Partida Rol por web

La puerta que Rash (sobretodo) y Sirya buscaban no estaba, simplemente, porque había desaparecido, y a través del dintel de la puerta podían ver el patio de armas, con un montón de cuerpos de Orcos muertos tirados por el suelo, en pleno proceso de descomposición y sufriendo las inclemencias del viento sin oponer ninguna resistencia.*

Se asomaron a la puerta y vieron al otro lado a Groland, Jerinor y Kerri. El guerrero les hizo señas para que esperaran unos segundos mientras todos vigilaban alrededor con el cuerpo tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar. Se tomaron un largo minuto para vigilar todo el lugar, sin ver ni un sólo movimiento. Tragando algo de saliva, pero viendo que no sucedía nada, Esmer y Wick se adelantaron al centro del patio. - No hay nadie...vivo. - dijo Esmer con su voz nasal, echando miradas a lo alto de las torres con el arco preparado y mirando de reojo a la caterva de cadáveres que había alrededor. El viento y la lluvia no dejaban que sus palabras llegaran demasiado lejos, pero una vez dentro del castillo, el viento os golpeaba con menos intensidad, aunque las rachas de agua seguían cayendo inmisericordes sobre vosotros. 

Wick miraba boquiabierto el enorme cadáver del Ogro, con la sorpresa pintada en el rostro y balbuceando ligeramente, mientras su mirada pasaba de un muerto a otro, como haciéndose una idea de lo que había pasado ahí. - Hostia puta.... - consiguió decir en voz baja, algo que algunos nisiquiera escucharon. 

Conforme Groland había indicado, tras verificar que no había nadie esperando, os reunisteis en el patio, y de ahí, os introdujisteis en la torre que el guerrero había indicado.

Una vez dentro del torreón, el viento dejó de molestaros, así como la lluvia, pero no por ello dejasteis de sufrir incomodidades. Un fuerte olor a Ogro y a Orco, agrio y penetrante, como si fuera vómito, penetró en vuestras fosas nasales. Aquel había sido el torreón donde Grosh y sus Orcos habían dormido, vivido, comido, defecado y orinado, y todos esos olores os asaltaban ahora, aunque ya con mucha menos fuerza. Los dos guardias se llevaron las manos a la nariz, con muecas desagradables. Alguno de vosotros sabía que el olor no llegaba ni a la mitad de lo que habíais tenido que soportar la primera vez que habíais entrado ahí. 

Unas escaleras de piedra llevaban al segundo piso del torreón, pero, en mitad del suelo de la planta baja estaba la trampilla, mejor dicho, había un agujero cuadrado, pero ni rastro de la trampilla, y ahora que os dabais cuenta, tampoco estaba la puerta de la entrada del torreón, también había desaparecido. 

Delante del agujero, a apenas un metro, un esqueleto yacía en el suelo, desmadejado, con la cabeza de un hacha de batalla caída a su lado, sin mango ni nada, así como unas pocas monedas de oro, plata y bronce a sus pies. 

El sonido de la lluvia era lo único que se oía en éste momento, todos pendientes de lo que antes había y ahora no estaba, del esqueleto, el agujero, la cabeza del hacha, y las monedas.

   Náuseas. Una sensación de horror y asco se extendió por todo su cuerpo cuando, a través del dintel abierto dónde debía haber habido una puerta, vio los cuerpos en proceso de descomposición de al menos una decena de orcos, y un ogro. Tuvo que controlarse para mantener el desayuno en su estómago, y luego obligarse a moverse cuando Groland les hizo señas para que se reunieran en el patio; mientras caminaba entre los fríos cadáveres, mantuvo la cabeza alta y la mirada fija en algún punto invisible que nadie más veía, evitando mediante el simple hecho de perderse en sus pensamientos, de alejarse de la realidad, el tener que presenciar aquél espectáculo. A veces, tener la capacidad de abstraerse y desaparecer en sí misma era una ventaja; sin duda, aquél era uno de esos momentos en que agradecía poder hacerlo. En ese estado, muy similar al que había visto en algunos viejos exploradores y soldados que vivían en el pueblo, siguió a los demás de manera inconsciente, mecánica, hasta el torreón dónde presumiblemente se encontraba la entrada a las catacumbas, al lugar de reposo del recién levantado liche.

   Ese pensamiento, unido al fuerte olor que inundó sus fosas nasales al entrar en el torreón, la devolvieron de golpe a la realidad. Allí la muerte no campaba a sus anchas: era mucho peor. Esta vez no pudo contener el gruñido de su estómago, y apenas unos segundos después de entrar las arcadas se volvieron demasiado fuertes y se tuvo que apoyar en una de las frías paredes de roca para vomitar en uno de los rincones. La aventura no estaba siendo como se esperaba, y comenzaba a pensar si su padre no habría tenido razón al querer prohibirle, durante tanto tiempo, irse del pueblo. Aquello no era como en los libros, no era como las historias de los juglares que a veces escuchaba a escondidas en la taberna; tal vez se había equivocado. En esos momentos envidiaba la sencilla vida de las damitas nobles de ciudad, que gordas y ociosas sólo pensaban en estar guapas, buscar un buen marido y disfrutar los paseos a caballo cuando iban de visita a sus casas de campo, como cada verano. Esa era una vida fácil que ella había rechazado por propia voluntad, y ahora no lograba entender por qué razón. Notó como algo se revolvía en su interior.

   Volvía a tener el control. La niña fue desplazada, y con ella sus miedos e inseguridades. Su rostro, ceniciento hasta ahora, recuperó el color. La saliva se acumuló en su garganta y escupió disimuladamente, quitándose el sabor de su propio vómito de la boca. Entonces sonrió, e hizo crujir sus dedos mientras observaba a su alrededor, ignorando deliberadamente cualquier mirada extrañada de los que había a su alrededor; no eran para ella, sino para la otra, aunque tuvieran el mismo cuerpo. Lo mejor que podía hacer, ya que las explicaciones sólo harían que acabara recluida en el templo a la espera de una ayuda divina que no llegaría jamás, era pasar de ello, olvidar y actuar como si nada. Algún día tendría el control completo, y no tendría que preocuparse de nuevo. 

   Como fuera, miró y escuchó. Se fijó al fin en el esqueleto que había ahí, y que seguramente sería bastante reciente – si no, no habría habido dinero a su alrededor, no después de que sus compañeros hubieran pasado por allí –, aunque no lo pareciera. También se fijó en la trampilla, a la que se acercó con lentitud mientras estudiaba cada paso que daba...

Allí estaban otra vez, junto a los cadáveres putrefactos de los orcos que poblaban el castillo. Su primera gran aventura juntos, y para Rashaniel, la primera ocasión en la que temió realmente por su vida. También fue la primera vez que desató aquel lado oscuro, tenebroso y maníaco que le atemorizaba. Caminando lentamente entre los deshechos, giró el rostro a propósito para que sus pupilas no se quedaran clavadas en el amasijo de carne sanguinolenta en que había quedado convertido uno de los orcos.

Se reunió con el resto, indicando que el peligroso limo que se encontraba en el torreón oeste había desaparecido, así como las escaleras que ascendían hasta la planta superior. La duda era si habían sido los mercenarios a quienes perseguían o alguien más había acudido a las ruinas después de que ellos se marcharan.

Un esqueleto y unas monedas. El mago se inclinó sobre aquello, buscando en su cabeza algún tipo de lógica. Quizás era el resultado de un ritual para romper el sello.

La visión de Rash y Sirya asomándose por el umbral oscuro del torreón noroeste había tranquilizado a Groland, que al poco tiempo ya se estaba dirigiendo con los demás hacia el apestoso torreón sudeste, la maza erguida y el escudo en alto, tan silenciosamente como podía -que no mucho, a decir verdad-. El patio que habían cruzado estaba salpicado de cuerpos como un archipiélago de muerte, siendo el ogro -con su brazo devorado- la isla más grande.

Una vez en la torre sudeste, y no habiendo señales de enemigos, Groland había entrado. Las cosas estaban más o menos como las habían dejado, con dos notables diferencias: una, que el insoportable olor de la canalla que había infestado el lugar -tras días vacío y con la puerta abierta- había disminuido; y dos, que la trampilla que daba a la cripta inferior había desaparecido. Al observar a la chica vomitando, el hombretón soltó un levísimo bufido y puso los ojos en blanco. Luego, se aseguró de que todos entraban y les indicó que no hablaran muy alto.

—Vigilaré el patio —les murmuró antes de posicionarse en la pared junto al umbral—. Mirad si el sello sigue allá abajo.

Al tiempo que vigilaba, Groland no pudo evitar darle vueltas a los pequeños detalles que estaban descubriendo en el castillo. Ya se había formado una teoría, pero prefirió callar mientras el mago y la clérigo llegaba a sus propias conclusiones. En temas sobrenaturales, el cormyriense confiaba en Rash más que en sí mismo.

Siento un escalofrió mientras espero y miro al Ogro muerto y a los orcos, aun recuerdo el viaje frio de ida y el cálido de vuelta del otro mundo. intento olvidarlo y sigo esperando a que aparezcan los demás. Vemos a los dos paletos que avanzaron sin dilación al centro del castillo y también asomaron por allí Rash y Syria, nos juntamos con ellos y nos preparamos a ver aquel lugar mágico de trampilla.
Pero al llegar resulto que no había puerta, ni trampilla, ni nada de nada, solo había un agujero que descendía, pero alguien nos había solucionado el acceso, o el Linch, o los que hasta ahora perseguían a Sirya.
También había un esqueleto con una cabeza de hacha y unas monedas que me encargue de recoger y después de mirar a ver de donde eran dárselas a Rash diciendo:- Toma Rash, ponlas con el tesoro común, servirán para comprar comida y pagar algo.
Luego mire toda la estancia y me asome al agujero esperando encontrar algo que me dijera que había pasado, pero antes de nada me aventure a decir:- Sirya, aquellos hombres que vistes, recuerdas alguno con un hacha?, podría ser esa?, de ser esa o la magia de la trampilla acabo con el o el lich lo despacho. dicho esto miro a los dos pueblerinos que se las daban a ver que cara ponen a mi comentario y saber si tienen arrestos o a la primera de cambio se largaran como autenticas gallinas.

Jerinor con cada paso que daba al atravesar el patio rememoro la batalla que había ocurrido unos días atrás. Había sido sin lugar a dudas una batalla campal muy sangrienta. Al  mirar el Torreón recordó a su antiguo compañero, el cual cayo abatido por los orcos. Una furia ilumino el iris de sus ojos y con paso firme la guerrera avanzo hacía la torre sudeste con ánimo de vengaza y la promesa de limpiar la vileza de este impío lugar. Ya dentro con el resto de sus compañeros, y alejados del viento y ruido infernal del exterior, una oleada de peste a orco los golpeo, encontrandose a unos pasos de la trampilla un esqueleto con unas monedas relucientes. Poniéndose en guardia ante el fétido olor y los restos óseos de una criatura, Jerinor intento recordar si había estado antes ahí. Que criatura creéis que fue antes de quedarse en los huesos? Humano? Orco?

Al ver que kerri se disponía a tocar las monedas, exclamó: Espera! Esto es muy raro. Quizás sea una trampa. Mejor que Syria busque alguna trampa. No es la primera vez que oigo historias de trampas con algunas monedas de reclamó.

A continuación si todo esta controlado, bajaría a buscar el sello para ver si sigue intacto.

Primero, se encogió de hombros ante Rash. 

— Cualquiera puede llevar un hacha, sobre todo teniendo en cuenta que esto estaba lleno de orcos — dijo con cierto aire despectivo; no quedaba ni rastro de la Syria débil e impresionable de unos minutos atrás.

Después miró a Jerinor, alzó una ceja, y negó. 

— Y no creo que haya una trampa ahí, más bien parece que, al igual que todo lo demás, se le ha deshecho la tela que contenía las monedas. No deberíamos perder más tiempo en bajar ahí...

Rash y Sirya se acercaron con precaución a la trampilla, pensando en qué es lo que podría haber pasado alli, mientras Kerri, en su estilo habitual de "como un enano en una cacharrería", se acercaba al esqueleto sin precaución y cogía las monedas, observándolas mientras pensaba en el origen de las mismas y se las tendía a Rash. Groland, siempre taciturno en situaciones de peligro, se quedaba atrás y vigilaba el patio, prestando poca atención a lo que sucedía allí dentro, y Jerinor, toda furia ella, les advertía de la posibilidad de que aquello fuera una trampa, a lo que la joven recién estrenada como aventurera negó con seguridad. 

Rash y Kerri se miraron, miraron al cadáver y a la trampilla y se volvieron a mirar, comprendiendo que ambos estaban pensando en lo mismo. ¿Qué había pasado allí? Como si los segundos se hubieran detenido y cada uno fuera un minuto, las ideas fueron entrando en sus mentes y encajando las piezas poco a poco, mientras la joven Fairhilliana hablaba con Jerinor.

* Kerri musitó - El limo devoraba la carne - mirada al cadáver. Y Rash contestó - y la madera, la escalera de la primera torre no estaba. Las antorchas tampoco. - Kerri le miró y comprendiendo algo dijo - El fuego lo mantenía encerrado. Muertos los orcos, nadie mantenía el fuego, ergo, sin fuego, el limo comenzó a deambular por todo el lugar. Si la escalera de madera estaba cerca, tendió a subir....- Parpadeo y contemplación del agujero - y acabó en la parte de arriba...seguramente se desplazó buscando los cadáveres más cercanos.... - dijo Rash, absorto en la consecución de ideas - Y fue a la torre del campanario, el lugar más cercano....y de ahí pudo moverse a cualquier lado...o ser atraído por algo. - le contestó Kerri, que asentía divertida. Rash notaba que ella estaba disfrutando con aquel acertijo, aunque Rash siempre iba un paso por delante de ella, como si le fuera guiando en el resultado. Un muy breve silencio y Rash dijo - El mago y sus secuaces. - de nuevo, mirada al cadáver - O sea que el limo les siguió, y atrapó a éste desgraciado...eso me recuerda que leí sobre éste tipo de limos, aunque hay muchos tipos, negros, verdes, todos muy peligrosos. - Kerri asintió, entusiasmada por compartir el conocimiento que atesoraba en su interior - sí, yo también, a los verdes les hacía daño el fuego, y si no recuerdo mal, espadas, hachas, lanzas y flechas eran efectivas con ellos, no así las mazas. - apuntó, alzando un dedo como si estuviera dando una clase, mientras Rash asentía confirmando la información. - ¿Y sabes qué leí también? - continuó Kerri - ..que la táctica preferida de éste tipo de seres extraños, es deslizarse por las paredes y dejarse caer desde el tec.....- un destello de comprensión se iluminó en sus ojos. 

En ése mismo momento, ambos miraron hacia arriba alarmados, y vieron como una masa verde se empezaba a dejar caer sobre ellos. A Kerri le dio tiempo a recordar otro pasaje de un libro de aventuras. Era un libro donde el protagonista iba por los tejados y un amigo le preguntaba que porqué se arriesgaba a ir por ahí, a lo que el protagonista contestaba que porque la gente nunca miraba hacia arriba, por lo que él era invisible para todos, sintiéndose capaz de sorprender a cualquiera, de espiar, en definitiva, señor de la gente que deambulaba por debajo de él, sin saber qué había sobre sus cabezas. No pudo evitar recordar ése pasaje y darle la razón al protagonista. 

Ambos tuvieron el tiempo justo de apartarse apenas un paso empujando a Sirya en el proceso, que casi se cayó dentro del agujero, dejando que el ser cayera justo entre ellos, pero sin impactar a ninguno. Supieron con un escalofrío involuntario que, si no se hubieran apartado a tiempo, los tres hubieran quedado expuestos a su ataque. El limo verde había mutado de alguna forma. Ya no era una masa homogénea de una especie de moco verduzco y semi-líquido. Ahora tenía algo más de consistencia y presentaba una serie de huevos lechosos en su superficie, que no auguraban nada bueno. Kerri, contemplando los puntos blancos tan de cerca, pudo ver que en su interior flotaba como un gas amarillento, con toda probabilidad, venenoso o algo peor. Tendrían que tener cuidado para no darle a aquella especie de pústulas, o comprobarían por las malas qué pasaría. 

De repente, todo adquirió su velocidad normal. Esmar y Wick, uno vigilando la entrada en la otra parte de la puerta, frente a Groland, y el otro a su lado encarado a unas escaleras de piedra que subían, por lo que pudiera bajar por ahí, se sobresaltaron cuando escucharon los gritos de advertencia de Rashaniel y Kerri, al igual que el resto. Contemplaron a aquel ser mudos de asombro. Sirya, merced al empujón de Rash, no había recibido a aquella criatura en plena cabeza, pero trastabilló y a punto estuvo de caer por el agujero. Realizando un ágil giro levantando la pierna, apoyando una mano en el suelo y girando por completo la pierna por encima de la cabeza como uno de esos saltimbanquis que paseaban por los pueblos realizando espectáculos, consiguió mantener el equilibrio, aunque el empujón la había desorientado momentáneamente. Jerinor contemplaba boquiabierta aquella cosa verde-blancuzca. 

Kerri y Rash, sin embargo, estaban a apenas medio metro de distancia de aquel ser. Verde, grande, peligroso....y profundamente ácido. Lo último que recordaron de sus estudios antes de centrarse en el combate es que todo lo que aquel ser tocaba, excepto la piedra y quizá algún metal, desaparecía devorado con ferocidad, como habían tenido ocasión de ver con unas pocas gotas de aquella cosa en una botellita diminuta....cuando se lo tiraron al ogro. 

La criatura, pese a ser lenta, fue más rápida que los dos sabihondos del grupo, que la miraban entre fascinados y horrorizados. Un pseudópodo salió disparado hacia Sirya, a la cual agarró por la cintura casi con delicadeza. El estirón posterior no fue tan amable, y Sirya sintió dolor en uno de sus hombros, porque el violento tirón la había cogido desprevenida y en mala posición. Eso no fue lo peor. Lo peor fue el dolor intenso que empezó a notar allí donde aquella cosa le tocaba con su asqueroso tentáculo....o lo que fuera aquello. Comenzó como una quemazón que subió rápidamente de intensidad, mientras se escuchaba clara y audiblemente una especie de "fshfshfsh" proveniente de la piel de la muchacha, que enrojecía a ojos vista, apareciendo unas pequeñas grietas sanguinolentas. Sus ropas parecían estar sufriendo un proceso similar, pero más rápido aún.*

Sirya estaba peligrosamente cerca de aquel ser, que intentaba con todas sus fuerzas atraerla dentro de él. Un rápido vistazo al esqueleto del suelo le dijo todo lo que necesitaba saber sobre su futuro si acababa ahí dentro. O se escapaba de aquel abrazo mortal, o era historia. 

Fuera, el viento soplaba con fuerza, y la lluvia caía inmisericorde contra el pavimento del patio, regando a los muertos. 

- ¡DIOSES! - exclamó Rashaniel, apartándose de aquella criatura lo más rápidamente que pudo, casi trastabillando. A medida que iba determinando qué había sucedido con todo aquello, algo en su cabeza le gritaba que despertara. Le gustaba sentirse útil, demostrar a sus compañeros que, aún sin hechizos, era un miembro valioso del equipo. Y por esa misma sensación no se había percatado de esa vocecita de su interior hasta que no fue demasiado tarde. Y ahora uno de ellos, la joven Sirya, había sido atrapada.

- Piensa rápido... piensa rápido... - se dijo, sin dejar de mirar las ondulantes formas de la criatura - Si alguno de nosotros golpear a esa criatura y alcanza esas esferas de gas, estamos muertos. ¡Fuego! ¡Necesitamos fuego!

- ¡Entretenedlo! ¡Creo que tengo la solución!

Mientras vigilaba el patrio, Groland atendió a lo que decían sus compañeros más cultos, gruñiendo satisfecho al ver que su teoría no era alocada. Entendió además cómo se había movido el limo y por qué, y porqué no había devorado los cadáveres de los orcos. Pero quedaba una duda en el aire. Una pregunta que el propio limo se encargó de contestar.

Cuando Groland escuchó los gritos de sus amigos a sus espaldas, se volvió inmediatamente, pero lo que vio lo dejó paralizado en un primer momento. ¡La criatura se había vuelto mucho más peligrosa y repugnante! Debía ser detenida y erradicada de inmediato de la faz de Faerûn... ¿¡Pero cómo!? ¡Por lo que habían dicho Rash y Kerri, su maza no haría ningún efecto! Mientras pensaba en esto, del monstruo brotó un horripilante tentáculo gelatinoso con el que cazó a Sirya, que empezó a sufrir los efectos de la corrosiva naturaleza del enemigo. ¡Groland debía hacer algo!

Junto a la trampilla, escuchó con atención las revelaciones de Kerri y Rash, que pronto se convirtieron en un oscuro relato que la hizo estremecer. La idea de que aquél limo del que había hablado estuviera por allí, rondando los pasillos del castillo —no, del castillo no, de aquél torreón a juzgar por el cadáver desprovisto de carne—, y en busca de víctimas, ellos para ser exactos, la hizo tener miedo incluso a ella, a la Syria fuerte, valiente y que no se echaba jamás atrás. Lo cierto es que había cosas en ese mundo que parecían demasiado terribles, y cuando uno las tenía cerca, se volvían mucho peor. Si hubiera sabido hasta que punto estaba junto a ellos, habría temblado directamente con la sola idea, pero no lo sabía...

...Hasta que cayó sobre ellos. 

Todos se apartaron, unos más rápido que otros, y dónde instantes habían estado parados tranquilamente, hablando, ahora se elevaba una masa informe, verdosa y de aspecto nocivo que se balanceaba sobre sí misma como un pudin poco cocinado. Al menos si a ese flan le echabas veneno hasta volverlo peligroso incluso a la vista. 

Suspiró, sin tiempo para pensar en eso mientras se recobraba de la improvisada voltereta que había dado para no irse por el agujero de la trampilla. Durante un instante, pensó que a lo mejor habría sido mejor. Al momento siguiente, supo que si. Si hubiera caído, al menos, tal vez sólo se habría roto el cuello, rápida y silenciosamente. No pudo pensar en nada más, pues uno de aquellos viscosos tentáculos salió disparado hacia ella —tal vez atraída por sus movimientos—, y se enroscó en su cintura como el abrazo de un amante, sólo que sin el amor de este, ni una pizca de la delicadeza. Ella intentó liberarse, la criatura tiró con fuerza, y al final Syria se vio lanzada hacia aquél cuerpo gelatinoso y ácido. Mientras se acercaba, observó las pústulas a punto de estallar, y supo que si no hacía algo sería su fin. La aventura más corta que jamás podría haber imaginado.

Negó. No. No iba a acabar así, no iba a aceptarlo. Se retorció, giró sobre sí misma y forcejeó. Notó como el blando y peligroso látigo cedía, y entonces se contorsionó en un movimiento imposible que la liberó. Incrédula durante un segundo, retrocedió mientras sacaba su ballesta, descolgándola por instinto de su espalda. Al pararse, y mirar desde lejos, gruñó. 

Miro hacia arriba y una masa verde cae de repente como si la hubieramos llamado con nuestra verborrea. Consigo apartarme lo justo para que no me pringue. Aun asi es mas rapida de lo que yo creia que podia ser un engendro de estos y una especie de tentaculo sale ne direccio a Syria a la que atrapa e intenta embolver para devorar.

Al ver eso, como tengo la espada de Freya en la mano y a pesar de lo que se de esas criaturas intento golpear el tentaculo para ayudar a Syria a soltarse. La espada es magica y espero que sea suficiente para que no me la disuelva, sino estare jodida. Aun asi intento no golpear esas pustulas de diferente color por lo que pueda suceder.
Mientras ataco digo:- Por Freya!!!! Dame tu Fuerza y guía mi brazo!!!!

Con el tiempo devuelto a su ritmo normal, todo sucedió de forma frenética ahora. La criatura, aprovechando el impulso del abrazo mortal, se había avalanzado sobre Sirya, engulléndola casi por completo, apenas sobresalía su cabeza de la masa verdosa que rodeaba su esbelto cuerpo mientras sus compañeros observaban, entre atónitos y horrorizados lo que estaba sucediendo. Los sonidos de succión eran cada vez más fuertes, y también sonaba como algún componente alquímico que Rash había escuchado, y le habían descrito, como "efervescente". La estancia se estaba llenando de un olor sulfuroso que les hacía arrugar la nariz, produciéndoles picores que amenazaban con hacerles estornudar en el momento menos oportuno.

Sirya, en un alarde de contorsionismo, consiguió hacerse un hueco realizando un par de giros sobre sí misma colocando las extremidades casi como si no tuviera huesos y con un espectacular salto, salió del interior de aquel ser. Tenía gran parte de su cuerpo en carne viva, con múltiples sarpullidos y pústulas sanguinolentas dejando regueros de su esencia vital por todo su cuerpo, pero estaba fuera del alcance de esa cosa. Mientras intentaba llegar a su ballesta y amartillarla*, se fijó que en el interior del ser se había quedado su armadura recién estrenada, como flotando en el aire, que desaparecía a ojos vista delante de ellos. Los enganches y cierres eran los primeros que habían sufrido daño, y al realizar esos bruscos movimientos para liberarse, habían cedido y se había quedado atrás al salir ella de allí dentro. Los ropajes de la chica presentaban algunas zonas rotas y disueltas, por donde se podía ver la piel enrojecida y sangrante de la joven, pero aún resistían bien. Al parecer, casi todo el daño lo había absorbido la armadura, aunque la joven chica no presentaba buen aspecto.

Quizás aquella pieza de cuero le acababa de salvar la vida.

Se alejó con pasó titubeante, mientras se giraba y gruñía mirando a la criatura. 

Kerri, que había visto a la criatura justo antes de caer sobre ellos y había empujado a Sirya, contempló como el ser atrapaba y engullía a la joven, pero contraatacó con energía, valor y vigor a la criatura, casi sin pensarlo. Su espada, pese a que acertó de lleno en uno de los tentáculos, no produjo un daño aparente en el ser. Sin embargo, restos de la criatura comenzaron a sisear en la hoja de la espada.**

Rashaniel, por su parte, se apartó ligeramente a un lado, temeroso de los pseudópodos de aquella cosa tras ver su poder consumidor, rebuscando frenéticamente en su mochila, mientras solicitaba al resto que lo entretuvieran. 

Ahora el resto reaccionaban ante la amenaza. ¿Qué harían?

Esmar y Wick, pese a todo, reaccionaron con presteza. El del vozarrón nasal se abalanzó, escudo por delante, contra el bicho, blandiendo la antorcha encendida como si fuera una porra, pero el miedo que le producía aquella criatura le hizo fallar estrepitosamente su ataque, que nisiquiera pasó cerca de su objetivo. La antorcha cayó a los pies del soldado, tras resbalar en sus húmedos dedos. Wick levantó el arco, pero en su prisa por querer atacar, el espacio reducido, y toda la gente que había, la flecha salió demasiado alta, pasando por encima de la cosa. Por la cara que ponían, no parecían ahora mismo muy contentos de estar ahí, pero una cosa sí que se podía decir de la guardia de Fairhill, no eran unos cobardes. Estaban bien adiestrados. 

Tenía que aislar su mente. Aislarse completamente de lo que sucedía a su alrededor como cuando estudiaba sus conjuros y maximizaba el aprovechamiento de su tiempo. Debía centrar sus movimientos en encontrar lo que estaba buscando sin preocuparse de que había una criatura gelatinosa y corrosiva a pocos metros de él.

Claro, eso era un eufemismo, sabía perfectamente qué era lo que se bamboleaba y dejaba escapar gases nocivos en aquel espacio cerrado. Había leído sobre esas criaturas, sobre cómo emboscaban a exploradores y aventureros en mazmorras siniestras, reduciéndolos a un puñado de huesos y equipo desgastado. Eran letales. Por eso no podía distraerse, porque bien sabía que temían al fuego, y tenía una cosa...

- ¡Lo encontré! - dijo, alzando triunfante un frasco de Fuego de Alquimista de su mochila - Vale... valevalevale Rashaniel... ahora no falles, no falles... ¡Alejáos!

El mago esperó a que sus compañeros se alejaran para lanzar el pequeño receptáculo de cristal. De nada valía disponer de un arma tan poderosa si fallaba y envolvía al grupo en una nube de fuego líquido...