Partida Rol por web

18 de mayo de 1934, 18:50h - Restaurante Lüchow's, Nueva York

Trans una agotadora mañana y una más que intensa investigación en la mansión de los extraños Cornelisz en el apartado pueblo de Westchester, llegáis de nuevo a Nueva York. Entre una cosa y la otra, no habéis pegado bocado en todo el día y el rugido de vuestras tripas se convierte en el hilo musical principal de vuestra vuelta en coche.

Como parece que se os ha juntado con la cena, conseguís una mesa libre en Lüchow's, un restaurante más que popular de cocina alemana situado en el 110 de East 14th Street de Manhattan y que se ha ganado a pulso el título de la capital de la calle 14.

Con el jaleo de las conversaciones de los comensales, los ruidos de las sillas al ser arrastradas por el suelo, los gritos de los camareros y el tintineo de los cubiertos, nadie presta atención a vuestras conversaciones acerca de investigaciones que, a fin de cuentas, deben permanecer en secreto.

Me voy a la cama pensando en lo mucho que tendré que esforzarme para encontrar el libro de la casa del Sr. Cornelisz. Tendré que consultar con mis contactos de los bajos fondos para conseguirlo, y seguramente dar algunas explicaciones incómodas.

Este caso me tiene con los pelos de punta el 90% del tiempo, es muy complicado pensar en que unos padres quieran hacerle daño a su propio hijo, inconcebible al menos para mí.

Tras pedirse un bratwurst y una cerveza impronunciable por el agente, William se enciende un cigarro (parece que nunca se le acaban) y dirige una dura mirada primero a Jamal, y luego a Kennedy.

- ¿Van a contarme que diablos pasó en la casa de los Cornelisz? ¿A qué vino ese grito de la señora? - William finalmente fija su mirada en el doctor y relaja un poco, muy poco, el gesto - Demonios, Jamal. ¿Qué habéis hecho?

Jamal se quitó la chaqueta y la dejó reposar en el respaldo de la silla. Se sentó tras ajustarse su chaleco y alisarse su corbata. El doctor pidió una ensalada y agua mineral. Ya le miraban raro por ser el único negro en el local, así que daba igual manifestar a sus compañeros que su físico de ébano precisaba de un mantenimiento riguroso en el que el tabaco y el alcohol no tenían cabida.

Devolvió una mirada tranquila a su buen amigo William antes de replicarle.

-La señora Cornelisz nos ha engañado. Creo que la única frase cierta que ha salido de sus labios es la que atañe a  desear que nos largásemos de su casa. Subimos arriba y accedimos al dormitorio, tal y como convenimos. Antes de entrar, escuchamos algo, como si estuviese ocultando algún objeto que no quería que viésemos en un cajón. Le preguntamos sobre su estado y sobre María Dabrowsky. Nada demasiado directo. Mintió descaradamente. Para cuando presionamos, estalló en ira y evidenció claro temor a ser descubierta en su ardid-. Jamal hablaba con naturalidad, como si fuese parte de un intercambio de golpes en un combate de boxeo en el que, para ganar, tienes que encajar algunos puñetazos en el costado y en el mentón.

-Hay un par de detalles interesantes. El primero, tal y como comentó Kennedy durante el trayecto de vuelta de Westchester, es que cuando empezó a chillarnos sucedió algo extraño. Una migraña, bastante persistente y lacerante, nos aquejó a Kennedy y a mí. Al mismo tiempo. El segundo es que este joven tuvo la notable habilidad de inspeccionar los cajones de la señora sin ser visto-. Jamal sonrió satisfecho a Kennedy. -Por cierto, muchacho, ¿qué contenían?-. Tras lanzar el interrogante, dio un trago a su agua y lanzó una mirada significativa a William. -Te diré algo, William. Sé que tienes órdenes. Y unas órdenes claras. Pero ese matrimonio oculta algo bastante turbio y tiene relación directa con Adam. Aún es una intuición, pero sabes que no suelo andar errado en mis presentimientos-. El doctor J. adoptó entonces un semblante sombrío. -Hay dos incógnitas aún en este acertijo, aparte del paradero del niño, claro está-. El alienista extrajo del bolsillo de su chaleco una pequeña libreta. Durante el trayecto desde Westchester había estado escribiendo en ella, absorto en sus pensamientos.

-Jerry Grant. Ustedes hablaron con él. A juzgar por la mirada que intercambiaron mutuamente, no es un tipo de tu agrado. ¿Me equivoco, William?-, inquirió Jamal. -¿Quién es y qué relación tiene con los Cornelisz? ¿De qué hablaron con él?-.

El doctor pasó la página. Podía verse que había estado dibujando círculos concéntricos.

-María Dabrowsky. Harriet mintió, pero dijo que enfermó -sutil forma de explicarlo- y se acabó yendo de la mansión. Valdría la pena buscarla para confirmar la versión de Olga y, de paso, entrevistarla. Si lo que contiene el diario es la verdad, Jacob Cornelisz es un violador, William. Y su esposa Harriet le encubre. ¿Tienes algún contacto en Inmigración?-. La mirada de Jamal no dejaba dudas de que estaba golpeando a William en su placa. Le estaba azuzando, como si quisiera ver emerger al sabueso que latía en su interior.

Jamal volvió a pasar la página. Más círculos.

-Por otro lado me llevé un recuerdo del cobertizo...-. Extrajo un pequeño fragmento de piedra con una extraña marca. -Es similar a la losa que encontramos cubierta tras esa tupida vegetación en el jardín, esa especie de placa de piedra con círculos concéntricos dibujados sobre ella. Por alguna razón estaba hecho añicos. ¿Por qué? Fíjense. Fíjense bien. Aquí. Hay una marca, una especie de quemadura. Ceniza de carbono. No soy un experto, pero diría que hubo una reacción química sobre la piedra. William, ¿conoces a alguien en el laboratorio de la Oficina que pueda ayudarnos?-.

Pasó una última página. ¡Diablos! ¡Sí que escribía rápido el doctor Jamal!

-Verán, desde que tengo uso de razón, estoy seguro de una cosa: Dios no juega a los dados-. Tras aquella afirmación tan contundente, el alienista entrecruzó los dedos sobre la mesa y fue posando sus ojos en cada uno de sus compañeros. -Me gustaría que hubiese una explicación racional para todo lo que nos sucede en la vida. Pero el hecho es que cada día que pasa estoy más seguro de que no la hay. Decidí consagrar mi vida al estudio de la mente humana hace años y, con el tiempo, he comprendido que, como especie, estamos condenados a hacernos preguntas para las que no podemos encontrar una respuesta lógica y racional. Llegados a este punto, quiero decirles que esos círculos... Creo que significan algo. En el libro que hallamos la profesora Walker y yo en la biblioteca del señor Cornelisz, se hacía referencia a una dualidad: la del mundo terrenal y el espiritual. El círculo dentro del círculo. Sé que puede parecer que no está conectado con el caso, pero tengo la inexplicable sensación de que existe una razón para que esos círculos apareciesen grabados de ese modo sobre la piedra que había en el jardín. Intentaré consultar a alguien experto en simbología y ocultismo para comprender mejor qué implica el círculo como concepto. No puedo garantizar que sea de ayuda, pero tengo una intuición... Y como he dicho, rara vez me falla-.

Kennedy al igual que su compañero deja su americana en el respaldo de la silla, para comer se pide unos arenques acompañados con ensalada. Atiende en todo momento a lo que dice el Dr. afirmando con la cabeza cada una de las afirmaciones que hace respecto a lo acontecido con la señora Cornelisz. Cuando el Dr. pregunta al periodista "Por cierto, muchacho, ¿qué contenían?"- el señor Kennedy responde - No se lo va a creer - al mismo tiempo Kennedy es consciente que el Dr. no ha terminado de hablar y deja que de un sorbo de agua y prosiga con su argumentación -

Una vez que el Dr. ha terminado de hablar el periodista interviene dirigiéndose en dirección a los agentes William y Walker – Después de escuchar al Dr. creo que no se confunde en absoluto, les prometo que nada me gustaría más que decirles que el Dr. está profundamente equivocado, pero desafortunadamente creo que sus hipótesis no son nada desacertadas.

Como bien ha comentado el doctor antes de acceder al dormitorio de la señora Cornelisz, pudimos oír ruidos que provenían del interior del dormitorio, ruido de cajones que se cierran apresuradamente. Una vez que entramos y mientras el Dr. preguntaba sobre señorita María Dabrowsky intente inspeccionar visualmente lo más rápido que pude la habitación, algo raro percibí en los cajones de la cómoda, afortunadamente el Dr. tiene espalada de boxeador y no me fue difícil posicionarme detrás de él y echar un vistazo en los cajones sin ser visto por la señora, en ellos había lo que cabe esperar de un tocador de señora, lo que más me llamo la atención fue encontrarme con un collar de lapislázuli pulido de esos que emiten destellos de rayos de luz azul ultramar y gris metálico. - Kennedy se detiene por un momento con cara de preocupación y haciendo gestos de negación con la cabeza – Como es evidente no es nado extraño encontrar una joya así en casa de personas adineradas, lo que me sorprendido definitivamente fue cuando me percaté de que en el centro la joya había algo grabado, si señores suponen bien, círculos concéntricos era lo que tenía grabado esa joya. 

William escucha en silencio y con atención a sus compañeros, mientras se termina su cigarro y lo apaga. Se encendería otro si no fuese porque ya podía ver al camarero venir con la comida. Con cada palabra del doctor y después de Kennedy, a Wiliam le dolía cada vez más la cabeza.

- Jerry Grant es un capullo - suelta William cuando acaban de hablar - y no me extrañaría que estuviese metido en los líos de los Cornelisz, sino en el secuestro de Adam. No sé nada de círculos concéntricos - suspira el agente -, pero llevaré esa piedra a que le echen un ojo. En cuánto a Dabrowsky... sería buena idea localizarla, sí. Preguntaré en comisaria.

Tras esto, William se echa hacia atrás en su asiento. Tenía dos días para investigar demasiadas cosas. Pero su prioridad seguía siendo encontrar al chaval.

- Sea como sea, lo primero es llamar a los orfanatos y entregar la descripción de los secuestradores a comisaría. No olvidemos que aquí está en juego la vida de un niño.

Mientras ponéis vuestros hallazgos en común, la profesora Walker da cabezadas sobre la mesa, exhausta. Ha sido un día duro para ella y lleva semanas sin dormir preparando los exámenes y atentiendo tutorías de alumnos rezagados que pretenden aprender en cuestión de dos horas todo de lo que no han sabido capaces durante el semestre.

Aunque Nueva York siempre está llena de vida, pues no en vano se trata de la ciudad que nunca duerme, vuestros estómagos llenos os hacen llegar a la conclusión, de forma unánime, que es hora de pedir la cuenta. Tal vez sea un buen momento para terminar de aclarar a qué menesteres emplearos en el día de mañana.

Mientras Jamal y sus compañeros organizaban las tareas sobre la investigación, el doctor advirtió que William y la profesora no había llegado a decirles nada del intercambio.

-A propósito del rescate, ¿el señor Cornelisz va a reunirse con el secuestrador en el punto y en la forma acordada en la nota?-. Jamal apuró su agua y se percató de que su buen amigo estaba bastante cansado del día, al igual que la profesora Walker. -Si conservas la nota del secuestrador, quizás puedas enviarla al laboratorio para que estudien la caligrafía. Igual nos llevamos una sorpresa...-, deslizó Jamal.

Me paso el día buscando como loca por las librerías de Nueva York, llamo a todos mis contactos, necesito ese maldito libro, estudiarlo sería de gran ayuda para saber más sobre los extraños ritos que practican los Sres. Cornelisz.

Después de un largo día, encuentro el libro en una tienda de segunda mano, cerca de central park. Cuando lo compro el librero, un hombre mayor con cara de buena persona, me mira con desaprobación. Aún así, me lo vende y puedo salir con él de la librería. Lo escondo entre mi brazo y mi pecho como si llevase contrabando y camino rápida hacia mi casa.

Estoy deseando leerlo entero, creo que no tardaré más de una noche en ello. Tomaré notas y después las compartiré con mis compañeros, todo este caso me tiene demasiado revuelta.

Decidís retiraros al fin a descansar para asimilar toda la información descubierta durante el día, que no es poca.

Visto el gran interés que la señorita Walker expresa por buscar libros acerca de círculos concéntricos, el doctor decide dedicar la mañana a localizar a María Dabrowsky. Por su parte, el agente Bennet va a aprovechar su visita a comisaría para cobrarse algunos favores y mandar analizar varias pruebas. El señor Kennedy, como no puede ser de otra forma, va a echar una mañana buenísima buscando sucesos en Westchester en la hemeroteca.

Me voy a la cama pensando en lo mucho que tendré que esforzarme para encontrar el libro de la casa del Sr. Cornelisz. Tendré que consultar con mis contactos de los bajos fondos para conseguirlo, y seguramente dar algunas explicaciones incómodas.

Este caso me tiene con los pelos de punta el 90% del tiempo, es muy complicado pensar en que unos padres quieran hacerle daño a su propio hijo, inconcebible al menos para mí.

Jamal se despidió de sus compañeros teniendo claro de qué se encargaría durante el día siguiente. En principio, centraría su atención en investigar a María Dabrowsky. Según lo que hallase su compañera, la profesora Walker, quizás profundizaría sobre el asunto de los círculos concéntricos y la frontera entre el mundo terrenal y espiritual. Desde luego, había trabajo por hacer.

Así pues, el doctor J. se fue a su apartamento en Harlem, cenó algo ligero con su esposa Tess y, antes de irse a dormir para recobrar fuerzas tras el agotador día, observó un largo rato a sus hijas dormir, imaginando qué haría él si alguien fuese capaz de hacerles daño.

Recordó que su Colt 1911 estaba en su despacho y decidió que a la mañana siguiente lo limpiaría y engrasaría, dejándolo a punto. No solía ir armado a ningún sitio, pero tenía licencia de armas y sabía utilizarlas gracias a las lecciones de su padre. Algo en su fuero interno, más una intuición que un razonamiento lógico, le decía que debía extremar las precauciones en aquel asunto.

William se despide del resto de este inesperado equipo, y coge el coche en dirección a su casa. Por un momento olvida que ya nadie le espera allí, y, en cuánto lo recuerda, decide hacer una parada en el antro de la esquina a tomarse una cerveza. O dos.

Mientras vacía la última jarra de la noche, William hace una lista mental de lo que debe hacer al día siguiente. Ya en comisaría, debería hacer analizar la piedra que encontró Jamal, además de dar la descripción de los secuestradores para obtener un retrato robot, e investigar la matrícula de Ellis.

Si además tenía tiempo de llamar a los orfanatos, sería un buen día.

Bueno señores, sintiéndolo mucho tengo cosas que hacer y familia que visitar, en cuanto sepa algo pasaré por su oficina para informarles, espero encontrar algo de interés en el periódico respecto al incidente Westchester, consultaré en la hemeroteca a la par de que hablaré con algunos compañeros por si saben algo. ¡Hasta mañana!!! ¡Lo dicho un placer!!!

Kennedy antes de ir por su casa también hace una parada en el Irish Pub McSorley’s Old Ale House para tomarse un buena Red Beer!!

Al día siguiente Kennedy se dirige al periódico a consultar la hemeroteca y hablar con alguno de sus colegas.

Tras descansar y recapacitar, llegas a tu puesto de trabajo en la sede del USBOI, más descansado que ayer. La misma gente, las mismas americanas sobre las sillas, la misma cortina de humo, el mismo sonido metálico del tecleo de las máquinas de escribir, la misma montaña de papeles en tu mesa que el día anterior.

Cuando estás yendo hacia tu mesa, un brazo inconfundible te rodea el cuello y te conduce hacia una esquina apartada de la habitación. Al pararse, se encara a ti y confirmas que se trata, como no podría ser de otra forma, de James Weston

- Bennet, ya me he enterado de lo qué pasó ayer en casa de los Cornelisz -dice el apellido en voz mucho más baja, casi susurrando y mirando alrededor-. Que le haya confiado un caso de alto secreto no le da a usted carta blanca para importunar a señoritas ni hacer lo que le venga en gana. Controle a su equipo, ¿entendido? -amenaza, mirándote a los ojos-. No me haga perder la confianza en usted.

Seguidamente, te da un par de cachetadas en la mejilla más fuerte de lo que te gustaría y se marcha.

Un día más, Jamal está preparado para la vida. Trajeado, elegante, impoluto, perfecto. De buena mañana, revisa la edición del listín telefónico de 1934 en busca de todas las combinaciones posibles en las que pueda aparecer María Dabrowsky, sin ningún éxito.

Deduces, por el contenido de su diario y por su condición de doncella e inmigrante polaca, que se trata de una familia más bien pobre, por lo que probablemente no es propietaria de ninguna vivienda y, ni siquiera, titular de línea telefónica. Por tanto, es imposible que aparezca en el listín.

¿Tal vez en la Oficina de Inmigración sepan algo? Ese número sí que aparece en el listín, cómo no.

Tras descansar durante tus buenas ocho horas, amanece un nuevo día. Llegas a la redacción del New York Times y, casi sin saludar a nadie, pues no quieres dar explicaciones acerca de dónde has estado, bajas al sótano, donde se encuentra la hemeroteca.

Allí, el viejo Bert, que parece que lleve allí desde que se fundó el periódico en 1851, te saluda con voz cansada. Se trata del responsable de la hemeroteca. Otros periódicos no disponen de esta figura, pero un diario de tanta tirada como el New York Times, desde luego que tiene a alguien.

- Hombre, cuánto tiempo, Dean -saluda amablemente-. ¿Qué te trae por aquí?