Partida Rol por web

Sin comérselo ni beberselo la intrépida guerrera recibió la caricia de aquel bonsai hipertrofiado.
- ¡Arrrgggg! Esto escoserrr como pesuña de tigrrre de las nieves. Ahorrra verrras. Yo enseñarrr a no meterrr con norrrteñas. - Dijo Fedora a su adversario.
La natural de Nortalia ya empezaba a sentir los estragos de la ponzoña de aquellas zarzas con patas. Pese a ser solo un leve roce en su blanca piel, ya sentía un pequeño mareo que mermaba sus fuerzas, motivo por el que decidió, tras tratar de dar otro bastonazo al seto animado, retroceder hacía el grupo.

En la zona enmarañada, Corvino se apretó el labio para aguantar el dolor del veneno. Sacando fuerzas de flaqueza, hizo leños de la última Rama Marchita del norte.

En el sur, un extraño movimiento de Alarico hizo que todos los monstruos planta que quedaban se lanzasen hacia él. Dos de ellos resbalaron en el charco de grasa ectoplásmica de Menon, y otros dos fueron destruidos por Genann y Quiora antes de que llegasen a su objetivo. El resultado fueron tres enemigos arañando a la vez a Alarico, inyectando su veneno por sus dedos como ramas.

Teniendo en cuenta que solo quedaban tres enemigos luchando contra los brutos del grupo y dos enemigos más en la grasa, Sapo podría olvidarse de seguir manteniendo la ilusión de lava. Genann también podía retirar sus zarcillos con seguridad, pero si lo hacía, además de perder la ocasión de destruír otro enemigo, solo lograría que Corvino se marchase corriendo.

'Soy un leñador y estoy muy bien,
duermo toda la noche y trabajo todo el día.

Él es un leñador y está muy bien,
duerme toda la noche y trabaja todo el día.

Corto árboles, me como mi almuerzo, voy al retrete.
Los miércoles me voy de compras y me tomo pastas con el té...'

Quiora canturreaba alegremente con voz de barítono mientras las ramas iban cayendo sin prisa pero sin pausa. Quizás hasta pudieran salvar al viejo loco de su intento de suicidio.

Ramitas a él. Sí, tal vez el sacerdote de Bane hubiera sufrido los golpes, tal vez. Y tal vez, también, los mismos le hubieran ocasionado algunas heridas más debido a su torpeza al moverse que a lo bien que atacaran las "putas ramitas de los cojones"

Pero si alguno pensaba que tan poca cosa iba a lograr que el clérigo sintiera perder un punto su vigor, es que aún no había entendido nada. Eran eso, arañazos. Mucho menos que las semanas sin comer, la falta de sueño o las servicias que había tenido que aguantar. Así que hizo caso omiso y atacó aunque, bien es cierto, con poco efecto.

Cuando Sapo dejó de concentrarse la ilusión desapareció tal y como había venido. Sacó una daga y se preparó para acuchillas a a cualquiera, amigo o enemigo ,que osara tocarle un solo pelo.

El combate estaba controlado, por lo que de momento se puso a la defensiva a la espera de que los demás terminaran. Al menos esta vez se sentía algo útil, pero aún tenía que mejorar mucho para ser tan letal como los demás.

El antiguo leñador vio ya el camino libre de criaturas frente a él, así que intentó avanzar entre la maraña de enredaderas que se habían enroscado alrededor de sus brazos y piernas. Se puso en tensión y apretó los dientes mientras clavaba los pies en el suelo y tiraba de las lianas vegetales con la esperanza de romperlas y liberarse.

Pero Corvino sangraba profusamente a causa de los incontables arañazos. Decenas de hilillos sanguinolientos descendian por su piel a lo largo del rostro y brazos al descubierto, dándole el aspecto de un psicópata.

Parte de la ponzoña vegetal se encontraba en el interior de su torrente sanguíneo; su cuerpo ardía por la fiebre y sus músculos parecían flojear; la pérdida abundante de sangre también le debilitaba y mareaba. Creía estar a punto de desmayar, y sus esfuerzos por soltarse de la maraña vegetal fueron en balde. Los zarcillos no hacía mas que crecer y afianzarse alrededor de su cuello, sus muñecas, sus tobillos, costriñéndole aún mas y ahogando así sus desesperados gritos de angustia, que al alcanzar su boca emergieron apenas como un pálido sollozo: - Gggñññññ...-

Genann valoró las posibilidades y viendo que las cosas estaban de su parte, por primera vez en mucho tiempo y sin que ello quisiera decir que no pudieran complicarse, decidió no deshacer su hechizo de enmarañamiento. Corvino necesitaba ayuda pero no estaba en peligro y algunos enemigos seguían en pie.

Así que bastón en ristre y junto a Sapo, esperó a ver el desenlace de aquel pequeño combate, mientras hacía inútiles molinillos con su bastón en previisón de algún ataque.

El veneno se había encargado de hacer estragos en los reflejos de la norteña, que trató de defenderse nuevamente de uno de esos bichejos planta, errando en su golpe nuevamente.

No era cuestión de hacer leña del árbol caído, así que Alanis imitó a Sapo y Menon, poniéndose en guardia mientras dejaba que los demás se ocuparan de acabar con la cada vez más reducida amenaza.

Entonces sucedió lo imprevisto: las ramas marchitas se pusieron en pie en la grasa ectoplásmica y empezaron a caminar como un santo lo haría por encima de las aguas. Un vistazo más pormenorizado les permitió a los aventureros fijarse en que, a cada paso, los "pies" echaban raíces en la tierra atravesando la película resbaladiza para asentarse en el suelo, y cuando levantaban la "rodilla", esas mismas raíces se contraían para permitir levantar la planta del "pie".

Las dos ramas marchitas que habían caído en la trampa de Menon salieron del área grasienta y se reincorporaron al combate justo a tiempo para ver a una de sus compañeras clavar sus ramas en la piel verdosa de Quiora.

Genann observó sorprendido cómo las ramas proseguían su avance por la grasa y se preparó para zurrar a la primera de ellas que se aproximara. Las cosas no pintaban bien y tal y como sospechaba, nada había decidido hasta el final de la batalla.

De nuevo pudo esquivar las garras de esas alimañas formadas de ramas, no así su camarada mestiza, Quiora.

- ¡Quiorrrrraaaaaa! - Gritó la norteña al ver como alcanzaban a la semiorca.

Lejos de amilanarse, trató de flanquear a su adversario, aprovechando la posición de sus camaradas. Mientras lo hacía, levantó en alto el bastón con ambas manos y dejó caer con cara de pocos amigos y toda la fuerza que pudo acumular, un tremendo testarazo en uno de aquellos seres.

Operaciones aritméticas tan sencillas no estimulaban a Sapo quien se quedó sólo pendiente de que esas ramas no le pusieran sus sucias y musgosas zarpas encima.

La semiorca ni sintió el pequeño rasguño que le hizo la rama al acercarse. Siguió balanceando su martillo a diestro y siniestro mientas continuaba con su alegre canción luciendo una enorme sonrisa en el rostro; lo estaba disfrutando.

Menon siguió observando como sus compañeros golpeaban a las ramas restantes, parece que ya habían perdido casi todo su ímpetu.

Corvino estaba agotando, pero seguía bregando por escapar de las enredaderas, sin embargo, sus esfuerzos eran en balde. No había forma de escapar de la vegetación embrujada.

Intentando flanquear a una de esas ramas, aprovechando la superioridad numérica, Alarico lanzó su ataque contra las mismas, logrando un golpe practicamente perfecto contra uno de esos seres.

La madera se astilló en cada golpe hasta hacer leña. La última rama marchita emprendió la huída y, al mirar atrás distraída, se dió de bruces contra las faldas de Alanis. Acorralada, hizo lo único que podía hacer: esparcir su semilla para garantizar una nueva generación de ramas marchitas en aquel bosque. Un brote nació en lo alto de su frente, que se convirtió en capullo. Los pétalos de vivos colores se abrieron expulsando miles de esporas al aire en una explosión de vida. Pero Alanis estaba demasiado cerca, e inhaló las esporas cayendo dormida. La batalla había concluído.

Trataron de despertar a Alanis, pero parecía sumido en un sueño eterno...

La anciana seguro que sabe cómo despertarla. Debemos llevarla al campamento vistani. Peroooo... ¿qué hacemos con él?

Niko señaló al anciano asustado en la maraña del druida. Aún seguía luchando para zafarse y huir de la brujería de Sapo. Deberían convencerle de que nada malo pasaba antes de poder continuar su camino.

Genann comprobó no sin asombro que terminaban venciendo en aquella batalla, con las ramas marchitas muriendo a su alrededor. El ímprobo esfuerzo de la última de ellas por asegurar su supervivencia, mantuvo al druida por unos segundos en la contemplación del milagro de la vida y de las maravillas que la naturaleza albergaba, aun cuando fuera para generar formas de vida sedientas de sangre. Una reflexión mínima bastaría para conducir su pensamiento a la existencia del propio ser humano. 

Que acabaran siendo aspiradas por Alanis fue un inesperado final, ante el cual, los ojos de Genann se humedecieron apenados, fruto de su postrera empatía para con aquellos seres, ahora extintos en aquella región. 

Las voces de Niko parecieron devolverle a la realidad, siendo consciente tanto de la situación de la muchacha como de Corvino. 

-Tranquilo, yo me encargo -dijo poniendo fin a su hechizo de enmarañamiento. 

Quiora dio la vuelta al martillo y lo sujetó por la zona donde la madera encajaba con la cabeza, dispuesta a ocuparse del viejo chocho  a su manera, pero el druida se le adelantó. Pues bien, que se ocupase Genann de Corvino. Cambió entonces de rumbo y recogió a la Alanis durmiente.

Mira cómo duerme!- Exclamó mientras se la echaba al hombro-. Me recuerda a una historia que cuentan los bardos por mis tierras:

'Dos tribus de las montañas concertaron un matrimonio para sellar la paz entre sus gentes. Ella era una 'bella' semiorca, con grandes músculos verdosos llenos de venas y unos colmillos dignos de cualquier jabalí salvaje que se precie, descendiente de un linaje de fuertes cazadores. Él, vástago de una tribu de grandes brujos chamanes, había salido por desgracias más humano que orco. Le iba el estudio y dedicaba poco a cuidar su físico. Se pasaba los días contemplando la naturaleza y solo comía verduras (después de pedirlas perdón por hacerlo, según decían algunos).

Grundila, la hija del jefe de la tribu de cazadores, se negó por completo a casarse con ese enclenque 'soplaflores' y comenzó la guerra entre los dos asentamientos. La abuela del desdichado, ofendida por el rechazo que sufrió su adorado nieto, lanzó una maldición sobre Grundila; caería en un sueño eterno, y solo podría ser despertada por alguien 'digno' de la caprichosa 'doncella'.

Muchos fueron los valientes orcos, humanos, goblins, trolls, y otras especies, que pasaron por la choza del jefe Grundolo, para despertar a la durmiente (se decía que quien consiguiera hacerla despertar se convertiría en el próximo jefe de la  próspera tribu, pero la mayoría solo iba en realidad para abusar de la chica a placer; era gratis), pero ninguno lo consiguió. Hasta que un día llegó de tierras lejanas un orondo semiorco. Era excesivamente gordo y torpe, de profesión; cocinero.

Como a todos los demás, le dejaron la choza para que se tomase su tiempo despertando a Grundila. Él estaba convencido de que el estado de la semieroca no cambiaria y, como la mayoría, había acudido a aprovecharse de la situación. Como esas cosas no se hacían con el estómago vacío, arremetió contra la despensa de Grundolo, agarró una buena pata de cordero y se la asó en la lumbre del hogar. Cuando estuvo crujiente y en su punto, se lo pasó por el morro a Grundila.

- Ah, mira lo que me voy a zampar en tu honor! Esto me dará fuerza para más tarde, pechugina mia.

Sin previo aviso, la semiorca se despertó y se lanzó hacia la grasienta y aromática carne. La devoró con ansia.

El gordo cocinero salió corriendo de allí, pues no estaba dispuesto a ser jefe de ninguna tribu, y mucho menos casarse con alguien que comía más que él. Su sueño era montar un restaurante.'

Así que,- concluyó Quiora- seguramente se despertará en cuanto le pongamos un buen plato de comida delante.