Partida Rol por web

El simulacro de noche nunca iba a durar lo suficiente para que su oscuridad se pudiese llevar, a la deriva, la carga de más que cada uno de aquellos peculiares nómadas había llevado a rastras hasta aquel apartado rincón de la galaxia conocida.
Taylor fue el primero en sucumbir a la triste realidad del nuevo amanecer, los años de entrenamiento y disciplina hacían que ninguna simulación o cambio periférico afectasen a su rutina de mantenimiento matutina, cuya primera parte practicó junto a su cama, tratando de no hacer mucho ruido mientras los mineros iban saliendo a trabajar o unirse a los piquetes de la jornada.
Los ronquidos quedos de Marion puntuaban sus flexiones.

Trevor no tardó mucho más en despertarse, yendo a explorar la serie de máquinas expendedoras situadas al fondo de los barracones, comprobando que la mayoría estaban vacías, exceptuando las de barras nutritivas con sabor a serrín y el descafeinado de tercera con el que malamente debían de tirar los mineros, a no ser que hubiese algún otro punto, D'Place aparte, en el que agenciarse un producto algo mejor.

A Marion le costó algo más volver de tierras de Morfeo, aparte de haber sido premiada con una dosis extra de dolor mental, peor a fin de cuentas puede que aquello hasta le ayudase a dormitar despierta a lo largo de una jornada en la que no tenía muy claro qué más podrían hacer.

Aparentemente había algún tipo de gran revuelo en el exterior. Algunos mineros, claramente huelguistas, entraban y salían de los barracones sin ton ni son para rescatar cajas de debajo de sus camas o de lugares más variopintos antes de volver a salir al exterior.

Estaba claro que los mineros tenían intención de expulsarlos de allí, preferentemente, muertos. Era lo único que podía explicar que se pusiesen a hacer aquellos ruidos taladracabezas cada vez que entraban y salían, y además a aquellas horas de la mañana. Puesto que las cubrirse por completo con las sábanas no había servido de mucho para aislarse de la realidad, y tampoco cubrirse la cabeza con la almohada, Marion se dio por vencida y emergió al mundo de nuevo, aunque absolutamente contra su voluntad.

Después de cambiarse de ropa y las abluciones necesarias para no oler a rata muerta, y también sacarse el olor de rata muerta de la boca, sacó de mala gana su escaner y se sentó cerca de la puerta a examinar las bolsas de té que habían traído del bar, en busca de cualquier cosa o sustancia que no debiera estar en una bolsa de té, manteniendo un ojo en la puerta para vigilar al siguiente que entrase.

En cuanto un minero solitario entró para coger lo que fuera de dentro, Marion cerró la puerta detrás* para asegurarse de que no se marchara sin contestar y directamente le increpó.

-Primero, pintarrajear las cosas de otros es de muy mala educación. Mucho más de esos colores. Y además no se puede traicionar a un grupo del que no se forma parte, así que además de maleducados, también fallan vuestros estudios de semántica. Pero dejando de lado eso, ¿Se puede saber qué demonios se está montando ahora en este asteroide dejado de la mano de los dioses?

El minero, poco más que un post-adolescente con problemas de acné comparables a la superficie del asteroide en un mal día, trató de cubrir sus manos, ligeramente manchadas de rojo, a su espalda, antes de encarar a Marion con una expresión de rabia que se transformó en vergüenza a medida que hablaba, puede que más por verse reducido ante Taylor y Trevor, o porque aquella mujer no tenía pinta de ir a amilanarse, así que desembuchó.

- Están...- Se puso más serio, al tiempo que un gallo infantil se trataba de convertir en un hablar más áspero, al volver a mirarla a la cara. - Hemos tomado el ascensor. Lo hemos llenado de explosivos hasta los topes, así que, o nos hacen más caso, o ese puto trasto hizo su último viaje con vosotros.- Sonrió, mostrando un exagerado diastema que contrastaba con una funda dental en la que lucía una estrella brillante.

- esto no me gusta una mierda ¿Creéis que debería tratar de hablar con ellos?- No es que la expresión del segurata del grupo hubiese cambiado en demasía, pero ciertamente estaba claro que aquella eventualidad, y el tener su única manera de salir de allí a merced de aquellos mineros tronados, no es algo que le hiciese mucha gracia. No hacía falta que tocase la culata de su arma para puntuar su frase.

El escáner biológico sonó con su característico 'PIN', una vez que su análisis hubo finalizado. Su pantalla desgranaba una serie de productos y porcentajes, indicando que aparentemente aquella bolsa de té no contenía fuera de las yerbas reproducidas sintéticamente y otros productos empleados para conservarlo en buen estado y acentuar su sabor. Ni drogas, ni sedantes, ni venenos.

-Hay que hacer algo...

La cuestión era qué, y Marion no estaba segura de que le preocupara más la posibilidad de verse reducida a niebla roja si se acercaban al ascensor y la cosa les explotaba en las narices o quedarse allí atrapados hasta a saber cuando. Al final, asintió a la propuesta de Taylor.

-Avisemos a seguridad, al menos. Y luego, si crees que puedes hacerles entrar en razón, veremos lo que hay.

Taylor asintió en respuesta a Marion. Luego cerró los ojos. Se imaginó en pelotas en una playa con palmeras. La arena era amarilla. Las olas iban y venían. Una ola, dos olas. Tylor cogió aire y lo guardó en los pulmones. Llegó la terca ola y después la cuarta. Tylor soltó el aire. Era una técnica de relajación que le enseñaron en la formación para marines. No era gran cosa, pero a veces ayudaba.

Taylor abrió los ojos. La playa desapareció. Estaba en mitad de un barracón que estaba en mitad de un asteroide que estaba en mitad del espacio. Era como un jodido bucle. No le extrañaba que los mineros se hubieran vuelto majaras allí. Todos los días metidos bajo tierra, excavando y excavando. Noches y noches hechas a base de software y el único sitio a donde ir era una bareto de mala muerte.

Echó mano al picaporte. Giró la cabeza hacia Marion y Trevor.

—Voy a intentarlo.— Dijo y luego abrió

—Ve avisando a seguridad.—

Salió y cerró la puerta tras de sí.

Taylor salió primero, rumbo al elevador orbital, mientras Marion daba cuenta de la resaca con un par de pastillas a las que en aquellos momentos debía la vida.

Aun con la ligera separación de tiempos, hasta que ella puso rumbo hacia el bloque de seguridad, donde esperaba encontrar a Ketchum, si es que el sheriff todavía no sabía lo que estaba pasando, ambos investigadores se encontraron con una misma escena: una gincana de críos desatados correteando, peleando y arrojándose piedras los unos a los otros. La ausencia de su profesora, la difunta señorita Upton, cabeza de los responsables del colegio, y los 'compromisos' de padres y madres en los piquetes o las minas, había liberado a aquellas fieras de cualquier tipo de figura responsable, ganándose toda la cancha de la colonia como su campo de juegos. Daban igual sus edades o las vinculaciones de sus progenitores, para ellos todo lo que existía en aquel momento era la adrenalina de poder campar a sus anchas, con extraños símbolos pintarrajeados en sus caras, en busca de alguna nueva maldad a poner en práctica o de una nueva víctima a la que acosar. El cerebro primitivo del grupo era más fuerte que la razón.

Taylor, en su deambular hacia el ascensor, se topó con una panda de cinco críos en plena guerra de cascotes. Trataron de unirle a la misma por la fuerza, pero perdieron todo interés cuando vieron que aquel adulto era capaz de esquivar sus proyectiles sin despeinarse, incluso poniéndose a cubierto de manera improvisada cuando parecía no tener forma de librarse de los proyectiles, y una vez que le vieron en qué dirección iba, optaron por no descubrir a los mineros que allí estaban a qué estaban dedicando aquel día de celebración sin cole.

Por su parte, Marion y Trevor pusieron rumbo hacia los calabozos, pasando de largo el cruce del ascensor sin llegar a ver la suerte de la que se había librado su compañero, pero ni ellos se pudieron librar de otra graciosa jamitada, cuando Trevor cayó a un desnivel poco profundo (Por suerte) que habían cubierto con unas lonas y tierra. Marion logró hacerse a un lado a tiempo, mientras veía cómo su compañero se hundía, entrando en pánico, para caer de morros contra una piedra en el suelo. De los críos que habían preparado aquella torpe trampa, tres salieron a la carrera sin descubrirse, mientras un cuarto chaval, arrepentido, se acercaba a ayudar al caído.

- Lo siento, yo no sabía para qué era el agujero.- Trató de disculparse. 

Trevor se había abierto una brecha en la frente y sangraba relativamente poco, peor estaba mareado.

- Mi puta suerte.- Se quejaba, en un tono que Marion todavía no le había escuchado hasta entonces.

Por el camino llegó Jessup, quien ya se dirigía hacia el ascensor, tras escuchar que allí había tomate. Contactó con la doctora McCall por walkie, quien tuvo que hacerse cargo de las labores médicas de primeros auxilios tras la detención de Gorefinder, para que mandase a alguien a ayudar a Trevor. 

- ¿Se queda usted a esperar a la doctora o viene al ascensor para ver cómo está la cosa?- Le preguntó el Marshal a la científica tras la confirmación de la doctora.

A medida que Taylor se aproximaba a la zona del ascensor orbital, vio que había dos grupos de personas encarados en su exterior, uno dirigido por una mujer, que portaba su casco de minera y lucía una retorcida tirita en el tabique de su nariz, acompañada por otros currantes ataviados con ropa de trabajo, y el otro formado por otros mineros que claramente pertenecían al grupo de descerebrados que se habían estado dedicando a cargar de explosivos de barrena el ascensor.

Observó la situación. Allí estaban los bolcheviques mineros. ¿De verdad serían tan estúpidos como para volar el ascensor? Pensó en resolver todo aquello por la fuerza. Pero no. No. Aquella gente tenía una razón para hacer lo que hacía. Por mucho que él no lo entendiera. Estaban desesperados y Tylor sabía que la gente desesperada hace cosas desesperadas. Bueno no lo sabía a ciencia cierta. Simplemente lo había leído en algún sitio o puede que fuera algo que había visto en una película.

Se acercó a ellos y se detuvo cuando estuvo a una distancia prudencial. La suficiente para estar fuera del alcance de piedras y cascotes.

—¿Qué? —Gritó

—¿Qué sucede aquí?—

—Vengo en son de paz.— levantó las dos manos en señal pacífica

—¿Podemos hablar de forma civilizada?—

Los puñeteros críos. Es que no podían meterse las piedras en... No -pensó Marion- tenía que calmarse. Eran sólo críos, por mucho que necesitaran urgentemente medidas educacionales correctivas.

Ayudó a Trevor a salir del agujero e hizo que se sentase en el suelo para evitar que volviese a abrirse la cabeza si se mareaba. Miró a Jessup indecisa, pero al final decidió que dejar a Trevor allí sólo, en aquellas condiciones, quizás no sería la mejor idea.

-Iré después. Estoy segura de que no me necesitan para volar el ascensor. Buena suerte.

- ¿Rostro pálido venir en son de paz? Genial.- Rio la mujer. - ¿Hablar de forma civilizada es mi pasatiempo favorito, sobretodo cuando los cabezahuecas de mis compañeros, si son tal cosa, no deciden encerrarse en un cajón tras convertirlo en un polvorín a base de llenarlo fuegos artificiales. ¿En qué coño estabais pensando, Leeland? ¿Cómo coño se os ocurre dejar que Snot os ayude con esto? Y no solo eso ¿Cómo coño se os ocurre dejarle solo ahí dentro? Sabéis que el tío no está bien.

La mujer pasaba de atender a Taylor a encararse con sus compañeros una vez más, quienes parecían dudar entre defender sus decisiones o mirarse los pies avergonzados. 

- Blythe, joder, solo tratábamos de acelerar un poco las cosas, ya ves que no nos hacen puto caso. Nos han mandado a estos tres corderitos para 'investigar las muertes' pero no terminan de romper el cerco ni aceptar nuestras condiciones.- Le increpó su interlocutor, alargando una mano para indicar la presencia de Taylor.

Así que aquella era la Blythe de la que habían oído hablar, la líder sindical. La mujer cambiaba su peso de su pierna izquierda a su pierna derecha, ortopédica, mientras escuchaba al paisano, rumiando.

La doctora McCall, con una cara poco más relajada que la de Marion, tras haberle dado también a la botella a su propio ritmo, no tardó en llegar en una motocicleta eléctrica de servicio, cargando con un bien surtido botiquín que plantó a un costado de Trevor, antes de comprobar la dilatación de sus pupilas y la herida que se había hecho en la cabeza, aparte de hacer uso de su escáner por si este se preciaba en notar algo que no pudiesen ver a simple vista, pero el currito, al que vendó la cabeza tras limpiar la herida y aplicarle un antiséptico, parecía encontrarse bien. Aun así le recomendó tomarse la mañana con calma, en los barracones, con un walkie a mano por si notaba que se le iba la cabeza o algún otro efecto secundario.

- ¿Te puedes creer que es el cuarto accidente que tenemos esta mañana causado por estas bestias salvajes? Hasta se han cargado un vehículo de carga ligero al lanzarle una piedra al conductor desde un paso elevado. Ese no está tan bien como vuestro amigo.- Le comentó a Marion, creyendo que tras la charla de anoche podían hablar de manera más distendida, tras un primer encuentro algo frío.

- Al menos no ha habido más asesinatos-dijo-. Aún-añadió ominosamente.

No quería ser demasiado optimista. Invitaba al mal tiempo.

-Supongo que con la maestra...no disponible...y la escuela revuelta, no habrá ningún redil...digo zona de estudio alternativa donde tenerlos entretenidos. Pero como sigan así, van a causar más daño ellos que los mineros. en fin, si puedo ayudar en algo, dímelo. No es que haya muchas pistas que investigar ahora mismo, y pasar de tratar gente muerte a gente aún respirando es un cambio.

—Así desde luego no vais a arreglar nada. Todo lo contrario.— A Taylor lo de corderito le hizo gracia. Tanto que tuvo que contenerse para no sonreír. Tenía que parecer serio. Ser asertivo. Era algo básico en una negociación ¿Quién negocia condiciones con un tipo riéndose? Nadie.

Taylor se acercó a Tolleson. Fue despacito y con las manos bien al aire. No quería provocar ningún tipo de reacción

—Así que usted es la líder de todo este follón ¿No?— cambio a propósito el tono al pronunciar la palabra “líder” Desde luego no parecía que mandara una mierda allí.

—Encantado—

—Mi nombre es Taylor— 

—¿Quién diablos es el tal Snot?— 

La doctora McCall no pudo evitar el sonreír ante el comentario de ayudar a gente viva.

- si, sería todo un cambio por aquí, al menos en las últimas semanas, verás, podemos presumir de no tener bajas entre los mineros desde hace casi dos años, excepto las achacadas a muertes naturales, por supuesto, pero ahora mismo no podemos presumir de ello. Un compañero ya hizo la autopsia de la profesora desde que recibió el cuerpo por la noche hasta esta mañana, ya ni sabemos cómo trabajar por si se nos puede pasar algo estúpido... Casi tratamos los cadáveres como si fuesen cubitos de hielo, por si se nos derriten entre los dedos, pero ninguna información adicional de interés, así que a no ser que queráis echarle un ojo...- Continuó, echando mano de un desgastado paquete de tabaco, no una mierda eléctrica como las que todos usaban por allí, dándole unos golpecitos hasta que tres pitillos asomaron, ofreciéndoselos a su paciente más reciente y Marion, aparte de guardarse el último para ella. Trevor lo rechazó con un agradecido gesto de mano. 

- ... La enterrarán esta tarde en el cementerio local. Tras vuestra llegada nos han dado el visto bueno para retirar los cuerpos tras vuestra aprobación. Nuestra enterradora particular, Juanita Pérez, está repasando todo su libreto de cantos funerarios para la ocasión, su imitación del irlandés es...- Hizo el gesto de beso del chef mientras depositaba el pitillo en sus labios.

- Deberían venir, quieran que no, estará todo el satélite, o casi... ¿Qué montarán los puñeteros críos mientras?

- ¿La líder de todo esto?- La mujer no pudo evitar ponerse colorada. - Diablos, soy una simple delegada sindical, no quieran culparme de las imbecilidades que se les pasan a estos descerebrados por la cabeza, Taylor. Soy pacifista, como los cerdos. ¿Sabe que si un cerdo ve sangre hay bastantes posibilidades de que se desmaye?

La mujer se quedó mirando unos pocos segundos mirando a su interlocutor mientras dejaba que aquella bomba de profundidad alcanzase la mollera del ex marine.

- ¿Quién es Snot? Esa también es buena. Hay muchos días en los que me despierto por las mañanas y lo primero que pienso para mí misma es 'Joder, cuánto me gustaría no saber quién es Snot' pero sabes qué, antes del primer café alguien viene a decirme qué ha hecho Snot esa mañana, mientras el resto aún tratamos de raspar nuestras pobres neuronas del profundo pozo de la inconsciencia. Snot no lo hace, es siempre puro inconsciente. Y ES POR ESO QUE HA DECIDIDO QUE NO SOLO QUERÍA AYUDAR A MONTAR EL PUTO POLVORÍN ESTE, SINO QUE TAMBIÉN HA DECIDIDO QUE NO HAY MEJOR MANERA DE VER LOS FUEGOS ARTIFICIALES QUE ENCENDIÉNDOLOS MIENTRAS LOS AGARRAS FIRMEMENTE CON LA MANO.

Del interior del ascensor llegó una risilla que, si dejaba algo a las claras, era que su emisor carecía de alguien al volante.

- Snot ha decidido que si no le dan los detonadores de las barrenas, ya se queda él dentro a activar las cargas cuando PURE vuelva a ningunearnos, aparte de eso, el hijo de puta se ha agenciado una pistola de clavos y ya le ha abierto la mano a un compañero con una ráfaga, solo para demostrar que sabía cómo usarla.