Partida Rol por web

La campana volvió a sonar y todos comenzaron a sentir cierta opresión en el ambiente, como cuando se anticipa una tormenta. El aire estaba enrarecido y los murmullos de la gente fuera de la catedral se escuchaban ahora por todas partes, a veces incluso transformados en susurros que parecieran tratar de decirles algo.

Otro tañido. El ritmo de aceleraba, como si fuese el latido de un corazón que iba aumentando su ritmo poco a poco.

Arriba, las gárgolas parecían mover su dispar cabeza para admirar el eclipse. La luna estaba siendo devorada por la oscuridad del universo que parecía avanzar a cada tañido de la campana.

Gabou levantó la cabeza para observar a las criaturas que corrían escalera arriba, hacia el campanario sur de Notre Dame, cuya campana era la única que se conservaba desde la época medieval.

Hékate se revolvía en el suelo, luchando contra su inconsciencia. A menudo abría los ojos y luego los volvía a cerrar quizá musitando algo ininteligible entre dientes.

De pronto, Hëkate abrió los ojos de par en par y su respiración pareció detenerse por un instante. La mujer, sin moverse, comenzó a girar los ojos hacia los lados intentando identificar el lugar donde estaba, como si temiese caerse desde un lugar elevado si se movía. 

No, no conocía el lugar en el que estaban. Nunca había estado allí, pero era firme y seguro, así que no había de qué temer. La mujer comenzó a levantarse como si se despertase de un horrendo sueño. En su mano tenía varias barras de tiza anchas, de esas que los niños utilizan para pintar en el suelo.  Se preguntó qué hacían allí. Y entonces lo recordó. Y se sonrió...

Se levantó finalmente y con voz pastosa, como quien se despierta de un sueño tras muchas horas de dormir, se dirigió a sus compañeros. 

-Nicole. Nicole me ha contactado...quiere que la ayudemos. Y lo haremos. 

Hékate intentó recuperar el vínculo con ella. Si aún estaba próxima. Si lo había estado alguna vez, quizá fuese capaz. Tenía tantas cosas que preguntar...

De todo el Equipo Lambda, Lacroix era la que más dudas generaba a Gabou. Era el vínculo con lo sobrenatural, la pieza rara que no encajaba con el mundo real.

Cuando reunió a los miembros por primera vez, Hékate fue la única que contactó con él por su cuenta. Nunca había estado seguro de si fue una buena decisión aceptarla. 

Pero ahora no tenía elección. Lo que fuera que estuviera en marcha requería algo más que balas para ser detenido.

-Bien-asintió-Yo subiré al campanario a encargarme de esos esperpentos. 

Iba a hacer un gesto para indicar a los demás que le siguieran pero se detuvo al ver las tizas de colores. 

-¿Necesitas ayuda aquí, Lacroix?

Jonah observó a sus compañeros, Dominique estaba herida y Hékate acaba de sufrir uno de sus trastornos...no podía dejar que Jean fuera solo hacia el campanario aunque le seguía doliendo el costado.

- Voy contigo, al menos puedo cubrirte las espaldas mientras te los cargas.

- ¿Puedo ayudarte en algo Hékate? - Le preguntó Dominique a la medium.

Lo cierto era que no le apetecía nada subir hasta aquella torre. Allí arriba había peligro, eso era muy evidente y ella, herida como estaba tras el impacto del vagón, no estaba en las mejores condiciones para afrontar una escena peligrosa. De hecho, no sabía todavía muy bien como había sobrevivido al impacto del vagón o al menos, no lo había hecho con algún hueso roto. Así que, si Hékate le mandaba algún trabajo menor, estaría muy agradecida. De lo contrario, subiría tras Gabou y Jonah, aunque se mantendría todo lo alejada del peligro que pudiera.

El vínculo se había esfumado por completo pero Hékate todavía tenía cierta presión en el pecho. Parecía que las energías fluctuaban en exceso en este lugar y las ventanas de oportunidad para contactar eran eventuales.

Mientras tanto, Jean y Jonah comenzaron a subir las escaleras a toda prisa. El número de escalones parecía eterno en una situación como aquella pero la campana cada vez sonaba más cercana. Aquellas escaleras se dirigían hacia ese campanario sur de Notre Dame, ahora no había ninguna duda. En uno de los giros de las escaleras Gabou y Caen pudieron ver de frente la luna semioculta. Fue un solo instante en mitad de una carrera por las escaleras pero hubieran jurado que cada tañido de la campana, cada vez más acelerado, devoraba un trozo más de aquella luna casi extinta.

Tras casi cinco minutos subiendo la escalera, los dos hombres se encontraron de bruces en la entrada del campanario. Frente a ella, aquellas criaturas hacían guardia para que nadie entrara. Todas excepto aquella que portaba la túnica amarilla.

Abajo, Dominique esperaba a que Hékate le explicara algo de todo aquello.

Hékate había continuando con sus ojos cerrados a pesar de las preguntas. Parecía concentrada durante un instante. Pero su rostro relajado se tornó en una mueca de fastidio justo antes de que abriese los ojos y se dirigiese a sus acomapañantes, que para entonces se reducían a Dominique. 

-Estoy bien. Nicole ha...contactado conmigo y me ha proporcionado cierto conocimiento que nos puede ayudar contra esas criaturas. Se trata de un ritual de protección. Debo pintar un círculo con esta tiza y trazar determinados símbolos en su interior. Esas criaturas no podrán cruzar el círculo. Lo más curioso es que hasta me ha dejado las tizas para pintarlo, lo cual evidencia que no fue tan solo un contacto ultraterreno. Esa mujer, aún fallecida, es capaz de crear objetos materiales en el mundo real. Eso implica que tiene un poder considerable. Pero venga, será mejor que subamos con ellos. 

Dicho esto y sin más dilación, Hékate se dispuso a subir hasta donde estaban el resto. 

-¡Alto en nombre de...!

La última palabra de Gabou quedó ahogada por el estruendo de una campanada mezclada con un disparo. Ya no estaba para tonterías: le había pasado un tren por encima, obviamente, allí se jugaba duro. Gabou no podría asegurar que le disgustase aquello.

 Uno de los esperpentos cayó al suelo con un chillido al quedarse sin mano izquierda. 

-Tranquilo, Caen, yo me ocupo de...

Click.

Mierda. 

Poco o nada podían hacer allí abajo. Esperar a Hékate había sido una perdida de tiempo por su parte, que no por la de Hékate, que ahora conocía un ritual de protección contra las criaturas a las que estaban enfrentándose. Fuera como fuera, la acción estaba en el campanario y no donde de hallaban.

Iba a proponerle a Hékate subir a ayudar a los chicos, cuando la medium comenzó el ascenso. No hacían falta palabras. Dominique comenzó a subir tras los pasos de aquella extraña mujer. Les quedaba un considerable ascenso hasta el campanario y una vez allí, tratarian de ser útiles. Ya verían como...

- ¿No has recargado la pistola? - preguntó incrédulo Jonah mientras se colocaba el bolso con el portátil y las baterías a la espalda blandiendo su porra extensible. Apunta al tipo de la toga amarilla, los otros son marionetas...aunque nos matarán a este paso se colocó junto a Jean e intentó golpear a uno de lo seres cuando se les echaron encima pero su poca práctica con el arma se junto con la estrechez de la entrada al campanario, no sólo falló sino que resbaló y quedo de rodillas delante de su enemigo...iban a morir todos

-¡Cuidado con la porra, joder!¡Vas a sacarme un ojo!

La mirada de Gabou estaba en su pistola, comprobando que la última bala había salido de ella. Frente a él una de las criaturas se adelantó del grupo y se dirigía al pobre Jonah que amenazaba con su estoque. La criatura se puso frente a él y gritó fuertemente enseñando a Jonah su mandíbula llena de dientes amarillentos que probablemente infectarían cualquier herida que produjeran.

Hékate y Dominique, que subían por la escalera, pudieron escuchar el grito de la criatura y apretaron el paso para ver a Jonah de rodillas frente a uno de esos gules que abría su boca frente a él.

Junto a la puerta de entrada al campanario, otro de los gules mantenía la posición resguardando la entrada. El otro sangraba de un hombro y miraba enrabietado al causante de su herida: Jean Gabou.

La luna estaba prácticamente oculta y la luz era prácticamente inexistente en esa entrada del campanario.

Dominique llegó unos momento antes que Hékate a lo alto del campanario. Casi había sacado el hígado por la boca. Subir a la carrera un montón de escaleras como aquellas, no era algo a lo que estuviera acostumbrada. No obstante, una vez en el campanario fue perfectamente consciente de la situación. Tres ghuls se estaban enfrentado a sus dos compañeros varones. Tenían superioridad numérica y además parecía que las cosas no les estaban saliendo como ellos querían a Gabou y Jonah.

- ¡Aparta! - Dijo la doctora Court refiréndose a Jonah.

Alzó su brazo en dirección a uno de aquellos seres y agarrando su spray de pimienta apuntó con la clara seguridad de que iba a lograr que a alguien le escocieran bien los ojos. No esperaba que ese alguien fuera ella misma. Con los nervios apuntó en la dirección completamente opuesta y aunque las gafas le salvaron de la mayor parte de la ráfaga, aún así se vio afectada. Dio varios pasos para atrás, quedando en mala posición y cegada por unos instantes. 

-¡Aparta, cabrón!

Gabou embistió con el hombro al atacante de Jonah para abrirse camino hacia la puerta del campanario. No podían perder más tiempo. Aquella pelea no iban a ganarla y tenía la apremiante sensación de que llegaban tarde para algo muy siniestro. 

Notó un apretón en el hombro donde otro de los monstruos se le había agarrado. 

-¡Corred al campanario!¡Yo me ocupo de esto!

Obedeciendo las indicaciones de Gabou, Hékate  buscó el momento adecuado para pasar, coordinada con el detective y corrió intentando aprovechar el hueco que con su acción pudiese éste abrir. Su objetivo; llegar al campanario lo antes posible. No estaba acostumbrada al ejercício fisico, así que el corazón le latía con fuerza y respiraba entrecortadamente. La herida de su abdómen le dolía, tanto más con cada latido y le recordaba que aquello no era una broma, ni una de esas fiestas de Halloween que organizaban los adolescentes amantes de las películas de serie B. Aquello era tan real como letal. No sabía muy bien qué podría hacer una vez llegase allí, pero ya se enfrentaría a eso cuando llegase el momento.
 

Protegido ahora por Jean y Dominique, Jonah vio pasar a Hékate entre ellos buscando al ser que se había hecho pasar por la víctima y que portaba esos andrajos amarillos. Estos tíos solo intentaban pararlos, tenían que avanzar. Se levantó y salió corriendo tras Hékate empujando al ser que se interpuso en su camino pero pareció que chocó contra un muro.

Los gules comenzaban a echarse encima de los agentes y, sobre todo, encima del pobre Jonah que sufría el acoso de dos de aquellas criaturas. Gabou, sintió las garras de la criatura en su hombro pero aún así cargó contra la que amenazaba al informático. El hombro de Gabou comenzó a sangrar pero, ignorando el dolor, se llevó por delante a aquella criatura rodando con ella por el suelo, a escasos metros del resto del grupo.

Otro de los gules se acercó a donde estaba Jonah y le gritó directamente en la cara, paralizándolo de miedo y acto seguido, al verse amenazado por el spray de Dominique, mordió el brazo de la doctora. La punzada de los dientes de la criatura fue atroz pero lo peor era esa saliva ponzoñosa que amenazaba con infectar la herida.

Mientras, Hékate logró escabullirse y llegar a la puerta del campanario tras la cual desapareció. El tañer de la campana era frenético y la luna estaba completamente absorbida. El eclipse llegaba a su grado máximo.

La campana tañía frenética cuando Hékate cruzó la puerta del campanario. Varios tramos de escalera la separaban del campanario. Apretó los dientes y subió rápidamente hasta lo alto de la torre, justo en el instante en que la campana tañe en todo su esplendor, coincidiendo con el culmen del eclipse. Lo más extraño era que no parecía que nadie manipulase la campana. Se movía sola retumbando en aquella habitación de unos 10 metros de lado; casi un cuadrado perfecto.

Justo delante de la campana se encontraba el gul de la capa harapienta, sobre el dibujo de un pentáculo alimentado con su propia sangre. En sus manos brillaba en la cumbre de su poder el signo amarillo, cargado con las energías del eclipse. El aire alrededor del signo parecía ondular y fluctuar, mostrando imágenes inverosímiles que desgarraban la percepción de Hékate, sustituyendo los elementos del campanario por otros que lentamente iban formando un paisaje grotesco y alienígena.

A un lado, había cuatro figuras envueltas en túnicas amarillas.