Partida Rol por web

- Fiiuuuu.... Estarrr cansada de combate. - Decía Fedora, aquejada del veneno de los hombre rama.

Escuchó la propuesta del mocoso y asintió a sabiendas de que era su mejor y "única opción" en aquel lugar.

- Pequenio ninio tinierrrr rrrrasón. Irrrr a suyo campamento de gitanos y verrr si poderrr desperrrtarrrr a ninia currrrsi.

Pero Tres Bastardas seguía apesadumbrada, sobre todo mientras miraba el bastón que le habían dado para combatir. La mujer añoraba sus espadas bastardas, aquellas que le daban nombre. Pero cambió su gesto al oír que alguien contaba una historia.

Atónita era como miraba la norteña a su verdosa amiga Quiora. La mestiza estaba narrando una historia un tanto rara sobre amoríos y desvaríos varios que le daban risa y extrañeza a partes iguales. Pero esta vez no se rió. Bastante tenía con quitarse aquellas astillas del cuerpo, tras el ataque de los hombre rama.

El combate terminó y la última rama lanzó sus esporas contra Alanis, debían tener algún tipo de sustancia adormecedora, pero no podían comprobar si iba a tener efectos sobre la mente de la mujer, puede que ahora mismo estuviera teniendo extrañas alucinaciones, o algo peor... Corvino tampoco estaba bien pero el druida fue a por él, de momento es debería bastar.

La idea de ir a la aldea vistani como estaba previsto logró que todos se pusieran de acuerdo, estar mucho tiempo en este bosque tendría malas consecuencias para todos, se notaba que no eran bien recibidos en sus terrenos, quizás sólo lo notaba el por su especial sensibilidad, pues Quiora y Fedora estaban a su tema como siempre, lo cual era algo tranquilizador, esa era una rutina que indicada que todo iba bien.

- Debemos llegar pronto a la aldea, no sabemos lo que esas semillas le pueden hacer a la mente de Alanis...

Con una sola palabra Genann le había librado de su encantamiento; tal era el poder de aquel brujo.

Corvino supo entonces que no era rival para ninguno ellos y que tampoco podría escapar de su oscura magia. Ya había podido contemplar la capacidad del gnomo, el druida o el... tipo rara de la capucha para controlar la naturaleza y sus elementos con sus poderes oscuros.

Estaba además, exhausto de luchar por su infructosa lucha por escapar de las enredaderas, con el veneno debilitador de los engendros del bosque fluyendo aún por sus venas y con gran pérdida de sangre. Huir sólo serviría para que le "los brujos" alcanzaran enseguida o, aún peor, para toparse solo con otros engendros del bosque que en su estado, acabarían con él fácilmente.

Manteniendo aún una distancia prudencial con el resto de individuos del grupo, habló:

Escuchad. Sé que esa magia negra que manejáis sirve para ayudarnos, pero creedme, abusar de los poderes oscuros en estas tierras no hará mas que pudrir vuestro corazón y empozoñar vuestra arma. ¡Lo he visto! Una tos ronca y profunda interrumpió su discurso. A pesar de ello, el anciano pareció encabezonarse en continuar aún con más ímpetu. Una mirada perdida, casi iluminada, propia de los predicadores locos, hacía juego con su piel cubierta de arañazos e hilillos de sangre..

¡Renegad de es magia malvada, os lo ruego! ¡Tan sólo el recto poder de los dioses es una fuerza que está salvo de la maldad que inunda este mundo terrenal y maldito!

Miro a Alarico, el sacerdote. ¡Hombre virtuoso! Hacedles entrar en razón para que renieguen de los demonios y las artes oscuras de son la fuente de su poder. ¡Os lo ruego! Iluminadles en el recto camino de la Ley y el Orden Superior, que es la fuente del divino y verdadero poder con el que vos contáis.

Niko ignoró al anciano y se sentó sobre un tronco, o más bien un cadáver de rama marchita. Quería escuchar la historia fabulosa de la trasgo grande, a la que estaba empezando a tener algo de estima, o por lo menos le estaba perdiendo el miedo.

¿Y Grundila también tenía vello en los brazos? ¿Y el brujo comía todas las verduras? ¿Incluso el brécol? ¿Y el gordo no tenía una fiera mascota, como una pantera o un oso?

Casi podía visualizarlo, aunque Niko nunca había visto a ningún orco, ni entero ni mestizo. Se los imaginaba más bien parecidos a los ogros, capaces de comer una pata de cordero como si fuese un zanco de pollo. Pero tampoco había visto nunca a un ogro, solo se los imaginaba como un osgo grande. Y al no saber cómo eran los osgos, se los imaginaba como un oso lechuza sin plumas. Había visto un oso lechuza una vez, en este mismo bosque.

Mientras, quedaba pendiente una conversación con Corvino para convencerle de que todo estaba bien. De que una maraña de plantas creciendo de la nada era de lo más natural, y que no era necesario echar humo por un simple aro de lava en el suelo.

Sapo arrugó su ya feo rostro al escuchar la disparatada historia de Quiora. La "lógica" de la semiorca le desconcertaba.

- Una rata.- Dijo como contestando a la pregunta del niño, aunque no parecía tener demasiado sentido. ¿El semiorco obeso tenía una rata de mascota? No. Decididamente Sapo tenía bien decidido que viajar con semiorcos no era agradable para alguien como él. Aún tenía pesadillas y retortijones de cuando había compartido camino con los hermanos 10. Le parecía mucha causalidad que Quiora hubiera contado huna historia con un personaje protagonista tan parecido a su viejo compañero de fatigas. Se la quedó mirando un rato por si pudiera reconocer en los rasgos de la piel verde alguno familiar al del número 1. Quizá fuera un familiar suyo. Se sabía que los orcos no tienen problema en aparearse entre cosanguíneos.

- Viejo Corvino-Trató de tranquilizar al viejo que parecía a punto de mearse encima, como cuando Sapo se ponía muy muy nervioso.- mi magia no es negra. Si pudieras verla lo sabrías.- Era del color de la arcilla mojada.- Yo amaso el éter suspendido en el ambiente y que emanan todas las cosas. Lo cojo entre las manos y le doy la forma que quiero. Además, lo que viste no es real. Sólo lo metí en tu retina y tu cerebro pensó que lo veía. Era una ilusión. Soy ilusionista.- Su maestro le había dicho que era importante que a sus compañeros de camino les contara lo que era pues si no alguno podría asustarse al creer ver cosas que no estaban ahí.

¿Usted un Ilusionista? Claro... ¡y yo soy el rey de Darkon! Corvino seguía allí parado, aunque manteniendo las distancias. Sin ofender, señor Sapo. He visto a esos "ilusionistas" de los que habla actuar en pueblos y aldeas. Hacen malabares mientras tocan la flauta ; y sus trucos de feria se limitan a fuegos de artificio o pequeños duendes de colores trasparentes bailando a sus pies. ¡Nada ni por asomo parecido a la poderosa brujería que he contemplado!** ¡No diga que no es verdad lo que he visto, porque lo he visto!

¡Con estos ojos, no con el cere.. loquesea!

La verdad es que el viejo estaba histérico y hecho polvo. Igual con un simple palazo en la cabeza caía redondo y se callaba ya de una vez.

Además, esos ilusionistas vestían con ropas mas coloridas y rimbombantes y era bastante más apues... eh... uh... altos.

- Sólo vete a mirar si queda algún rastro de la lava que viste más allá de en tus propios recuerdos. Yo no sé tocar la flauta. A veces me silba la nariz porque un limo se comió mi cartílago lo que hace que el aire al entrar roce el hueso generando un sonido similar, aunque menos armónico. Esos ilusionistas no habrán estudiado tanto como yo. Mi maestro me decía que todo lo que me falta de guapo y de sociable me sobra de cerebro y, por lo que veo a mi alrededor- Se le escapaba un ojo hacia Quiora y el otro estaba fijo en Corvino.-  así lo pienso yo también. Esos trucos yo también los hago, pero son muy fáciles.

Miró hacia el lugar donde Sapo había iniciado el abismo abrasador. Ya no quedaba rastro alguno, siquiera hierba quemada. Corvino se sintió confundido ¿Era todo eso sólo un truco entonces? No conocía la magia ni sus tejemanejes. La lógica del gnomo era abrumadora. No sabía cómo replicarle.

Tal vez el gnomo le estuviera confundiendo con su palabrería, tal vez le estuviera diciendo la verdad. No había forma de saberlo. Si Sapo podía alterar la verdad a su antojo para que pareciese lo que el quería, ¿cómo distinguir que era verdad y que falso? ¡Todo lo que estaba viviendo en esos momento podía ser una ilusión! ¿Y si Corvino vivía atado y encerrado en una cueva y todo lo que se presentaba frente a él eran ilusiones, sombras con la forma  deformada de las cosas? ¡Toda su vida podía ser una mentira!

N..no.. No puede ser verdad...

La perspectiva le mareó. Se apoyó en un árbol cercano mientras se llevaba  una mano a la cabeza. La idea en si le resultaba abrumadora. Sus venas hervían, se sentía débil, las fuerzas le fallaban, la negrura invadía sus ojos.

No sabes nada, Corvino. Se dijo a sí mismo en voz alta.

Luego se desmayó, desplomándose sobre el suelo del bosque cuán largo era.

La norteña miraba de un lado a otro, a ambos compañeros. Primero a Corvino y luego a Sapo, tratando de entener todas aquellas "chalaúras" y desvaríos varios sobre el color de la magia y el éter y su amasamiento.

- ¡¿Perrrro que demonios estarrrr hablando?! ¡Único que saberrr amasarrr es pan! ¡Magia no tinierrr colorrr! ¡Ohhh catastrof! ¡Irrr de una ves a campamento gitanos! ¿da? - Terminó haciendo la pregunta más obvia.

El color de la magia, a eso se reducía todo. Tuvieron que cargar con Corvino y Alanis el resto del camino, y al final encontraron la magia de malabares, de los colores brillantes, de los bardos, música y baile: el campamento gitano. Tres vagones eran los únicos que habían llegado hasta aquí, pero toldos atados con cordel a las ramas servían de tiendas improvisadas para una docena de familias. Las fogatas ya estaban apagadas, pero la zona aún olía a humo... al humo de pipas de mago loco. Los árboles que circundaban el campamento tenían cascabeles atados a las ramas.

La llegada de los visitantes hizo que los violines y las flautas dejasen de tocar. Los vistani se giraron con gesto serio. Algunos sacaron la navaja. Otros desenvainaron cimitarras. Niko se escurrió entre las piernas de los adultos para correr en dirección a uno de los hombres armados.

¡Pá Raúl!

¡Niko! ¡A mis brazos! Iba a ir a buscarte, pero Marcella dijo que volverías sano y salvo.

Raúl se arrodilló para abrazar a su hijo, dejando caer la navaja en la tierra. Se puso en pie, y saludó al resto de viajeros.

Gracias. Imagino que habéis cuidado bien de mi chico. Soy Raúl, encantado.

- Oooooohh!

Quiora tomó aire en una exclamación de asombro. Qué maravilla! Era una reunión de bardos!

- No paréis por favor, seguid, seguid...

La semiorca cayó en una especie de trance en la que cualquier luz, música o movimiento que captase su atención la dejaba observando embobada.

Seguía llevando a la inconsciente Alanis sobre el hombro a modo de saco. Tal era su concentración sobre lo que veía que se le había olvidado por completo la hechicera.

No le gustaba la magia de brillos, ni la algarabía de los vistani, ni los cascabeles y su molesto ruido, ni el elevado tono de voz con el que se hablaban padre e hijo. ¿En qué momento había decidido presentarse allí? Correteó tras las "faldas" de Fedora tapándose las orejotas con las manos.

- ¡Chisssst! Es hora de dormir. Silencio.

Esta gente no le debe tener miedo nada, en medio de un bosque como ese y con todo esa música y algarabía, puede que hacer eso diera una idea de gran poder a los demás... pero a Menon le costaba entender tantas ganas de fiesta.

- Cuidar del niño no ha sido problema, aparte nos ha servido de guía.

Ahora si el loco de Sapo no complica las cosas puede que hagamos amigos y todo.

-Al menos lo hemos intentado -dijo Genann en respuesta a la pregunta del vistana-. Le hemos dado de comer y protegido de las ramas marchitas, y aunque le sorprendimos tratando de hacerse con nuestros magros excedentes -guiñó un ojo al muchacho-, se ha portado bien. Y además nos dijo que uno de los vuestros, la anciana, podría ayudarnos despertando a nuestra compañera que parece sumida en un sueño antinatural.

Dicho aquello miró el campamento de los gitanos, apreciando los cascabeles colgados de los árboles, cuya finalidad no alcanzaba a ver, los toldos, las numerosas familias y escasos vagones. Parecían no haber tenido un viaje cómodo y su refugio en el bosque también parecía más fruto de la necesidad que de otra cosa.

¡No!-dijo uno de los vistana, cimitarra en mano-Los giorgios no pueden estar aquí. ¡Largo!

Raúl y el derviche mantuvieron un diálogo en patterna. No se podía saber lo que decían, pero el tono de Raúl era dócil y conciliador, pero su interlocutor era más tajante y autoritario. Al final accedió, escupió al suelo y se alejó a la otra punta del campamento.

Perdonad a Vicenzo. Es el Capitán del campamento, se ocupa de la seguridad, pero quién manda aquí es...

Una anciana se abrió paso entre el gentío. Bramaba en patterna, como Vicenzo, pero empezó a hablar en común cuando llegó hasta ellos.

¡Mostrádmela! ¡Mostradme a la durmiente! ¡Madame Eva os lo manda!

La vieja tiró con fuerza del brazo de Alanis hasta descolgarla del hombro de la embelesada Quiora. Sus dedos arrugados, de uñas sucias, levantaron los párpados de la muchacha para comprobar las pupilas. Negó con la cabeza. Resopló. Soltó un par de palabrotas en patterna.

Raúl, llévala a mi vardo. Ha inhalado polen de rama marchita. Está grave. Sus amigos pueden quedarse hasta que se recupere. No les robéis-añadió.

La música y el baile regresó. Había una pequeña "tienda", o más bien una manta en el suelo con distintos cachibaches por si alguno quería comerciar. También había una muchacha, Marcella, que leía la fortuna por cinco monedas de oro. Poco más había para hacer allí, salvo esperar.

"No les robéis"

Aquella última frase quedó en el subconsciente de Fedora, donde trató de darle vueltas unos instantes para ver a qué podría referirse aquella extraña mujer. No obstante, una psique tan saturada como la suya, tuvo que desechar aquellas tres palabras y olvidarlas, pues no había sitio para nadie más en la cocorota de la norteña.

Tras aquello se acercó al tal Vicenzo, que parecía ser el capitán según decía el otro hombre.

- Disculparrrr. No haberrr podido dejarrr verrr cimitarrrra. ¿Tinierrrr más arrrrmas? ¿Espadas? ¿Bastarrrrdas, tal ves? - Preguntó incluso mostrando la mejor de sus sonrisas. - No tinierrrr muchio dinerrro perrro poderrr pagarrrr de algún modo, ¿da? - Preguntó

Sapo apenas conocía a Alanis, pero le había caído en gracia su mascota. Cuando aquella desagradable mujer casi la arranca de los brazos de Quirosa el gnomo se puso a murmurar de manera incomprensible, llamando al familiar de la chiquilla.

- Mmmpfh, mrrrrmiblf. - Puesto que no iba a comerciar con aquella gente, de uñas sucias, ni a dejar tocarse la palma de la mano para que le leyeran la fortuna, Sapo bien podría quedarse cuidando del animalejo. Eso se le daba bien y así podría aislarse de aquella ruidosa gente que ya empezaban de nuevo a formar escándalo. ¡Con lo silencioso que solía ser un bosque! Además Alanis parecía en buenas manos, quitando la roña acumulada de la vieja, ya que ésta había adivinado con sólo verla lo que le había pasado. ¿O lo había deducido de lo que le habían contado?