Partida Rol por web

La carreta llevaba en marcha más de cinco días por un camino que serpenteaba las praderas ondulantes de los Prados Verdes. Era un camino poco transitado exceptuando por algún otro carro que iba o venía hacia Nidoverde o Beregost. El grupo se había ido uniendo a esta pequeña caravana formada por dos carros tirados por caballos. Una de ellas llevada por una mujer que transportaba telas de seda desde Aguas profundas y la otra formada por una pareja de enanos, Hunder y Mugrim quienes habían decidido que la mejor forma de celebrar su reciente unión era viajar hacia el sur para abrir una nueva ruta comercial con Nidoverde. Los dos enanos parecían pensar que era una idea romántica.

Junto a ellos viajaba un calishita, de tez morena y pelo corto. Sus ropas eran sencillas propias de un granjero pero portaba un enorme espadón a su espalda y la mirada decidida. También se encontraba con ellos una elfa de los bosques llamada Draenna que caminaba a un lado con su bastón ensimismada con sus pensamientos aunque de vez en cuando miraba con curiosidad a uno de sus compañeros. No era la única que miraba con curiosidad a Égida, un constructo de metal que parecía tener personalidad propia y hablaba como un humano normal, nada tenía que ver con los autómatas que creaban los gnomos y que podían verse por las calles de Aguas profundas. En uno de los carros iban subidos Endozal y Joorin que discutían alegremente sobre si deberían agregar ciertas hierbas aromáticas al próximo guiso. Endozal era un joven de pelo alvorotado que se mostraba alegre y había demostrado ser un gran cazador con su ballesta. Joorin Saltolargo era un mediano de pies ligeros y peludos, tenía tan buena vista como ideas para cocinar platos muy variados. De vez en cuando se turnaba con alguno de los enanos para conducir su carro y permitir que descansaran. Por último les acompañaba un tiefling rojo llamado Zendarión. Había entablado amistad con el resto aunque a veces parecía hablar solo distraidamente. Todos sabían que era capaz de realizar hechizos pero por suerte el viaje había sido tranquilo y no había habido necesidad.

Quedaban unas horas nada más para ver Nidoverde detrás de las lejanas colinas y finalizar así su viaje justo a tiempo para cenar en alguna de sus posadas.

—Así que arena, nunca se me habría ocurrido —la voz del enorme constructo de metal resonaba con eco, como si hubiera alguien escondido en su interior. Se había aproximado a la pareja de enanos para felicitarles por su reciente enlace, aunque a nadie le pasó desapercibido un deje de melancolía en sus palabras. Sin saber cómo, la conversación había terminado haciendo referencia a las manchas rojizas que salpicaban las manos y antebrazos de Égida. Mugrim había mencionado que el agua no funcionaría demasiado bien para limpiar las irregulares zonas plagadas de runas y grabados, por lo que la idea más apropiada era usar arena—. Como en una cota de mallas, entiendo.

Tras esto, se quedó callado y pensativo, mirándose las palmas de las manos durante largo tiempo hasta que finalmente dejó escapar un leve suspiro. 

Joorin balanceaba sus peludos pies, sentado en el banco del carro mientras conducía parsimoniosamente al animal que lo tiraba.

- Manzana! Gritó de improviso mientras dirigía una alegre mirada a Endozal. – La manzana casa perfectamente con el pollo. Volvió su vista de nuevo al camino mientras su rostro dibujaba una sonrisa de triunfo.

- Habéis probado nunca el pollo con manzanas? Preguntó dirigiéndose también al resto de la compañía. – Que delicia… Mi madre lo hace con piñones… se me hace la boca agua.

Había sido una gran idea ir con aquel grupo de mercaderes, el camino se le hacía mucho más llevadero. Casi parecía una de sus excursiones que solía hacer con su cuadrilla, allí en Rioespeso. Su tierra… Ya hacía muchos días que había salido de su querido hogar. A veces seguía añorando la granja y el huerto. El olor a pan recién hecho que orneaba su madre cada mañana… Como añoraba el jolgorio que se organizaba al anochecer, después de cenar, cuando sus ocho hermanos y él, se sentaban junto al fuego a escuchar las historias que les contaba su padre.

- Ahora te toca a ti Endozal, una fruta que se pueda cocinar con… Ternera. Añadió con alegría. Y con rostro satisfecho volvió a concentrarse en los baches del camino.

El tiefling rasgaba las cuerdas de su laúd distraído, con la espalda apoyada en las telas mirando el resto de carretas y extraños individuos con los que ahora viajaba. Que Leosin le buscara después de tanto tiempo era como mínimo curioso, no por una cuestión de incompatibilidad (Zendarión era capaz de hacerse querer incluso por el enano con el gesto más torvo e imperturbable) más bien de capacidad. No era un guerrero, ni un mago, ni el más avispado de la compañía. Como solían decirle, era un clavo bonito, pero no uno agudo. 

La urgencia era relativa en un mundo en el que la montura (más habitual) era un caballo. 

-... Y ella dijo con decoro, "Lo siento, tesoro" y lo echó de las sábanas entre llantos, y confeso que en cuestión de tamaños, le gustaban más las de los caballos.- Canturreo sin mayor preocupación antes de apuntar las estrofas en una libreta que tenía apoyada en el muslo.- Bueno, bueno, bueno... - alzó la voz.- Entiendo que los comerciantes viajan para hacer negocio, yo busco públicos que aún no hayan oído mis canciones. Pero al resto ¿Qué les lleva a Nidoverde? Una ciudad comercial, fundada por una ladrona y llena de ladrones y usurer... quiero decir, comerciantes locales y banqueros.

-¡Pues claro que arena! ¡Si no dispones de una herrería lo mejor es la arena muchacho!-insistió el enano en su conversación con Égida mientras reía afablemente.

-¡Ladrones y banqueros! ¿Has oído Hunder?-dijo el enano a su pareja quien estaba en el pescante junto a Jorrin, conduciendo el carro.

-Si, si cariño, lo he oido-respondió Hunder quien se había visto interrumpido cuando iba a discutirle al mediano que lo mejor para el pollo eran los higos y no las manzanas- Tenías razón, Nidoverde es el mejor sitio para hacer negocio. Espero que los ladrones y los banqueros también necesiten buenas herramientas.

Endozal miraba divertido a Égida. No había tenido mucha oportunidad de hablar con él pero sus formas de hacer las cosas le resultaban harto curiosas. Sobre todo a la hora de comer cuando coge un poco de camina y se lo queda mirando durante largo rato sin llegar a probarlo o a la hora de descansar cuando se quedaba quiero y no movía ni un trozo de metal. Lo mismo ocurría ahora que se había quedado pensativo con lo de la arena.

Joorin le había sacado de su ensimismamiento y le miró divertido. Había generado una buena amistad durante el viaje y le había permitido relajarse a pesar de las necesidades de su viaje hacia Greenest. A pesar de su pregunta no pudo más que rebatir  - ¿Mánzana?, eso es porque nunca lo asado con un limón en su interior, embadurnado de cerveza, aceite y diversas especias. Eso si que es para que se haga la boca agua. Eso sí el sercreto para asarlos de la manera correcta es a fuego lento y dándoles vueltas poco a poco. De modo que coja el fuego por igual en toda su superficie. Y siempre, siempre con un recogedor de grasa, para cuando se presente en la mesa se haga con su sabroso jugo. de pronto se apesadumbro un poco al relacionar a los pollos con Talis pues eran los pollos de la familia de esta los que solía preparar. Pero no se dejó apesadumbrar demasiado pues el mediano le había propuesto un nuevo reto y comenzó a negar con la cabeza. - La ternera no debe ser acompañada nunca por una fruta. Siempre por una buena guarnición de verdura. Patata asada y pimientos. ¿Cómo se te ocurre mezclarla con una fruta? Jajajajajajajaja. Podrías probar a abrir una posada de comida exótica. Estaba cómodo sentado en la carreta pero le apeteció caminar lo que faltaba de viaje, pues pronto llegaría la noche y podría recuperarse de esta caminata. Eso sí, sólo dejó atrás su mochila pues aprovecharía para cazar cualquier pieza que se le pusiera por el camino.

- Deja que conduzca otro y deslizate hasta el suelo para caminar un rato. Ya es hora de que estiremos las piernas. No muy lejos Zendarión comenzó a cantar e invito al mediano a acercarse. - ¿Banqueros? Pensaba que ibas a acabar diciendo bandoleros. Pero creo que todo eso fue tiempo ah. Ahora debería estar regentada por gente de mejor moral aunque parte de la población siga siendo un tanto pendenciera. No contestó directamente a la pregunta del tieflin pues ni siquiera había compartido aún con Joorin el motivo de su viaje. Quería llegar allí y conocer la situación antes de pedir ayuda.

Draenna estaba un poco alicaída esa mañana. Irónicamente pensó, eso la acercaba más a ese hombre de metal que a ningún otro miembro de la caravana. De cierto que no se había atrevido todavía a cruzar palabra con él, pues eran de mundos totalmente diferentes, opuestos más bien...

Pero aquel día se decidió a hablar con él. - Égida he oído que te haces llamar criatura. Mi nombre es Draenna. - carraspeó sorprendida de su potente tono de voz. - Disculpame si me meto donde no me llaman, pero ¿Qué es eso que dices querer borrar? - dijo apretando el paso para ponerse a su altura.

La verdad es que la curiosidad podía con ella. Bueno, realmente era una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado tenía curiosidad por entender que animaba esa especie de armadura, por otra temía aquello que no comprendía.

Pero había decidido tener el valor para averiguarlo y así dejar de temerlo. "No puedes temer aquello que comprendes".

Abdali yn Iham, era un joven calishita más alto de lo que solía verse en su reino de origen. Seguramente, haber nacido en las Tierras Verdes, rodeado de prados y ovejas, bien alimentado y feliz, habían conseguido lo que las arenas del desierto y depravadas calles de Calimshan no habrían podido realizar.

Ese joven feliz que habitaba en su corazón se mostraba sobre todo cuando los atentos cocineros se ponían a preparar los platos. Intentaba robarles ingredientes por aquí y por allá, y era siempre el primero en probar el guiso resultante. Mantener un cuerpo fuerte necesitaba mucha energía sin duda.

Pero Abdali no esta siempre de tan buen humor. A veces, cuando creía que nadie le miraba, su vista se perdía entre las nubes y su gesto se volvía triste y atemorizado.

El motivo de su viaje, como les explicó a sus compañeros, era algo inquietante. Su amigo y mentor, Ontharr Frume, había recibido noticias inquietantes sobre terribles monstruos que habían sido avistados por la zona y le había pedido que fuera a comprobarlo. De momento no se habían encontrado con nada, pero la sombra de la preocupación ocultaba de vez en cuando el semblante del guerrero.

—Draenna —repitió para sí, como si quisiera obligarse a recordarlo—. Sí. Ese fue el nombre que elegí. ¿Te parece apropiado? —no parecía muy seguro de cómo afrontar la conversación, pero afortunadamente la elfa había mencionado algo para lo que sí tenía una clara respuesta. Alzó los brazos y dejó que la luz incidiera directamente sobre las runas de las manos—. Ah, sí. Esto. Es sangre.

Lo digo con una parsimonia apabullante, como si el hecho de que su cuerpo tuviera múltiples salpicaduras de sangre en una zona tan pacífica como aquella no significara nada.

—Al principio intenté lavarme en el río. ¿Pero ves? No se quita del todo.

-¡Eh!¿Oís eso?-preguntó la mujer interrumpiendo la conversación. Efectivamente más adelante se escuchaba un ruido sordo. El ruido de una multitud, de voces y gritos que se difuminaban por el aire. El sol se escondía en el horizonte sin embargo, tras la colina frente a ellos, donde se encontraba Nidoverde había un resplandor...

El grupo aceleró el paso tratando de llegar a la loma lo antes posible y ver lo que estaba ocurriendo.

A tan solo un par de kilometros* frente al grupo se veía la ciudad de Nidoverde. Pero en lugar de la agradable y acogedora ciudad que esperaban lo que vieron eran columnas de humo negro que se elevaban desde algunos edificios en llamas. Entre los edificios podían verse figuras correr de aquí para allá aunque no podían distinguir que eran. Se escuchaban, ahora mucho más claro, los gritos de terror y el ruido del metal entrechocando.

De pronto una sombra enorme cruzó los edificios. En el cielo, sobre la ciudad, rondaba una forma de alas oscuras a baja altura acosando el torreón que se encontraba en el centro de la ciudad. ¡Nidoverde estaba siendo atacada por un dragón!

El tiefling miró hacia donde señalaba la mujer. Observo durante unos instantes como se extendía el terror y el horror junto las llamas por la ciudad. 

- Bueno, pues ha sido un bonito viaje.- Comentó mientras saltaba de la parte de atrás del carro y comenzaba a caminar por el camino que habían venido.- Un placer. 

Un par de pasos después se quedó en el sitio.

- Si, ya lo sé. Una cosa es que tengamos un trato para hacer buenas acciones y otra que vaya a cometer actos suicidas. 

Había esperado encontrarse algún monstruo maligno, pero nunca uno de tal envergadura. Se dio cuenta al instante que el enemigo que amenazaba la ciudad de Nidoverde era algo fuera de sus posibilidades. Él no podría detenerlo, pero quizás podría ayudar a los defensores de la ciudad. Armándose de valor y determinación, rezó a todos los dioses conocidos y se preparó para lo peor.

- Vayamos! Debemos acudir en ayuda de los ciudadanos!

Mientras que esperaba que alguien más se le uniera en aquel acto heroico y suicida, se quedó observando los movimientos de la enorme criatura, estudiando sus ataques, buscando pautas y puntos en los que pareciera concentrar su atención. Por qué un dragón tan grande estaría interesado en una ciudad humana cuando es más fácil encontrar comida en las granjas (como ocurrió en su desdichado caso)?

El mediano soltó una risotada divertida ante el comentario de Endozal sobre la fruta y la ternera. Algún día le demostraría que si se podía cocinar ternera con fruta. Pues con pera asada se podía hacer un guiso para chuparse los dedos. Más no dijo nada, y pasándole las riendas del carro a Hunder bajó del mismo para caminar junto a su compañero Endozal.

- Que simpáticos estos enanos. Pensó para sí.

- Pues la verdad es que busco respuestas. Soltó de repente Joorin a la pregunta que había lanzado el extraño bardo llamado Zendarión. – Pero no se si las encontraré. Añadió pensativo. - Y esa tonada que murmurabais… la habéis escrito vos? Las palabras dirigidas al bardo se quedaron suspendidas en el aire. Emthrane les llamó la atención y Joorin se quedó helado al observar lo que señalaba.

- Un dragón!!! Pero que narices… Estaba perplejo y asustado. Nunca antes el pequeño mediano había visto un dragón.

- Si, deberíamos de prestar ayuda. Dijo algo dubitativo respondiendo a la palabras de Abdali.

La conversación con Draenna le había mantenido distraído, y el tranquilo camino no requería que estuviera atento a sus alrededores. Por no eso no se percató de lo que sucedía hasta que escuchó a Emthrane. ¿Polvo? No. Humo. ¿Un festival?

Sus rápidos pensamientos pronto encontraron una respuesta al observar la tenebrosa figura de un dragón sobrevolando la ciudad de Nidoverde. Un dragón. Fuente de terroríficas historias, pero hasta ahora para él únicamente eran eso: historias. ¿Cómo imaginarse que en un lugar tan alejado como ese podrían hallarse bestias como aquellas. ¿No se suponía que asaltaban grandes ciudades cerca de las montañas? La verdad es que apenas si sabía algo sobre los dragones.

Alguien gritaba. Otro ofreció su ayuda. El grupo que acompañaba a los carros se movió.

Égida no se dio cuenta de que estaba corriendo hasta que no pasó de largo de Abdali. ¿Cuándo se había puesto en movimiento? ¿Y qué pretendía hacer contra un dragón? No, él no quería enfrentarse a ese terror alado. Allí había gente inocente que necesitaba que alguien les protegiera. Que fuera su escudo.

Pero inconscientemente, sabía que había otra razón. Si había dragones, quizás estuvieran cerca quienes les adoraban.

Las bromas y risas se apagaron ante el aviso de la mujer. El silencio reinó entre ellos mientras comenzaron a escuchar estruendos y gritos. Provenían de Nido Verde y todos avanzaron para desde el alto de una loma ver lo que pasaba. Cuando tuvieron la ciudad a la vista el corazón de Endozal se encogió. Había edificios en llamas y la gente huía de un lado a otro. El terror reinaba en el corazón de los ciudadanos y no sin motivo pues cuando vio a la bestia volando sobre la ciudad cayó de culo espantado.

No creía lo que estaba viendo, un dragón atacando el lugar en el que se suponía que Talis estaba retenida. Había llegado tarde pues el fin de aquella ciudad estaba próximo. Egida y Abdali no lo dudaron y partieron raudos hacia la ciudad. Pero en la mente de Endozal, sólo veía el final del camino. Había llegado muy tarde y era absurdo ir allí para morir. 

Entonces se fijó en el pánico de la gente, en el caos formado en la ciudad. Era una locura pero quizás era la mayor oportunidad que tendría para encontrar a Talis. Sabía que los cultistas estaban en la ciudad y quizá habían sido ellos los que habían llamado la atención del dragón. Pero estaría aún a tiempo, pues dentro del caos seguro que era capaz de encontrar a uno de esos adoradores, reducirlo y encontrar a Talis. O por lo menos es lo que se decía a si mismo para conseguir fuerzas con las que ir hacia la ciudad. No le importaba lo que allí ocurría, sólo el aprovechar el caos en la ciudad para salvar a su amiga.

La conversación con el forjado parecía saciar su curiosidad. ¿A caso se había bautizado a sí mismo con ese nombre? Todo era antinatural en él. Quizá incluso se hubiera creado a si mismo... hasta que hizo mención a esas marcas y a las manchas de sangre reseca. Eso la dejo en una situación incómoda, sin saber muy bien que decir o que pensar a cerca de ese ser que hablaba de sus manos manchadas de sangre como si tal cosa.

Pero todo eso dejó de importar a Draenna, cuando una columna de humo se alzó en el horizonte, justo a la altura de dónde debía quedar Nidoverde.

- Llegamos en el peor momento... - pensó en voz alta. En ese momento la terrible y enorme figura de un dragón atacando la ciudad le dejó la sangre helada. Era el primer dragón que veía en carne y hueso, más allá de cuentos y leyendas, de relatos o de sueños.

- Es un dragón... - dijo temerosa más para creer que no estaba soñando y los demás también lo habían visto.

Pero cuando varios de ellos echaron a correr para auxiliar o ayudar a expulsar a la bestia, quedó rezagada y miró tanto a la pareja de enanos, como a la humana y también al tifling.

- ¿Conocéis las cercanías a esta ciudad? Deberíais apartaros del camino y esconder los carros en algún lugar. - les preguntó para tratar de ayudarles de alguna forma. Dtaenna no creía que pudieran hacer nada contra un dragón, era un suicidio. Pero sí podía intentar ayudar a esas gentes a quitarse de en medio.

-¡Maldita sea! Hacía mas ma 40 años que no veía un dragón-exclamó el enano- Hunder, Señorita Robelard alli hay unos árboles. No servirá de mucho pero al menos podremos atar a los caballos y que no se espanten de miedo!-dijo empezando a guiar el carro hacia alli. Tanto su marido como la mujer de Aguas profundas estaban de acuerdo- Iremos detrás de vosotros!-le dijo al grupo- no os preocupeis por nosotros!-dijo agitando una mano.

-Eh muchacho!- se dirigió a Zendarión- o nos ayudas con los carros o les ayudas a ellos y diría que te van a necesitar más que nosotros jeje-le instó al tiefling para que fuera con el resto pues a su alrededor no había mas que un mar verde de colinas.

Los enanos y la mujer se desviaron para atar los caballos al árbol mientras el grupo corría hacia el pueblo. Según se acercaban los gritos y el ruido de lucha se escuchaba cada vez más cerca. Quedaba claro que la aldea estaba sufriendo un ataque, aunque el dragón ahora volaba alto sin prestar mucha atención a lo que ocurría bajo él. Algunos pajares y graneros ardían aunque por suerte la mayoría de las casas no habían llegado a prender fuego. 

Al acercarse a las primeras casas el grupo vio como tres figuras salían detrás de una de las casas. En el momento frenaron ante la posibilidad de que fueran atacantes pero pronto pudieron observar que era un hombre cojeando y dos niños pequeños de unos 8 y 10 años. Tras el salió una mujer armada con un escudo y una vieja lanza rota. La mujer miró hacia el lugar del que provenían entonces se frena y parece colocarse para aguantar la posición. Pronto aparecieron sus perseguidores. Ocho kobodls, unas pequeñas criaturas reptiloides que agitaban sus cuchillos y pequeñas espadas haciendo gruñidos y chasquidos, que se abrieron en abanico alrededor de la mujer, que parecía dispuesta a sacrificarse para retrasar a las criaturas el mayor tiempo posible.