Partida Rol por web

William siente lástima por la anciana durante breves instantes, antes de recordar que casi los mata.

Sin dedicarle ningún pensamiento más, salvo el de cómo explicará esto a su jefe, William se dirige a la puerta por la que entró Jamal.

- Vamos - indica al resto, echándose la escopeta al hombro -. Tenemos un crío al que rescatar y un desgraciado al que pegar un tiro.

Dejáis a esa pobre anciana en el suelo, tosiendo sangre y con la cadera rota en una cabaña en medio del bosque junto a un cadáver de perro con la cabeza volada. Tenéis demasiado trabajo ahora mismo salvando a un crío secuestrado como para preocuparos por la ética y la moral.

Aunque todavía faltan unos meses para que se apruebe, lleváis semanas y semanas escuchando al presidente Roosevelt prometer un sistema de pensiones para las personas mayores y afectadas por la Ley Seca. No hablan de otra cosa por la radio y por la televisión. ¡Incluso el mismo Kennedy ha escrito sobre ello alguna vez! Probablemente por eso mismo, vuestro subconsciente decide abandonar a doña Wisner a su suerte. Al fin y al cabo, Adam será quien pague vuestra pensión cuando os jubiléis. Y, pensándolo bien, a Bennet tampoco le queda tanto...

* * * * *

20 de mayo de 1934, 13:56 - Cueva en el bosque, Shavertown, NY

Tras un intenso cuarto de hora por el bosque y recordando lo aprendido en los boy scout, seguís el rastro que ha dejado Ambrose de forma inconsciente: ramas rotas, barro pisado, hojas revueltas. El rastro os lleva finalmente a lo que parece una discreta cueva en un cambio de nivel de suelo.

La entrada no es muy grande y tenéis que pasar agachados de uno en uno. La luz que entra del exterior pronto se ve atenuada y os encontráis totalmente a oscuras. Os sorprende encontrar a vuestros pies unos escalones tallados en la roca, sorprendentemente lisos pero resbaladizos y traicioneros. Parece que la tromba de agua que ha caído cuando estabais de camino a Shavertown se ha colado por la cueva y los ha mojado, haciendo difícil descender por ellos.

William saca su mechero y lo enciende tras un par de intentos. Era un mechero de buena calidad, se lo regalaron sus compañeros cuando cumplió 30 años en el cuerpo. Para lo pequeño que era, soltaba una buena llama.

Con mejor visión ahora de a qué se enfrenta, William empieza el descenso a la cueva.

Jamal terminó de improvisar un vendaje en su antebrazo izquierdo antes de salir de nuevo a la espesura. Con el fusil dispuesto avanzó tras los pasos de Will, que lideraba la marcha enarbolando la llama de su fiel mechero, el que le recordaba que era todo un veterano sirviendo a los ciudadanos de Nueva York.

El doctor bajó por el traicionero terraplén que daba la bienvenida a aquella oscura cueva en la que se había guarecido Wisner. Sólo Dios sabía qué les aguardaba en el interior.

En la mente de Jamal, una aterradora idea revoloteaba incansable: ¿Y si Adam no era hijo de Jacob Cornelisz? ¿Y si era hijo de... otra entidad?

-Dios, que esté bien... Que esté bien...-, rezaba en silencio el alienista mientras apretaba con fuerza su arma.

El periodista al ver que el agente William entra primero portando en su mano un mechero, y al mismo tiempo al Dr Jamal sin dudarlo se posiciona segundo para bajar por la cueva, kennedy mete su mano en el bolsillo para sacar de nuevo su mechero zippo.

Agente Walker le aconsejo si no tiene nada que le ayude a ver en el descenso se posicione detrás de mi, afortunadamente tengo este mechero de gasolina que producirá suficiente luz para no matarnos bajando esta cueva.

Kennedy sin decir más palabras se interna en la cueva detrás del Dr.

Sigo a Kennedy. Intranquila pero con paso confiado. Está todo demasiado oscuro como para ver sin su ayuda.

-Gracias amigo Dean.

Cuando Bennet y Kennedy, los previsores del grupo, encienden sendos mecheros, las húmedas paredes se ven tenuemente bañadas por la luz que emiten los artefactos. Distinguís unos grabados en las paredes y, aunque esta vez no se trata de círculos concéntricos, sí que parece significar algo. ¿Letras, quizás? ¿Símbolos?

Durante vuestro descenso, notáis cómo el aire se torna frío y parece oler cada vez más intensamente a incienso. Al llegar a abajo, las escaleras talladas dejan paso a una ancha caverna, tenuemente iluminada por musgo fosforescente. El musgo da un aspecto fantasmagórico a la cueva, casi místico. Debido a las cavidades rocosas, todo produce ecos, incluso el repicar de las gotas que caen de las estalactitas y que a su vez formarán estalagmitas con el paso de los años.

Afinando el oído -y la vista-, distinguís a una persona hecha un ovillo, murmurando sin parar y pegada a la pared más lejana. Al acercaros más, distinguís indudablemente a Ambrose Wisner, que parece estar golpeando con fuerza la roca con su mano desnuda. En el otro brazo, tiene cogido al pequeño Adam.

- Estoy aquí, lo he traído, sé que todavía no es la hora -murmura, sin advertir vuestra presencia-. Pero tienen que salir, ahora mismo, tienen que salir ahora mismo -suplica-. Estoy aquí, sé que no es la hora, pero ya lo he traído. Tienen que salir, ¿me oyen? Tienen que salir...

Adam se revuelve, incómodo y asustado.

William se echa la escopeta al hombro y saca su pistola. Calculando cada paso, el agente avanza un par de metros y apunta a Ambrose.

- ¡Se acabó, Wisner! - grita William mientras de un par de pasos más, despacio para no alterar más de la cuenta al delincuente - ¡No tienes a dónde huir! ¡Suelta al crío y tal vez salgas de ésta vivo!

Me agarro fuerte a Kennedy. Veo a aquel hombre y me muevo entre la lástima y la rabia. ¿Qué maldito loco le haría daño a un niño pequeño por unas creencias absurdas?.

-Denos al niño. Haga lo que debe por una vez. Deje al niño libre.

Ambrose se gira de repente y os mira con una expresión de pánico en el rostro, advirtiendo por primera vez vuestra presencia. Sin embargo, no os dice nada, sino que coge aire todo lo fuerte que puede, agarra más a Adam y vuelve a girarse contra la pared y golpeándola con más fuerza. Ciertamente, si no se ha roto ningún hueso de la mano, poco debe faltarle.

- ¡Salgan de una vez! ¡Salgan de una puta vez! Ya sé que no es la hora! ¡Es ahora o nunca, maldita sea! -grita a la pared, redoblando sus esfuerzos.

El hombre vuelve a miraros y suspira, dejándose caer al suelo y dándose por vencido. Suelta al niño de entre sus brazos. Con la espalda contra la pared que momentos antes aporreaba, Ambrose rompe a llorar a moco tendido. Sus llantos resuenan por toda la caverna.

- No van a venir, no van a venir... -solloza-. Sabía que me íbais a encontrar tarde o temprano, pero tenía tiempo hasta que vinieran esta noche, con la luna llena -se sorbe los mocos, serenándose un poco-. Llevaos al puto crío y dejadme en paz. Sí, dejadme en paz...

Hunde la cara contra las rodillas y se queda así, hecho un ovillo e iluminado por la tenue luz del musgo fosforescente.

Adam, con lágrimas en los ojos, trata de caminar con pasos torpes hacia vosotros. Hace aspavientos con las manos y se muerde el labio inferior, concentrado en lo que está haciendo. Cuando ya está cerca vuestro, se tropieza con una piedrecilla y cae de bruces contra el suelo, soltando un largo llanto como sólo los niños pequeños saben hacer.

- Ma, ma... -balbucea, tratando de sobreponerse-. Ma, ma...

Kennedy reacciona rápidamente al ver al niño caminar hacia su posición, sin dudarlo intenta acercarse al niño lo mas rápido posible.

Mientras Kennedy se acercaba al crío y lo ponía a salvo, Jamal fulminó con la mirada a Wisner.

-¿Por qué...? Tengo que saberlo. ¿Por qué lo hizo...?-. La voz del alienista estaba presidida por una frialdad aplastante. -¿Quiénes debían venir esta noche a recoger al niño? Hable, Wisner, maldita sea.

Quizás lo que había comenzado siendo una truculenta historia de secuestro infantil con la sombra del caso Lindbergh en la memoria del Dr. J. se resolviese para muchos con el rescate del pequeño Adam, pero no para él. Demasiados sucesos extraños e inexplicables se habían aglutinado en torno al caso. Sucesos a los que a buen seguro el Jefe Weston no prestaría la menor atención. Para Weston el crío era el prototipo de caso con el que justificar un ascenso. Quizás lo fuese también para su buen amigo William. Por no mencionar de la primicia que lanzaría el Times en la edición de la mañana firmada por Dean Kennedy. Diablos, incluso la profesora Walker podría escribir un libro narrando lo sucedido y ganar un prestigio y notoriedad en la Universidad con la que despertaría la envidia de sus colegas.

Para todos ellos era en mayor o menor medida un caso criminal o periodístico.

Pero no para él.

La incógnita alrededor de la paternidad del pequeño Adam aún flotaba en la mente de Jamal. La sombra subacuática que había despedazado a la banda de Barret tenía un propósito: atar cabos sueltos. Sólo les dejó a ellos como testigos. ¿Por qué? Y en ningún momento nadie se había planteado su procedencia. Tampoco su oportuna aparición. Ambrose Wisner, junto con Tommy Galiano, eran los únicos cabos sueltos en aquella siniestra aventura. Galiano ya había confirmado que era un sumiso subalterno. El cerebro de la operación era Wisner. Y donde otros podrían haberse conformado con cumplir el encargo y largarse, el doctor Jamal tenía que encontrar respuestas para las dudas que germinaban en su interior.

Agarrando de la solapa de la camisa a Wisner, el alienista, un hombre muy diferente del que había comenzado aquella investigación, susurró clavando la mirada al secuestrador.

-¿Por qué...?-.

No puedo evitar al oír al niño acercarme a tientas a recogerlo. Alzo al niño en brazos y le limpio la cara con mis mangas. Beso su frente y e intento calmarle hablandole bajito.

-Pequeño, no te angusties. Ya estamos aquí. Todo ha acabado. Nada más va a pasarte.

Arrullo al pequeño entre mis brazos.

William se dirige a Ambrose sin bajar el arma, sin confiar demasiado en que Jamal vaya a obtener respuesta a su sencilla pregunta: ¿por qué? William también quería conocer el razonamiento de Ambrose. Aunque poco podía esperar de las motivaciones de un loco.

- No muevas ni un músculo, gusano - el agente empuja a Wisner contra la pared, encañonándolo con la pistola en la nuca mientras esposa al secuestrador -. En comisaría hablarás, desgraciado. Me aseguraré de ello.

Cuando Adam tropieza, Kennedy levanta rápidamente del suelo al niño y, casi al momento, la profesora se lo retira y lo coge en brazos, consolándole con mimo. Adam hunde su cabeza en el cuello de Walker y, jugando con un mechón que se ha salido del perfecto recogido de la mujer, cierra los ojos, tranquilo.

Mientras tanto, el agente Bennet se abalanza sobre Wisner, poniéndolo boca abajo contra el suelo y esposándole como ha hecho ya con tantos otros delincuentes. Jamal, por su parte, trata desesperadamente de sacar alguna confesión de Ambrose.