Partida Rol por web

El Templo de las Mil Puertas (Imperio Cobra)

Rohak 15

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07/07/2022, 20:28
Narrador

Ya has visto suficiente y debes alertar a tu pueblo. El Imperio ha restablecido sus antiguos lazos de amistad con los clanes de los gigantes y esta nueva alianza podría suponer el fin del reino de Khytya. Te dispones a salir de tu escondite al amparo de las sombras cuando, de repente, alguien te agarra por la espalda. Sorprendido, intentas alcanzar tu sûr, pero un fuerte brazo te inmoviliza al tiempo que te tapa la boca para que no grites. Tu atacante no lo sabe, pero el ataque te ha cogido tan desprevenido que ni siquiera tienes un hálito de resuello para gritar. Poco a poco, la presión va disminuyendo y puedes girar la cabeza para ver a tu agresor. ¡Es Ekôram, el jefe de la guardia! ¿Pero qué demonios hace aquí? Por un momento, tu imaginación se dispara y comienzas a desarrollar disparatadas hipótesis de traición, pero pronto las desechas: de haber sido así, ya estarías muerto. La presencia de Ekôram en aquel lugar probablemente se deba justo a lo contrario: la lealtad. Probablemente te ha estado siguiendo todo el tiempo desde que saliste de la ciudad para protegerte, ya que un grupo más nutrido de soldados llamaría demasiado la atención. El jefe de la guardia no podía dejar que el príncipe heredero saliera solo y se adentrara desprotegido en la selva, aunque sin duda él mismo esté desobedeciendo alguna ley al permitirte salir de la ciudad y no informar de tu pequeña «travesura» de fuga. O quizá no fuera eso. Quizá era respeto, respetaba tu decisión y había decidido acompañarte a cierta distancia para brindarte protección. Te alegras mucho de verlo y pronto la inmovilización a la que te veías sometido hace tan solo un instante se torna en un abrazo entre camaradas de armas.

-"Vas a hacer que te maten." Susurra Ekôram.

-"Pero para eso estás tú aquí, ¿no? Para evitarlo."

-"He de reconocer que he tenido varios momentos en el día en los que pensé detenerte y llevarte de vuelta a la ciudad de un tirón de orejas. Pero estabas en lo cierto, algo se cuece en los territorios de los gigantes. No conviene estar aquí más tiempo, hay que esperar el momento preciso para salir. Pero no podemos irnos de rositas así, sin más; aunque no los veas, hay más guardias apostados ahí, ahí y ahí." Dice, señalando diferentes puntos en los que tú no alcanzabas a ver más que oscuridad.

Mientras habláis, te das cuenta de un detalle importante: una nueva figura está emergiendo de la nave, un tercer hombre cobra que había permanecido en el interior del aparato probablemente observando toda la reunión. Algo te llama la atención, hay algo diferente y a la vez inquietante en esta nueva criatura. Va ataviada con túnica, como los otros dos hombres cobra, pero esta sierpe es más alta y carece de la corona característica de los hombres cobra. Su cabeza es como la de una serpiente convencional, pero más grande, y hay algo en su mirada, en cómo observa el entorno, que causa escalofríos. Tanto tú como Ekôram os sentís sobrecogidos al mismo tiempo, como si un viento helado os hubiese atravesado el corazón justo en el mismo instante.

Ante tal manifestación de malignidad en el ambiente, ambos sentís el impulso irrefrenable de salir corriendo de allí, a pesar de los vigías de los gigantes que Ekôram había apuntado momentos antes, así que salís corriendo a toda prisa, intentando hacer el
menor ruido posible sobre la tierra y la hojarasca que componen el suelo tropical de aquella parte de la selva.

El primer guardia no tarda en dar la alarma al ver una sombra pasar fugazmente junto a él. Ekôram te hace una señal para que te separes y cojas una desviación hacia el este mientras él intenta distraerlos en otra dirección. Continúas corriendo en la dirección que te indica al tiempo que observas cómo Ekôram clava una rodilla en tierra y se coloca con la lanza tensa por encima del hombro. Nada más aparecer el primer gigante, le arroja la lanza con un ágil movimiento. En la oscuridad de la selva tan solo se escucha un largo zumbido que culmina en un gorgoteo húmedo, indicando que le ha acertado en pleno cuello. Sin detenerse a comprobarlo ni a recuperar la lanza, Ekôram se reincorpora y continúa corriendo. Al pasar a tu lado, te susurra:

-"Nos vemos en la cascada de las ruinas del árbol."

Conoces esas ruinas. Es un punto de referencia habitual en las partidas de caza. Pero ahora no estás seguro de poder orientarte y llegar hasta allí en plena noche. De todas formas, corres mientras las ramas te azotan el rostro y tus pies trastabillan con las piedras sueltas del suelo. Tropiezas en muchas ocasiones con los troncos y las ramas bajas, lo que te obliga a correr con los brazos extendidos hacia adelante para evitar golpearte la cara. Entonces es cuando escuchas el zumbido atronador de la nave Cobra y una potente luz se filtra entre la densa arboleda selvática y hace que por un momento te dé la impresión de estar en pleno día. Asustado, te escabulles entre las nudosas raíces de un gran árbol y permaneces inmóvil hasta que pasa la luz. Tras ver cómo se aleja, y solo cuando la nave Cobra se convierte en un pequeño puntito de luz acompañado de un zumbido lejano, como el de una luciérnaga, sales de tu escondite e intentas orientarte hacia el punto de reunión.

Aún sientes escalofríos al recordar el rostro de aquel nuevo ser, aquella serpiente humanoide descomunal con esos ojos que rezumaban pura maldad. ¿Se trataría de otra especie de hombre cobra? ¿Existirían más como aquella criatura? Conoces antiguas historias sobre los antiguos hombres serpiente que una vez poblaron el mundo. ¿Sería esta criatura un superviviente de esa estirpe? Tienes demasiadas preguntas en la cabeza como para concentrarte en lo que estabas haciendo, así que despejas tu mente de cualquier pensamiento que no sea alcanzar la cascada de las ruinas del árbol.

En mitad de lo que te ha parecido una noche eterna, se abre el estruendo lento y continuo del devenir de una cascada. Sin duda, ya estás cerca y el sonido abrumador del agua al caer te reconforta. Nada más llegar, caes de rodillas, exhausto por el esfuerzo. De una sombra surge Ekôram, que te agarra por el brazo y te ayuda a incorporarte de nuevo. Por lo que parece, no habrá descanso. Continuáis corriendo a través de la selva, pero ahora estás mucho más confiado con la compañía del jefe de la guardia. Con las primeras luces del alba divisáis las copas más altas de Khytya y sus puentes colgantes. Sin tomar resuello, Ekôram comienza a dar órdenes a medida que se va encontrando soldados en sus puestos de guardia.

-"¡Tú, avisa a tu padre!" Dice, dirigiéndose a ti. "¡Debe convocar cuanto antes un consejo de guerra!"

Y después Ekôram se encarama a la Torre del Alba, junto a la Plaza del Manantial, de donde pende el Gong de Madera, un increíble artefacto construido con una lámina transversal de un árbol cuya sección mide más de tres metros de grosor y que ahora, suspendido mediante lianas, emite un tañido que se puede escuchar en todo el reino. Pero no es el sonido estridente y metálico de un gong tradicional, es un sonido grave y profundo que reverbera desde lo más profundo del que lo escucha, de dentro hacia afuera, con el tono apagado y constante de los sonidos que solo la selva y la madera pueden brindar. Y es un sonido que se escuchaba muy pocas veces en la vida porque siempre que se hacía sonar se presagiaba un cambio.

La sala del trono muestra hoy un aspecto muy diferente al de hacía dos días. Hasta el fuego de la gran hoguera parece circunspecto, en sintonía con todos los hombres curtidos en armas que se han dado cita allí. De las paredes de madera ahuecada cuelgan los estandartes de todas las casas guerreras de Khytya. Tu padre, sentado en el trono con la pose digna de un rey, no deja de mesarse la barba. Tras él, la panoplia de las dos Hachas de Gigantes cruzadas parecían esta vez una carga sobre sus hombros, más que un signo de buen presagio. Ekôram acaba de intervenir, explicando al mínimo detalle lo que habéis presenciado aquella noche en el concilio de los gigantes. Al terminar, una aguadora le alcanza una jarra de vino para que recupere el resuello. Tú, a su lado, no has dejado de asentir mientras el resto de guerreros y miembros notables de la ciudad se miran los unos a los otros con expresión de incredulidad. Tu tío Qimat te da un par de palmadas en la espalda en reconocimiento a tu valor al conocer la huida a través de la selva que ha relatado el jefe de la guardia. Ese gesto te llena de orgullo y se lo agradeces con la mirada.

-"¡Si los clanes se unen, no hay resistencia posible!" Una voz cascada y profunda que retumba en la estancia rompe el silencio.

El que grita es Eakânt, el sumo maestre de la ciudad. Un hombre muy mayor, grueso y calvo excepto por una rala melena que le nace justo por encima de las orejas y le cae sobre los hombros. Viste una túnica marrón con cosidos de papiro, cada uno de los cuales son méritos alcanzados en su vida de contemplación. Eakânt se acerca al trono con un papiro enrollado en un tronco nudoso que le da un aspecto poco práctico para esa función. Laboriosamente, lo despliega ante tu padre. El papiro está aprovechado al máximo, saturado de runas, letras y dibujos. En él reconoces algunos símbolos que viste en el campamento de los gigantes, esquemas de los patrones con los que se vestían y decoraban muchos de sus objetos y armas, además de símbolos de los escudos que representaban animales, objetos y otra serie de dibujos que te cuesta reconocer. El papiro en sí es una especie de genealogía de los clanes de los gigantes, cuando estaban organizados y tenían una jerarquía. Cuando los clanes gigantes gobernaban toda Khytya. En la parte central del papiro hay un escudo redondo, sin adornos, sobre un fondo negro en el que hay dibujado un rostro rojo con un solo ojo. El emblema te hace recordar al grupo de gigantes que se decoraban sus rostros con sangre. Según figura en aquel vetusto papiro, es el clan de las Lágrimas Sangrientas, el más fuerte de los clanes que gobernaban antaño y de donde se creía que descendía la línea de Polifemo.

-"Desde que fueron derrotados y el Imperio Cobra cayó gracias a Gilgamešh..." Explica Eakânt. "... los clanes se dispersaron y las tribus se volvieron salvajes y beligerantes, perdidas en guerras intestinas que acabaron por disgregarlas. El hecho de que hubieran recuperado ciertos esquemas de aquellos tiempos es ciertamente preocupante y nos revela además que hay una mano negra detrás de todo esto, organizándolos de nuevo y apremiándolos para que entren en combate."

-"¿Cuántos gigantes había?" Pregunta tu padre a Ekôram.

-"Un centenar, quizá más."

-"¿Y con estos esquemas de guerra? ¿Cuántos de ellos mostraban la librea de sus antiguos clanes?"

-"No sabría decirlo..." Se excusa el jefe de la guardia.

Te empiezas a sentir molesto de que tu padre no te pregunte a ti directamente, ya que fuiste tú el que tuvo la iniciativa de hacer la incursión que ha puesto sobre aviso a toda la ciudad. Así que, un poco colérico debido a tu juventud y un poco molesto por ser ignorado, decides intervenir sin esperar a que te den la palabra.

-"Había Lágrimas Sangrientas y también los de la cabeza afeitada con una coleta al estilo djeen..."

-"Rompecráneos." Completa Eakânt.

-"Y los que se cubrían el cuerpo con vegetales y troncos secos..."

-"Aplastaselvas."

-"... Y otros que se decoraban el cuerpo con barro y piedras trituradas."

-"Comerrocas."

-"E incluso algunos que iban con aretes y piezas de metal que atravesaban distintas partes de sus cuerpos." Esta vez Eakânt no intervino. Todos miraron al anciano.

-"Lo siento." Se excusó. "No tengo la menor idea de qué clan puede tratarse. Puede que hayan surgido clanes nuevos o que simplemente sea una moda concreta y no la librea de una nueva facción. De todas formas, el hecho es que los clanes están regresando y si no hacemos algo pronto, no tardarán en elegir un clan regente, según sus costumbres. Y cuando elijan, ya estarán listos para la guerra."

-"En ese caso no nos queda otra opción: debemos atacar antes de que decidan qué clan será el que regente a todos los demás." Dice tu padre. "¡Convocad las levas! ¡Preparad a la guardia, yo mismo encabezaré el ataque!"

-"No tan rápido, alteza." Interviene Eakânt. "Recomiendo prudencia. No nos olvidemos de la mano negra detrás de todo este asunto. Los gigantes no se organizan por sí solos, así que no es raro pensar que se trate de una argucia del enemigo para que abandonemos la ciudad. Las naves Cobra son todavía una amenaza mayor que esta nueva horda de gigantes que se está formando. Y no nos olvidemos del asunto de las visiones..."

Este comentario coge por sorpresa a toda la audiencia, incluido tú.

-"¿Visiones?" Exclama tu padre.

-"No olvidemos, majestad, a qué se debe esta reunión de urgencia."

-"Pues a que los dioses han sido generosos y nos mandan buenos presagios para que nos podamos enterar de los planes del enemigo antes de que sea demasiado tarde."

-"Permitidme que disienta, alteza." Le responde con sumo tacto Eakânt. "Fue vuestro vástago el que sintió el impulso de adentrarse en el territorio de los gigantes porque presintió que algo no iba bien. ¿No es cierto, muchacho?"

Asientes con la cabeza. ¿Cómo se ha enterado aquel anciano de las visiones que has tenido?

-"Cuéntanos, por favor. ¿Qué te llevó a cometer semejante acto de imprudencia? ¿Por qué te adentraste en el territorio de los gigantes? ¿Qué esperabas encontrar allí?"

-"La verdad es que no lo sé." Reconoces, encogiéndote de hombros. "Las apariciones del gigante Polifemo me atormentan desde la celebración del Día del Cíclope. Todo empezó con la otra hacha, pero después no han dejado de aparecérseme las visiones. Y no sé qué significan o qué me quieren decir."

-"Como yo lo veo, tenemos tres frentes." Explica Eakânt. "La horda de los gigantes, las naves Cobra y las extrañas visiones que nos desvelaron el plan de los gigantes pero de las que aún no sabemos nada. No podemos descuidar ninguna de las amenazas o esto podría conducirnos al desastre."

-"El vasîm debe permanecer en Khytya." Dice Ekôram. "Si abandona el trono, puede interpretarse como un signo de debilidad y alentar aún más a los gigantes para que apresuren sus planes de ataque antes de que estemos preparados."

-"Quizá tengas razón." Concede tu padre. "Que sea mi hermano Qimat quien lidere el ejército."

Tu tío hace una reverencia en señal de obediencia al escuchar la orden.

-"No soy hombre versado en el arte de la guerra, como bien sabéis, mi señor vasîm." Comienza a decir Eakânt. "Pero, en mi humilde opinión, debe ser vuestro hijo el que encabece vuestro ejército."

-"¿Mi hijo?" Se sorprende tu padre. "¡Pero si aún no tiene edad de empuñar una lanza!"

Tu madre se lleva las manos al pecho como gesto de preocupación. Se oyen susurros y murmullos por toda la sala. Incluso tú estás sorprendido. ¿Por qué insistirá el viejo maestre en que seas tú el que encabece el ejército? No tienes ninguna experiencia en combate, mientras que tu tío ha luchado contra los mismísimos hombres cobra en las playas de la Isla Cobra, en mitad del Mar de la Niebla. No parece tener ningún sentido.

-"Como hemos visto hasta ahora..." Se explica el anciano. "... quizás no sean las armas las que tengan la última palabra en esta historia. Hasta ahora, todo lo que tenemos ha sido gracias a la intuición del muchacho y confío en que esa intuición sea de la que precisemos para salir de este entuerto."

-"¡Pero no es más que un niño!" Exclama tu madre.

-"Lo protegeré con mi vida, señora." Dice Ekôram al tiempo que desenvaina su largo cuchillo y lo ofrece a tus pies.

-"Yo también me ofrezco a acompañarlo; puede que mis consejos le sirvan de ayuda." Añade Eakânt.

-"Y yo no me separaré de su lado." Dice por último tu tío Qimat. "Lucharemos hombro con hombro si es necesario; nunca te quedarás solo, lo juro por los dioses. Le debo mi vida a tu padre y pienso pagar esa deuda."

-"Pues está decidido entonces, hijo mío. Rohak, hijo de Tarak, vasîm de toda Khytya y rey en la selva allende del mar, te nombro gal bator de la Guardia de Khytya y te ordeno como guerrero legítimo para portar lanza y escudo, de ahora y en lo sucesivo y por los eones venideros, en honor a Gilgamešh."

Tu padre se pone en pie ceremoniosamente, descuelga una de las hachas de la pared y te la entrega.

-"Para esta misión vas a necesitar algo más que una lanza y un cuchillo. Por ello, te hago entrega del Hacha de Gigantes para que te guíe hacia la victoria y te proteja hasta el cumplimiento de tu misión."

Cuando la deposita entre tus brazos, el peso hace que se te escabulla y que su extremo choque en el suelo de madera, quedando profundamente clavada. El eco que emite, casualmente similar al Gong de Madera, resuena en toda la estancia, lo que te hace sentir avergonzado por no ser capaz de aguantar su peso. Te afanas por desclavarla del suelo y levantarla sobre tu cabeza para mostrarla al resto de la sala, pero la condenada hacha se resiste y para cuando la consigues sacar del suelo apenas puedes elevarla por encima de tus hombros. Muchos de los hombres de la sala contienen la risa con semejante situación y otros se revuelven incómodos sin saber cómo reaccionar ante un momento tan ceremonioso que se está viniendo abajo.

-"Padre." Dices. "Acepto con sumo gusto este honor y bautizo esta arma enviada por los dioses como Hacha de Plomo, para recordarme en lo venidero el peso de la importante misión que pende sobre mis hombros."

Toda la sala rompe a reír ante tu ingenioso discurso y se suceden los vítores y aplausos.

-"¡Salve, Rohak gal bator! ¡Salve, Rohak, hijo de Tarak!"

Ahora tienes en tus manos la responsabilidad de un ejército entero de guerreros khytyanos. Todos mayores que tú. Todos con más experiencia. Y ninguno tan asustado como lo estás tú ahora mismo. ¿Cuál será tu próximo movimiento? Quizás deberías saber más acerca de las visiones que has tenido antes de descubrir los planes de los gigantes, sería una buena idea retrasar la partida y consultar al oráculo en las montañas antes de partir. Tu padre consultó a Utnaspishtim antes de emprender el viaje a la Isla Cobra y sus consejos le ayudaron. Bueno, en realidad tu padre nunca dijo que le ayudaran en lo más mínimo, pero el caso es que lo visitó. Quizá no sea una mala idea visitar al viejo Utnaspishtim... Solo por si acaso.

Notas de juego

Sección 3

Si decides ir primero a consultar al oráculo sobre tus visiones, pasa a la sección 22.
Si partes sin demora con tu ejército hacia el territorio de los gigantes antes de que tengan ocasión de elegir un caudillo, pasa a la sección 33.

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07/07/2022, 21:14
Narrador

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08/07/2022, 04:47
Rohak 15

La aparición de Ekôram había sido tan inesperada y atemorizante como bienvenida. De no haber sido por él, al aparecer el hombre cobra distinto al resto, Rohak habría salido corriendo con tanto pavor que habría sido descubierto por los centinelas gigantes que él no podía ver pero Ekôram sí.

Todo este tiempo me siguió y yo no noté nada. Él seguramente es muy bueno en lo suyo, y yo muy malo en lo mío.

El encuentro en la cascada fue tranquilizador a nivel emocional aunque no a nivel físico, dado que Ekôram lo hizo continuar corriendo sin ofrecerle ningún tipo de descanso. Apenas pudo descansar al llegar a Khytya, donde pronto un consejo de guerra fue convocado.

Rohak no sabía cómo se mantenía en pie, pero lo hacía y podía mantener la atención en lo que la gente decía, incluso a pesar de que nadie parecía interesado en escuchar lo que el protagonista de la historia tenía para decir. Fue en parte la irritación que esa injusticia y el cansancio le provocaban lo que lo llevó a hablar.

A partir de su intervención empezó a sentirse uno más allí, e incluso más que el resto a partir de la confianza que Eakânt le brindaba. Así fue como tras un rato no solo su palabra fue escuchada sino que fue nombrado gal bator y jefe del ejército de su padre.

Por un momento pensó en ir a las montañas en busca de Utnaspishtim, el Oráculo. Los vítores y palmadas en la espalda lo desalentaron. Pensó que ese camino a las montañas, si llegaba a ser esa visita tan inútil como la que su padre relataba, se demoraría lo suficiente como para que su reciente crédito desapareciera. Más considerando que los gigantes quizás no se demoraran, al encontrar el cuerpo del gigante que Ekôram había acabado. Reunió a Ekôram, a su tío, a su padre y al sumo maestre.

_Estoy listo para partir. Debemos acabar con los gigantes antes de darles tiempo a que se organicen.

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09/07/2022, 01:14
Narrador

Decides no demorar más la marcha y reúnes a tus tropas en la Plaza del Manantial antes de partir hacia el territorio de los gigantes. Suena el Gong de Madera como parte de la ceremonia y el flamante ejército de Khytya parte hacia el este. La gente de la selva apenas usa monturas, solo hay dos unidades de una veintena de pumas montados por ágiles cazadores y el resto de guerreros van a pie, armados con brillantes lanzas y escudos de madera. Los pendones ondean al viento mostrando diferentes emblemas y colores.

En la unidad que tú encabezas ondea el blasón verde real con las hachas cruzadas. Vas a pie, marcando la marcha de tus hombres. A tu derecha, tu tío Qimat con su larga melena al viento y su barba ensortijada. En tu flanco izquierdo, la flamante Guardia Real al mando de Ekôram, todos con pieles blancas a rayas negras de los tigres albinos salvajes de la selva. En la retaguardia, medio centenar de carromatos tirados por pequeños elefantes.

Toda la ciudad sale a despediros. Desde la balconada real, tu padre el vasîm Tarak de Khytya te saluda ceremoniosamente junto a tu madre, que no deja de sollozar. El resto de la Guardia, apostados con arcos y lanzas, permanece acuartelada en la ciudad. Cuando partes llevas a Hacha de Plomo prendida a tu espalda, pero nada más alejarte de la ciudad te desembarazas de ese monstruoso armatoste que se ofrece a llevar generosamente tu tío, haciéndote de escudero o, más bien, de «hachero». Cuando miras a tu espalda y contemplas la interminable fila de hombres y mujeres que componen el ejército de Khytya sientes una mezcla de emoción, orgullo y miedo que te acongoja. Pero ya es tarde para echarse atrás. Era lo que siempre habías soñado y estás comprobando que los sueños se hacen realidad. Sin embargo, algo te descorazona, ese pensamiento trae a tu mente el asunto de las visiones. ¿Se volverán también las visiones realidad?

Echas una mirada de reojo a la retaguardia, al carromato en el que viaja Eakânt. El anciano se percata y te devuelve la mirada, como si ambos compartierais la misma preocupación, aunque te da la sensación de que Eakânt no ha revelado todo lo que sabe ni cuáles son sus verdaderas intenciones al proponerte como gal bator de esta incursión.

Antes de transcurrir la primera jornada, tu ejército cruza el gran vado del río Khyt y va dejando al norte las lejanas cúpulas envueltas en jirones de niebla de las ruinas del Templo de las Mil Puertas. Miras el templo en la lejanía y parece que te devolviera la mirada, como desafiante. El color de la selva cambia y se torna más oscura. Los verdes frondosos son sustituidos por verde podredumbre y los troncos de los árboles adquieren un aspecto más oscuro y nudoso. Decides montar el campamento antes de adentraros más en el territorio enemigo, conservando a vuestras espaldas una ruta de huida por si las cosas se torciesen.

Preparáis el campamento y montáis las casetas de piel. Para tratarse de un contingente de unos quinientos hombres, se organizan relativamente rápido; en dos horas escasas el campamento está montado y el perímetro de vigilancia establecido. Durante la noche los vigías alertan en varias ocasiones con avistamientos de exploradores, probablemente gigantes por sus movimientos torpes y ruidosos. Aquella noche no hubo ningún ataque, pero seguro que sabían que estabais allí y cuáles eran vuestras intenciones. Pasas una noche inquieta, soñando con Polifemo blandiendo su hacha, el misterioso hombre serpiente oteando el aire en tu busca y la angustiosa sensación de correr en la oscuridad de la selva. Pero cuando te despiertas envuelto en sudor, compruebas que solo habían sido sueños, no visiones. Ni rastro de hachas aparecidas de la nada ni nada sobrenatural que se le pareciera.

Con las primeras horas de luz del día siguiente reúnes en tu tienda a los capitanes de las diferentes unidades para plantear el movimiento siguiente. Niar, el capitán de los jinetes puma, propone una estrategia de ataques relámpagos y retiradas, acosándolos por los flancos y atacando sus posiciones sin darles la oportunidad de reagruparse. Es una buena estrategia, pero temes por la fragilidad de los jinetes puma ante los robustos guerreros gigantes. Por supuesto, es algo que no manifiestas en voz alta para no ofender su honor. Ekôram, por su parte, sugiere avanzar con el grueso del ejército haciendo retroceder sus posiciones más débiles hasta llegar a su campamento principal. Una vez allí, se establecería un cerco de asedio para obligarles a negociar la paz. Sabes perfectamente que los asedios pueden llegar a ser largos y tediosos, puede incluso enquistar la batalla en una guerra que durase meses... ¡o incluso años! Tu tío, al contrario, es partidario de buscar una explanada y plantar batalla allí, desplegarse y desafiarlos. Es una táctica que ningún gigante iba a rechazar. Con un poco de suerte, si se lograba desafiar a su caudillo, se podría poner fin al conflicto en una sola batalla. Ahora solo falta que tú tomes la decisión.

Notas de juego

Sección 33

Si eliges la estrategia de ataques relámpago a sus posiciones como sugiere el capitán Niar, pasa a la sección 10.
Si decides avanzar hasta el asentamiento gigante y asediarlo como apunta Ekôram, pasa a la sección 4.
Si decides plantar batalla en un campo abierto como sugiere tu tío Qimat, pasa a la sección 14.

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10/07/2022, 08:15
Rohak 15

En su cabeza, Rohak sabía que debía estar aterrado, pero no. El orgullo y la excitación eran todavía más poderosos que su miedo. No había sido por idea de su padre, quien incluso se había resistido, pero finalmente había sido elegido gal bator. Finalmente su sueño de hacer algo importante parecía estar realizándose.

Si no pudo disfrutar más intensamente de los vítores fue por la imagen de su madre. Debía ser difícil para ella. Y sería injusto ofenderse con ella, o sentir que no confiaba en él; al fin y al cabo era su único hijo.

La excitación inicial fue dando paso al cansancio y a la preocupación, a medida que avanzaban en territorio enemigo. Eran muchas variables a considerar, toda la responsabilidad en sus espaldas, y por si fuera poco, el terreno parecía ser aliado de los gigantes.

¿Dónde está Eakânt cuando se lo necesita?

El anciano podría no ser versado en las artes de la guerra, pero para Rohak, cualquier voz de aliento o de consejo habría sido útil en ese momento, y cuál mejor que la de Eakânt.

Descartó rápidamente la idea de Ekôram. Le dolió hacerlo, por el cariño que sentía por él. ¿Y si los hombres cobra en realidad estaban usando a los gigantes como distracción? Un asedio dejaría la ciudad débil, para que los hombres cobra la tomaran si quisieran. No, no podían darse el lujo de demorarse tanto.

La idea de Niar le siguió. Los pumas parecían feroces, pero eran pequeños cachorritos para esos bestiales gigantes. Si tan solo fueran una mayor cantidad, Rohak se lo plantearía, pero eran más gigantes que pumas, y el resto del ejército no podría hacer mucho.

Por descarte, se terminó quedando con la idea de su tío. Al fin y al cabo, él era quien en realidad tenía los méritos para dirigir esa lucha. Además tenía experiencia. Y si en el pasado la muerte de Polifemo había decidido todo, quizás ahora la historia pudiera repetirse.

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10/07/2022, 10:58
Narrador

Tu tío es un hombre valiente. A excepción de tu padre, tu tío Qimat es el hombre más valiente que conoces. Por eso precisamente sientes que su idea de plantar batalla en campo abierto pueda ser algo especialmente temerario. Pero es cierto que ahora es el mejor momento para plantar una batalla campal. Las tropas están frescas y la moral alta, tus hombres no han sufrido bajas y, según te ha dicho tu tío Qimat, se podría poner fin a esto en una sola batalla si los dioses os sonrieran. Ekôram concede que el momento es propicio, pero no se muestra muy de acuerdo en actuar precipitadamente. A Niar, por su parte, no le hace gracia combatir en campo abierto, ya que sus jinetes perderían toda su ventaja, pero al final logras tranquilizarlo explicándole que sus jinetes puma estarían en la reserva, para flanquear y rodear las filas enemigas e impedir que se reagrupen. Extendéis los mapas de cuero de esta parte de la selva y barajáis tres posibles lugares en donde plantar batalla. Al final, os decidís por una colina sin apenas vegetación que no dificulte el tiro a los arqueros.

A la mañana siguiente, con las primeras luces del alba, vuestros pendones y banderines ondean en el cerro elegido. La vanguardia del ejército está formada por la Guardia Real, todos de blanco a rayas negras. A su diestra, las milicias de Khytya con sus pendones multicolores. A ambos lados, las unidades de arqueros y, junto a ellos, divididos en dos grupos, los jinetes puma de Niar. Hacéis sonar las trompetas y las flautas vamshi y esperáis desafiantes durante toda la mañana, pero los gigantes no aparecen.

A media mañana reúnes a tus capitanes. Debéis tomar una decisión: esperar (y decidir hasta cuándo) o cambiar de estrategia
y comenzar a avanzar. Ekôram vuelve a proponer un avance hasta llegar a la plaza fuerte de los gigantes en lo más profundo de la selva y plantar asedio. La selva por aquella zona es muy pobre y tenéis más provisiones para aguantar que ellos si les cortáis las vías de suministro. Tu tío Qimat, por el contrario, recomienda paciencia, dice que los gigantes saben que estáis allí y les costará decidirse, pero si en algo conoce a los gigantes, es que son un pueblo orgulloso y no van a rechazar un desafío como este. Niar, por su parte, no se muestra conforme con ninguna de las opciones.

Notas de juego

Sección 14

Si decides avanzar hacia las zonas fortificadas de los gigantes siguiendo el consejo de Ekôram, pasa a la sección 4.
Si decides continuar esperando, pasa a la sección 15.

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11/07/2022, 07:54
Rohak 15

Rohak se mostró entusiasmado. Sería su primera batalla. Quizás también fuera la última. Esperaba que en ese caso fuera por lo importancia de la victoria y no por perder la vida. Como fuera, sentía que el corazón le latía con fuerza en el pecho.

Incluso el plan de batalla le terminó pareciendo bastante bueno. No era que supiera tanto de esas cosas, pero aún así tenía fe en que todo saldría muy bien.

El problema fue que no salió de ninguna manera, ni bien ni mal. Los gigantes no se presentaron y eso era un problema, porque nuevamente debía tomar una decisión que dejaría a la mayoría descontenta.

Para Rohak las palabras de su tío tenían mucha relevancia. No solo por una cuestión de compartir sangre, sino que era quien más experiencia tenía en ese tema. Aunque no era menos cierto que si estaban influenciados por el hombre cobra, quizás su comportamiento no fuera el que tenía acostumbrado a su tío.

No quería desautorizarlo frente al resto y en todo caso podían poner un plazo no demasiado extenso, de modo que Rohak decidió que esperarían un poco más.

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11/07/2022, 19:19
Narrador

Te mantienes sobre el plan previsto, pero atisbas por primera vez una sombra de desconfianza en la mirada de tus hombres. Sabes que te creen manipulado por tu tío y no se te ocurre cómo convencerles de que las decisiones son realmente tuyas. Lo que sientes por tu tío es admiración, pero escuchas sus consejos en igual medida que escuchas los del resto de tus capitanes.

El sol del mediodía comienza a hacer estragos entre tus tropas. La zona despejada propicia para los arqueros no resulta ser tan favorable bajo un sol sin sombra bajo la que cobijarse. Entonces los ves. Una larga fila de gigantes de todo tipo. A aquella distancia parecían hombres normales formando en un ejército convencional; la lejanía equiparaba la diferencia de talla entre los soldados de ambos ejércitos. Los gigantes forman en una larga y maltrecha línea frente a vuestro ejército. Y esperan. ¿A qué esperan?

Entonces oís los zumbidos lejanos. Un estruendo que va creciendo en intensidad a medida que se acerca. ¡Naves Cobra! ¡Seis naves Cobra! Aparecen contra la luz del sol de mediodía, como sombras negras de rapaces, y descienden en picado sobre vuestros hombres mientras los gigantes se limitan a reír en la distancia. La intensa luz del sol se entremezcla con los rayos color rubí que las naves escupen contra vuestras tropas. Tan solo hay destellos deslumbrantes por todas partes. La tierra explota en terrones envueltos en humo y fuego a vuestro alrededor. Los arqueros, en un vano intento por defenderse, descargan sus arcos contra el cielo y una nube negra de flechas vuela hacia las naves Cobra, pero todos los proyectiles rebotan en sus cascos metálicos y caen sin hacer ningún daño.

Las naves comienzan a girar en círculos como buitres sobre vuestras tropas, descargando luz y muerte a su paso. No te queda más opción que ordenar la retirada. Con lágrimas en los ojos, os replegáis mientras veis cómo más de la mitad de vuestros hombres yacen muertos en el campo de batalla. Pero ahí no acaba todo. En aquel preciso instante, los gigantes rompen filas y comienzan a correr hacia vosotros. Os persiguen.

A viva voz consigues hacerte oír en medio del estruendo y reorganizas a un grupo de jinetes puma para ordenarles que reagrupen a las tropas y las dirijan hacia el sur. Los ágiles jinetes alcanzan raudos a diferentes grupos que se retiraban en desorden, salvándolos de una muerte segura. Poco a poco llegan grupos desorganizados desde diferentes puntos de la selva. Más de la mitad de tus hombres han caído en combate o están dispersos por la selva, pero consigues reagrupar a un nutrido grupo de casi doscientos hombres. Tras atender a los heridos y tomar un breve resuello, decides no arriesgarte y encabezar la marcha hacia el este.

-"¡Vamos!" Dices a tus hombres, bien fuerte para que todos puedan oírte. "¡Salgamos de esta maldita selva antes de que sea demasiado tarde!"

Todos asienten y deciden seguirte. No podéis esperar más. Si pasa más tiempo, podrían alcanzaros y acabar así con las esperanzas de supervivencia de este pequeño grupo. No hay ni rastro de Eakânt o tu tío. Nyar continúa al mando de sus diezmados jinetes puma y Ekôram, como siempre, se encuentra a tu lado. En tu mente se forma una imagen repentina, un lugar hacia donde replegarse: El Templo de las Mil Puertas, en pleno centro de la selva.

Notas de juego

Sección 15

Pasa a la sección 16.

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11/07/2022, 19:26
Narrador

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11/07/2022, 19:27
Narrador

Por fin, al borde de la extenuación, tras leguas de barro en vuestros cuerpos y jornadas sin descanso a través de la selva, llegáis a las ruinas del Templo de las Mil Puertas. Ante vosotros se alza la impresionante construcción a la que vuestras leyes prohíben entrar, quién sabe qué secretos se ocultarían en su interior. El tono rojizo de sus murallas contrasta con el verde oscuro de la selva que amenaza con engullir la reliquia que construyeron, según las creencias de tu pueblo, los mismísimos dioses. Muchos cuentan que en su interior pueden encontrarse artefactos misteriosos y muchos secretos, pero pocos se atreven a romper la prohibición.

Con un gesto de la mano, ordenas a tus hombres que esperen mientras tú avanzas hacia el interior del templo. Ekôram hace caso omiso de tu orden y permanece a tu lado, con la lanza sobre el hombro.

-"No permitiré que entres solo, Rohak." Te dice Ekôram.

-"Debo hacerlo, los hombres solo nos estorbarían ahí dentro y lo sabes." Le respondes.

-"Formaremos un pequeño grupo de caza de una docena de guardias reales. No sabemos qué clase de criaturas mora en esas profundidades cavernosas."

A regañadientes, accedes a llevar escolta, pese a que sabes que es un terrible error. Entráis y pasáis por un gigantesco corredor flanqueado por ciclópeas estatuas de forma vagamente humanoide cuyos rostros se pierden en las sombras de la oscura bóveda del templo. A pesar de ser expertos cazadores, vuestro avance no puede evitar producir una serie de sonidos y tintineos metálicos propios de los hombres de armas. Al fin llegáis a una sala de planta hexagonal de la que parten dos puertas; una cuyo dintel está decorado con una cadena dorada y la otra, en la pared casi opuesta, está decorada con metal bruñido de remaches de bronce. El metal parece oscilar si lo miras con atención, como si respirase. Uno de tus hombres no puede evitar emitir un gemido de horror al tocar uno de los dinteles de la puerta. El soldado se excusa al ver que todos lo miráis.

-"¡Es como si tuviera vida!" Dice, visiblemente alterado.

-"¡De ahora en adelante, ahórrate tocar nada!" Le reprende duramente Ekôram, que se vuelve hacia ti esperando órdenes.

Tú le devuelves la mirada, dispuesto a dar tu orden, pero antes te fijas en el enlosado de las baldosas que pisáis, que parece estar orientado de este a oeste. Al menos, tendréis alguna pista para orientaros en este laberinto.

Notas de juego

Sección 16

Si decides ir por la puerta de las cadenas doradas rumbo norte, pasa a la sección 49.
Si decides ir por la puerta decorada con metal bruñido rumbo sudeste, pasa a la sección 35.

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12/07/2022, 09:18
Rohak 15

Cualquiera puede equivocarse, pero algunos errores resultan demasiado caros. Incluso Qimat, con toda su experiencia, podía condenar a sus hombres a la derrota. Aunque en realidad no había sido Qimat sino su sobrino, escuchándolo a él, el responsable de lo ocurrido.

La idea de que los hombres cobra estaban junto a los gigantes se materializó frente a los ojos de Rohak, aunque de manera levemente distinta a la que Rohak imaginaba. Había contemplado que los gigantes solo fueran una distracción para que los hombres cobra atacaran la ciudad, pero no aquello.

La huida fue inevitable. En un afán por apagar la culpa que sentía y compensar su error, decidió ingresar al Templo de las Mil Puertas para buscar allí el milagro. Quería hacerlo solo y volver a cargar sobre sus hombros el destino de todos, pero fuera para bien o para mal, Ekôram se lo impidió y armó una escolta.

Nadie conocía ese templo. Eakânt era quien podía conocer, pero no estaba allí. Sin pistas respecto de qué camino era mejor, Rohak se dejó tentar por el dorado de la puerta norte.

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12/07/2022, 15:57
Narrador

Tomáis la puerta norte decorada con cadenas doradas. Sin duda, los dinteles de las puertas indican con señales a dónde conduce cada una, pero esas pistas te resultan desconcertantes y te guías más bien por instinto. Qué bien te habría venido aquí la compañía de Syon o Eakânt, piensas, ahora que ya te habías acostumbrado a sus sabios consejos. Lo cierto es que te cuesta tomar decisiones rodeado de soldadesca, los hombres siempre están asustados e inquietos y terminan distrayéndote. La idea de que tendrías que haber entrado solo al templo cada vez te convence más.

Avanzáis por el oscuro corredor hasta que la escasa luz de los pasillos que dan al exterior no es suficiente y los hombres encienden antorchas. Ahora sí que llamáis la atención en mitad de aquel largo y oscuro corredor de piedras ancestrales. Os aproximáis a otra de las estancias hexagonales justo cuando todos sentís una corriente de aire gélido acompañado de un fogonazo luminoso que os deslumbra. Cuando la luz se apaga y vuestros ojos se recuperan, observáis con sorpresa que el corredor ha cambiado súbitamente de aspecto. Ahora hay hileras de antorchas encendidas que alumbran las paredes y el suelo está cubierto por una lujosa alfombra que no parece tener fin. Incluso el aire que se respira es diferente, no solo el olor. Algo ha cambiado y te invade el intranquilo sentimiento de que estáis en otra época, un tiempo que no os corresponde.

De repente, mientras te encuentras sumido en tus pensamientos intentando encontrar una respuesta para este misterio, vuestros hombres dan la alarma al ver salir a un grupo de soldados con armadura dorada de la habitación hexagonal y correr por el corredor hacia vosotros. ¡Son hombres cobra que, nada más veros, desenvainan unas espadas curvas y se lanzan sobre vosotros! Tus hombres responden al ataque con sus lanzas y consiguen bloquear sus ataques. Te extraña que estas criaturas usen espadas, ya que hasta ahora los habías visto empuñar sus mortíferas armas de rayos, mucho más rápidas y efectivas que
cualquier espada.

Desgraciadamente, el ruido del combate atrae a más hombres cobra desde el otro lado del corredor ¡Estáis rodeados! Volteas a Hacha de Plomo sobre tu cabeza y descargas tu primer golpe contra el hombre cobra que tienes delante, cercenándole la cabeza de un solo tajo y arrancando chispas y esquirlas de su armadura dorada. El increíble golpe parece haberte impresionado más a ti que a tus adversarios, que continúan batiéndose impasibles, pero por mucho que te esfuerzas, no consigues hacerlos retroceder. Vuestros enemigos no se defienden, no les preocupan las heridas; simplemente, atacan. Es como si les hubiesen desconectado el instinto primordial del miedo. Y con aquellos ojos sin vida, aquellos ojos inertes de reptil, continúan combatiéndoos sin tregua, sin interés alguno por tomar prisioneros, hasta que cae el último de vosotros.

Momentos más tarde, el mismo fogonazo vuelve a aparecer y el corredor queda en silencio, justo como antes. Pero ahora, el lugar está completamente vacío. Solo unas muescas en la piedra, erosionadas por el tiempo de los siglos, quedan como mudos testigos de vuestro paso.

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -

Notas de juego

Sección 49

Has muerto valerosamente. Espero que te haya gustado la aventura. Ahora hay dos caminos posibles a elegir: dejar la partida con el agrio sabor de boca que te ha dejado Rohak 15 o volver a empezar de nuevo en la sección 1 o en otra posterior y elegir otros caminos.

¡Tú decides!