Partida Rol por web

Jed se acostó tarde. No porque tuviera que preparar muchos conjuros (En realidad solo tuvo que cambiar dos o tres) pero porque estuvo hasta tarde reflexionando sobre lo que le habría podido pasar al muchacho. Al final llegó a la conclusión de que era poco probable que los orcos hubieran tenido algo que ver. En aquella ciudad parecía haber una verdadera guerra de poder entre las casas nobles. Seguramente, fueran humanos los responsables del secuestro.

En cualquier caso, por la mañana bajó a la taberna y salió afuera para comer algo de su saquito de raciones perpetuas. Aquella había sido una gran inversión, que lo había salvado innumerables veces en el desierto.

Cuando todos estuvieron listos se pusieron en marcha hacia la mansión de los Natali y, al llegar allí, JEd habló con los medianos antes de llamar a la puerta.

-Eudendileas, amigo, creo que sería mejor si nos dejaras la diplomacia a Zurkor y a mi. Fausto da un poco de miedo y tú eres tan... simpático que podrían intentar aprovecharse de tu buena fe. ¿De acuerdo?

Fausto enarcó las cejas ante las palabras del mago. 

¿Yo miedo? 

Nunca se había parado a pensarlo. Pero ahora que se miraba con otros ojos podía ser verdad. Su aspecto desaliñado y cargando con todas esas armas desde luego que podían darle un aspecto algo amenazador.

Optó por apartarse un poco, tampoco es que le apeteciera entablar más conversación con nadie.

Eulendileas se había acostado un poco tarde. Tras entrar en su habitación, había estado buscando a Guau. Entró con cierta facilidad a otras habitaciones, pidiendo perdón si despertaba a alguien, pero allí Guau no estaba. Salió a la calle y empezó a llamarlo a gritos, hasta que recordó que había muerto. Se golpeó con la palma de la mano la frente mientras volvía al interior de la posada. ¡Qué tonto había sido!

A la mañana siguiente, la herida ya había dejado de sangrar. Aún así, rompió un poco de tela del catre y se la ató alrededor de la herida, esperando que poco a poco fuera sanando. Cogió todas sus pertenencias y se movió por toda la taberna hasta que sus compañeros llegaron y pudieron salir juntos.

¿Buena fe? No entiendo. ¡Si yo soy el mejor! Console al viejo ese que vino ayer. ¿Cómo lo hubieses hecho tú? ¡Eh! Estoy de acuerdo de que Fausto da miedo, pero eso es porque no sonríe. Seguramente una amante suya, Ortensia de las Flores Silvestres Amargadas, le dejó por no comprarla un diamante o algo así. Seguro que le tenía engañado, por un hijo secreto o algo así. Pero es todo mentira, ¿Verdad Fausto?  Te fuiste a tiempo, antes de que te robara hasta la última moneda.

En uno de sus paseos por los pasillos Eulendileas pudo coincidir con Demetrio, pues solía quedarse hasta tarde estudiando sus libros y anotaciones médicas.  Ver al joven entrar sin miramientos en otras habitaciones y salir de nuevo le pareció muy poco ortodoxo, pero no dijo nada, estándo él mismo lejos de su tierra y costumbres.

Incapaz de dormir sabiendo de las incursiones de los orcos, el cormyriano acabó por encaminarse de nuevo a la planta baja, donde las ascuas de la chimenea todavía irradiaban calor. Jed se encontraba allí, meditabundo, se trataba de uno de los conocidos de Fausto y de los que acometerían el intento de salvar al hijo de Woarsten Nanzber. Se acercó a él y tomó asiento en taburete próximo, para echar las manos hacia el fuego y frotárselas, dándole un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

- Espero no os importe, -dijo refiriéndose al hecho de haber tomado sitio y roto con la soledad del hombre de tez oscura- pero las plantas superiores están siendo asaltadas en este momento por vuestro pequeño amigo.

Sus ojos se achicaron y comenzó a mirar las ascuas con cierto detenimiento, pareció irse lejos de allí sin moverse del sitio, cuando volvió a hablar lo hizo con voz ronca y cansada.

- No deseo quedarme de nuevo atrapado entre cuatro paredes mientras el conflicto ocurre a mi alrededor, vuestra compañía carece de médico y yo carezco de compañía. Llevadme con vosotros.

Zurkor estaba deseoso de probar las extrañas "camas" de que tanto le habían hablado y se preparó a disfrutarlas a consciencia. Sin embargo le resultó dificil conciliar el sueño en ellas. Eran demasiado blandas, demasiado altas, demasiado distintas al suelo donde solía apoyar su petate.

Evidentemente el mediano no estaba acostumbrado a esa forma de dormir y renegó para sus adentros mientras se movia hacia uno y otro lado buscando la forma en que su pequeño cuerpo no se hundiera entre las sábanas.

Finalmente volvió a colocarse la armadura que se había sacado para probar esa nueva forma de dormir y, sorprendido por los ruidos que escuchaba en el exterior de su habitación se asomó por la puerta para investigar que los podían producir. Lo cierto es que no vio a su compañero, probablemente estaba dentro de algún otra habitación, pero observó el dialogo entre el "curandero" y el viejo mago.

Casi sin darse cuenta descendió y se acercó a ambos justo a tiempo para escuchar su propuesta. Zurlkor lo meditó un momento antes de contestarle - Supongo que un par de brazos siempre vendrán bien. Y si decís que sois capaz de curar de verdad... aún mejor. Solo espero que no creais que somos como ese viejo al que le sacasteis unas monedas por... lo que sea que le hayais hecho - aclaró antes de encogerse de hombros - Pero si somos capaces de compartir camino con mi congernere, no creo que podamos empeorar la compañía por añadiros a ella. Si el resto del grupo está de acuerdo, contad con mi apoyo -

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Tras escuchar a Jed, Zurkor añadió - Yo tampoco soy el más versado en diplomacia. Quizás es un problema de nuestra raza - intentó engatusar a Eulendileas - Quizás nuestro nuevo compañero sea el más indicado para hablar - señaló a Apotecario - Despues de todo todos lo vimos convencer a ese anciano que se estaba sintiendo mejor - añadió con una sonrisa - Luego de eso, no debería ser tan dificil convencer al Señor Natali que estamos de su lado... o que podemos estarlo si nos da información -

Antes de salir, Jed había dado su opinión sobre la nueva incorporación al grupo.

-Quizás tengas razón, Zurkor. Bienvenido, Demetrio. Creo que alguien como tú será de gran utilidad. A la gente le suele coostar confiar en mí por mi aspecto. En ocasiones, cuando el río abre un nuevo cauce, éste viaja más directamente hacia el mar. Hay que estar abierto y abrazar los pequeños cambios.

¡Eh! ¡Yo tranquilicé al hombre que había perdido a su hijo! Vosotros le atacábais con dinero y espadas o no se qué... ¡Y yo le ayudaba! ¡Es injusto! ¡Y Guau estaría conmigo! replicó el mediano, cruzando los brazos, totalmente ofendido.

- Curiosa bienvenida la vuestra, guerrero, pero aún así la agradezco- le indicó a Zurkor MataSalvaje antes de levantar su puño derecho en señal de respeto-, mi nombre es Demetrio Árteros, sargento apotecario de los ejércitos del Dragón Púrpura de Cormyr.

Tras esto miró al pensativo morador de las dunas e inclinó su cabeza en su dirección- Del desierto de Anauroch venía el cirujano que me cogió de aprendiz en la academia de Arabel, Kahkarias Gresben; me pasé semanas odiándole pues en mi ciudad natal se hablaba mal de los Bedine del norte, maduré cuando le vi devolver la salud a un mercader a quien un zentarin había hendido el craneo con una maza. Su piel, tan oscura como la vuestra, y sus ropajes, casi tan distintos a los míos como lo son los vuestros, no quitaban que fuese brillante pero sí que le impidió llegar al puesto que podría haber conseguido en su propio hogar- en ese momento se levantó para despedirse antes de retirarse a dormir- Estaría faltando a la memoria de un gran maestro y amigo si no llevase sus lecciones conmigo, y no me refiero solo a aquellas referentes al uso del escalpelo.

Al alcanzar la escalera se giró por última vez a sus interlocutores y sonrió- Por los pequeños cambios- dijo, como en réplica a un mantra, tras lo cual subió los peldaños.

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Desconociendo lo inmediata que podría llegar a ser la acción en compañía de aquella gente, Demetrio se plantó en el desayuno con sus galas de soldado, escudo, espada al cinto y armadura completa. Allí se presentó ante los demás y agradeció las palabras de Fausto Marin que habían dado lugar a su interés por pertenecer a aquel grupo.

No fue hasta encontrarse frente a las puertas de la familia Natali y escuchar a sus nuevos compañeros que casi se le saltó la risa, habría que argumentar con cuidado para evitar que pareciesen los terriblemente célebres matones que actualmente rondaban las calles de Melvont.

- Acepto de buen grado parlamentar en vuestro nombre pero estaría bien conocer bien la historia que hablasteis con el noble Woarsten Nanzber, ya que me perdí gran parte mientras trataba a mi paciente de ayer.

Tras escuchar lo que tenían que decir cogió la aldaba de la puerta y llamó tres veces.

El mediano observó al "médico" sin tener todavía muy claro si efectivamente sabría curar o no. Sin embargo, su atuendo y sus palabras le indicaron que, probablemente tenía algunos conocimientos de sanación. Y el mismo lo había invitado a unirse al grupo, así queesperaba no estar equivocado

Sus palabras, sin embargo, lo hicieron plantearse el porque estaban frente a la mansión Natalí, cuando, desde su punto de vista, la busqueda debería realizarse en el exterior - Pues, nos contrató para encontrar a su hijo, Oral Nazber. Y pagará bien si lo devolvemos a su hogar. Habló de 1000 platinos para el grupo - comenzó su explicación - Y nos dió a entender que junto con el, desaparecieron los hijos de otras casa nobles de la ciudad -

- Aparentemente la casa Natalí - el mediano señaló con el dedo la casa frente a la que se encontraban - es la unica casa importante que no ha perdido a su heredero - le explicó - Deberíamos averiguar si tiene algo que ver, o no -

Zurkor hizo una pausa antes de agregar - Sin embargo, parece que, por lo menos en el caso del heredero Nazber, junto con el desaparecieron sus armas y pertenencias, por lo que probablemente salió de la ciudad, o quizás salieron, si todos desaparecieron a la vez, y se encontraon con algunos orcos. Supongo que ya que estamos aquí deberemos descartar primero la participación de los Natalí y buscarlos después en las afueras. Despues de todo, su propio padre nos informó que le gustaba explorar fuera de la ciudad -

Al parecer las rencillas entre las casas no eran secundadas entre los herederos que parece que se llevan bien. Creo que habría que hablar con el heredero en estos términos, quizás se hayan ido todos de excursión.

Fausto no creía esto último así que se encogió de hombros al decirlo.

En cuanto Demetrio Árteros tocó tres veces a la puerta, un mediano salió para abrir la puerta. Los aventureros preguntaron por el señor Natali, y tras algunos minutos un hombre fuerte y de aspecto basto, pero de ropa cuidada con suma exquisitez se presentó ante ellos. Lejos de invitarles a entrar a su Casa, decidió atenderles en la puerta, con la esperanza de que le dijeran a qué habían venido hasta allí.

Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?

Zurkor observó al mediano que les abrió la puerta y, por unos momentos pensó que habían encontrado una casa noble de miembros de su raza. Sin embargo, su ilusión se disipó cuando finalmente tuvieron frente a ellos al verdador lord Natalí

Tal como habían planeado, pequeño chaman de dragón espero que Demetrio realizara las preguntas que huebira que hacer para luego pdoer dedicarse al que, para el, era el mejor plan, averiguar hacia que dirección el noble había salido a explorar

Ante aquel hombre Demetrio levantó la mirada, dejó que la etiqueta de la orgullosa Cormyr fluyese a través de él e hizo una reverencia.

- Saludos, Vagr Natali, Maestro mercader y Primero de vuestra casa. Permitidme que me presente, soy Demetrio Árteros y aquí mis acompañantes, Jedemiah Dreyden, Zurkor MataSalvaje, Fausto Marin y el joven Eulendileas. Mis compañeros y yo hemos sido contratados para encontrar a alguien y creemos que vos y vuestro hijo podríais tener información crucial para rastrearle.

Viendo la actitud reticente del mercader el cirujano se prestó a justificarlo.

- Entendemos perfectamente que no vaya a abrirnos más la puerta o invitarnos a entrar, los matones rondan las calles de Mélvont y vos, más que nadie, conocéis los peligros que entraña pertenecer a la capital mercantil del mar de la Luna. Quizás por eso vuestro hijo ha logrado eludir la terrible desdicha que ha caído sobre otras casas.

Con un gesto circular con el índice le indicó a sus compañeros que sacasen el pergamino sobre el que Woarsten Nanzber había dibujado la cara de Oral.

- Apelamos a vuestro sentido de la familia para que miréis el retrato que mi amigo aquí os muestra, es el tembloroso trazo de un padre que no sabe si su hijo estará a salvo o no, creo que reconoceréis la cara y es por ello que no he mentado ni al padre que nos ha contratado ni al hijo que buscamos, fijaos en ese rostro despreocupado y comparadlo con el que veis cada día al espejo ¿acaso no moveríais cielo y tierra si ese rostro despreocupado fuese el de vuestro hijo?

Demetrio llevaba el suficiente tiempo en Mélvont como para haber escuchado unas pocas habladurías y cuentos, algunos de viajeros cansados y otros del alegre Plauarty Cuervo, pero creía que podía entablar aquella conversación si ofrecía su teoría a su interlocutor.

- Es mi sospecha que, ante las incursiones orcas de la periferia, la muerte de los diplomáticos de Mélvont en la ciudad de Mulamo y los auspicios de guerra, los primogénitos de las casas más importantes quisieron ser más listos que sus padres y se reunieron para tratar la reconciliación entre las familias. Para evitar ser descubiertos y, quizás, por miedo a ser amonestados, se reunieron fuera de la ciudad. Desde entonces cuatro han desaparecido y creo que vuestro hijo puede saber algo que pudiera ayudarnos a devolver a un hijo vivo junto a su padre. Por favor, contadnos lo que sepáis y permitidselo a vuestro hijo también.
 

Dreyden enarco una ceja ante las habilidades diplomaticas de la ultima incorporacion del grupo. Estaba satisfecho de no tener que ser el que hablara. jed siempre habia vivido mas "hacia dentro" de si mismo y le costaba relacionarse con los demas. La vida del ermitaño era asi, era capaz de sobrevivir en condiciones miserables pero le costaba empatizar con la gente. Sin duda aquel era un cambio para el que deberia esforzarse si en verdad queria mejorar y, a su juicio, el de Demetrios podia ser un buen espejo en el que mirarse.

Eulendileas permanecía callado. Escuchaba... Al principio, después sólo oía un "bla bla bla" provenir de su nuevo compañero. Lo intentó, pero no pudo evitar bostezar. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se los restregó con los puños. Todo estaba siendo muy aburrido, y a él eso no le gustaba. Una aventura tenía que estar llena de peligros y diversiones, de risas y luchas. No de charlas aburridas de un ladronzuelo de palabras de tres al cuarto.

Pero, aún así, se intentó contener. Sus compañeros le habían dicho que no hablara, que era mejor que lo hiciera Apo-Apo. Se metió el puño en la boca, para no hablar. Pero tampoco funcionaba. Además, el recuerdo de Guau diciendo "Guau" le decidió a hablar.

¡Oh, oh, ilustrísimo señor! medio gritó, haciendo una reverencia con la que casi pierde el equilibrio. ¡Es una lástima para las casas de alta cuna! ¿No se alegra ahora de no pertenecer a ese grupo? Su hijo podría ser raptado. ¡Ah, pero ahora que no hay herederos, podría ascender a ser tan alto como los otros que son superiores a vuestra casa! ¡Y entonces, raptarán a su hijo! ¡Oh, pobre su hijo! Si le raptan, se quedará sin descendiente y bajará otra vez a su posición, o más abajo aún. ¡Oh, oh! se golpeó la frente, porque le había venido una idea a la cabeza. ¡Si ayuda usted, los que son más altos que usted le deberán un favor! Y entonces... entonces... ¡entonces será tan alto como ellos! Aunque yo le veo muy alto, la verdad. Cuando Guau se ponía de pie también era más alto que yo, es cierto... Se volvió a golpear la frente. ¿No tendrá usted un perro que quiera ser mi amigo, verdad?

Fausto continuó más atrasado con respecto al grupo. Los demás se apañarían bien con el noble, sobretodo el matasanos, puede que esa lengua afilada, acostumbrada a engañar para ofrecer sus servicios sirviera para algo de utilidad para ellos.

Él se dedicó a observar los alrededores en busca de ojos interesados en ellos o cualquier otra cosa que mereciera la pena.

- Saludos, Vagr Natali, Maestro mercader y Primero de vuestra casa. Permitidme que me presente, soy Demetrio Árteros y aquí mis acompañantes, Jedemiah Dreyden, Zurkor MataSalvaje, Fausto Marin y el joven Eulendileas. Mis compañeros y yo hemos sido contratados para encontrar a alguien y creemos que vos y vuestro hijo podríais tener información crucial para rastrearle.

El Señor  Natali se limitó a agachar la cabeza en respuesta al saludo. Como si aceptara su presentación, aunque por el momento no parecía dispuesto a añadir nada más.

- Entendemos perfectamente que no vaya a abrirnos más la puerta o invitarnos a entrar, los matones rondan las calles de Mélvont y vos, más que nadie, conocéis los peligros que entraña pertenecer a la capital mercantil del mar de la Luna. Quizás por eso vuestro hijo ha logrado eludir la terrible desdicha que ha caído sobre otras casas.

El viejo Vagr sonrió ante aquella información. Estaba claro que aquel hombre no tenía tanto conocimiento sobre él y su familia, pero tampoco iba a hacer nada por remediarlo.

- Apelamos a vuestro sentido de la familia para que miréis el retrato que mi amigo aquí os muestra, es el tembloroso trazo de un padre que no sabe si su hijo estará a salvo o no, creo que reconoceréis la cara y es por ello que no he mentado ni al padre que nos ha contratado ni al hijo que buscamos, fijaos en ese rostro despreocupado y comparadlo con el que veis cada día al espejo ¿acaso no moveríais cielo y tierra si ese rostro despreocupado fuese el de vuestro hijo?

Ese chico es el hijo del señor Nanzher, Oral. Y si yo estuviera en su pellejo, seguramente haría lo mismo que está haciendo él. Pero no puedo comprender por qué venís hasta aquí. Dijo mientras continuaba escuchando las palabras de sus interlocutores.

- Es mi sospecha que, ante las incursiones orcas de la periferia, la muerte de los diplomáticos de Mélvont en la ciudad de Mulamo y los auspicios de guerra, los primogénitos de las casas más importantes quisieron ser más listos que sus padres y se reunieron para tratar la reconciliación entre las familias. Para evitar ser descubiertos y, quizás, por miedo a ser amonestados, se reunieron fuera de la ciudad. Desde entonces cuatro han desaparecido y creo que vuestro hijo puede saber algo que pudiera ayudarnos a devolver a un hijo vivo junto a su padre. Por favor, contadnos lo que sepáis y permitidselo a vuestro hijo también.

Después Natali negó con la cabeza repetidamente. No sé lo que estarían haciendo esos muchachos, pero desde luego que Oral debería andarse con cuidado con Dornig Leiyraghón y su hijo, no son trigo limpio y puede que ellos hayan hecho pactos con los orcos para que los secuestraran, aunque tuvieran que fingir el propio secuestro de su primogénito. 

Lo único que os puedo decir es que no sabemos nada más sobre la desaparición de los jóvenes, mi hijo Brin no goza de la misma salud que todos ellos, por lo que no lo tienen en cuenta para sus aventuras, o sus reuniones, aunque sé que hay algunos que acusan a la casa Natali porque Brin no ha desaparecido, así que os agradecería mucho si descubrierais cualquier tipo de información que exculpe a mi casa de cualquier duda.

- ¡Oh, oh, ilustrísimo señor! medio gritó, haciendo una reverencia con la que casi pierde el equilibrio. ¡Es una lástima para las casas de alta cuna! ¿No se alegra ahora de no pertenecer a ese grupo? Su hijo podría ser raptado. ¡Ah, pero ahora que no hay herederos, podría ascender a ser tan alto como los otros que son superiores a vuestra casa! ¡Y entonces, raptarán a su hijo! ¡Oh, pobre su hijo! Si le raptan, se quedará sin descendiente y bajará otra vez a su posición, o más abajo aún. ¡Oh, oh! se golpeó la frente, porque le había venido una idea a la cabeza. ¡Si ayuda usted, los que son más altos que usted le deberán un favor! Y entonces... entonces... ¡entonces será tan alto como ellos! Aunque yo le veo muy alto, la verdad. Cuando Guau se ponía de pie también era más alto que yo, es cierto... Se volvió a golpear la frente. ¿No tendrá usted un perro que quiera ser mi amigo, verdad?

En cuanto Eulindileas comenzó con su verborrea, el señor Natali frunció el ceño. Las primeras frases que escupió el pequeño por la boca lo hicieron enfadarse. Pero después no era capaz de seguir todo lo que decía, porque hablaba tan rápido que lo dejó confuso. Miró a los compañeros del mediano, buscando algún tipo de ayuda para responder a sus preguntas, porque no sabía si le estaba hablando en serio o no.

Jed se lamentó por no haber preparado un conjuro que dejara mudo al mediano. Todo iba bastante bien hasta que éste abrió la bocaza.

-Eudendileas! No importunes al señor con tus memeces! No te preocupes por el maldito perro, la ciudad estará llena de animales abandonados. Mantente callado hasta que se te pregunte, como hacemos todos -dijo Dreyden en un tono casi colérico.

El mago deseó que Demetrio insistiera en ver al chico. Tenía la esperanza de que supiera algo que le ocultaba a su padre, que tení aspecto de ser muy estricto.

Jed alargó el brazo donde descansaba su halcón al mediano. En un tono más amigable le dijo:

-Perdóname por enfadarme. Toma, porque no juegas un poco con Kell, que necesita hacer ejercicio?...