Partida Rol por web

Aquella tranquila mañana paseaban por el Bosque del Pavor muy ruidosamente. Corvino era el engargado de abrir la marcha, y con dificultades había encontrado un viejo rastro de surcos como los que dejarían las ruedas de los vardos gitanos, la única pista que tenían. Heian ya era capaz de caminar por su propio pie, y Quiora estaba de mejor humor una vez que sus heridas habían sido curadas y la diarrea había remitido. Aún así, Niko se cuidaba de andar lo más lejos posible de la malvada y fea semiorca. Eso hacía que a veces se acercase demasiado a Sapo, y el gnomo lanzase histéricos grititos diciendo que no le tocaran.

Sois muy ruidosos. Papá dice que para cruzar el Bosque del Pavor hay que ser más silencioso que el pedo de una mosca-susurró Niko.

Ashiwa bassá, ashiwa bassá, ashiwa bassá...
ashiwa bassá, ashiwa bassá...

¿Veis? Otra vez la goblin cantando.

No era Quiora la que cantaba, si lo fuese la canción estaría más desentonada. El ashiwa bassá sonaba como un rumor de hojas en la espesura. Eran palabras silvanas, y Genann sabía lo que significaba: cazar sangre. Pronto distinguieron a lo lejos los pequeños seres leñosos que cantaban la tonadilla. Eran tan altos como Sapo o Niko, y su piel estaba hecha de corteza retorcida, como un arbolillo sin hojas o un arbusto leñoso.

Formaban un círculo alrededor de sus presas, como haría una manada de lobos hambrientos, y era difícil contar cuantos eran, pues estaban en constante movimiento y se camuflaban bien con el paisaje. Sapo y Genann sabían que estos seres eran "ramas marchitas" unas plantas muy malvadas cuyas garras inyectan veneno, y su dura corteza es resistente contra las armas afiladas. Bien, porque de todas maneras los viajeros no tienen flechas que disparar.

Alanis le tendió su bastón a Fedora, como diciendo un "tú le darás mejor uso que yo" o un "soy demasiado delicada como para luchar contra esas cosas tan feas, pelea por mí".

Después de comerse las raciones de Heian y ser tratada por la magia curativa de Alarico, la mestiza se sentía como nueva.

Dio las gracias al clérigo de Bane quien cada vez le caía mejor y se puso en marcha canturreando mientras  seguía los pasos del vejete del grupo, que parecía saber más o menos por donde iba.

Ya solo le faltaba algo de ejercicio para completar aquella hermosa mañana, y como si el mismísimo Uthgar hubiese escuchado sus pensamientos, plantó en frente de la comitiva unos leños para que cortase con su hacha.

Ah, no! Excremento de trol! Ya no tenía su preciada hacha, tendría que echar mano a ese rudimentario martillo que había tomado como botín de guerra. En fin, si no había otra cosa...

Se dispuso al frente y esperó a que viniesen.

Venga, quién quiere ser el primero?- desafió a sus contrincantes.

La caminata por el bosque iba como era de esperarse en el grupo, cada uno a su bola y con sus temas, todo según lo previsto hasta que al bosque le dió por atacarlos, un monton de ramas con malas intenciones iba a por ellos, no podía aparecer un unicornio o algo amable, sin malditas ramas asesinas.

- Intentaré prenderlas! - y en eso se quedo, en intento ya que su rayo fue a parar a un árbol de verdad.

-Shhhh -susurró Genann pidiendo silencio a sus compañeros al ver al grupo de ramas marchitas-. Están de caza y son peligrosos, muy peligrosos. Si os alcanzan con sus garras, os envenenarán. Deberíamos evitarles.

Pero su consejo llegaba tarde. Para cuando terminó de decirlo, Menon, dispuesto a demostrar que era el peor mago del mundo les lanzó un rayo que en el mejor de los casos, solo serviría para advertirles de su presencia y para dejar un círculo chamuscado en el tronco de un árbol cercano.

-¡Retroceded! -ordenó al tiempo que avanzaba unos pocos pasos en dirección a las ramas marchitas, ponía una mano en el suelo y lanzaba un conjuro de enmarañar. Sin comprobar si era efectivo o no, intentó retroceder rápidamente a la posición de sus amigos.

No era precisamente el fuerte del sacerdote el combate cuerpo a cuerpo, y las protecciones de ese tipo de enemigos hacían inútiles sus poderes. Además con tanta cantidad de enemigos tampoco era una opción (o no era una opción buena en todo caso) quedarse al margen y confiar únicamente en los guerreros del grupo. Con lo que, dando un paso al frente para proteger igualmente al grupo en caso de ataque de los enemigos, el sacerdote trató de interpone un círculo en cuyo centro quedaran los que, sencillamente, eran demasiado débiles para protegerse a sí mismos. Y si las ramas marchitas se acercaban golpearía a una de ellas.

Y sorprendentemente no lo haría del todo mal si llegaba el caso.

Menuda nochecita le habían dado-aunque había logrado sacar tiempo para estudiar un poco- y el día tampoco prometía ser mucho mejor. Si había algo que a Sapo le diera más grima que las hediondas manos de una semiorca enfurecida era las de un niño. Los pequeños de los humanoides metían sus extremidades superiores en todas partes, acumulando roña bajo las uñas y su contacto era aún más pernicioso que el de las Ramas Marchitas, pequeños seres leñosos y cantarines, tan altos como un gnomo, de piel hecha de corteza retorcida y cuyo tacto era perjudicial para la salud. Y mientras huía de Niko y pensaba en las Ramas iban y justo aparecían. Eso le hizo dudar. Sabía por su maestro que mucho ilusionistas, afectados por estrés o alguna experiencia traumática, podían sacar de su mente sus miedos y hacerlos "realidad". Era como alguien que ve visiones, sólo que el poder de un ilusionista lo hacía mucho más vívido no sólo para él mismo, sino para todos los que lo rodeaban. ¿Y si al temer el contacto físico del niño había creado aquella imagen involuntariamente?

- ¡Alguien tiene que descreer!- Gritó sin venir a cuento, al menos para los demás. Muchos se preparaban para el combate, entre ellos el nigromante y la piel verde, mientras que el bueno de Genann llamaba a la calma.

- No hay donde retroceder dentro de una circunferencia.- Informó Sapo de que no era posible retroceder si los rodeaban. El druida pretendía detenerlos con algún tipo de conjuro poco dañino. Los druidas solían conjurar con formas geométricas sencillas, no daban para más. Polígonos regulares básicos, como triángulos, cuadrados, a veces rectángulos. Sin embargo, el hecho de que los estuvieran rodeando dibujaba en la cabeza de Sapo una circunferencia con ellos en el centro, por lo que quedarían flancos sin cubrir. ¡Ay las buenas intenciones del druida! No iban a servir de mucho cuando Quiora hiciera leña con esas criaturas para la hoguera del campamento.

La hoguera la va a iniciar Menon.- Pensó al verle estrujarse la mente. Sapo no podía lanzar bolas de fuego, pero no le hacía falta. Podía moldearlas en el éter. Sin embargo, más fácil que una bola de fuego, con sus explosiones y violentas llamas, era la densa lava. Empezó a amasar con sus pequeñas manos dando forma a un chorro de lava que salía del suelo y se extendía en semicírculo protegiendo uno de los flancos. Era curioso verlo pues tenía todos los detalles. La densa masa cubría la vegetación chamuscándola y hasta salía humillo y todo. Lo que no tenía era olor alguno, ni ese "fsssss" característicos de las cosas abrasándose.

Sin pensárselo dos veces, la norteña agarró el palo que le ofrecía la florecilla repipi del grupo, pues esta vez sería la mejor defensa en ausencias de sus bastardas favoritas.
En cuanto Fedora escuchó a Genan, "El encantador de perros", hablar sobre veneno, la guerrera mantuvo su posición y preparó un golpeado al primer chaparro que se acercase sin mediar palabra.
- ¡Catastrrrrof! ¿Que haserrr ahorrra sin mías espadas? Fedorrra solo tinierrrr palo de rrrepipi parrra defenderte...

[Música ambiental]

Corvino parpadeó perplejo al ver los prodigios mágicos de Menon, Genan y Sapo. Uno invocó un rayo, el otro ordenó al bosque atrapar a sus enemigos y el último les rodeó de llamas protectoras. Les había visto ejecutar algunos “trucos” antes, pero aquello sobrepasaba con creces cualquier tipo de brujería del que hubiera sido testigo. Recordó entonces las palabras del sacerdote local de su aldea, que desde su púlpito predicaba cuan oscura y malvada era toda magia de origen no divino, y cómo esta corrompía las almas de aquellos que la practicaban hasta ennegrecer sus corazones.

Hubo una leve mirada de terror del anciano no tanto hacia aquellos diablillos arbóreos que les rodeaban (que ya de por si daban miedo), si no hacia sus compañeros brujos, y se los imaginó realizando obscenos pactos con entidades demoníacas mil veces más temibles que los seres silvanos a los que se enfrentaban con el fin de obtener poder.

Incluso creyó detectar un ligero olor a azufre en el aire cuando Sapo invocó aquellas llamas infernales. Sin duda el gnomo era el mas peligros de todos, y ahora comprendía que su retorcida figura y palabras (la mayoría de las veces incomprensibles) reafirmaban la teoría de que poderes infernales habían alterado su aspecto y mente de una forma malsana en dirección a la deformidad y la locura.

-¡Demonios! ¡Demonios!- Grito Corvino aterrorizado, con su mente ofuscada y confusa, aunque pocos comprenderían al escucharle que en realidad no se refería a las criaturas silvanas, si no a sus compañeros.

Dejándose llevar por el pánico, Corvino sólo vio una salida de los brujos, pues ahora estaba rodeado de llamas demoníacas por todos lados menos por un pequeño estrecho.

Intentando salvar su alma, Corvino se arrojó adelante con ojos enloquecidos, con la esperanza de cruzar entre las llamas, a través de la magia del druida y además sesgando con su hacha los cuerpos madereros de las criaturas vegetales. Sintió un ligero dejá vú al hacerlo, posiblemente relacionado con su anterior vida como leñador.

-¡Demonios! ¡Demonios!-

Nananana... Habla, cara de chucho, que no te escucho. Habla, cara de chucho, que no te escucho...-dijo Niko, tapándose las orejas y cerrando los ojos.

Ashiwa bassá, ashiwa bassá, ashiwa bassá...
ashiwa bassá, ashiwa bassá...

Las ramas marchitas siguieron cantando, sin atraver a acercarse por la lava, y dando por imposible pasar por la zona frondosa. Tan solo tenían que esperar a que sus presas se fueran muriendo uno a uno. Mientras mantuviesen su sitio, los pequeños depredadores obtendrían su recompensa.

El fuego psíquico prendió una rama, pero el fuego era tibio, sin fuerza. El bosque era muy húmedo y se necesitaría de más para provocar un incendio.

Ni Quiora, ni Fedora, ni Alarico tuvieron ningún monstruo cerca al que hacer astillas, pero las acciones de Corvino eran más proactivas. Al adentrarse en la zona enmarañada, la plantas frenaron su avance y frustraron su intento de cargar. Las plantas también le dificultaron lo suficiente como para que su hachazo no le diera a los dos plantoides que se acercaron a él. Sin embargo, las garras se clavaron en la carne de Corvino inyectando su veneno. El tercer monstruo en la zona del conjuro se quedó tan atrapada como Corvino, y los otros nueve se mantuvieron en la misma posición, a ver qué pasaba.

El maldito gnomo y el anciano loco dieron al traste con la diversión de la bárbara.

Del viejo no iba a tener que preocuparse porque seguramente no saldría vivo de esa, pero respecto a Sapo...

- Qué demonios has hecho cara rana! Quita ese fuego que nos vas a matar a todos! Es que quieres incendiar el bosque?!

Se creía acaso que los semiorcos eran ignífugos? O acaso se iba a tener que meter en aquella trampa que parecía haber montado el bosquímano para retrasar a sus enemigos? Lo que estaba claro es que no se iba a quedar en medio de todo ese fuego, ya le estaban entrando los sudores solo de imaginarse tocando las llamas.

Echó un resoplido de indignación y mantuvo su posición, en espera que llegase algún enemigo a ella o que desapareciesen aquellas zonas donde parecía mejor no adentrarse.

Corvino se lanzo contra las plantas sin pensar en su seguridad, lo que le valió ser detenido y envenenado, con muchas posibilidades de tener un mal final si seguía asi.

El río invocado por Sapo mantuvo al resto a raya, pero era una cuestión de tiempo que el hechizo cayera, hay que eliminar a las ramas con premura y no tienen armas a distancia...

Sabiendo que era de los pocos que podían hacer algo volvió a conjurar las llamas en su mente, concentrándose en la rama detenida, el rival más fácil para darle... y con satisfacción pudo ver que al fin conseguía impactar, ahora que fuera lo bastante potente.

Sapo no pillaba las indirectas de Quiora, pero su extraordinaria inteligencia le sirvió para saber que la semiorca quería salir del círculo de seguridad de la lava para repartir toñas.

Luego podré volver a cerrarlo y así la dejo fuera muahahaha.-Lo bueno de las ilusiones es que permitían todo lo que pudiera imaginar una mente. El gnomo movió las manos y el  arroyo de lava se separó en dos dejando una pequeña abertura por la que podía pasar una persona o ramita.

Alarico solo avanzará para el caso que Quiora lo haga previamente. De otro modo espera y ataca si alguno se le acerca.

Corvino ya estaba luchando y Quiora martilleando a los bonsais hiperdesarrollados. Fedora quería su parte del paste, aunque estaba algo inseguro por no contar con sus espadas bastardas y la lava que había conjurado el bueno de Sapo. Por fortuna, el pequeño y feo mago abrió una abertura en el magma para que pudieran pasar, cosa que aprovechó la norteña como bien sabía.

- ¡Aaaaaahhhh! - Gritó, lanzándose en carga y sosteniendo el "palo" que le había dejado la malcriada del grupo, a modo de única defensa.

La guerrera sostenía el palo con ambas manos y corría como una posesa para cargar contra el enemigo más cercano, al que le propinó un testarazo que hizo que se le desprendiesen un montón de hojas al suelo.

Cuando Sapo abrió una brecha en su lava para dejar paso, los cinco tocones más cercanos se dieron prisa por pasar. El primero de ellos fue aplastado por Quiora, porque clavar un clavo es como clavar una rama marchita. Fedora cargó para ocupar el hueco entre la lava, quebrando la corteza del segundo tronco. Los otros tres atacaron a Fedora sin compasión, ni casi puntería, aunque un pequeño rasguño empezó a hacer fluir la ponzoña por su sangre.

En el frente norte, Menon convirtió en cenizas a la rama marchita menos peligrosa, la que estaba aferrada por los brotes creados por Genann. Los otros dos siguieron cebándose con el viejo, pero uno de ellos empezó a tener problemas con el enmarañado. Alanis se encargó de destruir al que seguía moviéndose con soltura mediante un solo impacto de proyectil mágico.

La zona abierta por Sapo permitía atacar cuerpo a cuerpo a los tres hostigadores de Fedora, pero los hombrecillos árbol (dos al este y dos al oeste) ya se dirigían hacia el sur para entrar por la parte hueca de la ilusión.

Ashiwa bassá, ashiwa bassá, ashiwa bassá...
ashiwa bassá, ashiwa bassá...

Quizás lo más difícil para Sapo fue mantener el aspecto de la tierra y el color de la hierba entre los dos fosos de lava, ya que la quimera debía ser continua, y todo lo que no fuese quimera debía volver a ser recreado.

Quiora siguió a lo suyo ahora que el camino había sido abierto y la emprendió con la rama más cercana. Iba a ser un trabajo arduo acabar con toda la foresta que les rodeaba uno por uno.

Sus compañeros estaban partiendo las ramitas sin problemas, pero varias había arañado los cuerpos con su ponzoña, ojala la fortaleza de sus compañeros fuera bastante para que no les afectara.

Ya que todos se estaban mezclando tirar rayos, sería peligroso para todos, lo mismo le daba a Corvino o a Quiora, ahora tenía que colaborar para acabar el combate pronto, por lo que conjuro un charco de grasa intentando atrapar a máximo numero posible.

Qué demonios...

Igualmente Alarico, deseoso de eliminar a tantas malditas ramas, aprovechó para cargar, intentando quedarse cerca de Quiora y, en su defecto, de Fedora. Ya que iba a meterse en el lío, mejor estar cerca de quienes daban buenos golpes. Sin embargo algo fue mal... francamente mal. Y entonces...

Sapo observó con alivio como los troquitos que los habían rodeado en un principio se dirigían raudos a la abertura de su ilusión de lava. Sólo hacía falta mantener la concentración un poco más y podrían huir sin problema.

El druida observó satisfecho la masa vegetal que crecía y se enmarañaba en torno a algunos de aquellos pequeños seres, pero lo que no llegó a entender es que Corvino se lanzara como loco contra aquel muro de zarzas sin creer que él también podía ser víctima del enmarañamiento. Negó con la cabeza incrédulo y cuando vio cómo le arañaban y empozoñaban, su gesto se acrecentó.

-Tsk. Está chocho este hombre. Eso o quiere morir, porque no he visto a nadie más inconsciente que él.

Después fue testigo de la maravillosa creación de Sapo y su boca se abrió en una O perfecta, digna del más experimentado esclavo sexual. Aplaudió con ganas viendo cómo uno tras otro, los enemigos caían. Él, por su parte, poco más podría hacer salvo estar preparado con su bastón ante cualquier escurridiza rama marchita que se colara entre unos y otros y acabara al alcance de su bastón. Por ello se situó junto a Sapo cuya concentración era más que evidente con afán de protegerle.