Partida Rol por web

Aquí es donde se reúnen granjeros y mercaderes en torno a grandes mesas que hay debajo de toldos para vender toda clase de bienes. En medio de la plaza hay un abrevadero con un caño del cual cae agua en abundancia, cantarina y potable. A todo aquel que pregunta, los lugareños le explican, orgullosos, que es el trabajo de un mago que vivió en la aldea hace tiempo, que se dedicó a cavar un pozo con ayuda de algunos de los, por entonces, jóvenes mozos del pueblo y puso "cosas de mago" en su interior, cerrándolo con mortero y piedra antes de irse. Desde entonces, el agua no ha dejado de fluir...dicen.

Suelen haber cuatro guardias en todo momento, velando por la seguridad del lugar, y se les conoce por ser bastante estrictos.

Tras salir de la posada, y andando a buen ritmo, te diriges al mercado, donde puedes ver diversos puestos ambulantes. Al parecer, el mercado de Fairhill, o plaza del pueblo, lo ocupan los mercaderes venidos de fuera, y algún que otro lugareño con habilidad manual, mientras hay luz diurna.

El ambiente es relajado, y la gente te saluda al pasar...la mayoría con una inclinación de cabeza, aunque alguna mujer te sonríe más de la cuenta...

Ves cuatro guardias paseando por el lugar, atentos a todo, que te observan y te saludan distendidamente desde la distancia.

Rashaniel paseó por el mercado, algo decepcionado con que al final la joven elfa no le acompañara. Sin embargo, tampoco le dio mucha importancia: ya había aprendido que no todo el mundo era sincero y tenía buen corazón, y que tendían a mentir y engañar para obtener sus propósitos. O quizás era que la muchacha se había quedado dormida por el agotamiento, sólo los dioses lo sabían.

Mirando a un lado y a otro, agradeciendo los cumplidos con una tímida sonrisa y rechazando con movimientos elegantes los regalos en forma de baratijas y fruta fresca que le ofrecían, Rashaniel observó que realmente él quería más pasear que comprar algo. No había allí nada más que armaduras, armas, productos de artesanía, y otros bienes que a él no le servían de nada. Sabía que cuando los conjuros que inscribiera en su libro fueran más complejos, tendría que usar materiales para ello, pero por ahora había aprendido a manejarse sin ellos. Tan sólo le llamó la atención una balanza que le vendría bien para tasar con más exactitud los objetos que encontrara más adelante.

Mientras paseas, te llama la atención un carromato de colores, verde, amarillo y rojo. El lateral está abierto hacia arriba, haciendo las veces de techo, sujeto por dos palos de madera, y múltiples prendas se balancean en varios palos largos que recorren varias perchas. La oronda mujer que está en él, al verte pasar, llama tu atención con su acento extraño, arrastrando las "s": "Amigo...hey...¡amigo! Aserquese aquí y encontrará lass mejoress telass y ropa de todo éssste pueblo...jajaja..." su sonrisa te llama la atención, pues parece franca y sincera, ¿total....no puedes perder nada, no?

Te acercas y curioseas un rato. Tras observar varias prendas curiosas y que te llaman la atención, la mujer, tras sonsacarte hábilmente qué es lo que estás buscando, te ofrece una serie de prendas a las que les da mucho bombo y platillo antes de sacarla de un baúl que tiene en el interior del carromato..."Por supuessto...essto es lo que esstas busscando muchacho. Confeccionadas en la lejana Calimsham, traídas desde allí y por cierto, me las han intentado comprar un par de vecess, pero al parecer, tenía un desstino....encontrarte a tí."

Contemplas una serie de prendas de manufactura ciertamente buena. Su aspecto es más castrense que bello, dirías que prima el uso protector y la utilidad práctica que la belleza, aunque no tienen malas formas ni son "feas".*

Te la pruebas y no te queda nada mal, te da un aspecto algo más duro, como más curtido en viajes y batallas. Además, descubres con sorpresa que los seis amplios bolsillos interiores te permiten coger los objetos de su interior con mucha rapidez, casi sin esforzarte, pero que a su vez, están hechos de tal forma que no tienes que preocuparte por que se caigan los objetos, al menos en condiciones normales. La mujer te observa mientras te lo pruebas y te dice..."Ssí...indudablemente esssta hecho para tí....y su precio es una minucia...y máss para uno de loss que han acabado con loss peligross de alrededor...os lo dejo por 100 dragones...¿os place?"

Rashaniel era demasiado inocente y estaba tan perdido en las ensoñaciones de la gloria que no se hubiera percatado de si la mujer le estaba intentando timar. Si fuera un muchacho mucho más viajado habría sabido si la historia de la mujer era cierta, habría comprobado que las costuras eran firmes y el cuero estaba bien tratado y, desde luego, no se habría lanzado tras el biombo a probarse la túnica que aquella mujer le ofrecía.

Cuando salió del improvisado apartadero para comprobar cómo le quedaba la prenda, se sintió distinto. Sí que las distintas capas de tejido, los bolsillos y, por supuesto, el cambiar la tela por el cuero, hacía que las vestiduras fueran más pesadas. Sin embargo, se sentía más seguro, y la maniobrabilidad que le conferían aquellos bolsillos tan convenientemente cosidos era un gran aliciente. Allí podría guardar amuletos, materiales para conjuros, alguna pequeña daga para protegerse, o incluso guardar las joyas que había sacado de su aventura.

Realizó algunos rápidos movimientos, saltó de un lado a otro e incluso se permitió lanzar algunos golpes al aire con su bastón. Sí, era mucho mejor que su túnica, con la cual se sentía más desprotegido. Claro que no tendría los finos bordados y detalles de la prenda que había traído de su tierra natal pero, ¿de qué le serviría todo aquello en un combate?

- Me lo quedo, buena señora - dijo, sin pensar en regatear. Al fin y al cabo, no era un comerciante experto, y se sentía con fortuna.

¡Estaba tan emocionado! ¿Dónde andarían sus compañeros para poder enseñarles su nueva prenda?

La señora sonrió ampliamente, mostrando un par de huecos en su dentadura. "Clarro que sssi, buen señor. Es una compra perrfecta".

Tras la transacción económica, anduviste un par de tenderetes y viste un mercader que ofrecía diversos cachivaches, entre ellos, un juego de balanzas y pesas, adecuado para tasar modenas, joyas y piedras preciosas*. Tras un corto regateo, te lo dejó por 1 dragón y 5 lágrimas. Mientras caminabas, escuchaste como de pasada una conversación entre dos campesinas de indeterminada edad (te cuesta a veces distinguir qué edad tienen las humanas) que estaban comprando. La conversación te llamó la atención porque te miraron brevemente y apartaron la mirada, sonrojándose en parte, mientras ambas cotorreaban en voz baja entre ellas, pero lo suficientemente alto para que tus finos sentidos élficos captaran gran parte de sus palabras, antes de que se alejaran entre la gente..."¡¡Claro!! Es uno de los aventureros que ha matado a todos esos malvados Orcos del castillo del viejo mago, ése al que le decimos a los chicos que no se acerquen. Como suelo decir siempre "afortunada aqella aldea cuyos magos no son más que polvo"...la otra, que asiente gravemente, con una voz más aguda le contesta "El castillo del viejo mago no me gusta nada. Todo el mundo sabe que en su interior vive un vampiro. ¿Qué otra cosa podría explicar la figura espectral que algunos dicen haber visto durante la noche? Calla, calla....¡yo ya les he dicho a los míos que se alejen de ése lugar maldito! A saber qué más cosas de magos habrán dentro...siempre con sus conjuros y cosas raras..."

Arlen te intercepta poniéndote una mano en el hombro con suavidad. Su mirada te recorre de arriba a abajo, contemplando tu nuevo atuendo..."Buenos días! Vaya....nuevos ropajes. Te quedan bien." dice, amistosamente. "Me gustaría hablar con vosotros, ¿dónde están el resto?¿Podemos reunirnos con ellos?"

La gente a vuestro alrededor os mira con curiosidad, pero nadie hace ademán de acercarse, quizás intimidados por la presencia del Magistrado.

Mientras observaba algunas baratijas sin mucho interés, Rashaniel se sumergió en la conversación de aquellas mujeres. Por un lado, tuvo compasión de ellas: sabía por pura experiencia el temor que algunos seres, sobre todo personas con poca amplitud de miras, tenían por los temas arcanos, y por eso la conversación no le sorprendió. Sin embargo, hubo un tema que sí le sorprendió: hablaban de una figura, una sombra, que había sido vista en la fortaleza. ¿Cómo era eso posible si el vampiro se encontraba encerrado tras ese antiguo ritual que usaba plata? ¿O quizás había algún otro peligro? ¿Quizás había alguien que intentaba liberarlo?

Tan sumido estaba en sus pensamientos que apenas si se dio cuenta de que se topaba con el Magistrado.

- Gracias, Magistrado - dijo, algo azorado - Desconozco dónde se encuentran mis compañeros, pero nos alojamos en la Cocatriz Borracha, y será fácil reencontrarnos allí. Si quiere buscarlos directamente, probablemente se encuentren en la herrería o por alguna tienda de armas.

(Ailith)

Un hombre alto, de unos 45 años y pelo negro, interrumpido por una franja gris junto a las sienes y una raya plateada en la corta barba está al lado de Rashaniel, con una mano en su hombro. Lleva un cetro consigo, de aproximadamente un metro de altura, hecho de madera oscura y robusta, cubierto por bandas de hierro. Tiene los ojos oscuros y mirada orgullosa, a la par que muy intensa, tanto, que parece atravesar a quien mira si se lo propone. Va vestido con una túnica de color negro en éste momento, con el cuello decorado con pequeñas cenefas de color dorado, así como el borde de las anchas mangas. Un cinturón con un par de bolsas de cuero pequeñas en su parte derecha completan el atuendo, además de unas botas de cuero blando, de buena calidad. Te das cuenta que ambos están mirando en tu dirección y dudas en qué hacer mientras los observas.

*****

(Rashaniel)

El magistrado asintió a tus palabras..."Creo que lo mejor será encontrarnos allí. Os debo una disculpa."

En ése momento, una pequeña figura apareció en el mercado. Acababa de salir de la posada, hacia donde ambos estabais mirando en éste momento debido a la naturaleza de vuestra conversación. Era Ailith.

La elfa os vió y pareció dudar unos momentos....

Al mirar la elfa hacia vosotros, el magistrado te miró y volvió a mirar a la figura, al parecer, dándose cuenta de que os conocíais "¿Quién es? No la ví ayer. ¿La conocéis?" 

*****

(Arue y Brand)

Al salir a la calle y dar unos pocos pasos, os encontráis en el mercado, con la gente abandonándolo ya, en dirección a sus casas. En mitad del mercado podéis ver a Rashaniel y a Arlen, con una mano apoyada en su hombro, mirando hacia la posada "La Cocatriz Borracha" (justo en la esquina de enfrente vuestra), de espaldas a vosotros...al parecer no os han visto. Allí, al otro lado de la plaza del mercado, en la puerta de la posada, se encuentra Ailith, dudando qué hacer.

La elfa cerro tras de si la puerta de la posada haciendo caso omiso de un personaje obviamente alterado por el alcohol que no paraba de decir tonterías. Se quedo parada unos segundos a la sombra que daba el establecimiento mientras pensaba a donde ir. Giro la cabeza a la derecha, luego a la izquierda. Se llevo una mano a la comisura de los labios y acabo por emprender la marcha sin sentido aparente.

De vez en cuando se paraba para observar los alrededores, evitaba en la medida de lo posible levantar la vista para que el sol no le diese en los ojos. La sombra de la capucha le resguardaba. Ando durante unos minutos algo perdida siguiendo a la gente hasta dar con lo que parecía ser la plaza central. Montones de gentes se agolpaban y el barullo de la multitud llenaba el silencio que tanto le gustaba a ella. Tantas personas juntas... Nunca le había gustado. -No queda otra... Pensó.

Antes de perderse en la amalgama que estaban formando aquellas personas la elfa pudo vislumbrar a varios de los integrantes del grupo que le habían acompañado durante el desayuno. Levanto la mano levemente sobre su frente para poder taparse los ojos y ver mejor. El elfo que amenizo ayer la noche con aquella conversación tan interesante se encontraba allí. -Rash... Pensó fugazmente en acercarse para saludar pero descarto la idea al ver que estaba rodeado de tanta gente. Bajo el brazo y aparto la mirada dejando que su rostro desapareciese bajo la capucha. Se dio la vuelta y se metió entre la multitud.

Dejo a su espaldas al grupo que le había acompañado esa mañana. Rash era de su agrado, pero no era capaz de digerir a tanta gente nueva en un espacio de tiempo tan pequeño. -Elfo estúpido... Pensó mientras dibujaba una sonrisa picaresca en su rostro. -Quien se cree que soy para pedirme que le acompañe sin mas... Aparto las ideas socarronas de su mente y se centro en lo que tenía que hacer. La vuelta fuera de la posada durante el día tenía que valer de algo, si por ella fuera se quedaría durmiendo todo el día y saldría por la noche. Pero de hacer eso no encontraría a gente con la que charlar.

Intento en la medida de lo posible esquivar a aquellos que se cruzaban con ella con el mayor disimulo posible pero en ocasiones casi parecía que le daba miedo que le tocasen. Se llevaba las manos al pecho para evitar chocar con la gente y en alguna ocasión se movía con torpeza dando la perfecta imagen de extranjera extraviada.

Se paraba de vez en cuando delante de algunos puestos y observaba lo que ofertaban allí. Pero sus ojos se movían mas allá de la mercancía. Se fijaba en el mercader, quien era la persona tras el puesto. Dedicaba una agradable sonrisa y pasaba al siguiente puesto despidiéndose alegremente. Hizo eso varias veces hasta dar con un puesto atendido por una muchacha joven* que vendía piezas de fruta en aparente buen estado. Se quedo parada observando con cuidado lo que tenía a la vista, algunas piezas eran de mayor calidad, no era difícil darse cuenta. Las mas brillantes y de piel mas fina estaban atrás del todo mientras que las que, obviamente, hacía mas de unos días que habían tocado el suelo se encontraban delante del todo.

La elfa extendió la mano y acaricio una manzana de las que se encontraba atrás del todo. La agarro y la miro con cuidado.

-Esta me gusta -Le dijo a la chica con una sonrisa- ¿Cuanto valen?

El rostro del semielfo se iluminó por un momento, pero luego volvió a ensombrecerse cuando la joven decidió alejarse, sumiendo en los vendedores, los transeúntes y los transportistas. Por un momento, Rashaniel había pensado que la muchacha le estaba buscando, que su plan seguía en pie, y que le acompañaría a hacer compras por el pueblo. Sin embargo, nada de eso sucedió.

- Es... bueno, una joven que conocí ayer... pero imagino que no la volveremos a ver por aquí - dijo, con un deje de tristeza - Mas no debéis disculparos, Magistrado, por favor. Allí nos veremos, si veo a mis compañeros durante el camino les informaré. ¿Es urgente para lo que nos necesitáis? Si fuera así, podría enviar a mi compañero a buscarlos...

Hizo un gesto en relación al halcón peregrino que se encontraba observando las idas y venidas de los asistentes al mercado con cierta indiferencia.

Viendo a Rash solo junto al magistrado y oyendo parte de su conversación sobre irles a buscar, Brand hace un gesto a Arue para que le siga y se dirige al centro del mercado junto con el mago, decidiendo ignorar por unos minutos mas a su familiar pero con intenciones de dirigirse a la posada en unos momentos.

-¿Nos buscabais? -pregunta Brand desde justo detrás de Arlen.

Arue siguió a Brand, vigilando a los que pasaban demasiado cerca y evitando que la tocaran.

Arlen la miró pensativo unos segundos al escuchar tu respuesta y tras sonreir de nuevo ligeramente, dijo "No...no es que sea urg..." en ése momento aparecieron Brand y Arue..."Ah..vaya, mira, aquí estáis. Os buscábamos sí. Como le decía a maese Rashaniel, creo que os debo una disculpa. ¿Podemos ir a la Cocatriz y me permitís que os invite a comer, mientras hablamos?"*

La plaza se estaba vaciando de gente y os fue fácil llegar a la posada, pues estaba en la misma plaza. Arlen se detuvo un par de segundos para hablar un momento con uno de los guardias y entró tras de vosotros mientras el guardia se alejaba...

La muchacha te contesta "Una punta, por favor." con una sonrisa de oreja a oreja.

Tras pagarle, te alejas por las calles, sin rumbo fijo, disfrutando de tu rica manzana, hasta que oyes un par de pasos pesados a tu espalda y una voz que te dice... "Disculpe, ¿puede acompañarme? El capitán de la guardia desea hablar con usted". Al girarte, ves un par de guardias fornidos, que siguen a una mujer morena, vestida también de guardia, con cara de pocos amigos.

No te dan muchas opciones*, a la vez que tampoco te dan mucha conversación. Te llevan cruzando de nuevo el mercado hasta una pequeña pendiente que sube hasta una atalaya de vigilancia, al parecer de unos tres pisos de altura. Arriba del todo puedes ver que el tejado está almenado, con un sistema de señales por fuego, y justo debajo ves una gran campana y una balista, con dos guardias vigilando. Al llegar a la puerta, ves que otros dos guardias vigilan ésta puerta. Nadie parece prestarte más atención de la necesaria. Un simple vistazo para "registrarte" en su mente y poco más.

La mujer entra y los otros dos guardias te hacen pasar, entrando uno y el otro quedándose fuera. Al entrar ves una sala cuadrada, con tres puertas en ella, una en cada pared y una mesa en el centro (que hace las veces de recepción). Sentado en la mesa hay un hombre alto y fornido, de aspecto imponente, tiene el pelo peinado hacia atrás, entre castaño y rojizo y un gran bigote oculta en gran parte una cicatriz que tiene encima de la boca. LLeva una armadura de cuero tachonado bastante ajada, con un pequeño blasón en el pectoral izquierdo de un pequeño cuenco plateado**. Está leyendo unos escritos, y te fijas rápidamente en el muñón de su mano derecha, donde tiene una funda de cuero que le tapa la herida, haciendo las veces de brazalete hasta el codo. Esperas aproximadamente treinta segundos, de pie delante de él sin decir nada, a la vez que el resto de los ocupantes de la sala tampoco dicen ni un sonido. Finalmente, el hombre termina de leer el pergamino y lo deja en un montón a su derecha, donde ya hay varios uno encima del otro, quedando unos pocos a su izquierda. También puedes ver una capa de color verde oscuro colgada de un clavo en la pared, detrás de él, así como el pomo de una espada bastarda apoyada al lado de él, contra la mesa.

"Buenos días. Disculpe las formas, pero últimamente han llegado personas nuevas a nuestra comunidad, llamémoslos..."aventureros", que no han sido de nuestro agrado." su tono parece alegre, aunque notas que su potente voz le confiere autoridad. Por la razón que sea, intuyes que es un hueso duro de roer, pero que lo has pillado en un buen día, parece estar de buen humor. "Dése a conocer y dígame sus intenciones." Acto seguido coje una pluma y tintero y espera pacientemente a que hables....

La chica asiente ante la petición, mas bien orden que le presentan los guardias. Se limita a callar y a seguirlos. Les acompaña por las calles hasta adentrarse en la atalaya. Siente como todos a su alrededor se giran de manera disimulada para descubrir a quien acompañan, cuando lo hacen ella gira la cabeza y la mantiene hundida en su capucha para evitar que le vean las facciones.

Un guardia se queda fuera y ella le hace un ligero movimiento de cabeza para agradecerle su compañía. Se adentra tras las pesadas puertas y continua su camino.

Espera a que la persona que iba a recibirle empezase a hablar. Justo lo que suponía, desconfianza. Los viajes ya no eran como antaño. La tranquilidad hace tiempo que desapareció de todos lados.

Cuando acaba de hablar ella retira su capucha y muestra su cara para que puedan verla.

-Buenos días señor. No se disculpe por las formas, no es molestia.

La elfa mira a quien le habla y prosigue.

-Me llamo Ailith, soy poco mas que una viajera. A veces comercio. Me gusta viajar, nada mas. No busco nada. Si su descripción de aventurero coincide con la mía, puedo asegurar no ser de ellos.

La elfa se queda callada un rato mientras espera y acaba la frase.

-Mis últimos deseos son causarles molestias a ustedes, solo estoy de paso.

El hombre te escucha y apunta en una hoja tu nombre. Tras mirarte un par de segundos y recorrerte de arriba a abajo con sus ojos, apunta al lado, "viajera" y la fecha.  

"Una joven no debería viajar tan ligera de compañía por lugares tan peligrosos como son en éstos momentos los alrededores de Fairhill. No parecéis del tipo de "aventureros" que estuvieron aquí hace unos días, pero me pregunto qué hacéis aquí realmente, pues tampoco parecéis llevar nada que comerciar." la expresión del hombre, entrecerrando los ojos ligeramente, parece algo suspicaz, pero con un suspiro, deshecha el pensamiento que en ése momento rondaba su cabeza, negando ligeramente con la cabeza. 

Echando un poco de arena en la hoja en la que acaba de escribir, te dice "Deberíais presentar vuestros respetos ante Shandril, la sacerdotisa del templo de Freya. Es lo que toda persona de bien hace al entrar en nuestro pueblo....no sé si me entendéis."

Te despide con un ademán, pero antes de que salgas, parece cambiar de opinión y añade "Como os alojáis en la taberna, no hace falta que os indique nada más....simplemente que mientras respetéis la ley y el orden aquí en mi pueblo, no tendréis problemas. Si habéis oído algo sobre los Orcos del castillo, ya no son un problema, pero si yo fuera vos, intentaría no abandonar Fairhill sola y menos de noche. Si vais a viajar hacia el Este, siguiendo el camino de comercio, hacia Puerta del Bardo, tened cuidado con el bosque de las Stirges, siguen plagandolo, las muy hijas de puta, ellas y las arañas...".  

La elfa escuchaba atentamente todas las palabras de aquel que le habla, ahora mas tranquilo. Sospecha de ella, puede verlo. Cuando deja escapar de manera disimulada que su aspecto no inspira ni aventurero ni mercader la chica tuerce su gesto en uno afable e infantil y se dedica a quedarse en silencio.

El hombre da a entender que debería pasarse por el templo a dejar una donación. Quizás se pase, pero la donación iba a ser para otra persona. Puede que ella fuese "comerciante", pero comerciaba para si con los bienes de los demás.

-Muchas gracias por todo -Dijo despidiendose una vez acabo de hablar- Me pasare por el templo mas tarde, ahora querría descansar. Aun estoy cansada de los viajes.

Hizo un leve gesto con la cabeza y se puso de nuevo la capucha emprendiendo la marcha, si así se lo permitían.

Su intención era volver a la taberna. No le acababa de agradar el salir de día, la luz no le gustaba. Puede que cuando cayese la tarde el tiempo estuviese mas agradable.

Nadie hizo ningún movimiento para impedirte irte. Saliste al exterior y pasaste por al lado de los tres guardias, que seguían conversando animadamente mientras tú seguías tu camino...."¿Habéis oído la historia de Fendrin? Perdió a su mujer y sus hijos a manos de una criatura del mal, una mantícora, oí que la llamaban, pero yo nunca la he visto. Me ha dicho Haol que está en la Cocatriz, ahogando sus penas, pero que no arma demasiado jaleo y que Glarian le aguanta..." escuchas, mientras pasas por al lado de ellos bajando por el camino hacia el pueblo otra vez...

Después de dejar su nuevo alojamiento, lo primero que hizo Groland fue ir al mercado y buscar al tratante de armas. “Con suerte, aún no habrá recogido”, se dijo. Ya era bastante alucinante que alguien vendiera armas y armaduras en un lugar como Fairhill, como para encima jugársela a que estuviera de sol a sol con el negocio abierto. “Si no está, seguramente el capitán Baran me podrá ayudar a conseguir lo que busco a través de la gente del pueblo”, se dijo valorando todas las opciones. “Aunque de lo de pagar seguro que no me libro”. Groland buscaba concretamente una lanza y una red. La cuerda sería más sencilla de encontrar.