Partida Rol por web

El Templo de las Mil Puertas (Imperio Cobra)

Rohak 18

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04/08/2022, 23:26
Narrador

El hecho de que durante la celebración de la victoria contra los Gigantes apareciese una segunda hacha en mitad del relato no dejó de causar revuelo en toda la ciudad durante semanas. Por todo el reino se extendieron los más variados rumores que vaticinaban buenos augurios, aunque este misterioso hecho a ti te causara escalofríos, sobre todo por cómo lo viviste. De todas formas, los khytyanos son un pueblo sencillo de cazadores y recolectores que aceptan las cosas tal como les vienen dadas, sin demasiados miramientos, así que la solución khytyana ante el misterio de la duplicación de las hachas fue que, en lugar de colgar una sola hacha en el salón del trono, se formó una panoplia con dos hachas cruzadas que a partir de ahora sería el emblema de la Casa de Tarak, o lo que es lo mismo, el emblema de tu propia casa.

Pero por más que examinaste ambas armas con detalle, no podías observar ninguna diferencia. No eran dos armas idénticas, eran la misma arma: las mismas melladuras en los mismos lugares, las mismas manchas en el metal, idénticos arañazos. Era la misma hacha, pero duplicada en una misma realidad.

Cuando has intentado hablar con tu padre sobre este hecho, él siempre te ha repetido lo mismo:

-Hijo, acepta las cosas como te vienen dadas y no le des más vueltas, no las vayas a marear.

Pero tú no has podido tomarte este hecho con la misma filosofía. Desde luego, la materialización de un arma física no es algo común, es algo demasiado inquietante como para dejarlo pasar sin más. La milagrosa aparición del Hacha de Gigantes ha propagado una sensación de protección mística en la ciudad y ha afianzado la seguridad de los ciudadanos en su vasîm, aumentando aún más su popularidad. Tarak se ha convertido en uno de los vasîm más queridos de todos los tiempos y el reino parece prosperar a un ritmo frenético.

Aunque la oposición contra el Imperio Cobra que mantiene tu padre ha traído algunas consecuencias negativas, como el incendio y saqueo de Puerto Raîsa, el principal puerto comercial del reino, la segunda hacha ha insuflado la esperanza suficiente como para que se comiencen a oír rumores de reconquistarlo y reconstruirlo de nuevo. Khytya ahora es un reino más próspero y rico, solo dos semanas después de que se obrara el milagro. Y cuando las cosas vienen bien dadas, nadie se dedica a torcerlas, no sea que le tilden a uno de pájaro de mal agüero.

A pesar de guardarte para ti mismo tus pensamientos, aquel asunto del hacha nunca te ha parecido el presagio favorable que todos ven. Pero, al fin y al cabo, ¿qué más puedes hacer?

Notas de juego

Sección 1

Si continúas con tu vida confiando en los buenos presagios, pasa a la sección 31.
Si decides viajar a las Montañas del Alud para consultar al Oráculo sobre la extraña visión que tuviste, pasa a la sección 22.

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05/08/2022, 22:00
Rohak 18

Estuve tentado de ir a ver al Oráculo... pero se vivía demasiado bien en Khytia. Además, ¿por qué desconfiar de los buenos presagios?  Nadie se tomaría bien que acudiese a los adivinos con un presagio contrario al augurio oficial. Dirían que dudo de mi padre, de mi familia y de mi rey. No podía ser. Mi deber y mi futuro como heredero estaban en juego.

Aunque la visión volvía a mí cada vez que cerraba los ojos, ya fuese de noche o de día. Polifemo riendo sobre el cadáver de mi padre. Kthytia en llamas. Y el gran hacha a mis pies, pidiéndome que la tomara y enfrentase al gigante con su misma arma. Por suerte, poco a poco, esos sueños fueron dando paso a otros más placenteros.

 

Notas de juego

Paso a la sección 31.

Vamos a empezar por lo contrario desde el principio... haber ido a las Montañas encarriló mucho las decisiones en el Templo.

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06/08/2022, 12:11
Narrador

La vida continúa y durante las siguientes semanas te relajas un poco para ver que también es posible una vida favorable y de buenos presagios. Quizás te han jugado una mala pasada tus ansias de vivir el tipo de aventuras que vivieron tu padre y tu tío Qimat cuando no tenían mucha más edad que tú, pero el caso es que te sientes poco importante. Mientras tú aprendes de forma cómoda el arte de la caza, la recolección, la alquimia y otras disciplinas de la ciudad, tu padre y tu tío, a tu misma edad, ya se adentraron en el Mar de la Niebla para plantarle cara al mayor Imperio que existe en el mundo y vivieron un sinfín de aventuras.

Una de las muchas noches en las que no paras de dar vueltas en la cama pensando en esto, te levantas y te diriges, como tantas otras noches en vela, a la sala del trono. Desde que hizo su aparición, pasas muchas noches contemplando las hachas cruzadas y dándole vueltas a la cabeza. ¿Cómo puede materializarse de la nada un arma de sólido metal? Como estás solo, te permites el lujo de ponerte de pie sobre el trono para descolgar el hacha. Es algo que sueles hacer a menudo cuando nadie te ve. Su tacto es cálido, a pesar de tratarse de metal. Empuñarla te transmite un tacto electrizante que te reconforta, aunque no sabrías blandirla en combate, ya que es muy pesada y te cuesta balancearla. Pero mientras te entretienes con ella entre los brazos, notas algo en tu visión periférica, como una sombra fugaz. Te giras tan rápido como puedes y allí está, igual que la última vez que lo viste, erguido en el centro de la sala del trono de tu padre, el gigante Polifemo blande su hacha para descargarla sobre ti. Todo está en penumbra y observas su masivo cuerpo que abarca toda la estancia y su cabeza que casi llega al techo. Lo oyes respirar agitadamente, su pecho sube y baja en una convulsiva respiración agitada. En su rostro negro por la oscuridad brilla una pupila que refleja la escasa luz, como los ojos de un gato fijos en su presa. ¿Es real? ¿Una visión? ¿Te estarás volviendo loco?

Notas de juego

Ok, mucha suerte.


Sección 31

Si alertas a la guardia, pasa a la sección 2.
Si decides que debe tratarse de otra visión y la ignoras, pasa a la sección 32.

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06/08/2022, 12:38
Rohak 18

un grito mudo ahogó mi garganta. Polifemo. Había venido a robar el hacha. Y a matarnos a todos. Su venganza. Nuestra ruina.

Pero, ¿cómo había burlado a la guardia? ¿por qué venía a robar un hacha que ya traía en sus manos? No tenía sentido...

No, no tenía sentido. Era otra visión. Otro delirio mío. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué algo en mí se resistía a los buenos augurios? ¿Tan egoísta era en el fondo, que mi sed de aventuras me llevaba a volverme loco? 

Me froté la sien y cerré los ojos, deseando que al abrirlos Polifemo no siguiera allí.

Notas de juego

Paso a la sección 32

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07/08/2022, 13:49
Narrador

Otra vez esa maldita visión. Tú y tus ansias de vivir aventuras están provocando estas fantasías y que estés imaginándote cosas todo el día. Ya no diferencias lo que fabrica tu mente con la realidad; es completamente imposible que haya aparecido por arte de magia un gigante en la sala del trono, sobre todo sin que se diera la alerta al verle llegar, ya que la ciudad tiene guardias apostados por todos los rincones. Además, siempre el mismo gigante: Polifemo, el que tu padre ya mató.

-"¡Estás muerto!" Gritas. "¡Mi padre te mató!"

Desesperado, le lanzas el hacha, que cae justo a sus pies. El gigante la mira con gesto sorprendido y acto seguido, arrugando su ceño en una mueca de rabia, descarga su hacha sobre ti. Tú no parpadeas, como si lo que estuviera ocurriendo solo tuviese lugar en tu mente. Una mente desquiciada a base de hechos que no comprende y que le son imposibles de asimilar.

-Esto no es real. Piensas, y ese es tu último pensamiento. Después, todo se vuelve oscuro.

A la mañana siguiente, el jefe de la guardia Ekôram encuentra tu cuerpo sin vida en la sala. Lo halla justo frente al trono, tirado en el suelo junto a una de las Hachas de Gigante. No hay marcas de violencia en tu cuerpo, pero los sanadores contaron que todas tus costillas estaban destrozadas, como si hubieran recibido un fuerte golpe. Algunos, para tranquilizar sus mentes racionales, aducen que pudo tratarse de una caída, pero saben que no es cierto. En el fondo de sus mentes saben que para causar tal destrucción interna haría falta un golpe muy fuerte, mucho más fuerte que la caída desde el trono.

Se declara un día de luto y tu padre, según las costumbres funerarias khytyanas, es el que se encarga de tu cuerpo. Es un día triste para todo el reino. Todos continúan con sus quehaceres, pero sin alegría. El hacha es colocada en la panoplia y se limpian dos enormes charcos de barro que hay en la sala del trono, como huellas de gigante, pero nadie se pregunta cómo llegaron allí.

En el futuro contarán que así fue cómo cambió la suerte de Khytya, con la muerte del joven heredero. Pero la verdad es que el destino ya estaba trazado desde mucho antes. Solo tres meses después comenzaron los ataques. Primero desorganizados. Después sin tregua. Día y noche, hasta que la ciudad cayó. Ahora, entre tocones humeantes y troncos astillados, los gigantes campan a sus anchas por lo que alguna vez fue el reino arbóreo más fastuoso de los tres reinos.

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -

Notas de juego

Sección 32

Has muerto valerosamente. Espero que te haya gustado la aventura. Ahora hay dos caminos posibles a elegir: dejar la partida con el agrio sabor de boca que te ha dejado Rohak 18 o volver a empezar de nuevo en la sección 1 o en otra posterior y elegir otros caminos.

¡Tú decides!

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08/08/2022, 12:39
Rohak 18

Qué estúpido fui. ¿Cómo pude obviar tantas señales? Me refugié en la falsa seguridad de los buenos augurios, que se hacen para tener contentas a las masas. Me refugié en la falsa comodidad de mi vida principesca, como si la realidad no pudiese afectarme. 

Las fuerzas mágicas me reclamaban ser un héroe para Khytia... y he sido su ruina.

Notas de juego

Me parto de risa XD Muerto en dos turnos tomando las decisiones opuestas a las de la partida anterior.

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08/08/2022, 20:30
Narrador

-"¡Alerta!" Gritas. "¡A mí la guardia!"

Al instante, un grupo de hombres armados con lanzas y antorchas irrumpen en la sala del trono. Las luces anaranjadas proyectadas por el fuego acaban por diluir al gigante en jirones de sombras. Los guardias registran la sala con gesto extraño. Tras comprobar que no hay ningún peligro, el jefe de la guardia se dirige a ti.

-"¿Estáis bien, alteza?" Ves que lo dice con un tono escéptico. Respetuoso, pero escéptico.

-"Sí. Gracias, Ekôram, me pareció ver a alguien." Te excusas, pero alcanzas a ver cómo el resto de la guardia te mira de reojo.

Sabes lo que piensan. A pesar de tu discreción, desde la aparición del hacha todo el mundo ha empezado a comentar los desvaríos del hijo del vasîm. Los rumores se han ido extendiendo y al final se han propagado sin que nadie pueda hacer nada. Y así, poco a poco, te has ido ganando la fama de 'hijo loco del vasîm'.

-"Si no necesitáis nada más..." Añade Ekôram.

-"No, podéis retiraros." Los dispensas. "Y por favor, no le contéis nada de esto a mi padre."

Ekôram asiente con gesto fiel y se retira en último lugar, cerrando la sala del trono tras de sí. Te quedas a solas de nuevo en la estancia, pero ya no sientes miedo. Ya no notas ninguna presencia allí. Sin embargo, hay algo que llama tu atención: dos enormes charcos de barro, dos enormes y ovalados charcos de barro de la selva que incluso desde donde estás puedes oler su fresco olor a tierra húmeda. Han aparecido allí, en medio de la sala, de forma inexplicable, aunque en realidad tú sabes cómo han aparecido. Por su forma, por cómo están colocadas, sabes lo que realmente son: las dos enormes huellas que dejaría un gigante. Debes averiguar lo que está pasando o te tomarán por un loco. De hecho, de no averiguarlo estás completamente seguro de que te volverás loco. Y la única manera de saber más es ir al territorio de los gigantes; puede que allí encuentres alguna pista que te ayude a comprender algo de este asunto.

Notas de juego

Supongo que esta es la sección que querías, ¿no?


Sección 2

Pasa a la sección 23.

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08/08/2022, 20:33
Narrador

Preparas un hatillo con lo que puedas necesitar: agua, carne conservada con sal, frutos desecados, semillas y pan ácimo. Como arma llevas tu sûr, el largo cuchillo khytyano, ya que aún no tienes edad de portar lanza. Calculas que echar un vistazo en el territorio de los gigantes no te llevará más de una jornada y media, tendrás que apresurarte para tardar el mínimo tiempo posible. Las partidas de caza están muy controladas y no permiten que ningún miembro se marche solo, así que si quieres explorar lo mejor es que te busques alguna excusa que te permita tener un día libre en el que nadie sospeche lo que vas a hacer. Después de todo, eres el hijo del vasîm y no tienes muchas libertades.

Te levantas muy temprano ese día y te despides de tu madre, la reina Îshara. Al mirar sus ojos grises ves preocupación en su mirada y te preguntas si tu rostro habrá delatado tus verdaderas intenciones. Es difícil ocultarle algo así a una madre. Sin embargo, se despide de ti y partes sin problema. Tu padre está ocupado con asuntos de gobierno, o lo que es lo mismo, mediando entre todos y cada uno de los conflictivos ciudadanos de la ciudad, que solo parecían ponerse de acuerdo en lo que respectaba a fiestas y celebraciones.

Hace un día espléndido y avanzas a buen ritmo siguiendo el camino comercial del sur. El encontrarte tan solo y vulnerable en la selva te produce una sensación de plenitud y de autosuficiencia que no has sentido en tu vida. Quizá todo lo que te hacía falta para despejar tu mente de visiones y fantasías era simplemente hacer esto más a menudo. Buscar la soledad, bastarte tú mismo y alejarte de vez en cuando de una vida de comodidades como hijo sobreprotegido del vasîm.

Paras brevemente para comer, o más bien para engullir tus provisiones porque apenas te sientas unos instantes, y continúas hacia el este, a las tierras de los gigantes. Al fondo, entre la espesura y rodeado de jirones de niebla, divisas las cúpulas del Templo de las Mil Puertas, visible desde toda la región central de la selva. Al atardecer la luz disminuye y la selva se torna un poco más siniestra. Toda la zona te da indicios de la actividad de los gigantes; troncos rotos, restos de huesos de animales y otras criaturas que han sido devorados y marcas en los troncos de los árboles delimitando zonas que supones deben ser de diferentes clanes salvajes.

No puedes negar que te sientes atemorizado. Nunca has estado tan lejos de tu hogar como lo estás ahora y no quedan más que un par de horas de luz antes de que anochezca. Llegarás a casa bastante tarde, eso seguro, pero ya sabías que no podrías abarcar tanto territorio y llegar antes del anochecer. Aguantarás el rapapolvo de tu padre, aceptarás el castigo y asumirás tu irresponsabilidad. Pero al menos seguirás cuerdo y no serás conocido como el 'hijo loco del vasîm'.

-"¡CRAAAACKKKKK!"

El ruido de una rama al partirse te sobresalta. Luego otra y otra. Te escondes entre las largas raíces de un árbol cercano y observas en dirección al estruendo. Seguro que son gigantes. Tu pulso se acelera y tu corazón amenaza con partirte el pecho a base de golpes. Respiras profundamente y observas. Entonces los ves. Son aún más grandes de lo que te habías imaginado. Su aspecto es más rudo que en las versiones épicas de tu imaginación y te preguntas cómo tu padre pudo abatir a una de estas criaturas. El grupo lo componen cinco gigantes, todos ataviados con pieles y correajes; algunos llevan el pelo trenzado y otros recogido en una sola coleta, pero la mayor parte lo llevan enredado y surcado por huesos u otro tipo de decoraciones... o deshechos, no podrías estar seguro de la intención final de los abalorios que los gigantes exponen en sus cabellos.

Avanzan tan ruidosa como despreocupadamente por la selva. Decides seguirlos, pero ellos no se percatan de tu presencia en lo más mínimo. Cuando has avanzado tras ellos durante un par de kilómetros, otro grupo se les une. Y después de un rato, otro más. Parece que todos se dirigen a una gran reunión. Ahora comienzas a temer que te detecten por tu olor, ya que son demasiados. Decides mantener la distancia y observarlos de una forma más segura. Pronto llegas a la conclusión de que todos esos gigantes pertenecen a diferentes clanes, ya que lucen diferentes formas de vestir el cuero, adornar sus cabellos e incluso algunos muestran pintadas muy características en rostros y pechos. Ves a un grupo realmente grande que parece ser uno de los clanes más fuertes. Llevan el cabello rasurado, salvo por una coleta, y se decoran la cara y el pecho con pintadas de barro en forma de líneas en cualquier dirección. El barro cuarteado y seco les confiere un aspecto feroz en comparación con otros clanes. Hay otros, en cambio, que se cuelgan del cuerpo raíces y hojas verdes, confiriéndoles un aspecto 'vegetal' que les hace parecer más un grupo de árboles que un clan de gigantes. Otros van decorados con sangre y las moscas no paran de rondarlos, lo que les da un aspecto bastante desagradable.

Los gigantes continúan avanzando hasta que dejas de verlos, así que no te queda otra opción que avanzar un poco más. Pronto llegas al lugar donde se dirigían, todos se han reunido en torno a unas enormes ruinas en medio de la selva, una de tantas dejadas en la selva por los Dioses como testimonio de su paso por el mundo. Aunque estas son solo restos de calzadas, pues no hay ninguna piedra sobre piedra que supere el metro de altura, puedes ver que las ruinas se extienden por la selva abarcando una extensión de más de un kilómetro cuadrado, más que suficiente para acoger a todos los gigantes.

La luz del cielo se comienza a tornar rojiza, ya no restan más que los últimos rayos del sol y después estarás solo y a oscuras en la selva. Tu corazón se comprime en un puño, pero te armas de valor, ya has llegado hasta aquí y tienes que averiguar qué es lo que está sucediendo con tus visiones sobre los gigantes. De pronto, del cielo surge un estruendo que te es familiar. Un zumbido creciente que se acerca desde la lejanía hasta que el ruido lo abarca todo y parece que hace vibrar el mismo aire. Los gigantes alzan la mirada y contemplan con su único ojo cómo desciende una nave Cobra; todos observan sin perder detalle. Puedes ver cómo muchos mantienen un gesto desafiante, mientras que otros se maravillan y no salen de su asombro al ver cómo el artefacto metálico desciende sobre una columna de fuego y humo hasta posarse entre la ruinas.

El mascarón metálico en forma de cobra se alza y de la parte ventral de la nave desciende una pasarela metálica. Del interior rezuman vapores entre una luz rojiza y al poco tiempo ves aparecer entre el humo a dos hombres cobra. No son como los que has visto antes, que siempre iban ataviados únicamente con correajes y armas, estos visten túnicas de bordados dorados y verdes. Las dos figuras salen de su nave y se colocan en el centro de las ruinas. Cuando lo hacen, una comitiva de cada clan de gigantes da un paso al frente, algunas compuesta por uno y otras por dos representantes, hasta formar un corrillo entre los jefes de los clanes y los hombres cobra.

Desde donde tú estás te cuesta mucho oír la conversación, pero reparas que son los hombres cobra los que comienzan a hablar. Y no lo hacen en el tono sibilino de su lengua reptiliana, sino que emplean la antigua lengua de los gigantes, un lenguaje que no se oía en siglos. Sin duda, es una señal de respeto hacia los gigantes. Todos escuchan con atención, pero en esa lengua tú no entiendes nada.

Notas de juego

Sección 23

Si decides que has visto suficiente y tienes que avisar de que existe una alianza entre los hombres cobra y los gigantes, pasa a la sección 3.
Si te quedas para intentar averiguar más sobre la alianza entre los hombres cobra y los gigantes, pasa a la sección 24.

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16/08/2022, 13:53
Rohak 18

Era un paria. Nadie me creía. No quería ser una vergüenza para mi padre y mi pueblo. Así que rechacé los buenos augurios, cedí a la llamada de mis visiones, y me lancé a la aventura. Adiós, madre.

Dioses, qué bien me sentí.

Al fin, era el protagonista de algo. De algo grande, fantaseaba. De algo heroico. Como mi padre y mi tío. Sentía empequeñecerse la selva a mi paso, oía a mi corazón retumbando a cada paso. Como si fuese un ejército de un solo hombre. El Destino me reclamaba, y yo acudía. 

Pero...

... al caer la tarde y adentrarme en el territorio de los gigantes, los miedos se fueron adueñando poco a poco se mí. Ellos sí eran tan grandes, lo mío era sólo una sensación. La visión de Polifemo venía a mí una y otra vez. 

 Una gran estruendo me hizo volver a la realidad. Me escondí y vi... a los gigantes. Eran cinco. Enormes. Fieros. Confiados. Tragué saliva. Había venido a investigar, no a pasear o divagar. Era el momento de la verdad, aunque la oscuridad de la noche me engullese.

Como un hábil cazador les seguí por la selva... el grupo de gigantes creció y creció... hasta que unos hombres cobra descendieron del cielo. ¡Dioses! ¡Las visiones eran ciertas! Me obligué a permanecer allí, en la selva oscura, para averiguar todo lo posible de la alianza de los enemigos de Khytia.

Notas de juego

¡Gracias!

Imagino que sí escojo la 3 y vuelvo corriendo como un poseído... me van a terminar encerrando y me voy a morir de delirios, en la cárcel o ajusticiado.

Así que paso al 24.

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18/08/2022, 22:30
Narrador

A pesar de que está oscureciendo, te parece que lo que está ocurriendo aquí es demasiado importante como para dejarlo pasar y decides seguir observando. El discurso se prolonga y a medida que lo hace los gigantes del círculo central se vuelven más activos y habladores. La conversación, de no ser por sus tétricos protagonistas, la podrías definir como animada. Pronto se empiezan a intercambiar muestras de amistad y diferentes tipos de abalorios; los gigantes entregan objetos sin apenas valor, pero los hombres cobra ofrecen artefactos que reconoces como de perditecnia.

Cuando la reunión llega a su punto culmen, se coloca un círculo de antorchas en torno al lugar de reunión y del interior de la nave Cobra surge una nueva figura, un nuevo hombre cobra que hasta el momento había permanecido dentro del aparato. Su túnica luce tonos entre rojo burdeos y dorado que desprenden reflejos de las antorchas. Pero lo que más te sorprende de este último hombre cobra es precisamente que no es un hombre cobra. Aparentemente es idéntico: piel escamosa, larga cola, cabeza de reptil… Pero su cabeza carece de la corona típica de los hombres cobra, tiene una forma estilizada, como la de una serpiente de la selva. Su cuello es más largo y esbelto, a diferencia de sus dos compañeros, detalle que se aprecia aún más cuando el recién llegado alcanza el círculo y se coloca entre ellos. ¿Se tratará de otra especie de hombre serpiente? Desde niño has oído habladurías sobre una antigua raza de hombres serpiente que dominaba el mundo, pero creías que no eran más que leyendas alentadas por el Imperio Cobra y sus lacayos; nunca supiste que existía otro tipo de mezcla entre humano y reptil que no fuera un hombre cobra.

El tercer sujeto, al sumarse a la conversación, comienza a balancear su cuello de un lado para otro mientras habla el dialecto de los gigantes. Lo hace acompasadamente, mientras su lengua bífida aparece y desaparece rítmicamente entre sus labios. De repente, su conversación se interrumpe de forma súbita. Algo no va bien. El hombre serpiente alza el cuello en toda su extensión y parece otear el ambiente con su hocico chato y escamoso. Por un momento te asustas. Sientes miedo de haber sido descubierto, pero te tranquilizas pensando en que no hay razón para ello. Llevas horas escondido sin que nadie sospechara. Si te pudieran detectar por el olor, ya lo habrían hecho a estas alturas. Entonces es cuando ves que los ojos del nuevo hombre serpiente se iluminan con un tono rojizo, una luz que se hace más patente en la oscuridad, y observas cómo oscila su cabeza reptiliana de un lado a otro mientras esos dos focos de rojo intenso no dejan de observarlo todo, como buscando algo en el aire. De repente deja de moverse y podrías jurar que sus ojos se quedan clavados en ti a pesar de la distancia. El hombre serpiente da un par de órdenes, esta vez en la silbante lengua de los de su especie, y sus dos secuaces saltan de su lado corriendo a una increíble velocidad. No cabe duda, se dirigen hacia donde tú estás. Aún están bastante lejos, tienen que atravesar toda la calzada de ruinas y el círculo de gigantes, pero nunca habías visto moverse a nadie tan rápido.

Si te quedas quieto te cazarán como a un conejo en su madriguera, así que sales de tu escondite y corres con todas tus fuerzas por la selva. Dejas atrás las luces de las antorchas y te internas en la oscuridad de la vegetación más profunda. Corres cuanto puedes y mientras lo haces te tropiezas con ramas y piedras que ni siquiera puedes ver en la oscuridad. Una rama te golpea fuertemente en la frente y por poco te hace caer. Comienzas a sentir cómo un líquido viscoso y cálido te resbala por la cara. Detrás de ti escuchas cómo la vegetación se mueve a toda velocidad; sin duda son los hombres cobra. A medida que te vas agotando, vas perdiendo terreno. Ya los sientes justo a tu espalda, aunque la oscuridad no te permite verlos. Desenvainas tu sûr, dispuesto a defenderte, y te giras. El primer hombre cobra se abalanza sobre ti y le lanzas una cuchillada. No llegas a saber si le impactaste o no, ya que la fuerza de su embate os tira al suelo. Forcejeas, pero el hombre cobra cierra sus fauces en torno a tu cuello. Notas cómo sus colmillos se hunden en tu piel al tiempo que su veneno se inyecta en tu cuerpo. Al principio notas una sensación de ardor que te abrasa las entrañas, pero pronto se torna en una agradable calidez que te embriaga y acabas cayendo en un sueño casi placentero.

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -

Notas de juego

Sección 24

Has muerto valerosamente. Espero que te haya gustado la aventura. Ahora hay dos caminos posibles a elegir: dejar la partida con el agrio sabor de boca que te ha dejado Rohak 18 o volver a empezar de nuevo en la sección 1 o en otra posterior y elegir otros caminos.

¡Tú decides!

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19/08/2022, 08:19
Rohak 18

Ni aventurero, ni príncipe, ni héroe. Un desaparecido más de Khytia. Una desgracia más para mi familia. Muerto en la mitad de la selva, en mi primera noche de exploración. Descubierto y envenenado por mis enemigos. Devorado por alimañas, jamás recibí sepultura. Ni mis huesos quedaron.

Mi espíritu atormentado vaga desde entonces por la calzada de los gigantes. Un alma en pena con demasiados asuntos pendientes entre los vivos como para descansar o renacer.

Madre, lo siento. Padre, perdóname. Si Khytia sigue existiendo.

Notas de juego

¡Final inesperado! Me parecía un riesgo quedarme, pero pensaba que habría una oportunidad de escapar (un combate como los del Templo). Pero no, era un camino directo a una muerte.

¿Qué hubiera pasado si hubiese regresado? ¿Puedo retomar el juego yendo a la sección 3? ¿Me creerán o no en Khytia?

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19/08/2022, 19:10
Narrador

Ya has visto suficiente y debes alertar a tu pueblo. El Imperio ha restablecido sus antiguos lazos de amistad con los clanes de los gigantes y esta nueva alianza podría suponer el fin del reino de Khytya. Te dispones a salir de tu escondite al amparo de las sombras cuando, de repente, alguien te agarra por la espalda. Sorprendido, intentas alcanzar tu sûr, pero un fuerte brazo te inmoviliza al tiempo que te tapa la boca para que no grites. Tu atacante no lo sabe, pero el ataque te ha cogido tan desprevenido que ni siquiera tienes un hálito de resuello para gritar. Poco a poco, la presión va disminuyendo y puedes girar la cabeza para ver a tu agresor. ¡Es Ekôram, el jefe de la guardia! ¿Pero qué demonios hace aquí? Por un momento, tu imaginación se dispara y comienzas a desarrollar disparatadas hipótesis de traición, pero pronto las desechas: de haber sido así, ya estarías muerto. La presencia de Ekôram en aquel lugar probablemente se deba justo a lo contrario: la lealtad. Probablemente te ha estado siguiendo todo el tiempo desde que saliste de la ciudad para protegerte, ya que un grupo más nutrido de soldados llamaría demasiado la atención. El jefe de la guardia no podía dejar que el príncipe heredero saliera solo y se adentrara desprotegido en la selva, aunque sin duda él mismo esté desobedeciendo alguna ley al permitirte salir de la ciudad y no informar de tu pequeña «travesura» de fuga. O quizá no fuera eso. Quizá era respeto, respetaba tu decisión y había decidido acompañarte a cierta distancia para brindarte protección. Te alegras mucho de verlo y pronto la inmovilización a la que te veías sometido hace tan solo un instante se torna en un abrazo entre camaradas de armas.

-"Vas a hacer que te maten." Susurra Ekôram.

-"Pero para eso estás tú aquí, ¿no? Para evitarlo."

-"He de reconocer que he tenido varios momentos en el día en los que pensé detenerte y llevarte de vuelta a la ciudad de un tirón de orejas. Pero estabas en lo cierto, algo se cuece en los territorios de los gigantes. No conviene estar aquí más tiempo, hay que esperar el momento preciso para salir. Pero no podemos irnos de rositas así, sin más; aunque no los veas, hay más guardias apostados ahí, ahí y ahí." Dice, señalando diferentes puntos en los que tú no alcanzabas a ver más que oscuridad.

Mientras habláis, te das cuenta de un detalle importante: una nueva figura está emergiendo de la nave, un tercer hombre cobra que había permanecido en el interior del aparato probablemente observando toda la reunión. Algo te llama la atención, hay algo diferente y a la vez inquietante en esta nueva criatura. Va ataviada con túnica, como los otros dos hombres cobra, pero esta sierpe es más alta y carece de la corona característica de los hombres cobra. Su cabeza es como la de una serpiente convencional, pero más grande, y hay algo en su mirada, en cómo observa el entorno, que causa escalofríos. Tanto tú como Ekôram os sentís sobrecogidos al mismo tiempo, como si un viento helado os hubiese atravesado el corazón justo en el mismo instante.

Ante tal manifestación de malignidad en el ambiente, ambos sentís el impulso irrefrenable de salir corriendo de allí, a pesar de los vigías de los gigantes que Ekôram había apuntado momentos antes, así que salís corriendo a toda prisa, intentando hacer el
menor ruido posible sobre la tierra y la hojarasca que componen el suelo tropical de aquella parte de la selva.

El primer guardia no tarda en dar la alarma al ver una sombra pasar fugazmente junto a él. Ekôram te hace una señal para que te separes y cojas una desviación hacia el este mientras él intenta distraerlos en otra dirección. Continúas corriendo en la dirección que te indica al tiempo que observas cómo Ekôram clava una rodilla en tierra y se coloca con la lanza tensa por encima del hombro. Nada más aparecer el primer gigante, le arroja la lanza con un ágil movimiento. En la oscuridad de la selva tan solo se escucha un largo zumbido que culmina en un gorgoteo húmedo, indicando que le ha acertado en pleno cuello. Sin detenerse a comprobarlo ni a recuperar la lanza, Ekôram se reincorpora y continúa corriendo. Al pasar a tu lado, te susurra:

-"Nos vemos en la cascada de las ruinas del árbol."

Conoces esas ruinas. Es un punto de referencia habitual en las partidas de caza. Pero ahora no estás seguro de poder orientarte y llegar hasta allí en plena noche. De todas formas, corres mientras las ramas te azotan el rostro y tus pies trastabillan con las piedras sueltas del suelo. Tropiezas en muchas ocasiones con los troncos y las ramas bajas, lo que te obliga a correr con los brazos extendidos hacia adelante para evitar golpearte la cara. Entonces es cuando escuchas el zumbido atronador de la nave Cobra y una potente luz se filtra entre la densa arboleda selvática y hace que por un momento te dé la impresión de estar en pleno día. Asustado, te escabulles entre las nudosas raíces de un gran árbol y permaneces inmóvil hasta que pasa la luz. Tras ver cómo se aleja, y solo cuando la nave Cobra se convierte en un pequeño puntito de luz acompañado de un zumbido lejano, como el de una luciérnaga, sales de tu escondite e intentas orientarte hacia el punto de reunión.

Aún sientes escalofríos al recordar el rostro de aquel nuevo ser, aquella serpiente humanoide descomunal con esos ojos que rezumaban pura maldad. ¿Se trataría de otra especie de hombre cobra? ¿Existirían más como aquella criatura? Conoces antiguas historias sobre los antiguos hombres serpiente que una vez poblaron el mundo. ¿Sería esta criatura un superviviente de esa estirpe? Tienes demasiadas preguntas en la cabeza como para concentrarte en lo que estabas haciendo, así que despejas tu mente de cualquier pensamiento que no sea alcanzar la cascada de las ruinas del árbol.

En mitad de lo que te ha parecido una noche eterna, se abre el estruendo lento y continuo del devenir de una cascada. Sin duda, ya estás cerca y el sonido abrumador del agua al caer te reconforta. Nada más llegar, caes de rodillas, exhausto por el esfuerzo. De una sombra surge Ekôram, que te agarra por el brazo y te ayuda a incorporarte de nuevo. Por lo que parece, no habrá descanso. Continuáis corriendo a través de la selva, pero ahora estás mucho más confiado con la compañía del jefe de la guardia. Con las primeras luces del alba divisáis las copas más altas de Khytya y sus puentes colgantes. Sin tomar resuello, Ekôram comienza a dar órdenes a medida que se va encontrando soldados en sus puestos de guardia.

-"¡Tú, avisa a tu padre!" Dice, dirigiéndose a ti. "¡Debe convocar cuanto antes un consejo de guerra!"

Y después Ekôram se encarama a la Torre del Alba, junto a la Plaza del Manantial, de donde pende el Gong de Madera, un increíble artefacto construido con una lámina transversal de un árbol cuya sección mide más de tres metros de grosor y que ahora, suspendido mediante lianas, emite un tañido que se puede escuchar en todo el reino. Pero no es el sonido estridente y metálico de un gong tradicional, es un sonido grave y profundo que reverbera desde lo más profundo del que lo escucha, de dentro hacia afuera, con el tono apagado y constante de los sonidos que solo la selva y la madera pueden brindar. Y es un sonido que se escuchaba muy pocas veces en la vida porque siempre que se hacía sonar se presagiaba un cambio.

La sala del trono muestra hoy un aspecto muy diferente al de hacía dos días. Hasta el fuego de la gran hoguera parece circunspecto, en sintonía con todos los hombres curtidos en armas que se han dado cita allí. De las paredes de madera ahuecada cuelgan los estandartes de todas las casas guerreras de Khytya. Tu padre, sentado en el trono con la pose digna de un rey, no deja de mesarse la barba. Tras él, la panoplia de las dos Hachas de Gigantes cruzadas parecían esta vez una carga sobre sus hombros, más que un signo de buen presagio. Ekôram acaba de intervenir, explicando al mínimo detalle lo que habéis presenciado aquella noche en el concilio de los gigantes. Al terminar, una aguadora le alcanza una jarra de vino para que recupere el resuello. Tú, a su lado, no has dejado de asentir mientras el resto de guerreros y miembros notables de la ciudad se miran los unos a los otros con expresión de incredulidad. Tu tío Qimat te da un par de palmadas en la espalda en reconocimiento a tu valor al conocer la huida a través de la selva que ha relatado el jefe de la guardia. Ese gesto te llena de orgullo y se lo agradeces con la mirada.

-"¡Si los clanes se unen, no hay resistencia posible!" Una voz cascada y profunda que retumba en la estancia rompe el silencio.

El que grita es Eakânt, el sumo maestre de la ciudad. Un hombre muy mayor, grueso y calvo excepto por una rala melena que le nace justo por encima de las orejas y le cae sobre los hombros. Viste una túnica marrón con cosidos de papiro, cada uno de los cuales son méritos alcanzados en su vida de contemplación. Eakânt se acerca al trono con un papiro enrollado en un tronco nudoso que le da un aspecto poco práctico para esa función. Laboriosamente, lo despliega ante tu padre. El papiro está aprovechado al máximo, saturado de runas, letras y dibujos. En él reconoces algunos símbolos que viste en el campamento de los gigantes, esquemas de los patrones con los que se vestían y decoraban muchos de sus objetos y armas, además de símbolos de los escudos que representaban animales, objetos y otra serie de dibujos que te cuesta reconocer. El papiro en sí es una especie de genealogía de los clanes de los gigantes, cuando estaban organizados y tenían una jerarquía. Cuando los clanes gigantes gobernaban toda Khytya. En la parte central del papiro hay un escudo redondo, sin adornos, sobre un fondo negro en el que hay dibujado un rostro rojo con un solo ojo. El emblema te hace recordar al grupo de gigantes que se decoraban sus rostros con sangre. Según figura en aquel vetusto papiro, es el clan de las Lágrimas Sangrientas, el más fuerte de los clanes que gobernaban antaño y de donde se creía que descendía la línea de Polifemo.

-"Desde que fueron derrotados y el Imperio Cobra cayó gracias a Gilgamešh..." Explica Eakânt. "... los clanes se dispersaron y las tribus se volvieron salvajes y beligerantes, perdidas en guerras intestinas que acabaron por disgregarlas. El hecho de que hubieran recuperado ciertos esquemas de aquellos tiempos es ciertamente preocupante y nos revela además que hay una mano negra detrás de todo esto, organizándolos de nuevo y apremiándolos para que entren en combate."

-"¿Cuántos gigantes había?" Pregunta tu padre a Ekôram.

-"Un centenar, quizá más."

-"¿Y con estos esquemas de guerra? ¿Cuántos de ellos mostraban la librea de sus antiguos clanes?"

-"No sabría decirlo..." Se excusa el jefe de la guardia.

Te empiezas a sentir molesto de que tu padre no te pregunte a ti directamente, ya que fuiste tú el que tuvo la iniciativa de hacer la incursión que ha puesto sobre aviso a toda la ciudad. Así que, un poco colérico debido a tu juventud y un poco molesto por ser ignorado, decides intervenir sin esperar a que te den la palabra.

-"Había Lágrimas Sangrientas y también los de la cabeza afeitada con una coleta al estilo djeen..."

-"Rompecráneos." Completa Eakânt.

-"Y los que se cubrían el cuerpo con vegetales y troncos secos..."

-"Aplastaselvas."

-"... Y otros que se decoraban el cuerpo con barro y piedras trituradas."

-"Comerrocas."

-"E incluso algunos que iban con aretes y piezas de metal que atravesaban distintas partes de sus cuerpos." Esta vez Eakânt no intervino. Todos miraron al anciano.

-"Lo siento." Se excusó. "No tengo la menor idea de qué clan puede tratarse. Puede que hayan surgido clanes nuevos o que simplemente sea una moda concreta y no la librea de una nueva facción. De todas formas, el hecho es que los clanes están regresando y si no hacemos algo pronto, no tardarán en elegir un clan regente, según sus costumbres. Y cuando elijan, ya estarán listos para la guerra."

-"En ese caso no nos queda otra opción: debemos atacar antes de que decidan qué clan será el que regente a todos los demás." Dice tu padre. "¡Convocad las levas! ¡Preparad a la guardia, yo mismo encabezaré el ataque!"

-"No tan rápido, alteza." Interviene Eakânt. "Recomiendo prudencia. No nos olvidemos de la mano negra detrás de todo este asunto. Los gigantes no se organizan por sí solos, así que no es raro pensar que se trate de una argucia del enemigo para que abandonemos la ciudad. Las naves Cobra son todavía una amenaza mayor que esta nueva horda de gigantes que se está formando. Y no nos olvidemos del asunto de las visiones..."

Este comentario coge por sorpresa a toda la audiencia, incluido tú.

-"¿Visiones?" Exclama tu padre.

-"No olvidemos, majestad, a qué se debe esta reunión de urgencia."

-"Pues a que los dioses han sido generosos y nos mandan buenos presagios para que nos podamos enterar de los planes del enemigo antes de que sea demasiado tarde."

-"Permitidme que disienta, alteza." Le responde con sumo tacto Eakânt. "Fue vuestro vástago el que sintió el impulso de adentrarse en el territorio de los gigantes porque presintió que algo no iba bien. ¿No es cierto, muchacho?"

Asientes con la cabeza. ¿Cómo se ha enterado aquel anciano de las visiones que has tenido?

-"Cuéntanos, por favor. ¿Qué te llevó a cometer semejante acto de imprudencia? ¿Por qué te adentraste en el territorio de los gigantes? ¿Qué esperabas encontrar allí?"

-"La verdad es que no lo sé." Reconoces, encogiéndote de hombros. "Las apariciones del gigante Polifemo me atormentan desde la celebración del Día del Cíclope. Todo empezó con la otra hacha, pero después no han dejado de aparecérseme las visiones. Y no sé qué significan o qué me quieren decir."

-"Como yo lo veo, tenemos tres frentes." Explica Eakânt. "La horda de los gigantes, las naves Cobra y las extrañas visiones que nos desvelaron el plan de los gigantes pero de las que aún no sabemos nada. No podemos descuidar ninguna de las amenazas o esto podría conducirnos al desastre."

-"El vasîm debe permanecer en Khytya." Dice Ekôram. "Si abandona el trono, puede interpretarse como un signo de debilidad y alentar aún más a los gigantes para que apresuren sus planes de ataque antes de que estemos preparados."

-"Quizá tengas razón." Concede tu padre. "Que sea mi hermano Qimat quien lidere el ejército."

Tu tío hace una reverencia en señal de obediencia al escuchar la orden.

-"No soy hombre versado en el arte de la guerra, como bien sabéis, mi señor vasîm." Comienza a decir Eakânt. "Pero, en mi humilde opinión, debe ser vuestro hijo el que encabece vuestro ejército."

-"¿Mi hijo?" Se sorprende tu padre. "¡Pero si aún no tiene edad de empuñar una lanza!"

Tu madre se lleva las manos al pecho como gesto de preocupación. Se oyen susurros y murmullos por toda la sala. Incluso tú estás sorprendido. ¿Por qué insistirá el viejo maestre en que seas tú el que encabece el ejército? No tienes ninguna experiencia en combate, mientras que tu tío ha luchado contra los mismísimos hombres cobra en las playas de la Isla Cobra, en mitad del Mar de la Niebla. No parece tener ningún sentido.

-"Como hemos visto hasta ahora..." Se explica el anciano. "... quizás no sean las armas las que tengan la última palabra en esta historia. Hasta ahora, todo lo que tenemos ha sido gracias a la intuición del muchacho y confío en que esa intuición sea de la que precisemos para salir de este entuerto."

-"¡Pero no es más que un niño!" Exclama tu madre.

-"Lo protegeré con mi vida, señora." Dice Ekôram al tiempo que desenvaina su largo cuchillo y lo ofrece a tus pies.

-"Yo también me ofrezco a acompañarlo; puede que mis consejos le sirvan de ayuda." Añade Eakânt.

-"Y yo no me separaré de su lado." Dice por último tu tío Qimat. "Lucharemos hombro con hombro si es necesario; nunca te quedarás solo, lo juro por los dioses. Le debo mi vida a tu padre y pienso pagar esa deuda."

-"Pues está decidido entonces, hijo mío. Rohak, hijo de Tarak, vasîm de toda Khytya y rey en la selva allende del mar, te nombro gal bator de la Guardia de Khytya y te ordeno como guerrero legítimo para portar lanza y escudo, de ahora y en lo sucesivo y por los eones venideros, en honor a Gilgamešh."

Tu padre se pone en pie ceremoniosamente, descuelga una de las hachas de la pared y te la entrega.

-"Para esta misión vas a necesitar algo más que una lanza y un cuchillo. Por ello, te hago entrega del Hacha de Gigantes para que te guíe hacia la victoria y te proteja hasta el cumplimiento de tu misión."

Cuando la deposita entre tus brazos, el peso hace que se te escabulla y que su extremo choque en el suelo de madera, quedando profundamente clavada. El eco que emite, casualmente similar al Gong de Madera, resuena en toda la estancia, lo que te hace sentir avergonzado por no ser capaz de aguantar su peso. Te afanas por desclavarla del suelo y levantarla sobre tu cabeza para mostrarla al resto de la sala, pero la condenada hacha se resiste y para cuando la consigues sacar del suelo apenas puedes elevarla por encima de tus hombros. Muchos de los hombres de la sala contienen la risa con semejante situación y otros se revuelven incómodos sin saber cómo reaccionar ante un momento tan ceremonioso que se está viniendo abajo.

-"Padre." Dices. "Acepto con sumo gusto este honor y bautizo esta arma enviada por los dioses como Hacha de Plomo, para recordarme en lo venidero el peso de la importante misión que pende sobre mis hombros."

Toda la sala rompe a reír ante tu ingenioso discurso y se suceden los vítores y aplausos.

-"¡Salve, Rohak gal bator! ¡Salve, Rohak, hijo de Tarak!"

Ahora tienes en tus manos la responsabilidad de un ejército entero de guerreros khytyanos. Todos mayores que tú. Todos con más experiencia. Y ninguno tan asustado como lo estás tú ahora mismo. ¿Cuál será tu próximo movimiento? Quizás deberías saber más acerca de las visiones que has tenido antes de descubrir los planes de los gigantes, sería una buena idea retrasar la partida y consultar al oráculo en las montañas antes de partir. Tu padre consultó a Utnaspishtim antes de emprender el viaje a la Isla Cobra y sus consejos le ayudaron. Bueno, en realidad tu padre nunca dijo que le ayudaran en lo más mínimo, pero el caso es que lo visitó. Quizá no sea una mala idea visitar al viejo Utnaspishtim... Solo por si acaso.

Notas de juego

Sí, por supuesto.


Sección 3

Si decides ir primero a consultar al oráculo sobre tus visiones, pasa a la sección 22.
Si partes sin demora con tu ejército hacia el territorio de los gigantes antes de que tengan ocasión de elegir un caudillo, pasa a la sección 33.

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19/08/2022, 19:11
Narrador

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21/08/2022, 14:04
Rohak 18

Gal-bator. Aquella noche me acosté aturdido por la realidad. ¿Cuántos hechos excepcionales podían vivirse en un solo día? Descubrir la alianza de los Gigantes y los Hombres Cobra. Huir de una muerte segura a través de la selva, guiado por el mejor guerrero de Khytia. Presenciar un consejo de guerra. Ser elegido para liderar un ejército. Convertirme en uno de los hombres más poderosos de Khytia en un instante. Y tantas y tantas emociones y sensaciones.

Me costó dormir. Pero aquella noche no tuve visiones ni sueños. Fue una señal, ya estaba todo el misterio descubierto. 

En la mañana ordené que el ejército se preparara. Debíamos atacar a los Gigantes antes de que se organizasen. Antes de que más Hombres Cobra llegaran a la selva. Antes de que Polifemo volviese del más allá.

Mi padre estaba equivocado. Yo ya no era un niño. Era su digno heredero.

Notas de juego

Paso a la sección 33, ¡a la batalla!

Voy a seguir evitando a Utnaspishtim y al Templo XD

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21/08/2022, 20:07
Narrador

Decides no demorar más la marcha y reúnes a tus tropas en la Plaza del Manantial antes de partir hacia el territorio de los gigantes. Suena el Gong de Madera como parte de la ceremonia y el flamante ejército de Khytya parte hacia el este. La gente de la selva apenas usa monturas, solo hay dos unidades de una veintena de pumas montados por ágiles cazadores y el resto de guerreros van a pie, armados con brillantes lanzas y escudos de madera. Los pendones ondean al viento mostrando diferentes emblemas y colores.

En la unidad que tú encabezas ondea el blasón verde real con las hachas cruzadas. Vas a pie, marcando la marcha de tus hombres. A tu derecha, tu tío Qimat con su larga melena al viento y su barba ensortijada. En tu flanco izquierdo, la flamante Guardia Real al mando de Ekôram, todos con pieles blancas a rayas negras de los tigres albinos salvajes de la selva. En la retaguardia, medio centenar de carromatos tirados por pequeños elefantes.

Toda la ciudad sale a despediros. Desde la balconada real, tu padre el vasîm Tarak de Khytya te saluda ceremoniosamente junto a tu madre, que no deja de sollozar. El resto de la Guardia, apostados con arcos y lanzas, permanece acuartelada en la ciudad. Cuando partes llevas a Hacha de Plomo prendida a tu espalda, pero nada más alejarte de la ciudad te desembarazas de ese monstruoso armatoste que se ofrece a llevar generosamente tu tío, haciéndote de escudero o, más bien, de «hachero». Cuando miras a tu espalda y contemplas la interminable fila de hombres y mujeres que componen el ejército de Khytya sientes una mezcla de emoción, orgullo y miedo que te acongoja. Pero ya es tarde para echarse atrás. Era lo que siempre habías soñado y estás comprobando que los sueños se hacen realidad. Sin embargo, algo te descorazona, ese pensamiento trae a tu mente el asunto de las visiones. ¿Se volverán también las visiones realidad?

Echas una mirada de reojo a la retaguardia, al carromato en el que viaja Eakânt. El anciano se percata y te devuelve la mirada, como si ambos compartierais la misma preocupación, aunque te da la sensación de que Eakânt no ha revelado todo lo que sabe ni cuáles son sus verdaderas intenciones al proponerte como gal bator de esta incursión.

Antes de transcurrir la primera jornada, tu ejército cruza el gran vado del río Khyt y va dejando al norte las lejanas cúpulas envueltas en jirones de niebla de las ruinas del Templo de las Mil Puertas. Miras el templo en la lejanía y parece que te devolviera la mirada, como desafiante. El color de la selva cambia y se torna más oscura. Los verdes frondosos son sustituidos por verde podredumbre y los troncos de los árboles adquieren un aspecto más oscuro y nudoso. Decides montar el campamento antes de adentraros más en el territorio enemigo, conservando a vuestras espaldas una ruta de huida por si las cosas se torciesen.

Preparáis el campamento y montáis las casetas de piel. Para tratarse de un contingente de unos quinientos hombres, se organizan relativamente rápido; en dos horas escasas el campamento está montado y el perímetro de vigilancia establecido. Durante la noche los vigías alertan en varias ocasiones con avistamientos de exploradores, probablemente gigantes por sus movimientos torpes y ruidosos. Aquella noche no hubo ningún ataque, pero seguro que sabían que estabais allí y cuáles eran vuestras intenciones. Pasas una noche inquieta, soñando con Polifemo blandiendo su hacha, el misterioso hombre serpiente oteando el aire en tu busca y la angustiosa sensación de correr en la oscuridad de la selva. Pero cuando te despiertas envuelto en sudor, compruebas que solo habían sido sueños, no visiones. Ni rastro de hachas aparecidas de la nada ni nada sobrenatural que se le pareciera.

Con las primeras horas de luz del día siguiente reúnes en tu tienda a los capitanes de las diferentes unidades para plantear el movimiento siguiente. Niar, el capitán de los jinetes puma, propone una estrategia de ataques relámpagos y retiradas, acosándolos por los flancos y atacando sus posiciones sin darles la oportunidad de reagruparse. Es una buena estrategia, pero temes por la fragilidad de los jinetes puma ante los robustos guerreros gigantes. Por supuesto, es algo que no manifiestas en voz alta para no ofender su honor. Ekôram, por su parte, sugiere avanzar con el grueso del ejército haciendo retroceder sus posiciones más débiles hasta llegar a su campamento principal. Una vez allí, se establecería un cerco de asedio para obligarles a negociar la paz. Sabes perfectamente que los asedios pueden llegar a ser largos y tediosos, puede incluso enquistar la batalla en una guerra que durase meses... ¡o incluso años! Tu tío, al contrario, es partidario de buscar una explanada y plantar batalla allí, desplegarse y desafiarlos. Es una táctica que ningún gigante iba a rechazar. Con un poco de suerte, si se lograba desafiar a su caudillo, se podría poner fin al conflicto en una sola batalla. Ahora solo falta que tú tomes la decisión.

Notas de juego

Sección 33

Si eliges la estrategia de ataques relámpago a sus posiciones como sugiere el capitán Niar, pasa a la sección 10.
Si decides avanzar hasta el asentamiento gigante y asediarlo como apunta Ekôram, pasa a la sección 4.
Si decides plantar batalla en un campo abierto como sugiere tu tío Qimat, pasa a la sección 14.

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22/08/2022, 22:51
Rohak 18

La situación me sobrepasó. Todos me miraban, expectantes, esperando a que su nuevo Gal-Bator decidiese la estrategia. Los argumentos de Niar, Ekoram y Qimat eran juiciosos. Los tres me parecían bien. Pero no podían hacerse los tres a la veces. Dioses, ¡ojalá hubiese ido al Oráculo de la Montaña! Mi situación hubiese sido muy distinta. De hecho, al pasar el día anterior por el Templo de las Mil Puertas... sentí que me llamaba. Que me atraía. Que me reclamaba.

Sacudí la cabeza para despejarme. Tardar más sería parecer tonto en vez de pensativo. Ekoram ya me había demostrado ser buen estratega.

Marcharemos hasta el asentamiento de los Gigantes, como dice Ekoram. Así mantenemos la iniciativa ofensiva. En una batalla directa estaríamos más igualados... y ellos se conocen mejor esta parte de la selva. Por eso también no arriesgar a los jinetes... esperemos una ocasión más propicia para tus tropas, Niar.

Dada la orden, todo el campamento se puso en marcha. ¡Nunca había ostentado tanto poder!

Notas de juego

Paso al 4, asedio a los gigantes como dice Ekoram 

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23/08/2022, 21:16
Narrador

Las palabras de Ekôram terminan por convencerte, así que decides avanzar tu ejército y plantar un asedio a los gigantes. Tus hombres se ponen en marcha en poco tiempo y comenzáis a marchar territorio adentro. Al principio no encontráis oposición y descubrís algunos grupos aislados de gigantes que se repliegan conforme avanzáis, dejando atrás pequeños asentamientos sin fortificaciones y fabricados con pieles de elefantes, suficientes como para albergar a no más de media docena de gigantes. Pero en un claro de la selva os tienden una emboscada un contingente del clan conocido como Rompecráneos, los que llevaban las cabezas rapadas y solo se dejaban una larga trenza como adorno.

La peor parte del ataque se la lleva el centro de la formación de la Guardia Real, el grupo de Ekôram, que recibe la embestida de frente, pero los ágiles jinetes puma no tardan en flanquear a los gigantes y logran rodearlos. Aunque los gigantes sean combatientes feroces, cuando el enemigo te rodea es difícil mantener la concentración, así que la brutal acometida inicial, que os costó más de una veintena de hombres, se torna en un abrir y cerrar de ojos en una defensa desesperada con los gigantes dando manotazos en todas direcciones, sin ton ni son, para intentar desembarazarse de vosotros. Y tú, nada más oír la alarma que avisa de la emboscada, agarras el Hacha de Plomo y te lanzas sin pensarlo al combate. Tu tío se percata de la imprudencia que cometes y se mantiene a tu lado durante todo el enfrentamiento; notas el roce de su hombro contra tu espalda en todo momento. Tu hacha se comporta en combate mejor de lo que imaginabas. Balancearla de un lado a otro mitiga su peso y así das un par de buenos tajos, sobre todo a los muslos de los gigantes que pillas en el camino, aunque varias veces acabas en el suelo, fruto más bien de los que tropiezan contigo durante el combate que de los golpes que van dirigidos hacia ti.

Tras la refriega, calculas que habrán salido huyendo un maltrecho grupo de una decena de gigantes. En el claro han dejado a cuarenta y tres muertos y medio. El caso del medio gigante muerto se debe a uno al que le faltaba una pierna, sustituida con un palo de madera, y también los dos brazos, que reemplazaba con lanzas afiladas. Aquella pobre criatura tenía más partes de madera en su cuerpo que de carne y hueso.

-"Hoy has luchado con valentía." Te dice tu tío Qimat, para animarte.

Asientes, intentando disimular tu orgullo para no parecer un novato, pero no puedes evitar sonrojarte. Enterráis a los vuestros, ya que en el campo de batalla los familiares no podían hacerse cargo, y proseguís la marcha. Avanzáis hasta llegar a la cima de una colina escarpada y desde allí podéis ver una gran explanada de ruinas sobre un suelo adoquinado con piedras talladas. Reconoces el lugar, son las mismas ruinas en donde tuvo lugar la reunión con los hombres cobra. Pero ahora se ha montado una cerca de troncos afilados alrededor de la enorme explanada y justo detrás de la empalizada se puede ver un semicírculo de más de un centenar de chozas de madera y piel. No cabe duda, este es el asentamiento principal de los gigantes.

Ordenas a Ekôram que establezca el perímetro de asedio y pronto todas las entradas y salidas están vigiladas y la empalizada, rodeada. No se ven fuentes de agua potable en el interior, así que el aprovisionamiento de agua debe transportarse desde fuera; no aguantarán mucho ahí dentro sin agua y sin comida.

-"Ahora solo queda esperar." Dice Ekôram, con aire satisfecho.

-"Podemos acabar mucho antes con esto." Interviene Niar, el capitán de los jinetes puma. "Desafía a su líder. Si vences, se rendirán ante ti. Puede incluso que te juren fidelidad y se desbarate la alianza con los hombres cobra."

Por un momento te seduce la idea, pero pronto un sentimiento paranoico se apodera de ti. ¿Qué interés tiene Niar en que yo lo desafíe? ¿Acaso no ve que tengo una gran desventaja física incluso contra el más débil de ellos? Rápidamente, repasas mentalmente lo que sabes del capitán Niar. No lo conoces demasiado bien, pero te has fijado que durante las comidas habla mucho con el maestre Eakânt. Y precisamente fue Eakânt el que insistió en que fueras tú el que liderara el ejército, así que te correspondería a ti afrontar el desafío. ¿Traición? ¿Será esta la mano negra que se oculta detrás de todo este misterio? Por otro lado, blandir el Hacha de Plomo te ha dado seguridad y confianza en tus habilidades. ¿Quién dice que no serías capaz de vencer y superar en hazañas a tu tío o incluso a tu padre?

Notas de juego

Sección 4

Si decides desafiar al líder de los gigantes, pasa a la sección 7.
Si decides mantener el bloqueo el tiempo que haga falta, pasa a la sección 17.

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23/08/2022, 22:49
Rohak 18

Ekoram y Niar tenían razón ambos. Definitivamente liderar no era lo mío. Yo prefería la acción individual. Aunque es verdad que siempre había alguien para cubrirme.

Pero una idea me cruzó la mente, que me hizo dar la razón a Niar: los Gigantes estaban aliados con los Hombres Cobra, y estos no tardarían en venir a romper el asedio. O quizás otras tribus de salvajes podían acudir en su auxilio. Había que actuar con premura. Como en la emboscada.

Voy a retar a su líder. Si muero, mantened el asedio. Pero sabed que las naves Cobras y otras tribus no tardarán en llegar. Si gano, podremos ocupar este fuerte y defendernos mejor de quienes acudan.

Recibí miradas dispares. Pero, ¡qué demonios!, mi fama de loco me precedía, ¿no? Así se alimenta una leyenda.

Sin hacer caso a nadie más, me acerqué a las empalizadas y reté al caudillo. Confiaba en que el Hacha de Plomo hiciese su magia.

Notas de juego

Paso a la sección 7, desafío al líder de los gigantes. A morir se ha dicho XD

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23/08/2022, 22:59
Narrador

Aunque desconfías de la insistencia que muestran el capitán Niar y el maestre Eakânt para que desafíes al líder de los gigantes, ya que parece que hubiese un interés oculto en aquel desafío, es cierto que, según las costumbres de los clanes de los gigantes, esa sería la solución más eficaz, ya que vencer en un combate singular a un caudillo supondría la aceptación de la derrota de todo el clan. Así que, ¿estarás a la altura? Y si pierdes el desafío, ¿significaría que tus hombres acabarían siendo esclavos de los clanes de los gigantes?

Decides reunir a tus capitanes una vez más para pedirles consejo. Tu tío Qimat se ofrece para luchar como tu campeón en el desafío, pero tú te niegas. Niar y Eakânt se muestran a favor de tu propuesta y Ekôram se opone, al igual que tu tío. La decisión es difícil, tus generales están divididos y no sabes qué hacer, así que sales de tu tienda y te encuentras a un joven muchacho que hace de aguador.

-"¿Agua, mi señor?" Te ofrece.

-"¿Te puedo hacer una pregunta?" Le dices distraídamente mientras coges el cuenco que te ofrece.

-"Por su puesto, mi gal bator." Dice, nervioso. Tu trato tan cercano lo ha cogido desprevenido.

-"Si pudieras acabar con esto aquí y ahora, asumiendo más riesgo del aconsejable, ¿qué harías?"

-"Lo haría, mi señor."

-"Claro, para ti es fácil decirlo. No arriesgas nada con la respuesta."

-"Todo lo contrario, señor. Si vos perdéis, ¿qué importará, pues ya no existiréis? Y si ganáis, os convertiréis en leyenda. En ningún caso sois vos el que pierde. Yo, sin embargo, siempre seré un aguador. Si ganáis, volveré a trabajar como aguador en casa, cosa que agradecería mucho, y si perdéis, mi futuro será incierto; puede que sea aguador de los gigantes (que no he visto muchos) o que me devoren. Con un poco de suerte, podría escabullirme y volvería a casa para seguir siendo aguador."

-"Pues te diré que te equivocas."

-"¿En qué, mi señor?"

-"En que ya no volverás a ser más aguador." Le respondes. "A partir de ahora serás mi consejero personal. Deja esa jarra y entra en la tienda, pues hoy, aquí y ahora, pondremos fin a este conflicto gracias a ti."

-"¿A mí, señor?"

-"Sí. ¿Cuál es tu nombre?"

-"Syon."

-"Pues pasa a mi tienda, Syon, y búscate un hueco entre los mandamases de ahí dentro, que vamos a solucionar este conflicto ahora mismo."

La decisión está tomada y tu postura es firme, a pesar de la insistencia de tu tío Qimat. Desafiarás al caudillo que hayan elegido como líder y acabarás esta guerra hoy mismo. Así que sales de tu tienda e intentas blandir a Hacha de Plomo con un solo brazo sin que se note que apenas puedes con ella mientras te aproximas a la empalizada. Te subes a una gran roca para aparentar más altura y lanzas tu desafío en un grito.

-"¡Ah, del castillo! ¡O de la empalizada! ¡O de lo que quiera que sea esta chapuza que habéis montado aquí para vuestra fútil defensa!"

Observas cómo lentamente van apareciendo entre las aberturas de las chozas cabecitas de gigantes de un solo ojo que miran perplejos. Por la expresión de sus caras, supones que no se les hacía un desafío de este estilo desde que tu padre retó del mismo modo al gigante Polifemo, al menos según él mismo contaba a veces. Aunque has escuchado muchas veces la historia de tu padre, hay tantas versiones diferentes que ahora no sabes qué aventura fue la que en realidad vivió.

-"¡Soy Rohak!" Continúas. Gal bator de la Guardia Blanca e hijo de Tarak, gran vasîm de Khytya! ¡Vengo a desafiar al caudillo de los clanes gigantes!"

Uno de los gigantes da un paso al frente. Por sus pintadas de barro y los restos de piedras molidas en su cuerpo, lo reconoces como del clan de los Comerrocas.

-"¡Aquí no tenemos caudillo!" Responde el gigante.

-"¡Pues os doy una hora para que elijáis a uno lo suficientemente valiente como para enfrentarse a mí!"

Y dicho esto, te giras y te vas por donde has venido. No tarda en oírse una gran algarabía desde las chozas de los gigantes. El ruido va creciendo y parecen montarse pequeñas trifulcas. Se oyen gritos, pero nadie entiende ninguno de los dialectos de los gigantes.

-"Diría que ahí dentro se están dando una buena tunda." Comenta tu tío, con sorna.

-"Parece que aún no tenían claro quién mandaba." Respondes.

A la hora justa, te vuelves a acercar a la empalizada.

-"¡Soy Rohak, hijo de Tarak…!"

Antes de que prosigas, un enorme gigante que viste con ramas y hojas se asoma desde una de las chozas.

-"Necesitaremos otra hora más." Te dice.

-"¿Es que ya no quedan gigantes valientes?" Lo provocas.

-"Hay demasiados, ese es el problema." Te responde, con una mirada sesgada por una hoja que le cae sobre el ojo.

-"Tenéis media hora, no más." Dices tajante, rezando por que no te respondiera «O si no, ¿qué?», porque no tendrías nada que decir.

Tras media hora más de trifulcas y golpes amortiguados en las chozas sale un nuevo gigante, el gigante más grande que hayas visto jamás. Está cubierto de sangre seca, no sabes si por pertenecer al clan de las Lágrimas Sangrientas o por el resultado de la pelea que ha tenido lugar dentro de la choza.

-"Soy Hástades, líder de todos los clanes, y acepto el desafío."

Y dicho esto, se coloca al hombro un enorme garrote de madera. Por el brillo, te percatas de que el garrote también está embadurnado de sangre. Varios gigantes salen de las chozas para retirar una parte de la empalizada e improvisar una entrada. Los ves temerosos, sin dejar de mover sus ojillos inquietos en busca de arqueros. En sus recientes incursiones, los gigantes han cogido un miedo atroz a las lanzas y flechas, ya que tienen una facilidad enorme para dejarlos ciegos, cosa que acabaría con la vida de un gigante cíclope.

Por fin, entras en el campamento de los gigantes dando grandes zancadas, como si el tamaño de los monstruos que flanquean la empalizada no te importase. Tu adversario se aproxima a ti. A medida que se acerca, se hace más y más grande, hasta que tapa completamente el sol. Sin embargo, sus pasos son vacilantes y se tambalea un poco, como si estuviese borracho. Ahora que lo tienes más cerca ves que la sangre de su cuerpo no es por motivos decorativos y que tiene magulladuras por todo el cuerpo. Parece que la elección de líder del clan fue bastante dura.

Comienzas a balancear el hacha mientras giras en torno a tu oponente. Él permanece inmóvil durante un instante hasta que tensa todos los músculos de su cuerpo y libera la tensión de la nuca con un giro brusco que provoca un desagradable crujido de huesos. Entonces se lanza sobre ti. El suelo tiembla con cada zancada. Ahora sí que sientes miedo. Te apartas como puedes y ves la nube de polvo y tierra que se levanta cuando su garrote golpea el suelo. Lo hace con tanta fuerza que saltan piedras del pavimento de las ruinas y de su propio garrote salen astillas disparadas. Ruedas por el suelo y arrastras tu hacha con la mano. Después, la usas a modo de bastón para ayudarte a ponerte de nuevo en pie. El gigante se gira y arremete de nuevo contra ti, pero no se te ocurre otra cosa que correr en círculos para esquivarlo y detenerte en seco; tu movimiento hace reaccionar al gigante y descarga otro garrotazo. Esta vez reaccionas mejor y lanzas un hachazo sobre la parte más delgada de su garrote, del grosor de un árbol joven. Tu hacha se clava profundamente en su arma, pero no consigues partirla. Tu sorpresa viene a continuación, cuando el gigante retira el garrote y te arrebata de las manos el hacha, que ha quedado profundamente clavada. La situación le causa tanta gracia al gigante que rompe a reír en carcajadas. Los otros dos gigantes que flanquean la empalizada se unen a las risotadas mientras se agarran sus prominentes vientres. Ahora estás desarmado frente a tu adversario. Miras a tu alrededor, pero no hay nada que puedas usar como arma improvisada.

El gigante, sin parar de reír, contempla el hacha clavada en el garrote, que de repente se desprende debido al palpitar rítmico de sus carcajadas y cae por su propio peso a los pies del gigante para clavarse en el empeine. Su risa se detiene de forma brusca y se convierta en un grito de dolor. Sin perder un instante, saltas sobre sus pies, hundiéndole más aún el hacha, la agarras con fuerza al tiempo que el gigante te aparta de un manotazo que te lanza varios metros en el aire y te estrella contra el embaldosado de piedra. Tu cuerpo se estremece de dolor, pero te aferras a la empuñadura del hacha con todas tus fuerzas y te pones en pie.

El gigante tiene una rodilla en tierra y se agarra el pie mientras contiene un grito en su garganta. Las venas de su cuello parecen a punto de reventar. Coges carrerilla y avanzas hacia él mientras gritas con todas tus fuerzas. El gigante se reincorpora y te intenta lanzar un garrotazo directamente a la cabeza, pero al apoyarse en el pie herido las fuerzas le flaquean y se cae de bruces. Su cabeza se estampa brutalmente contra la calzada de roca, dejándote su nuca justo enfrente tuya cuando ibas a aprovechar el impulso de tu carrera para atacar, así que descargas a Hacha de Plomo con todas tus fuerzas sobre su cráneo y la inmensa mole del gigante deja de moverse, tumbada e inerte, como si la hubieses clavado al suelo boca abajo.

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23/08/2022, 23:00
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