Partida Rol por web

El anciano asiente con comprensión ante las palabras del extraño.

-Pues normal hijo ¿cómo vas a ver si estás ahí debajo? Si como no veas maderos, no puedes tener nada que ver. Sal de ahí y mira el mundo que te rodea. Además ¿Has notado que ha nevado?-

Se gira y lanza una mirada de reproche a sus compañeros

-Vergüenza debería daros, asustar así a un pobre desgraciado. No te preocupes, Leoric el Magnánimo está aquí para ayudarte. Y estos son mi séquito. No te harán daño, son como perros, mucho ladrar, pero luego nada. En cuanto por tus compañeros...- Dice señalando a los cadáveres -...Temo que estén un poco indispuestos ¿Por qué no nos cuentas lo que ha pasado?-

Su voz se ha vuelto aterciopelada y llena de seguridad.

Ralflinder se dispuso a limpiar sus hachas cuando supo que no era otro muerto caminante quien se movía bajo la barca. Mientras lo hacía escuchaba el parloteo del viejo, realmente Lombert tenía razón, parecía que ese anciano se había despegado del mundo de la vigilia desde hacía mucho tiempo. Colgando su hacha de combate en el cinturón y acomodándose el cabello que le había quedado hecho una maraña durante el combate, el elfo se acercó al hombrecillo, tratando de ignorar al tal Leoric y esbozó una pequeña sonrisa Es afortunado haber hallado un habitante que todavía esté vivo en esta aldea... ¿conocerás un refugio? somo viajeros cansados y nos gustaría un mejor recibimiento que el que nos han dado estos cadáveres

Seguramente tendremos noticias interesantes para compartir. Entrecerró los ojos ampliando su sonrisa.

Mariam se asea las ropas y magulladuras del combate, como si de un ritual se tratara, y parece observar en silencio los cuerpos de lo que antes eran sus enemigos, como si de una despedida se tratara.. O quizás como si no estuviese del todo segura de que fueran a permanecer quietos en el sitio. 

Tras eso se acerco al resto del grupo con aquella aura de calma que parecía envolverla, era una mujer menuda y delgada, pero con una impresionante condición física. Le dedico unos momentos a observar y evaluar a los dos nuevos personajes, aunque no cruzo palabra con ellos, fue directa a el hombre que encontraron bajo la barca.

-Te aseguro que mientras este yo aquí nadie te pondrá una mano encima... -Dijo clavando su mirada en Crack, dejando patente que no le había gustado su comportamiento.- ...mientras no hagas nada para merecértelo. Por favor, cuéntanos mas sobre por que lo que debería estar muerto no lo esta.

Tras eso miro de reojo a su compañero elfo, esperando que no le importara que le hubiese hecho una pregunta al hombre, antes de que contestara la del refugio.

Parece que las palabras de Mariam provocan confianza en aquel pobre desgraciado.
- Señora yo no tengo la culpa, ha sido ese maldito semielfo - señaló los cuerpos descompuestos - me escondí aquí abajo y trataban de alcanzarme. En realidad estoy en deuda con vosotros pues de no ser de vuestra intervención me habrían devorado.
Poco a poco el individuo recuperaba la compostura. Su cuerpo temblaba, aunque no se sabe si por el frío o por la turbación.

Viendo el ímpetu de la joven, Ralflinder no pudo evitar dirgirle la sonrisa a ella. Parecía agradarle su actitud de defender a los más débiles. Cuando el muchacho terminó de hablar, el explorador tomó la palabra de nuevo Como dijo la muchacha, ahora estás seguro. Con un movimiento de su capa dejó entrever apenas las hachas que allí cargaba No temas, te ayudaremos a dar caza al responsable de esto.

-Yo no he sido-

la respuesta del anciano es rápida y contundente, con los brazos en alto y mirada asustadiza, mira al elfo que ha hecho la afirmación. Sintiéndose acorralado, señala a uno de los cadáveres.

-la culpa es de ellos. Yo solo soy una víctima de la circunstancia-

Entonces se acerca al hombrecillo

-Bueno mira, se cómo solucionarlo- El anciano le lanza una moneda a las manos -¿Hemos llegado a un acuerdo?-

Exageradamente le guiña el ojo. Se gira para irse cuando empieza a palparse la túnica frenéticamente. Su rostro se torna asustadizo. Con celeridad, se acerca a la mujer luchadora.

-Oye guapa, esto… ¿tienes una moneda pa’ mí? ¿Pa’ mi cuerpo? Venga, que estoy mayor *cof* *cof* y enfermito- mira de reojo a la mujer -*cof*-

La chica se quedo literalmente boquiabierta ante el comportamiento del anciano, le habían inculcado el respeto a sus mayores, pero lo de este hombre carecía de sentido, al menos desde su punto de vista. ¿Para que quería una moneda, si le acababa de dar una a un extraño a cambio de nada?

Mariam recordó lo que su maestro le había enseñado sobre la caridad para con los menos favorecidos, y tratando de recuperar la compostura añadió. 

-Si tiene hambre puedo comprarle alimento, pero no le voy a dar dinero.

Ademas de que tenia serias sospecha sobre que la tos del anciano era fingida.

El joven encapuchado  negaba con la cabeza mientras elevaba la vista al cielo algo avergonzado de la actuación de su anciano compañero. De un salto  se acercó a la espalda del anciano y le agarró el hombro. Con poco tacto, acercó sus labios a la oreja del hombre y habló:

- Escucha abuelo, será mejor que te  comportes  mejor.- sonrió a la joven que tenia enfrente y prosiguió:- esta gente tiene pinta de no aguantar muy bien las bromas.- se irguió tan alto como era mientras le propinaba un  cariñoso golpecito en el hombro, haciéndole saber que no estaba enfadado.

Giró sobre sus talones y fijo sus ojos sobre el elfo:

- Bueno, no es muy oportuno quedarnos en medio de ningún lado,propongo  "pedir" cobijo en alguna caseta cercana y charlar con mas tranquilidad. ¿no creen?.-

El anciano le saca la lengua al encapuchado.

-Tu di lo que quieras, pero yo he ganado una cena gratis jeje- Entonces ve a la joven mirándolo a su lado - esto, quiero decir... *cof* *cof*-

Tras cojear un poquito, se yergue, y se pone a andar.

-Sin embargo, es verdad que podríamos buscar un sitio más cálido- El viejo mira hacia todos los lados -¿Donde estaba esa posada?-

El individuo pareció calmarse y se incorporó sacudiéndose la ropa ante las palabra del elfo. No obstante quedó perplejo ante los comentarios del anciano.
- No entiendo...posada...comida - parpadeó confuso - no, la aldea está abandonada y maldita no queda nada vivo...vivo de verdad, quiero decir.
Señaló con un dedo tembloroso más allá, hacia el bosque, hasta donde se entendía la aldea.
- No queda nada, el temporal lo arrasó.
Señaló más allá del campamento. Se podía divisar techos medio sepultados por la nieve. El individuo comenzó a temblar.
- Me-ee ll-llamo Al-Al-Altor - titiritaba.

Asintiendo a la propuesta del encapuchado, y escuchando la descripción de la situación actual del poblado, Ralflinder comenzó a recorrer el lugar, buscando, observando, subiendo a lugares elevados para tener un panorama completo de la desolada aldea. Antes de comenzar a buscar dijo Altor, no te alejes del grupo.

Los ojos del elfo parecían moverse demasiado rápido mientras él mismo iba desplazándose por la nieve y el hielo prácticamente sin hacer ruido y sin dejar marcas visibles para ojos no entrenados.

El viejo echa a andar, cuando de pronto se sorprende al ver al elfo trepando a los árboles, y bajándose con gracia y velocidad. Dando pasos con exagerado disimulo, se aproxima a los otros caminantes.

-Oye ¿Vuestro amigo siempre ha tenido complejo de mono? ¿O es cosa del frío, que le ha congelado las meninges?-

El anciano sigue andando sin perder de vista al elfo.

-pobre-

A no más de quince metros del campamento, en un lugar algo apartado del resto del poblado, en una zona dominante, desde la cual puede verse el embarcadero, hay una casa que parece estar a salvo de la nieve. Tiene el techo blanco y parece combarse por el peso de la nieve, pero no se haya sepultado como el resto. hay zonas parcialmente cubierta, pero en general se halla a salvo y la entrada está lo suficientemente despejada como para abrirla. El grácil y veloz Ralfindel desciende unos metros para avisar al resto del grupo.

Mariam no pudo evitar que la boca se le abriese debido a la sorpresa de las palabras del anciano. Siempre le habían dicho que las personas mayores eran respetables y sabios, y hasta ahora siempre había sido así pero este... No sabia muy bien como encajarlo.

-Mas respeto anciano. Es un elfo, no un mono. Y está buscando un lugar seguro para todo el grupo lo que lo incluye a usted, debería cuidar mas sus modales.

Después de todo las reglas de respeto a los mayores, se aplicaban a todo el mundo... En teoría. Y aunque no lo pareciese, seguro que Ralflinder era mayor que ese hombre.
Una vez que el elfo localizo el punto resguardado, la monje se dirigió hacia allí, pidiendo a Altor que les acompañase.

El anciano se ofende ante el comentario de la mujer.

-Disculpa señorita, ¿Cómo osa dudar de mi respeto? Tan solo me preocupaba por el estado mental de su amigo. Y trepar a los árboles es de monos. Eh dicho.-

Entonces da unos pasos hacia adelante. Y levanta el mentón, estirando los brazos intentando abarcar lo máximo posible.

-Además, si uno quiere saber de algún lugar, no hace falta romperse el cuello jugando a las ardillas. Solo hace falta preguntar a los pájaros, ellos lo saben todo del bosque. El problema es encontrar alguien que sepa hablar gorrionés.- El anciano sonríe al grupo, tornando su rostro hacia ellos. –Por suerte para vosotros, yo lo hablo. Mirad y aprended.-

Entonces echa a correr, agitando violentamente los brazos y dando botes.

-¡ÑIAKÑEEEEK ÑIAKÑEEEEK, UI UI, TUKI TUKI, BRAWK-

Estaba… hacía… intentaba… bueno, lo dejo a la imaginación del lector.

Mientras les hacía señas silenciosas para que se acercaran a la casa, observó como el anciano hacía lo posible para que todo ser vivo o no-muerto se percatara de la presencia del grupo en diez leguas a la redonda. Bufó y sonrió para sí mismo Pobre anciano... el daño ya estaba hecho, cualquier intento de pasar mínimamente desapercibidos habría sido en vano. Sin embargo, debía saber que los esperaba dentro de aquella contrucción. No se iba a arriesgar simplemente, por lo que se acercó lentamente a la puerta y escuchó, tratando de quitar de su paisaje perceptivo las alocadas volteretas y sonidos que emitía el viejo.

Encogiéndose de hombros. Lombret volvió a acercarse al anciano con intención de conversar con el.

- Escucha anciano, estamos en un momento donde  la voz baja o los movimientos sigilosos  nos dan ventaja,-  con un gesto gracioso continuó:- Pero, ¿que puedo contarle a Azraelio el sigiloso? uno de los mejores ladrones del territorio de los altos picos,¿ No es así, viejo?.-

Con una sonrisa en el rostro, pasó su mano sobre los hombros del viejo, para menearlo de manera amistosa y hacerle ver que  contaba con sus "prontos" para esta situación.

- Debemos resguardarnos del frío,abuelito.- señaló a donde se dirigían los  nuevos compañeros.- Vete a saber tu que cosas podremos encontrarnos por aquí. Aunque ,si contamos con vuestra astucia poco debemos de temer, ¿ No es así, viejo?.-

Poco a poco , Lombert fue  empujando tímidamente al anciano, como si pasearan tranquilamente hacia el refugio...

Al sentir la mano del encapuchado sobre su hombro, el anciano detiene de golpe todo su alboroto y gestos. Mientras su compañero le habla, lo mira con expresión de absoluta incredulidad, como si no entendiera lo que le están diciendo, pero cuando termina, el viejo hincha el pecho con orgullo.

-Tienes razón, el sigilo es lo importante, y yo armando alboroto para nada- El viejo se acerca al oído de su compañero a fin de que solo él le oiga. -Estos malditos pájaros no entienden gorriones... ¡Inconcebible!- Entonces se yergue y mira al resto. -Perdón por mi metedura de pata y ahora...- El viejo señala al elfo -Sigamos al orejas picudas, por su cara parece que ha encontrado algo. Y no os preocupéis, no me llaman Azraelio el sigiloso por nada.-

Entonces echa a andar de puntillas, dando zancadas muy largas. Muy sutil no era, pero al menos ruido no hacía.

La casa que has encontrado es un edificio construido a base de toscas piedras y argamasa. Su techo se halla cubierto de una gruesa capa de nieve y, por la forma en que se comba el techo supones que debe ser de paja y poco reforzado. La puerta es de sólida madera de roble y eso explica porqué ha sido capaz de contener la nieve sin combarlo o abrirlo. A tus agudizados oidos no llega ni un sólo sonido del interior, cosa que no te sorprende debido al torrente de voz del anciano que llega desde el embarcadero.

Mientras el resto del grupo se aproxima, Ralflinder aferra firmemente la puerta de madera y empuja esperando que ésta ceda.