Partida Rol por web

¡¡Qué me place!! - Dice Ebardo mientras acomoda a Brunelo en los establos y le sirve agua y paja. - Tanto andar y la perspectiva de la cacería me han abierto el apetito. Con su permiso, acercaréme a la cocina a picar algo con que engañar el hambre mientras su dulce esposa termina de preparar la cena.

Ebardo se adelanta a la cocina e intenta entablar conversación con la mujer del merino.

-Buenas tardes nos de Dios. ¿Se apiadará la señora de este comensal impaciente y le dará algo con que entretener la mandíbula? -Ebardo pone cara de niño bueno, coge una manzana (si es que hay), le pega un bocado y se lo traga, antes de seguir hablando- Mas, ¿cuál es la causa de ese rostro mohíno? ¿Quizá esta tarea que vos facéis era labor de vuestra esclava y estáis disgustada por la pérdida? No os preocupéis, mañana os la traeremos de vuelta para que aligere vuestros trabajos. ¿O tal vez fue el rapto del niño que os tiene preocupada? Decidme buen ama, ¿Qué os preocupa? Podéis confiar en mí.

¿Peligros? -le pregunté-. ¿Y dónde vive esa mora? Su marido nos ha llamado por una desaparición en aqueste pueblo, estaría bien saber adónde se aventura vuestro marido, señora.

Asentí a las palabras del tabernero. Si tal era la belleza de la moza seguro que más de uno, e incluso una, mataría por tenerla a su lado.

—Sería bueno saber que opina la esposa del merino... —Añadí en tono jocoso, pues una esclava guapa sólo podía ser causa de problemas en un matrimonio. Aunque dudaba mucho que la moza hubierase llevado al niño escapando con él. ¿Dónde iba a ir una esclava, mora y con un niño pequeño por tierras castellanas?

Pero, a pesar de que el posadero había restado importancia al jinete sin cabeza, tomándolo como desvaríos de un pobre borracho, la idea que el bosque estuviera embrujado interesábame bastante, pues yo sí creía en todas esas cosas.

—Así que embrujado... Algo habrán visto para llegar a esa conclusión. Podríame contar algo más sobre el bosque, si mañana debo adentrarme en él quisiera estar preparado para lo que sea que nos salga al paso.

Ebardo aparece en la cocina y el mosqueo de la esposa parece evidente-¡Al diablo la mora! en mala hora la trajo mi marido a esta casa y ahora va tras ella como un perrillo faldero porque está en peligro, hay pobrecita-lo dice con gesto de burla, con grandes aspavientos de manos, casi dandoos con el cazo que revuelve las gachas, no le importa un ápice la salud de la mora, la de su esposo ya es otra cosa.-¡No me aflige nada! ¿Te enteras? Na-da. Lo dice levantando un poco la voz y encarándose con Ebardo, después vuelve a las gachas y responde a Inés-La mora vive en esta casa...muy a mi pesar, pero no dejo que mi marido se le acerque ni esto ¿Eh?-muestra el pulgar y el indice una distancia mínima.-¡Al bosque! el muy desgraciado se va a meter al bosque, ahy que de esta no vuelve que lo veo claro. Y mira al techo mientras niega con la cabeza con evidente gesto de preocupación.

Pues a la esposa no le gusta un pelo, pero lo ata bien corto y no creo que se le haya escapado más que una mano.-lo dice sonriendo mientras limpia el mostrador. Cuando le preguntas sobre el bosque se encoge de hombros y tuerce el gesto-Cosas que se oyen por aquí. Que si fulanito oye voces que provienen del bosque, que si mengano ha visto nosequé bicho extraño... Que se yo, cosas. Lo dice como divagando, no se sabe muy bien si se cree lo que dice o no.

-También han raptado al bebé. ¿Qué opináis de eso? mi señora.

—Las esposas son todas iguales... en todas partes...

Reí entre dientes la broma, dándome cuenta que por lo menos había conseguido que el posadero se relajara y no me echara de allí a patadas, pero poco más parecía tener que decirme.

—¿Sabe si alguien de los presentes ha visto algo raro en el bosque? ¿Alguno podríame contar lo que hubiera visto, escuchado o pasado?

Fueran bandidos, fueran demonios, o simplemente alguna vieja bruja ermitaña, parecía ser que algo escondíase en lo profundo del bosque y a mí interesábame saber de qué pudiera tratarse para estar precavido al día siguiente.

EL tabernero se sonrie ante el chiste de las esposas.-Poco más te van a contar, la gente está dividida entre que fueron bandidos o los que piensan que fueron criaturas del bosque.Menos ese, que ya has oido su historia-Señala al borracho con el que has hablado antes- Sea lo que fuere es peligroso entrar al bosque. Es contundente en esta declaración.

Asentí en silencio dándome cuenta que allí poca información conseguiría ya, así que lo mejor sería dirigirme ya a la casa del merino y ver lo que el resto había podido sacar de aquellas gentes. Quizás mientras buscaba la casa encontrara a alguien que me pudiera contar algo sobre el bosque, aunque no tenía demasiadas esperanzas sobre ese punto.

—Muchas gracias por todo...

Tal y como era mi intención, salí de la posada al exterior para encaminarme a casa del merino.

Ebardo, sal de aquí -le dije interponiéndome entre el y la esposa del merino-. Ve a hablar de nuevo con el suyo marido, aqui estamos las damas -le espeté, dejándole claro que había irrumpido en una conversación personal-.

Ebardo se quedó pasmado ante la urgencia de Ines, después de unos instantes se encogió de hombros y marchó de vuelta con el merino. No sin antes coger una manzana y pegarle un buen bocado. -Heme aquí de vuelta, Antonio. Con una presa en la mano. (levanto ligeramente la manzana para que sepa a qué me refiero). Dicen que la muchacha era joven y hermosa. Vuestra merced sí que sabe. Una buena esposa que le cocine y una esclava joven para que le levante el ánimo. Seguro que a su mujer no le importaría que dejásemos a la moza en manos de los bandidos. Pero no tendrán esa suerte. Puede contar conmigo.

Antonio se queda callado sin saber que responder, simplemente asiente. Por la puerta entra Basim. Están Ebardo y Antonio hablando.-Vamos a cenar-dice Antonio, el merino, y os dirigís al comedor y os sentáis esperando a su mujer y a Inés.

En el momento que Ebardo sale de la cocina, la agresicvidad de la mujer se va completamente. Se desploma y empieza a llorar desconsoladamente.

Tranquila, señora -le dije tendiéndole mi palma en su brazo, pues no era yo mujer de consuelos, sino de guerra-. Iremos a buscar a un hombre y su niño que han desaparecido en el bosque: le diré al suyo marido que se quede aquí, que no se le ocurra moverse de su lado, et caso nos hará. No llore más, se lo ruego. Tengo que hablar con él.

Acto seguido me marché al comedor (o donde estuvieren) para conversar un poco con el merino.

La mujer asiente agradecida y retoma la cena.

Aparece Inés en el comedor. Están sentados el merino, Ebardo y Basim, esperando la cena. Pasado un rato aparece la mujer del merino que sirve la cena. Son unas gachas un tanto insípidas, como si quien las cocinase tuviese la cabeza puesta en otra parte. La mujer se retira a la cocina a limpiar los cacharros utilizados y quedáis comiendo, el merino no dice palabra, como si estuviese concentrado en la misión.

-Hay una cosa que me intriga, don Antonio. Esta aldea, ¿no está bajo la protección de ningún señorío? Los bandidos no son sólo vuestro problema sino también el de vuestro señor feudal, pues que si hoy se ceban en las pobres gentes de este lugar, una vez tomen lo que de aquí quieran, marcharan a otra aldea del señorío a repetir la operación. ¿No habría de ser el señor el más interesado en enviar sus espadas para limpiar los bosques?

Ebardo hace una pausa y moja pan en la salsa de las gachas, la mastica con gusto, que aún siendo insípidas, Ebardo está hambriento y tiene un paladar de fácil contentar.

-No es que me importe. Me gusta la idea de salir a dar caza a los malhechores. Lo digo sólo porque me extraña. Si yo fuera el señor de estas tierras, cabalgaría el primero en pos de los bandidos.

Aguardé a que el merino respondiense a Ebardo para preguntarle un pequeño detalle. Ví que cuando llegué al comedor estaba allí ese hombre llamado Basim.

Agradecí, no sólo a la mujer sino también a Alá, el tener aquel plato de comida ante mí. No era el mejor manjar del mundo pero peores cosas habíame llevado yo a la boca y, mientras me dedicaba a tranquilizar mi estómago, escuchaba las palabras del joven que, a partir de ese instante, sería compañero de andanzas y rezaba porque no lo fuera también de pesares.

—Según me han contando no sólo bandidos pueblan ese bosque, sino otros seres menos... terrenales.

El merino caviló la respuesta a la pregunta de Ebardo, entónces soltó-Lo tuvimos, mucho tiempo ha. Era un barón venido de tierras lejanas, se llamaba Roberto de Brosky, se instaló en el bosque y convirtió esta aldea en su feudo. AL principio todo parecía normal, y el bosque era un lugar apacible y bastante concurrido, ya que el barón permitía que las gentes cazasen y paseasen a su libre albedrío por sus frondosas tierras. Trascurriendo así un tiempo de prosperidad para la aldea. Pero un día la desgracia se cernió sobre el barón. Su mujer y su hijo, apenas un bebé, murieron repentinamente de una virulenta enfermedad. El barón no logró sobreponerse y poco a poco se volvió huraño, encerrándose a cal y canto en su castillo, del cual echó a todo el mundo pese a los ruegos y súplicas de sus sirvientes, que también fueron expulsados....Nadie supo nada más del barón Brosky. De modo que mientras no aparezca, no hay nadie mas que nosotros que se ocupe de velar por estas tierras.

Paró, tomó aire y respondió a Basim-Después de eso el bosque se fué malogrando, ahora mismo presenta un aspecto siniestro. Tanto que hay quien dice que los animales lo evitan y sólo criaturas de otro mundo lo habitan. No se si creerlo, pero es lo que dice la gente...está en vuestra mano creer las habladurias o no.

Calló y siguió comiendo en silencio.