Partida Rol por web

El lobo no perdió la oportunidad de lanzar una dentellada al aire al ver que se le escapaba uno de esos lagartos voladores. Lo enganchó justo en el último momento de la cola, tiró de él y el siguiente bocado le destrozó las alas...

Los Kobolds estaban siendo reducidos rápidamente pero sus compañeros comenzaban a estar gravemente heridos. Necesitaban acabar lo antes posible con el combate por lo que moviéndose tras Égida para tener buscar un ángulo de tiro contra el siguiente Kobold que amenazaba a la forma lobuna de Draenna, se puso en movimiento. Una vez a la espalda de Égida vio entre todos sus compañeros al enemigo. 

Apuntando por encima de la cabeza de Joorin, dejó escapar un nuevo virote haciendo que el Kobold cayera muerto en el acto y reduciendo a dos los enemigos restantes ante ellos tras ver como Abdali cercenaba la cabeza de otro de ellos.

—¡Draenna! —gritó el forjado, sin tener muy claro por qué, mientras a su alrededor todas las criaturas morían a manos de sus compañeros. Menos mal que os tengo a vosotros. Porque sabía que él estaba para captar la atención de los enemigos y resistir golpes, ellos eran los que derramaban la sangre de sus enemigos. La sensación de impotencia no disminuía, peor aún, cada día se sentía más inútil. Le hizo gracia pensar en que Endozal se sentía igual, cuando era quien disponía de una agilidad y puntería imparables.

Ahora que no tenían enemigos cerca, era hora de ayudar a su compañera quien tuvo la buena idea de transformarse en loba antes de infiltrarse escaleras arriba. Si la hubiera pillado en su forma élfica, quizás no hubiera aguantado tantas cuchilladas. Es una maravillosa aliada, pensó el forjado mientras liberaba un torrente de llamas contra el último kobold volador— ¡Al suelo contigo!

El lobo soltó una dentellada que atrapó al último de los kobolds mientras volaba. Le dejó el ala destrozada y este intentó retomar el vuelo, pero una zarpa le retuvo la cola para que no alzara el vuelo de nuevo. El lagarto entonces se giró para ver que le impedía escapar pero lo único que le esperaba era un morisco en la garganta.

Segundos más tarde el enorme lobo se acercó al resto del grupo. Estaba destrozado, uno de las ojos ni siquiera podía abrirlo, múltiples punzadas le habían dejado el pelaje cubierto de sangre y aún así seguía en pie.

Abrió las fauces para emitir unas palabras, pero entonces se dio cuenta de que era inútil. Agachó la cabeza y en un pestañeo su cuerpo volvió a la forma habitual de elfa. Se incorporó mostrando apenas unos rasguños en su piel. 

– Sentirse en el cuerpo de una bestia es tan estimulante... – dijo mirándose las palmas humanoides. – Pero no debo dejarme llevar por ese torrente de poder salvaje. Lo siento, todavía no controlo muy bien mis instintos en forma animal.– terminó con voz queda.

Y tras ella pudieron ver un puñado de kobolds ensangrentados hechos un ovillo en el suelo.

El mediano estaba tensando su arco para matar al ultimo Koblod cuando Draenna lo revolcó por el suelo. Relajó su brazo, guardó su flecha y en lugar de disparar, conjuró.
Nuevamente tras comer unas bayas, varias de sus heridas cerraron, aunque seguía muy herido.

– Sentirse en el cuerpo de una bestia es tan estimulante...Pero no debo dejarme llevar por ese torrente de poder salvaje. Lo siento, todavía no controlo muy bien mis instintos en forma animal

-El pobre tom consumía un preparado de polvos a base de una planta de mi comarca. También decía que era muy estimulante, hasta que comenzó a volverse loco. No podía parar de snifarlos. Tuvimos que encerrarlo un mes en el granero para que se le fueran las malas costumbres. Casi se nos muere, no fue bonito, te lo aseguro. Que no te pase lo mismo con tu forma animal, eh... cuidadito, que te encerraré si es necesario. Es por tu bién-Le dijo a la druida señalándola con un dedo acusador.
-Dejenme ver si puedo recuperar alguna flecha, y algo más de valor y seguimos.

Cuando el grupo acabó con los kobolds pudo oir ruidos como gruñidos de animales (o quizás más kobolds) por las escaleras que ascendían hacia el noreste. En aquella sala, además de los cadáveres, colchones finos de paja cubiertos con pieles mal curtidas formaban pequeñas camas que estaban colocadas al azar alrededor de la cámara. Ratas y pequeños lagartos se escabullían a través de los restos de comida y los odres mohosos de vino esparcidos en el suelo.

Cuando quedo claro que más enemigos se acercaban, Abdali se acercó al constructo.

- Maese Égida, no le quedará un poco de esa magia revitalizante para cerrar heridas?

Había que prepararse para lo que iba a venir. Tendrían que registrar los cadáveres más tarde.

- ¿Habéis escuchado eso? les susurró a sus compañeros. - Parece que vienen refuerzos. Preparaos.

Viendo como estaban sus compañeros lo mejor era que no perdieran el tiempo y sorprendieran a aquellos que parecían moverse hacia ellos. No tenía pinta de que fueran a darles tregua por lo que Endozal se movió rápido y cogió la antorcha moviéndola hacia el centro de la estancia dónde estaba los Kobolds para no dejarla a merced del enemigo que venía y la acabara apagando y se colocó tras unas rocas escondido esperando a lo que pudiera llegar. Ya habría tiempo de ver lo que tenían los Kobolds, debían de recuperarse y posicionarse.

—Lo siento —respondió, con evidente abatimiento, mientras se escondía—. Tras el enfrentamiento con Langdredosa estoy agotado. Necesitaría descansar para poder curaros.

El corpachón del forjado no era el más apropiado para esconderse, y era evidente por la mala posición que eligió para emboscar a quien viniera a por ellos. Pero pensaba que si se centraban en él y no veían a sus compañeros, seguramente la sorpresa sería mayúscula y cuando quisieran ponerse a cubierto ya sería demasiado tarde.

El grupo estaba en las últimas. Sus fuerzas se habían visto mermadas después de luchar contra todos los que quedaban en esas cuevas y haber pasado por aquella trampa corrosiva.

- Puedo aliviar un poco vuestro dolor, pero me temo que es todo lo que puedo hacer sin agotar nuestros recursos. - dijo señalando su faltriquera, donde guardaba una poción curativa hecha destilada la noche anterior.

- Que los espíritus os hagan más llevadero el camino... - susurro antes de tocar a Abdali y a Égida por el hombro. Entonces un fulgor revitalizante les hizo sentir la calidez de aquel que quiere cuidar de ellos.

Jorin estaba a punto de revolver en los cadáveres cuando los ruidos se sintieron en la escalera. Levantó la vista y siguió al grupo escondiéndose en una esquina con el arco listo para disparar.

Ya en su puesto, vió a Egida, parado prácticamente en medio del pasillo.... "Diablos grandulon, no es momento para ponerse de carnada" pensó el mediano. Si algo pasaba, tendría que disparar rápido en defensa del clérigo

El grupo se escondió y al cabo de unos minutos escucharon unas pisadas bajando por las escaleras. Tres Kobolds bajaban despacio, hablando entre ellos con susurros, asustados. De pronto uno de ellos vio claramente a Égida quien no había logrado esconderse muy bien y empezó a gritar a los otros dos señalandolo. Uno de ellos le lanzó una jabalina pero esta dio contra el techo de las escaleras y se partió. Entonces los 3 kobolds se lanzaron al ataque sin saber que estaban corriendo hacia una emboscada.

Y allí que bajaban los últimos — esperaba él — reductos defensivos de las cavernas. Al menos, los de aquella zona. Temerosos al principio, pero luego parecieron confiarse al verle en solitario. Casi le daban lástima, pues estaban a punto de conocer la tormenta de acero que caería sobre ellos. Debemos poner en práctica esta artimaña más a menudo, pensó mientras alzaba la mano y liberaba un fogonazo de llamas contra el más cercano para cegarle.

Joorin no pudo reaccionar antes de que égida fuera atacado, pero a mitad de la carrera de los kobolds, una de sus flechas terminó enterrada en el pecho de uno de ellos haciéndole caer al instante.

Rápidamente sacó otra flecha que se dirigió a otro de los Kobolds pero solamente rozó un brazo sin hacer tanto daño

Observaba tras las piedras como tres Kobolds despistados marchaban contra Égida a la carga pensando que estaba sólo. Su error era mayúsculo pues en cuanto entraron en el arco de luz todo el equipo se puso en marcha emboscando a aquellos reptiles. Endozal apuntó a uno de ellos con su ballesta y a pesar de notarse cansado del combate anterior su pulso aguantó con firmeza. Tras pulsar el gatillo el virote salió despedido a la garganta de uno de ellos atravesándolo y haciéndole caer muerto en el acto.

Más kobolds bajaron para recibirles. La preparó su bastón para el combate, pero se encontraba demasiado atrás y la estrechez del pasillo no ayudo. Puso un pie en falso en el primer escalón y en vez de golpear con el bastón este salió proyectado hacia delante rebotando contra los escalones, muy cerca de uno de los lagartos ensartados por las flechas aliadas.

- ¡Maldición, mi bastón!

En ese momento se quedó desarmada frente al último de ellos que bajaba. Por suerte el resto de sus compañeros acabarían con el antes de estar en peligro...

Abdali salió con muchas ganas de repartir galletas a los kóbolds, pero llegaba tarde y no le quedaba mucho a lo que dar.

Rápidamente los enemigos cayeron ante la bien organizada emboscada del grupo de aventureros. Los kobolds quedaron tendidos al final de la escalera. Podían seguir subiendo, aunque seguramente hubiese más de allí de donde habían venido o podían volver a bajar por las escaleras hacia la sala del gas venenoso si es que este se hubiera disipado en el rato que llevaban allí. 

Con la amenaza controlada, Abdali se detuvo a contemplar al grupo. Estaban hechos trizas.

Deberíamos descansar. Seguramente los huevos de dragón estén custodiados y tengamos que enfrentarnos a más cultistas o vete a saber qué. Hagamos turnos y pasemos la noche aquí mismo. Si viene más kobolds nos será fácil acabar con ellos- opinó el guerrero.