Partida Rol por web

Una vez reunidos decidieron explorar el resto de la guardia. No querían dejar ningún posible prisionero a su suerte...

Pero encontraron algo que aún siendo algo esperando, les sorprendió. Los kobolds eran más listos de lo que parecían.

- ¡Cuidado! ¡Aquí hay más! Acabemos con ellos cuanto antes. - advirtió, para luego llegarse la mano a la mejilla. Solo era un corte superficial.

Golpeo su bastón contra la roca y un destello verdoso recubrió su anudada arma. Lo siguiente fue devolver al lagarto un poco de su misma medicina.

No le pasó desapercibida la atención con que Endozal vigilaba sus pasos. Y se preguntó si, de cara al futuro, no sería más interesante que el joven fuera en primer lugar—. Mira, lo he reconocido por el trabajo de cantería del borde— le explicó cuando mostró interés por la trampa de las escaleras. Lamentablemente, la lección de mazmorreo tuvo que dejarse para otro momento cuando les volvieron a atacar por enésima vez.

—¡Yo ya he perdido la cuenta! —gritó, respondiendo a la pregunta de Joorin y lanzando una corriente de peligrosas llamas contra el kobold volador.

Abdali había cortado en dos a dos de los kobolds, mientras que joorin y Draenna se las habían ingeniado para herir a otros dos facilitando que Endozal pudiese apartarse del peligro. Cuando el kobold volador caía al suelo envuelto en las llamas de Égida de pronto tres enormes figuras salieron de las sobras y saltaron sobre ellos. Eran tres dracos, parecidos a los que habían visto anteriormente pero claramente mas entrenados en el combate y más experimentados por la forma en la que se movían y atacaban como si de una manada de lobos se tratase.

Dos de ellos saltaron sobre Égida que, aunque pudo esquivar a uno, no pudo evitar la dura cola y los fuertes colmillos del draco guardían. Abdali por suerte logró apartarse a tiempo del que le atacó a él.

Draenna tenía que quitarse de encima al kobold para ayudar a Égida. El constructo estaba rodeado por dos de esos dracos y necesitaba ayuda cuanto antes.

La elfa no pudo evitar un golpe certero de la pequeña criatura, mas ella le asestó un bastonazo de regreso en la garganta. El kobold se quedó paralizado, agarrándose el cuello mientras intentaba respirar, pero pronto cayó de rodillas muerto por la asfixia.

- ¡No os vais a salir con la vuestra! - bramó encarando a uno de los dracos justo antes de tomar la forma de lobo de combate, dejando a Égida contra un único adversario. El enorme lobo, que podía igualar la altura de un caballo, gruñó entre dientes.

Pese a la sorpresa el guerrero había esquivado las garras del nuevo contrincante. Se encaró a el con el espadón ensangrentado y con un gruñido salvaje lo volteó una vez por encima y otra por debajo del draco dejándole dos feos cortes.

La acción se comenzaba a desatar pues más enemigos iban y venían. Endozal trató de aprovechar las zonas poco iluminadas por la antorcha pero no pudo pasar desapercibido de los Dracos por lo que aún así trato de disparar pero la aglomeración que tenía ante él era simplemente abochornadora por lo que a pesar de su intento no consiguió acertar al draco.

El ataque de aquellos gigantescos dracos le pilló por sorpresa y agujerearon su blindaje con sus fuertes garras y colmillos. Y si no hubiera interpuesto el escudo ante él, seguramente habrían ido a por su cabeza. Por fortuna, Draenna vino en su ayuda transformándose nuevamente en su forma de lobo gigante, quitándole de encima a uno de ellos y permitiéndole centrarse en el otro.

Descargó un fuerte martillazo en el hocico de la bestia para poner distancia entre ambos y echó un vistazo a su alrededor. Tenía que asegurarse de que sus compañeros no sufrían demasiadas heridas aunque eso significara seguir recibiendo ataques.

Las cosas se pusieron feas. Realmente feas. Joorin soltó su arco y desenvainó sus dos espadas. 
Lanzó una estocada contra un kobolds atravezandolo sin dificultad. La espada de su mano torpe falló el golpe estrepitósamente, pero cuando retiró su espada, con el mismo movimiento, golpeó a uno de los dracos.

El grupo logró eliminar rápidamente a los kobolds que quedaban pero por desgracia los dracos y sus duras escamas eran harina de otro costal. Draenna, transformada en un gigantesco lobo, logró llamar la atención de una de las bestias que atacaban a Égida sin embargo la otra logro derribarlo con la fuerza de su cola. Abdali logró abrir en otro horribles heridas en otro pero, aun cojeando, parecía que el draco aún aguantaba y seguía siendo peligroso.

Se había metido en la zona oscura para ocultarse de las bestias pero no se encontraba cómodo en ellas. Los constantes ruidos de la oscuridad y los pequeños tropezones hacía que perdiera el equilibrio. No veía dónde esconderse correctamente de las bestias y se encontraba muy inseguro. Trató de volver a la zona más iluminada lo mejor que pudo para poder combatir en condiciones, aunque comenzaba a ser tarde. Égida yacía ya en el suelo.

Matar dracos no iba a ser tan fácil como los kobolds. Parecían bien entrenados y su piel era tan dura como la de un dragón. De un ágil salto pese a su pata herida el animal evadió el espadón de Abdali y dejó al guerrero al descubierto.

El lobo se abalanzó contra el draco, una criatura contra la que podía medirse de tú a tú. Habían tumbado al forjado. El combate debía terminar rápido para atenderle antes de que fuera demasiado tarde.

La bestia peluda mordió al enrome lagarto en el cuello que retorciéndose intentó zafarse de la mortal mandíbula. El lobo trató de subyugarlo, llevándolo al suelo mientras este soltaba coletazos como un látigo y se revolvía levantando polvo del terreno.

Aquellos dracos no tenían nada que ver con los que encontraran durante el asalto a Nidoverde o en otras partes del subterráneo, y lo descubrió a las malas cuando el segundo ataque de uno de ellos le mandó al suelo de un coletazo. A su alrededor, sus compañeros seguían atacando y le sorprendió ver que parecían estar en mejor estado de salud que él. Empezaba a pensar que su armadura era especialmente llamativa y por eso los ataques siempre iban dirigidos a él. Los dioses deben de tener un plan especialmente retorcido para mí.

Afortunadamente, Joorin vino en su auxilio a remendar alguno de los agujeros que le habían causado los dracos y ayudándole a levantarse. Cada vez que eso sucedía — algo que pasaba frecuentemente — se sentía más y más torpe, hasta preguntarse si no resultaba más un estorbo para sus compañeros que una ayuda. Aprovechó para lanzarse un hechizo curativo de su propia cosecha y se preparó para reanudar el combate.

Joorin estaba guardando su último conjuro para hacer mucho daño, pero tener al sanador moribundo no era buen augurio. Por suerte, el mediano estaba cerca. Comenzó a rodear al draco con el que peleaba hasta posicionarse al lado del cuerpo metálico de su amigo mientras guardaba una de las espadas. Con una mano, interpuso una de sus espadas, mientras con la otra tocaba el hombro de Egida pronunciando unas palabras inteligibles.
El forjado abrió los ojos mientras sentía como una energía lo renovaba y escuchaba hablar a Joorin -Arriba grandote, no es tu momento todavía.

Draenna había conseguido derribar al draco que atacaba a Égida y quedar sobre él enzarzandose en una lucha a mordiscos entre los dos animales. Mientras los otros dos dracos desviaban su atención hacia Abdali y Joorin. El calishita recibió un buen golpe pero logró mantenerse en pie, sin embargo el mediano se llevó la peor parte. El draco le golpeó derribándolo en el suelo y comenzó a morderle zarandeando su cuerpo inconsciente como si fuese un muñeco de peluche.

Sonrió al ver cómo Joorin con su extraña magia revivia a Égida y el propio forjado curaba sus heridas pero poco duró la alegría porque los propios Dracos se cebaron con el mediano. Ver como caía su preciado amigo le hizo arder de rabia y volvió a cargar rápido la ballesta. Los tres dracos seguían en pie y aún no habían sido eliminado ninguno de ellos. Apuntó con furia a uno de ellos y lanzó el virote que se clavó en sus duras escamas.

- Por Joorin. Gritó el humano.

La falta de experiencia y habilidad del guerrero se estaba cobrando las vidas de sus nuevos amigos. Eso le hacía ponerse más nervioso y fallar sus ataques con más frecuencia.

- Maldita sea! - gritó frustrado.

El lobo peleaba con fiereza, como si siempre hubiera sido un depredador y jamás una elfa. Calvando sus zarpas y sometiendo al lagarto bajo todo su peso, este estaba panza arriba, prácticamente indefenso a merced de lo que la bestia quisiera hacer con él.

Y no le dió tregua. Tras intentar resistirse, el lagarto ya sangrante iba perdiendo fuerzas, momento que aprovechó el lobo para morderle en la garganta y degollarlo. Si le quedaba un aliento de vida, no duraría mucho más.

El lobo fijó su mirada en el siguiente de los dracos, chorreando sangre del hocico. Mientras, su víctima todavía se debatía entre la vida y la muerte.

¡Maldita sea! Por protegerle y curar sus heridas, Joorin había caído presa del ataque de los dracos y ahora lo sacudían como si fuera un muñeco de trapo. Nos están destrozando de una manera que no consiguieron ni Frulam ni Langdredosa, pensó mientras anteponía el escudo para detener una nueva embestida de una de esas bestias. Por el rabillo del ojo vio cómo Draenna lanzaba furiosas dentelladas a una de las criaturas mientras que Abdali parecía tener dificultades para atravesar las escamas de la otra. Debo ayudarles. Canalizó el poder que vibraba en su interior nuevamente en los cuerpos de sus compañeros. Los colmillos se afilaron, la espada se hizo más manejable y el mecanismo de la ballesta de Endozal funcionó como nunca— ¡Permitidme que os ayude! ¡Derramad su sangre ahora!

Su hogar, el río que le gustaba explorar de niño, la calma de un atardecer de verano mojandose los pies. Todas esas cosas pasaron por la mente de Joorin en un instante, pero su realidad era otra.

Se había convertido en aventurero, ahora arriesgaba su vida todos los días, y ya no jugaba a explorar los márgenes de su comarca. Hoy se encontraba luchando por su vida