Partida Rol por web

Pongo el tomate sobre la tabla de picar y "chop, chop, chop" salen unas buenas rebanadas que luego convierto en cuadrados. Yo pienso que los cuadrados de tomate quedan mejor que las rodajas, es algo de su superficie creo. Las cebollas son otra cosa, mamá las hace poner bajo el grifo para que no te hagan llorar pero yo lloro lo mismo... así que cuando la abuela nos interroga sobre aquello, parece que estuviera triste al hablar.

-Creo que vaamos a divertirnos en el agua... snif, snif.

Me seco la cara con la mano encebollada y eso me arder más.

-Aaaaaaaaaahh!!!

Pongo un trapo húmedo sobre mis ojos.

-Perdón, abuela, esta parte de la cebolla siempre me sale mal, ahora sigo con la lechuga.

Me toca pelar patatas, que no es la cosa más divertida del mundo, pero en seguida me pico y me pongo el reto de intentar pelar una monda entera sin que se rompa. Me lleva unos cuantos intentos (esta tortilla va a llevar una buena cantidad de patatas), pero al final sale y, bien orgullosa, les enseño la tira larga de piel de patata a mis amigas y a doña Sofía, sonriendo tontamente.

-Sí, eso teníamos planeado -respondo a la abuela. Mentirle se está convirtiendo en un hábito muy feo y recurrente, cada vez me cuesta menos. -Con este calor es lo que más apetece.

Ana mira resignada a doña Sofía y comienza a hacer diferentes pilas, una con los plaots, otra con los vasos, los cubiertos... -Me apetece pasar el día bañándome y jugando a las cartas.Aunque también me gustaría ver un poco más los alrededores del pueblo.Supongo que ganará el plan del agua, hace un calor...

—Entonces mañana nos vamos a la aventura a la Garganta del Diablo —dije sin ocultar la emoción y los nervios de mi voz—. Héctor, ¿crees que tu abuelo se dará cuenta si le cogemos algunas cosas? No sé... la cuerda, alguna linterna más o cualquier cosa que creáis que podamos necesitar —me quedé pensativo unos segundos al darme cuenta que más que ir a hablar con aquel extraño señor en un lugar supuestamente prohibido parecía que me quería preparar para la guerra o algo así.

En la radio suena una canción romántica que se ha puesto de moda últimamente. La abuela Sofía sube el volumen para escucharla mientras fríe unos filetes rusos, sin dejar de supervisaros. Sobretodo a Clara y sus juegos con el cuchillo.

Y cuando acaba la canción os sorprende con una pregunta inesperada.
- Clara, ¿Tú eres la novia de Héctor?

-Cooff!!

Cuando escuché la pregunta de la abuela a Clara, me puse la mano sobre la boca de espaldas a ellas. Pero la mano tenía todavía el aroma de la cebolla y me hizo toser y llorar. Así que abrí el grifo de agua fría y me puse a lavar las manos. Me sequé en un paño y me puse a separar las hojas de lechuga.

CRrroch Crroooch Crroooch

El sonido parecía amplificado por mi idiodez natural al querer aparentar que yo no tenía idea de nada.

Novios, aaaaaaahhh... qué bonito. Son novios, sí. Sí lo son, o creo que lo son.

Crrrroch Crroooch

Acomodar lechuga, tomate, cebolla, lechuga...

Ana siguió con la mesa fingiendo no haber escuchado a la abuela, -¿novios? si claro, ya le gustaría... bueno, le gustaría a Clara, porque lo que es a la abuela.... En el fondo le dolía que la abuela no la condirerase para novia de Héctor, en casa ya sabía a lo que atenerse con su madre pero allí... En fin, parecía que allí tampoco iban a apreciarla, no es que no estuviera acostumbrada, pero que algo le pasara a menudo no significaba que no le doliese.

Primero, ayer, María y, ahora, de golpe, la abuela. ¿Qué estaba pasando? Me quería morir de la vergüenza, no estaba nada costumbrada a hablar de aquellas cosas con un adulto ni, bueno, con nadie, en realidad... Por suerte ya había terminado de pelar patatas y no tenía nada que cortase en las manos porque fijo que de mi reacción hubiésemos tenido un disgusto, porque me sobresalté mucho, con toses y todo.

-N-no. P-para nada -dije con la voz temblorosa. -No tengo novio ni nada, mi papá dice que todavía soy demasiado joven para pensar en estas cosas -decidí salirme por la tagente, para evitar un mayor apuro, aunque no pude evitar mirar a Ana. No es que quisiera pasarle el marrón, pero todos sabíamos el rollo raro que se traía con Héctor.

Negué con la cabeza al escuchar la pregunta de Jacobo.

- ¿Cómo va a darse cuenta si somos nosotros los que recogemos? Además, solo estamos tomando prestado, cuando volvamos lo devolvemos y listo. – Entonces me giro hacia Hector – Tu conoces mejor el sitio ¿Qué hay que pueda sernos útil? –

Y comencé a buscar por la zona a ver que veía.

En el cobertizo mi abuelo guarda un botiquín de viaje pequeño y bien surtido, puedo ir yo a por él, en el huerto hay árboles frutales de todo tipo, de allí podremos sacar la comida.

En el granero, el coronel tiene cuerda y algunos aparejos de pesca, nos basta con la cuerda y la red. El el despacho de mi abuelo hay un mapa de la zona y una brújula, dudo que note su ausencia, pues los tiene en el cajón de absjo del escritorio.

Podemos acopiar todo eso, sólo para empezar. - digo respondiendo la pregunta de Borja.

¿Alguna idea adicional?

La abuela sonríe ante la respuesta de Clara. Aunque si se hubiese girado habría descubierto la cara de odio de Ana, por fortuna eso no paso. 

Dio por concluida la fritura de los filetes rusos, había comida para un regimiento. Así que dejo que las chicas terminasen de preparar el resto de la cena y servir la mesa. Ella aprovecho para volver a hacer sonar la campana, con insistencia.

Estos chicos siempre se retrasan, y seguro que luego entran sin haberse lavado las manos. Esta juventud... - escucháis que dice desde la puerta entreabierta de la cocina que da al exterior de la casa.

Las cosas estuvieron listas y la abuela llamó a los chicos para comer. Mis manos estaban limpias, recién lavadas y la ensalada había quedado presentable. Era mejor haciendo ecuaciones que esto, pero no había estado tan mal. Clara había respondido que no tenía novio y, por suerte, la señora no me vio toser con cara nerviosa. Aunque los viejos son buenos para mentir, pensé. Tal vez se dio cuenta de todo...

Esperé a los chicos mientras me limpiaba los lentes con mi ropa, soplando aliento primero que así quedaban mejor. No mencioné el tema de Clara y Héctor porque la verdad yo no tenía derecho a decir nada.

-Mmm todo tiene buena pinta.

Comenté, viendo la comida, el aire puro me abría el apetito.

—Yo creo que con eso será suficiente —dije mientras escuchaba la nueva llamada a la cena—. Pero quizás a las chicas se les ocurra algo más.

Ante la insistencia del gong, nuestra pequeña reunión tendría que disolverse si no queríamos que los abuelos nos riñeran o, peor aún, nos castigaran sin salir durante varios días, lo que nos dejaría sin excursión el día siguiente. Al ver cómo el más impaciente de todos por atender la llamada a la cena era Orko, no me quedó más remedio que meterles prisa a mis amigos.

—Será mejor que vayamos ya a cenar si no queremos arriesgarnos a que el coronel nos castigue mañana —mientras hablaba yo ya estaba casi en la puerta. La abrí y vi como el hurón de Borja se lanzaba como un loco en dirección a la casa—. Vamos, por la noche podemos hablar con las chicas por si a ellas se les ocurre llevar algo más —que no sean tonterías inútiles propias de chicas, pensé para mis adentros pero preferí no decirlo en voz alta.

Y a la carrera me dirigí a la casa para cenar.

Sonrio sorprendido.

- Espera, espera, espera ¿Tenemos un mapa de la zona y no había sido informado? Es imprescindible que lo consigamos. Así podremos ver como movernos mejor. También creo que si tus abuelos tienen algún pequeño botiquín, deberíamos llevarlo. Ya sabes, los accidentes ocurren –

Y me rio picaronamente pues por lo general, yo soy el responsable de esos accidentes. Nos vuelven a llamar para cenar, Jacobo nos insta a ir.

- Si, creo que si no queremos ser castigados, lo mejor es que sigamos comportándonos como los angelotes que somos jajaja. ¡Orko! Vamos renacuajo, que nos van a dar de comer –

Y veo a la criatura mirándome desde el otro lado de la habitación con el brazo extendido hacia abajo.

- ¿Qué, vas a venir o tengo que echar raíces? –

Finalmente viene corriendo y me escala hasta el hombro.

- Buen chico. ¡Vamos! No hagamos esperar a las señoritas.-

Y comienzo a andar hacia el comedor

Es la hora de cenar, os sentáis todos a la mesa precavidos de que la abuela Sofía os pregunte si os habéis lavado las manos antes. Pero la cena transcurre alegremente mientras disfrutáis de una tortilla de patatas, ensalada y filetes rusos. Los abuelos hablan sobre la granja, y el calor que hace, y os preguntan que vais a hacer mañana. No sin antes recordaros que cumpláis vuestras obligaciones a primera hora. A cambio os darán el resto del día libre.

-¿Os gustó la ensalada? La hice yo...

Comenté, toda orgullosa de mi "obra de arte". Estaba entusiasmada con el nuevo día que estaba por venir y con todo lo que pudiésemos hacer con él. La cena además estaba buena, o es que el aire libre me daba mucha más hambre así que le di un buen sitio a lo que se había cocinado en mi estómago.

-Ñam...ñam...

Me di cuenta de que masticaba medio fuerte así que, como toda una dama, me sequé la comisura de los labios con la servilleta y continué comiendo más despacio.

-Está todo muy rico, gracias por este manjar.

Le dije tanto a las chicas como a la abuela Sofía.

—Primita, te ha quedado muy rica —contesté a María intentando animarla. A mí la verdad es que todo lo que fuera verde me resultaba insípido y lo que había atacado con hambre canina habían sido los filetes y la tortilla. Qué bien sentaba la comida después de un duro día de trabajo—. Estoy lleno. Estaba todo de muerte.

Me sentía satisfecho, no sólo por lo bien que había cenado sino por los planes que habíamos hecho para el día siguiente, lo único que podía mejorar lo que quedaba del día sería que echaran en la tele un especial de Michael y que me lo dejaran ver. Pero sabía que eso era imposible.

—Habíamos planeado ir a nadar un poco, con este calor es lo mejor —contesté a los abuelos intentando no mentir. Al fin y al cabo dentro de los planes estaba darnos un chapuzón si podíamos, lo que no tenía pensado era decirles dónde teníamos pensado ir porque entonces sí que nos lo prohibirían.

Con la barriga llena y pensando en las aventuras del día siguiente, no pude evitar lanzar un bostezo ya que, de repente, me sentí el hombre más cansado del mundo.