Partida Rol por web

Al llegar dónde Draenna le había indicado, comenzó a mirar aquella cortina de cuero que caía a tiras. El presentimiento de Draenna y su apenas audible sonido no le gustaron nada por lo que dejó la antorcha unos metros atrás y se agachó contra las paredes de la cueva. Tumbado en el suelo, comenzó a apartar pegado a la pared las gruesas tiras de cuero y a avanzar poco a poco entre ellas en aquella pequeña abertura que estaba creando a ras de suelo. Trataba de ir lo más despacio y silencioso posible hasta que por fin pudo apartarlas todas y ver lo que había al otro lado.

Endozal cruzó las cortinas bastante seguro de que no había ningún peligro. Al otro lado no se escuchaba ruido alguno y lo único que percibía es un olor nauseabundo del otro. Sin embargo notó que algo le tiraba.

-¡Ay!¡Joder!-maldijo entonces. Se había quedado enganchado entre las cortinas de cuero pues escondidos en los parches de algunas pieles había púas del tamaño de anzuelos grandes. No tardó en desengancharse de ellas con ayuda de sus compañeros pero allí donde se habían clavado la piel se comenzó a hinchar y arderle como si le hubiera picado un centenar de avispas.

Al otro lado el olor a sangre vieja asaltó sus fosas nasales. El suelo estaba cubierto de charcos secos de la misma. Cuatro columnas que iban del suelo al techo estaban espaciadas a través de la cámara, y unas cadenas colgaban entre ellas como tendero. Los restos de animales colgaban en ganchos de estas cadenas. Podían distinguir antílopes destripados y despellejados, ciervos, cabras, lo que podían ser grandes felinos e incluso algunos osos pequeños. El olor era un indicador fiable de que parte de la carne llevaba un buen tiempo allí.

- Me caguen todo. comenzó a jurar mientras le ayudaban a salir. No había nada especial al otro lado de la aquellas malditas cortinas trampa. No había nada especial y aún así aquellas condenadas cortinas estaban llenas de púas. Y por algún motivo comenzó a pensar que los animales que almacenaban allí en algún momento los habían metido vivos y habían puesto esas cortinas para que no escaparan.

- Es solo un puto almacén de carne. les dijo mientras se tocaba las decenas de pequeñas punzadas que tenía por todo el cuerpo. Estaba muy enfadado consigo mismo pues no había siquiera intentado ver si aquellas cortinas eran algo más. Seguía siendo un maldito novato, por suerte esta vez no habían sido perjudicado otros por su descuido.

Dolorido y cabizbajo sin decir más se volvió escaleras arriba hacia el resto del grupo.

Desde la posición de Abdali y Égida se pudieron escuchar alguna maldición y un pequeño grito ahogado de dolor. Antes de que pudieran hacer mucho la luz volvía a iluminar de regreso hacia ellos las escaleras y se encontraron con un Endozal lleno de protuberancias rojizas y pequeños puntos de sangre en la cima de ellas en todos aquellos lugares en los que no estaba protegido por su armadura de cuero. Que básicamente era la mayor parte de su cuerpo. 

Volvía cabizbajo y su cara era un poema, totalmente deformada por los bultos que se habían formado en ellas y con sus manos no dejaba de pasarlas por encima de sus brazos para tratar de calmar el escozor. Estaba pasando un rato muy malo y se encontraba débil y con pocas ganas de seguir avanzando en aquel maldito lugar que iba a llevarles a su tumba. Aún así Talis podía seguir allí con los demás prisioneros y debían seguir avanzando. 

Cuando llegó hasta Abdali y Égida trató de sonreirles deformando aún más su cara mientras una lagrimilla por el escozor caía de sus ojos. - Soy imbecil. les dijo para que no se preocuparan por lo que había ocurrido y cuando Draenna y Joorin llegaron hasta ellos les explicó lo que había visto mientras acariciaba su malformada cara.

- No merece el precio que he pagado por tonto el volver a esa sala de allí abajo. Es un almacén dónde guardan animales muertos y conservarlos lo malamente que pueden por el olor que sueltan. les dijo mientras se comenzaba a rascar incomodo y esperó a que el resto continuara avanzando. Esta vez a pesar de que uno de los bultos tapaba uno de sus ojos no iba a dejar que ninguna otra trampa le sorprendiera en su avance.

Joorin ayudó a salir a Endozal y el cocinero salió refunfuñando antes de que pudiera decirle algo. Cuando llegó a reunirse con todo nuevamente le dio una palmada en la espada (en la espalda baja claro está)

-Tranquilízate Endozal, no seas tan duro contigo mismo. Mira todo lo que hemos logrado. Vamos, ya queda menos por explorar, espero, y podremos volver a casa a dormir tranquilos y comer algo delicioso.

El grupo observó las heridas de Endozal. Eran pequeñas y no parecían graves pero su piel se hinchaba y enrojecía alrededor de estas. Dispuesto a no demorar mucho más la exploración del lugar se dirigieron hacia el fondo de la mina. Las antorchas iliuminaron un espacio cerrado en que partían dos túneles. Partían, en pasado, ya que ambos túneles se habían derrumbado. Tirados por el suelo había algunos cuerpos de cultistas y un par de Kobolds. Si habían intentado adentrarse en la mina les había salido mal. El grupo registró rápidamente los cuerpos, las cajas, las herramientas que había por el suelo y encontraron algunas monedas y un par de piedras preciosas.

Una vez terminado se dirigieron a la salida, esta vez por en centro de la caverna. Justo la parte del centro estaba repleta de hongos luminiscentes que iluminaban la cueva con un tono purpura. Había unas escaleras que subían hacia la zona inicial de la mina. Cautelosos, después de haber caído en varias trampas,  tuvo mucho cuidado con estas. Efectivamente encontraron un falso escalón que vencía y hacia que se cayese quien lo pisaba aunque parecía mas bien una broma de mal gusto que una trampa de verdad. 

Finalmente, tras varios minutos llegaron al inicio, donde aún estaban los cuerpos de los cultistas que habían matado al entrar. Ya solo les quedaba decidir que hacer. Tras haber destruido los huevos del dragón y con el Culto del Dragón llevándose los tesoros hacia el norte debían decidir que hacer. Quizás volver hacia Nidoverde para informar de lo sucedido y continuar hacia Elturel para encontrarse con Leosim y Onthar Frume parecía la mejor opción y  podrían descansar en un lugar cálido, aunque quizás no todos quisieran continuar su aventuran y perseguir al Culto.

—Por fin —si hacía memoria, el lugar era inmenso y lo habían conseguid limpiar. ¡Incluso habían tenido que pasar la noche! Y aunque habían enfrentado a multitud de peligros, estaban sanos y salvos, y con un surtido botín que repartir. Es como en las grandes historias de héroes que entran en las guaridas de los villanos pateando la puerta, matan al dragón y saquean el tesoro. Ahora había que salir de las mazmorras—. Debemos tener cuidado a la hora de salir, debe de seguir habiendo patrullas. Quizás aguardar al amparo de la noche, ¿qué me decís?

Una vez se organizaran para salir sin ser vistos, restaba la parte de que hacer a continuación.

—Creo que debemos regresar a Nidoverde, al fin y al cabo nos habían contratado y tener que entregar el informe y cobrar. Reparar el equipo, quizás comprar víveres para el camino. Después... ¿cómo nos dijo el sacerdote, Leosim? ¿Eltul? ¿Elrut? No recuerdo el pueblo—. El forjado daba por sentado que todos querían continuar con la aventura sin saber que estaba muy equivocado.

La Ciudad Santa de Elturel- le corrigió el guerrero- . Sí, deberíamos partir ya, aquí no queda nadie y debemos informar cuanto antes de lo que hemos descubierto. Creo que deberíamos caminar hasta que no podamos más si es que os encontráis con fuerzas suficientes...

Echó una mirada compasiva hacia Endozal, pensando en lo doloroso que debían ser aquellas ronchas. Él no tenía ni idea de cómo hacerselo más llevadero. Había escuchado algo de que el barro fresco aliviaba los enrojecimientos en la piel, pero nunca lo había probado. Sería mejor dejárselo a la druida o al constructo.

Abdali tenía razón, había que caminar hasta caer rendidos, pero le preocupaba el estado de Endozal.
-Egida, Draenna, Pueden hacer algo para ayudar a Endozal?- Luego se giró al cocinero-Tranquilo amigo, solo un poco mas y estaremos en Nidoverde, podrás descansar, preparo algo de comer y todo esto habrá terminado.
 

 Debemos tener cuidado a la hora de salir, debe de seguir habiendo patrullas. Quizás aguardar al amparo de la noche, ¿que me decís?

-Tiene sus pro y sus contras, también es peligroso quedarse aquí dentro, la verdad es que no se que prefiero, los sectario, o que nos aparezca algún otro monstruo extraño o trampa mortal. Al menos los sectarios caen mas fácil. Podemos adelantarnos con Draenna en sigilo fuera de la cueva y ver como esta el panorama. Según lo que veamos afuera, decidimos si partimos ya, o esperamos a la noche- Joorin se detuvo a pensar - Tal vez en este momento sea de noche, ya perdí la noción del tiempo aquí abajo.  

Estaba completamente decepcionado y desilusionado, no habían encontrado ni a Talis ni ha ninguno de los prisioneros que anteriormente habían visto. Las pocas trampas que quedaron las pudieron pasar sin problema y ya solo quedaba volver a recoger el botín que habían guardado en la zona por dónde Frulam escapó y marchar de vuelta al campamento evitando los pocos guardias que había en la zona.

Cuando Abdali le miró compasivo y Joorin preguntó si podían hacer algo por él, Endozal levantó la mano para que pararan de compadecerle. - Escuece que te cagas pero podré llevarlo. Volvamos a Nidoverde a informar y a descansar y luego vayamos a buscar a Leosim. se encontraba más débil que antes pero no quería retrasarlos más y a pesar de que sentía el infierno en su piel cuanto antes volvieran a Nidoverde mejor. - Mejor del atardecer, de noche nos será complicado ver algo sin antorchas y nos podrán localizar con facilidad.

Después de inspeccionar las cuevas era hora de regresar y reportar todo lo sucedido aquí, pero no tenían tiempo que perder.

- Preferiría ir tras ellos, pero entiendo que necesitamos un descanso. - dijo mientras se incorporaba tras volver a su forma élfica. 

- Nidoverde, ya no tiene nada que temer, pero tampoco nada que recuperar. Los cultistas que queden se esconderán en algún lugar de la región para lamerse las heridas y esperar instrucciones o se replegarán hacia el norte para informar de la muerte de los huevos. Los mercenarios por su parte han fracasado en su misión de proteger la entrada a las cuevas y seguramente prefieran no desatar la ira de la dragona por su incompetencia. Se marcharan lejos de aquí con lo que puedan llevarse de la cueva. - explicó de seguido. La elfa era mucho más locuaz cuando no tenía dientes como cuchillas.  

- Deja que te eche un vistazo. No será nada, te lo prometo. Es lo menos que puedo hacer por haberte pedido cruzar primero. - le pidió a Endozal mientras inspeccionaba sus heridas. - Mmmh creo que podré hacer algo para aliviarte, pero necesitaré prepararme. Aquí y ahora no dispongo de los medios*

- Lo que sí puedo hacer por todos es salir de aquí aprovechando la oscuridad. Todavía puedo usar algo de mi magia. - les dijo mientras, una vez más los envolvía a todos en un manto de sombras** 

- Pero no nos quedemos en esta cueva a descansar. Es una guarida de monstruos y atrae maldad con ese templo a la madre de los dragones. Alejémonos del campamento y busquemos un sitio para descansar.

Draena no era la única que quería salir a que le diera el aire fresco. Iban a tener que atar a Abdali si quería quedarse ahí por más tiempo.

Draenna examinó las heridas de Endozal. Efectivamente aquellos ganchos debían de tener impregnado algún tipo de veneno por suerte no era muy potente y seguramente con un buen descanso se le pasaría el dolor y la inflamación. Así se lo hizo saber al aventurero para que no se preocupase y después salieron de allí con cuidado.

El grupo avanzó en sigilo ayudados por el hechizo de la druida. Si había sido fácil entrar hasta la mina, salir de allí lo fue aún más ya que el campamento estaba prácticamente deshabitado. 

El camino hasta Nidoverde era largo pero ya lo conocían y seguramente llegasen allí una vez se hubiese puesto el sol pero era mejor descansar en un lugar seguro después de todo lo que habían pasado. Además una cena caliente hecha por Rosala, a quien Joorin tenía especial ganas de volver a ver, les vendría bien a todos.

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Estaba ya atardeciendo y no debían quedarles mas que unas millas para llegar a Nidoverde cuando vieron algo en la pradera frente a ellos. Tres mercaderes humanos, dos hombres y una mujer, estaban discutiendo mientras trataban de arreglar su carro. Una de las dos ruedas se había roto y el carro había cedido hacia un lateral y el caballo no tenía fuerzas para arrastrar la carga. El mas mayor de los tres trataba de levantar a pulso el carro mientras el chico joven, quizás su hijo, trataba de colocar la rueda pero claramente no tenía fuerzas para ello y estaban discutiendo sobre si debían bajar los bartulos o si sería más rápido que ella ayudase a hacer fuerza. Ni siquiera se dieron cuenta de la presencia de los cansados aventureros que se acercaban.

Cada milla que les alejaba de aquellas peligrosas cuevas era como un soplo de aire fresco para Égida. Añoro el aire fresco. Ahora sólo quedaba llegar a Nidoverde, reagruparse, sanar las heridas, descansar y planear los siguientes movimientos. Estaba feliz de que los cinco integrantes del grupo estuvieran sanos y salvos — algunos más que otros — y no tenía la menor duda de que querría seguir viajando con ellos. ¿Qué mejor que espíritus afines para la tarea de su vida?

—Uhm... —cuando vio a la familia, su primer instinto fue acercarse. Pero tenía demasiados recientes determinados acontecimientos en los que una emboscada cambió su vida. ¡Por no hablar de las trampas de la mazmorra!—Abdali, échame una mano. Pero el resto... ¿podríais vigilar los alrededores? Debemos ser cautelosos.

Se aproximó a la familia alzando la mano para que no temieran y llamó su atención mientras echaba un ojo alrededor.

—¡Hola! ¿Necesitan ayuda? —deliberadamente se mantuvo a cierta distancia, no sólo por precaución, sino porque sabía que su aspecto podría resultar intimidante—. Somos aventureros de paso, y estoy seguro de que entre todos podríamos echarles una mano.

Pese al cansancio del camino, no dudo en obedecer a Égida y acercarse a ayudar.

- Sí claro, venga agarra tú de ahí y yo del otro lado!

Sin esperar la respuesta de los mercaderes se adelantó escupiéndose las manos para levantar el carro.

Los mercaderes se quedaron mirando con los ojos como platos al enorme ser mecánico que les ofrecía ayuda.

-Ah, si claro. Muchísimas gracias-le dijo el hombre que llevaba amplias prendas de tela y un puntiagudo sombrero de color llamativo- Menos mal, pensaba que tendríamos que acampar aquí y ya llevamos mucho retraso- explicó el hombre mientras hacia un gesto a la mujer para que también ayudase a levantar el carro- Vamos Jonhar, cuando contemos 3 coloca la rueda y asegurate de que está bien puesta, no quiero que se nos parta de nuevo-le dijo al mas joven.

Joorin había estado muy callado todo el camino, pero la posibilidad de ayudar a los mercaderes pareció animarlo un poco.
Asintió a las palabras de Égida, se acerco a la carreta, y saludo con la mano.
-Saludos, no se asusten, es solo por precaución- Dijo mientras sacaba su arco y lo armaba, vigilando a los alrededores.

-Si no van a Nidoverde, les recomendaría dar la vuelta y pasar la noche allí, sin importar el retraso. No es seguro viajar de noche.- Le comentó Joorin a la mujer mientras los hombres trataban de arreglar la carreta.

Agradeció a Draenna el saber que no era nada peligroso y que con un buen descanso se le pasaría aquella horrible sensación, estaba incomodo pero no se iba a quejar lo más mínimo durante todo el viaje a pesar de lo incomodo que fuera. Salir del campamento no les fue complicado gracias a la magia de Draenna y avanzaron a paso ligero para llegar cuanto antes a NidoVerde.

Ya quedaba poco para llegar y la tarde se les echaba encima cuando se encontraron con una carreta de mercaderes. Estaba muy incordiado y todo le seguía picando pero parecía que los bultos remitían levemente. Dejó que los demás se ocuparan mientras él se sentaba a descansar y echaba el poco agua que le quedaba a los bultos más serios para refrescarlos. Saludó como correspondía a los mercaderes pero a pesar de estar atendiéndose a sí mismo estaba vigilante.

Antes de sentarse había echado un buen ojo a los alrededores como Égida les había pedido, lugares en los que pudieran emboscarles y pudiera haber gente escondida. Además, estaba atentos a las palabras de los mercaderes para saber si eran sinceros y no escondían nada en sus intenciones.