kazimierz. La criatura se desploma y muere, recobrando en sus últimos estertores una apariencia humana, similar a la de sus últimos momentos en que moraba en el marchito cuerpo la atribulada alma de Matthew Pook, estudiante.

Callando las armas, el olor de la cordita llena el aire, solo se oye el ruido de respiraciones agitadas.

El doctor cogió vendas y sus enseres del botiquín y se reclinó sobre su amigo el profesor Smith para curarle las heridas causadas por el horror que el valiente Kazimierz había abatido. No iba a permitir que muriera de esa manera tan atroz ni tampoco que sufriera, por lo que le dio unas gotas de laudano, no tanto para que durmiera pero sí al menos que redujera el dolor que debía sentir en esos momentos..