Partida Rol por web

- ¡Calla serpiente! - Gritó con furia Widrum. - ¡Deja de envenenar a mi padre!

Narcil Bomber agrió el gesto y dio un paso atrás apartándose del gobernador y su hijo y empequeñeciendo su figura, no de forma literal, pero si en espíritu. Miraba de reojo y con cierta hostilidad a Widrum, pero no se atrevió a abrir más la boca.

- Padre, lo que dice este caballero es algo que no podemos tomar a la ligera. - Argumentó. - Sabemos lo que sucedió años atrás y si el culto de ese dios demente ha regresado, nuestro deber es el de impedir que sus cultistas ejerzan su voluntad sobre Gea. - Apretó los puños. Sin duda aquel joven era de sangre caliente y creía a pies juntillas lo que Guideon le había participado. - Por favor, debemos cuanto menos debatirlo en una asamblea y enviar una fuerza suficiente para investigar lo que está sucediendo y ponerle remedio.

Werdgrim se sobresaltó al ver actuar así a su hijo. El lenguaje corporal que desprendía evidenciaba que no se sentía cómodo habiendo relegado a su consejero a un segundo plano. Era evidente que la influencia que ese orondo hombre ejercía sobre el gobernador era grande como su panza y que con el tiempo que llevaba a su lado, se había granjeado su favor. Sin embargo, el gobernador no era estúpido y pudo reconocer la sabiduría en las palabras de su hijo.

- Serás un buen gobernador si llegado el momento, el pueblo valida tu candidatura. - Le dijo apretando entre sus brazos a su hijo. - Lo que dices tiene sentido y aunque mi buen mayordomo le haya quitado importancia, toda precaución es poca. - Dijo con convicción.  - Estoy convencido de que Narcil ha dicho lo que ha dicho por resguardar mi credibilidad política. Si muevo todo lo que debo mover y luego la amenaza es ficticia, puede que mi reputación se vea afectada, pero estoy dispuesto a correr el riesgo.

Miró entonces a Guideon. Éste pudo captar en su mirada, cierto respeto por él. Por fin había logrado hacerse valer frente al gobernador de Nocoavov y no había hecho falta faltarle al respeto a nadie, aunque eso sí, la ayuda de Widrum había sido incalculable.

- Convocaré una asamblea. - Gruñó. Parecía que sólo decir aquello le había costado un mundo. - Estarán convocadas, todas las autoridades religiosas de Nocoavov, los representantes de las tres familias, el jefe de la guardia y también a los astrólogos. - Miró a Guideon. - Esta noche en las dependencias de la sede de gobierno. ¿A eso de las ocho? - Le preguntó al saulita. - Enviaré una carta a la oficina del Corregidor de Tenklor explicando la situación una vez hallamos tomado la decisión y... - Gruñó de nuevo con cierto descontento. - Supongo que tendremos que interrogar a los cultistas cautivos...

- Supongo que la decisión no está en nuestras manos. - Sonrió el capitán de la guardia dándole un trago a su copa. - Al menos en mi caso, sólo recibo órdenes. Si, es cierto que tengo cierta autonomía dentro de Nocoavov para mantener el orden dentro de sus murallas, pero decidir sobre algo tan importante es algo que escapa a mis competencias.

Hadon Fercas al fin y al cabo no era más que el jefe de una milicia que se ocupaba básicamente de lidiar con borrachos, ladronzuelos y que intervenía en ciertas disputas entre los vecinos de la localidad. Era un trabajo honrado, pero al fin y al cabo, como él decía, no estaba capacitado para tomar cierto tipo de decisiones que atañían principalmente a las autoridades políticas y religiosas de la región y es más, puede que dichas decisiones tuvieran que traspasar las fronteras de la villa, pues involucraban no solo a aquella pequeña población, sino a todo el Imperio Umnio y puede que incluso a toda Gea.

- Supongo que se tendrá que decidir mediante asamblea, si es que así lo considera oportuno el gobernador. - Alzó los hombros y justo después volvió a alzar la copa para dar un nuevo trago. - Yo estaré listo para lo que tenga que ser.

No percibes que esté ocultando algo, al menos de de forma muy evidente, aunque eso no quiere decir que no lo esté haciendo.

Guideon consideraba que el problema allí era anteponer la credibilidad política a la seguridad de sus súbditos ante una crisis de aquella magnitud, pero decidió morderse la lengua. El asunto había terminado todo lo bien que cabía esperar, y no quería el elegido de Saule adoptar una postura beligerante cuando ya había obtenido de la reunión lo que deseaba, por mucho que le hubiese gustado tirar leña a los pies de Narcil.

De modo que mientras los tres discutían, acudió a sus poderes como inquisidor y sondeó al orondo secretario en busca del aura malvada que un servidor de Glubar tendría. Guideon suspiró de forma inaudible cuando no halló el mal en él. Narcil se había dejado cegar voluntariamente por una despreocupación cómoda e irresponsable, juzgó el sacerdote, o tal vez lo movía algún otro interés mezquino y egoísta. No pensaba que fuera alguien del que debieran preocuparse, pero Widrum parecía pensar lo contrario. Le preguntaría en privado sobre el asunto si tuvieran oportunidad.

—A las ocho estará bien —asintió Guideon y titubeó antes de responder a la sugerencia que Werdgrim había lanzado al aire—. Podemos intentar interrogarlos, pero no estoy seguro de que podamos sacar algo en claro. Sus mentes están destruidas por la influencia enloquecedora de El Perturbado. No obtuvimos de ellos más que pensamientos inconexos y delirios megalómanos. Pero son muy peligrosos. Mi consejo sería extremar las precauciones y ajusticiarlos de manera rápida y fulminante, gobernador.

Guideon se despidió de Widrum y y de su padre el gobernador. Le había quedado bastante claro en quien podía confiar y en quien no, pero al menos había conseguido que le tomaran en serio, con la inestimable ayuda de Widrum. Con éste le quedaba una charla pendiente, pero tendría que esperar. El Gobernador y su hijo iban a ponerse manos a la obra para escribir las misivas que convocaban a las máximas autoridades de Nocoavov a una asamblea urgente con tal de tratar el asunto que el saulita les había revelado.

Por su parte Florin también concluyó su entrevista con Hadon Fercas. El jefe de la guardia de la ciudad se había mostrado amable, comprensivo y dispuesto a ayudar en lo que hiciera falta, aunque tenía también muy claro de quien dependía jerárquicamente y no movería un dedo sin que el Gobernador no le ordenaba actuar de una u otra manera. 

Por último, Nindra ya llevaba un tiempo en el Templo de la Tríada, para cuando llegaron sus dos compañeros. Su parte había sido la más sencilla. Acudir a un mercader local y vender todas las baratijas y las que no lo eran tanto y adquirir una serie de pergaminos. Una vez acabó con aquello regresó al que ahora era su hogar y se puso al mando del Templo, comprobando de boca de Clem Stochire, el sacerdote de mayor rango dentro de la iglesia de la nueva fe, un antiguo seyranita que había abrazado las enseñanzas de los tres profetas.

Una vez todos reunidos en el templo, se pusieron al corriente de lo que habían estado haciendo. Nindra había adquirido tres pergaminos con el conjuro silencio inscrito en éstos; dos divinos y uno arcano. Había logrado vender todos los objetos por la friolera de  9989 po, de las cuales ya había gastado 500 po en los susodichos pergaminos.

Por su parte, Guideon había logrado que el Gobernador convocase una asamblea a la que debían acudir las máximas autoridades locales. Dicha reunión tendría lugar esa misma tarde "a eso de las ocho", como había dicho textualmente el Gobernador. Por su parte Florian se había asegurado de que la milicia custodiara con todas las garantías a los cultistas y los tratase con respeto hasta que se decretara lo que se debía hacer con ellos.

Guideon asintió gravemente cuando sus compañeros le informaron de cómo les había ido a ellos.

—Haced sonar la campana para llamar a la congregación y a los fieles. Quiero hablarles, y pedir voluntarios entre ellos para ir a la Barbacana —explicó el saulita—. Si vamos a pedir al gobernador y al resto de iglesias un esfuerzo en forma de hombres y mujeres valientes, nosotros tenemos que dar ejemplo. Por supuesto, estáis más que invitados a intervenir y dirigiros también a ellos.

Eran buenas noticias que Nindra hubiese logrado convertir aquellas reliquias impías en una considerable suma de oro, que ahora pudiese servir a una nueva causa. No obstante, escuchar aquel número tan imperfecto, le perforaba y dolía en su tan bella y perfeccionista forma de ser.

- El Capitán Fercas se ha mostrado igualmente asiduo a colaborar con la causa, aunque desconozco cuán capacitados sus hombres estén. - Comentó Florian, un detalle que probablemente también pudiese aportar, aunque conservaba ciertas preocupaciones al respecto. - La valentía es un atributo noble, pero no es capaz de concretar una causa por sí sola. Me gustaría asegurarme de sus capacidades también estén a la altura... No quisiera nadie terminase sacrificándose en vano. - Le manifestó a Guideon, si bien los números de seguro ayudarían, él estaba dispuesto no sólo a dar un ejemplo sino a asumir un mayor riesgo con tal de que algunos guerreros o aventureros demasiado novatos lo hiciesen. A fin de cuentas, era su responsabilidad, y era su destino.

A eso de las ocho se encontraban reunidas en la sede del gobierno de Nocoavov, las máximas autoridades de la villa. Todos habían llegado puntuales a la cita y los alguaciles habían abierto la sala de plenos y dispuesto una gran mesa redonda donde todos los convocados se sentaron. No faltaron un par de jarras de vino y algunos aperitivos salados, lo poco que habían podido preparar con tan poca antelación, pero suficiente para saciar el hambre a esa hora tan señalada.

En el cabo de la mesa se encontraban como no podía ser de otra forma, el gobernador y su hijo. A su derecha se encontraba Erik Tineham y a la izquierda Erwin Jay Lasack, junto a quien se sentaba Carroc Ricke. Al otro costado de la mesa se encontraban las máximas autoridades religiosas de la villa. Fileas Mondland, el Gran Oso, Nialenne Cyalon, Alta Sacerdotisa de Seyran y Keven Shaton, gran maestre de los astrólogos y finalmente, de pie y junto al gobernador, el jefe de la guardia Hadon Fercas.

- No quisiera ser grosero, pero permítanme tomar la palabra en primer lugar. - Intervino el Gran Maestre. - Tengo algo de prisa, pues como ven, ha anochecido ya y como cada noche me debo a los astros. - Sonrió. - No va a interpretarse su danza eterna sola, ya saben... - Soltó una risita contagiosa. - Pido presteza en el asunto que se ha de tratar. Al parecer es algo que han descubierto los ilustres miembros de la nueva fe, ¿me equivoco?

- No se equivoca. - Intervino Widrum, muy preocupado por el asunto. - Guideon el saulita, vino con noticias muy preocupantes sobre lo que está aconteciendo muy cerca de aquí. - Afirmó con rotundidad. - No me gustaría ser yo quien reprodujera sus palabras, por si algo me dejo en el tintero, pero en cuanto exponga lo que tiene que decir, estoy convencido de que todos entenderán el desasosiego que siento en estos momentos.

- ¿Desasosiego? - El patriarca de los Lasack frunció el ceño y hubiera escupido al suelo de no encontrarse en la sede del gobierno. - ¡Es la hora de la cena! - Exclamó algo enfadado. - Espero que sea algo importante, Werdgrim. - Le dijo al gobernador con mirada desafiante. - ¡Tú hijo siempre ha sido un alarmista! 

Sin duda, entre la familia Docpher y la Lasack había viejas rencillas. Aunque ellos no las conocían, se hacía evidente por como se habían saludado nada más entrar en la sala y como se miraban y hablaban. Asuntos de familias poderosas que poco les importaba a los miembros de la Tríada, pero que podían dificultar las negociociones.

- Oigamos lo que tienen que decir. - Intervino poniendo algo de paz el Gran Oso. - Cuanto antes dejemos hablar a aquellos que traen noticias, antes podremos debatir sobre ellas y antes podremos tomar cartas en el asunto, ya sea en una u otra dirección...

- Desde luego es algo importante. - Habló entonces el jefe de la guardia. - He podido hablar con el seyranita de la Tríada sobre el asunto y si les hemos convocado hoy aquí, es porque se trata de algo urgente. ¿Por qué otra razón íbamos a desbaratar la cena de sus señorías? - Se dirigió entonces a los miembros de la tríada. - Por favor, si son tan amables de explicar lo que está sucediendo...

- Sí, desde luego ir al grano nos evitaría tener que escuchar según que sandeces. - Añadió el gobernador. - La cena puede esperar, pues lo que hoy se va a tratar es un asunto peliagudo y por otra parte, ya me he encargado de que haya algo con lo que el estómago de los presentes deje de rugir. - Miró con rencor al Lasack. - ¿No son de vuestro agrado el vino y los aperitivos salados? - Sonrió. - ¡Cómo apreciaría un perro tal exquisitez! - Murmuró por lo bajo y por suerte Erwin o no le oyó o se hizo el sordo.

Guideon se levantó de su asiento, y su mirada grave e intensa se trabó con la de todos los presentes, de una en una.

—El culto de Glubar el Perturbado ha regresado a estas tierras. Sus impíos adoradores habían raptado a unos artesanos de Tenklor para trabajar en la reconstrucción de su fortaleza en lo profundo del bosque. Por lo que nos ha dicho el capataz, Trash Ekulum, querían desenterrar algo —dijo el elegido de Saule—. No creo que haga falta recordarles, buenos señores, lo que hizo el culto en el pasado y el peligro que supone en el presente. Debemos actuar con presteza y solucionar el problema de raíz, antes de que la amenaza crezca.

»Debemos dejar atrás nuestras diferencias y colaborar juntos, como uno solo, en lidiar con este mal terrible. Con hombres y mujeres valientes, magia, dinero y equipo, cada uno en el orden de sus posibilidades —dijo y se sentó—. Gracias.

El inquisidor dio su turno de palabra por terminado. Había enunciado el problema y ahora dejaría a sus iguales, más versados en el arte de la diplomacia, que dirimieran los detalles y limaran las asperezas.

Nindra se puso en pie, a Florian se le daba mejor, porque era más bello y más sereno, por eso dejaría que fuese el paladín quién cerrase el discurso para un mejor efecto.

-Encontramos la fortaleza siguiendo el rastro de los artesanos perdidos, a los que llevabámos una semana esperando; habian sido secuestrados y nadie se había dado cuenta de ello. Fuimos nosotros mismos los que entramos en la fortaleza y acabamos con los seguidores de Glubar, cuya enloquecida y perturbada mente estaba puesta en la reconstrucción del santuario de su dios. No es posible que nadie se haya percatado de que estos sacerdotes estaban en la región, pero como tampoco nadie se preocupó de la seguridad de las carreteras, no resulta extraño. Esta región peligra mucho, no solo debemos unirnos para confrontar esta amenaza, tenemos que asegurar la paz de estas tierras. Necesitamos hombres y mujeres capaces de luchar y necesitamos mejorar la seguridad de los nuetros. Creo que el Templo de la Triada está mejorando las cosas, pero los demás deben mejorarlo también. Todos debemos mejorarlo.

Se sentó y le dio la palabra a Florian.

Florian respiró hondo, y por último, se puso firmemente de pie. Él era el más joven de la tríada, aún más joven de lo que físicamente aparentaba. Aún si lo habían tratado como un elegido desde su plena infancia, hoy era consciente de aquel encierro y cuidado durante tantos años, sólo le había oscurecido en su percepción. Sus compañeros eran personas mucho más sabias que él, pues por ello había escogido acompañarlos.

Alzó su mirada en busca de la figura del sol, la cuál usualmente le inspiraba. Obviamente, la misma se encontraba ausente, en medio de la noche. Por lo que cerró sus ojos, y visualizó la misma en su mente, esperando iluminase sus palabras. No había preparado ningún discurso. Sólo podía ser honesto y hablar desde el corazón, como siempre lo hacía.

- Sé que muchos de ustedes, al igual que mi persona, poco sabrán y recordarán acerca de un Culto tan olvidado. Sé que probablemente algunos de ustedes, consideren esto no más que un conflicto de fé entre diferentes religiones. Pero, les suplico créanme cuando les digo... Todo esto va mucho más allá de eso. - Comenzó sus palabras, probablemente las más improvisadas y pasionales del trío. Los gobernantes les habían exigido presteza en sus palabras, pero eso simplemente no era lo suyo.

- He visto con mis propios ojos... He visto lo que esta oscura deidad y su corrupta influencia, es capaz de hacer en sus propios seguidores. He visto con mis propios ojos, lo que esta terrible deidad es capaz de hacer, peor aún a aquellos que no le siguen. - Les habló con mayor seriedad, buscando contacto visual directo con cada uno de los presentes, esperando poder llegar a sus sentimientos. - Hombres sumidos en un eterno remolino de interno sufrimiento, privados totalmente de su propia cordura. Esclavos de una fuerza que va más allá de lo palpable. Esclavos sin grilletes visibles, y por tanto, temo... Quizás incapaces de ser liberados. - Bajó su mirada con cierta pena, recordando en particular el terrible estado mental de Dunrat tras su derrota.

- En contra de su propia sensatez y voluntad, estas personas fueron influidas para desenterrar una oscura reliquia, que dícese ser capaz de expandir aún más ésta caótica influencia, aguardando una legión del Caos con ella. Este artefacto, aún sigue allí, esperando a ser posesionado. Y créanme, si su poder llegase a ser desatado... No habrá muralla ni ejército, capaces de proteger sus propias mentes, ni sus propias almas. Por eso, en nombre de las Sagrada Tríada, sé que es una petición dura... Pero les suplico, busquen en sus corazones, piensen en su gente, en sus hijos... En el futuro de Nocoavov. Debemos unir cuántas fuerzas poseamos ahora. Aún podemos salvarnos de tan horrendo destino. Pues mañana... Mañana podría ser demasiado tarde. - Concluyó, esperando poder haber llegado a algunos de sus corazones. Era un mensaje de temer, sin embargo esperaba sus palabras pudiesen brindarle algo de esperanza y el hecho de que confiaba había una luz al final del túnel. Sólo debían unirse.