Partida Rol por web

Los soldados alemanes me empujan hasta donde esta el sargento. Mientras me arrastran me dejo llevar sin mostrar resistencia, no conviene complicar mas las cosas. Ya ha oido lo que han dicho. Lo unico que hize es ocuparme de que ese traidor no intentara ningun truco y nos llevara a Alemania. ¿Si no porque cree iba a atacar a un soldado del ejercito aleman? Ni siquiera habria hecho este viaje si no fuera porque mi padre me obliga.

El oficial mira de nuevo la sangre.

¿Pretende decirme que el oficial al mando del tren pretendía robar una carga desconocida? ¿Sin ayuda exterior? ¿Y qué en el mismo tren había un inglés de su lado? ¡Olivetti! ¡Ponme con Venecia!

Señor, Venecia ha sufrido un bombardeo hace una hora, tal vez las comunicaciones...

¡Ponme con Venecia!

El soldado rápidamente se dirge al interior de la estación, algunos civiles se agolpan para ver lo que sucede.

Bien, señor Senn, hablaremos con alguien de arriba. ¿Cuántos muertos hay? ¿Y dónde están?

Romina atiende a la situación que se ha desatado y tras profundas deliberaciones, decide aprovechar la oportunidad y escapar de este tren de muerte, se levanta de la silla y tras abrir la puerta de atrás sale a la estación.

¿Qué está haciendo señora? ¡Estese quieta!

Me bajo de este tren, no pienso ir a Berlín en él, soy Romina Lorena, y con la potestad de mi nombre quiero saber dónde hay un médico, ¿no ve cómo llevo el brazo?

Enseña su brazo entablillado con una cuchara de cocina, y lo señala.

¡Un médico por Dios! ¡Ahora!

Mientras dice esto un sonido de agua evaporándose suena desde la locomotora, la caldera ya está llena.

Observas cómo tras el sonido del vapor Berger mueve unas palancas hasta que el vapor deja de escaparse, después cierra la caldera, todo bajo la atenta mirada de los italianos. Después se gira hacia ti, verte agarrado por un par de soldados le hace gracia y con todo el desprecio del mundo te manda un beso.

Niñato, dicen sus ojos.

Ofrece un cigarrillo a un soldado italiano a cambio de fuego, éste acepta e inician una breve conversación.

¿Pretende decirme que el oficial al mando del tren pretendía robar una carga desconocida? ¿Sin ayuda exterior? ¿Y qué en el mismo tren había un inglés de su lado? ¡Olivetti! ¡Ponme con Venecia!

El sabia lo que llevabamos... tenia la unica llave. Vio la carga y le pudo la codicia... no se que apoyos tenia. Llame a quienquiera... usted mismo. Espero que sus oficiales se den prisa. El Fuhrer no esta acostumbrado a esperar...

Tenemos muchos muertos. Demasiados... ahi los tiene. Cuentelos usted mismo.

- Dios mio, Francesco. Tenemos que hacernos con el control. Pero no podemos con todos los soldados italianos. Es cierto, soy la amante del marido de Romina, pero me dijo que usted era alguien importante.... ¿Conseguiría usted que nos escucharan los soldados italianos? ¿Qué podemos hacer?

Hay poco que podamos hacer. Con las mentiras apropiadas conseguiríamos que se llevaran a Gario y a Senn del tren. Ya decía yo que ninguno era trigo limpio. Sin embargo, también podemos decir las verdades apropiadas.

Hace una pausa

Sofía, ¿para que viajas a Berlín? De verdad, sin mentiras. ¿De qué bando estás?

Le miro con expresión acongojada:

- La verdad es que no tengo ni idea de para qué viajo a Berlín. Por eso empecé a sospechar de papuchi, quiero decir -me sonrojo.- del marido de Romina. Estoy aquí porque él me lo pidió. Sin más explicaciones me dijo que tenía que tomar este tren. Se le olvidó decirme que Romina también estaría.... por eso empecé a tener dudas, sobre si nosotras no estaríamos siendo correo de algo.

No me gusta como pinta esto. No me gusta nada. Lo mejor que podríamos hacer es bajarnos de este tren. Y si en Berlín alguna vez descubren que estabamos relacionados con él...

No. Tal vez lo mejor sea alejarse de todo esto. Ir a Suiza hasta que todo acabe. Allí estaríamos seguros. A los suizos no les importa de que bando eres, ni en que trenes has viajado, ni cuantos muertos o cuantos traidores ha habido en ese tren.

¿Un tren cargado de oro cuyo cargamento no está registrado en ningún documento con un vagón inexistente y cuyos escoltas han muerto todos o casi todos? No gracias. Si desaparecemos de aquí, ni oro, ni tren, ni muertos, ni alemanes, ni italianos, ni aliados, ni leches.

Concluye.

Vámonos. Traspasemos la frontera. Este viaje no vale lo que estamos sufriendo.

Bien enséñeme los cuerpos, pero con cuidado, no haga ninguna tontería...

El oficial sube al vagón restaurante y nada más pisar la sangre os mira, observa los agujeros de bala del techo, después mira a Sofía y a Francesco, civiles italianos, les saluda con educación, por último observa al inmóvil señor Kassel.

¿Está muerto?

No-contesta Gunila-sólo inconsciente.

El soldado Olivetti vuelve corriendo.

Venecia no responde, pero hemos desviado la llamada hasta Roma, he hablado con el asistente del marsical Kesserling-dice muy orgullosos de haber hablado con alguien importante-este tren debe quedar bajo la custodia de los oficiales de las SS y con nuestra protección, pero no debe salir de aquí, hasta que venga alguien.

Bien, teniente Senn, ¿dónde están los cuerpos? Usted-dice señalando a Gario-suba también, y quédese con los civiles, después...

Mientras Gario sube al tren, se oyen gritos en la estación. Los presentes se miran. Francesco mira a Sofía, otra vez no debe estar pensando. Berger ha arrebatado una pistola al italiano que fumaba con él y le usa como escudo. Le ordena que deje el fusil en la locomotora y la pone en marcha, el tren empieza a moverse, cuando alcanza algo de velocidad empuja al italiano fuera.

¡No!¡ ¡No! ¡No! ¡Fuoco! ¡Fuoco!

Los italianos comienzan a disparar sobre la locomotora, disparos e impactos metálicos suenan en la cabina. Hasta que esta desaparece del ángulo de tiro de los soldados. El sargento Monetti duda sobre qué hacer. Se acerca a los frenos de emergencia y tira de ellos, no ocurre nada. Rápidamente activa el del otro extremo, tampoco sucede nada.

¿Qué está pasando? ¡Olivetti! ¡Que detengan este tren!
Sí, señor.

Monetti, mira a los pasajeros.

Me quedo con ustedes, paremos este tren.

El tren gana mucha velocidad, Berger lo debe estar forzando al máximo, pues la aguja de velocidad, cuyo límite está en 80 km/h ha superado ese límite, la caldera puede explotar. Pero, ¿hacia dónde huye?

Senn mira con desprecio a los soldados italianos dandoselas de importantes. Sin nosotros no seriais nada malditos... piensa hasta que de repente se escuchan gritos. ¡¿Ahora que?!

Cuando ve al traidor Berger secuestrando la locomotora se acerca al maletin y coge el subfusil mientras le entrega un rifle al oficial italiano. Se santigua rapidamente mientras cojeando se acerca a la locomotora.

¡Maldita sea! le dice al hombre que tiene a su lado. Disparemosle en la pierna... eso lo dejara inoperativo y nos servira para llevar el tren...

Señor oficial - Dice Francesco en italiano. - El que nos está secuestrando está en la locomotora, no intenten enfrentarse a él, es tontería. Sencillamente avancemos hasta el vagón de carburante y desenganchemos todos menos el de carbón. Si quiere huir no lo hará con demasiada efectividad en línea recta y no podemos exponernos a todos nosotros de nuevo.

¡Desenganchen el vagón! ¡Es la única forma de cumplir las órdenes que le han dado! ¡Las de permanecer en la estación!

- Esto es horrible. De una manera o de otra, este tren va a ser nuestro último destino. Francesco, ¿quién se supone que va a arriesgarse a desenganchar el vagón?

Yo mismo iré. No me voy a poner a tiro de ese loco. Sólo voy a desenganchar del vagón aleman hacia atrás.

Quitaremos el Vagon de Carbon de la locomotora... que se estrelle donde quiera.

Alexandro y Senn se dirgen hacia la parte delantera del tren, Gario se ofrece a llevar un arma y acompañarles, Monetti hace lo propio.

Gunila, el señor Kassel y Sofía se quedan en el vagón restaurante.

El sistema de enganche es hidráulico, no podrán soltarlo así como así, no es como en esas películas del Oeste en las que se quita un hierro y el tren se separa...

Alexandro, Gario Senn y Monetti se dirigen hacia el vagón alemán, su intención es separar los vagones del tren. Antes de nada Monetti vuelve a activar otro freno de emergencia, pero nada sucede.

Es como sí ya se hubiesen activado antes estos frenos...

Observáis el enganche del tren, es hidráulico, un sistema novedoso en los trenes del Reich, no se suelta con facilidad, intentáis repetidas veces intentar soltarlo pero apenas se mueve, serán necesarios instrumenos, o explosivos, Monetti señala la granada que tiene en su uniforme.

No va a ser encesario con esto...probemos en otro vagón.

Alcanzaís el sigueinete enganche el que une el vagón alemán con el de equipajes, mismo sistema, lo intentáis pero supone otra pérdida de tiempo, el tren ha empezado a subir una cuesta pronunciada, estáis o en los Alpes, o muy cerca. Avanzáis al siguiente enganche.

También hidráulico...los alemanes y su inegniería...¿qué podemos hacer? No sé si deberíamos usar explosivos, además estamos en una cuesta, podríamos desender peligrosamente...