Partida Rol por web

Al ver que su mangual había cumplido su tarea, castigar al estúpido humano que había intentado robarse su guja, Zurkor giró sobre sus pies y olvidándose por el momento de su arma con alcance se lanzó en dirección hacia los bandidos que huían sin prestarle demasiada atención a los enanos que parecían estar de su lado - Vuelvan! Cobardes! - sus gritos se escucharon por la ciudad mientras pasaba entre sus compañeros en dirección a los humanos que huian.

- A ver si ahora son tan valientes - insistió mientras se movía rapidamente - Vuelvan aquí que necesito matar a un cobarde más - insistió furioso al ver que, perdido el factor sorpresa los bandidos no parecían dispuestos a plantarles batalla

Viendo que aquellas ratas abandonaban el combate Jed se relajó. El peligro había pasado y aún tenían a uno paralizado. DEsde lo alto, usando sus manos para hacer de bocina, Jed gritó a los de abajo.

-Atad al que falta antes de que pueda volver a moverse! Kell, lárgate de ahí! Dejad que se vayan, tenemos que interrogar a este antes de que llegue la guardia.

Sin prestar atención a las palabras, sabias, del mago, Zurkor continuó avanzando en dirección a lso bandidos que huían

Los esbirros de Rowzhar huían, agonizaban o algo peor. Demetrio se permitió inclinar la cabeza ante el bandido paralizado, aquel combate había terminado y habían salido victoriosos. Extrañado miró al beligerante Zurkor correr calle abajo pero pronto se recompuso para comprobar el estado de sus compañeros, saludando al morador del desierto alzando su espada y sonriendo.

- Os lo aseguro Jedemiah, jamás había visto a alguien pegar un brinco así ¿podréis bajar sin problemas?

Cambió de posición, aprestó su arma y gritó para que los enanos le escuchasen.

- ¡Este rufián no irá a ningún lado por un instante o dos más, por favor apresúrense a colocarle esos grilletes que permaneceré alerta por si su parálisis termina y trata de escapar!

Dicho esto su espada volvió a brillar, sus labios murmuraron algo y sus heridas cerraron por completo.

Eulendileas se resistió con mucha fuerza para no disparar otra flecha a uno de los que huían en ese momento. Mordiéndose el labio, se obligó a bajar el arco y mirar a su alrededor. Habían acabado con la vida de varios de sus asaltantes y le asaltó una duda: ¿No sería delito matar a alguien? Había sido en defensa propia, pero... ¿Les castigarían a ellos? Sin poder tomar una decisión ante esa pregunta, se encogió de hombros y se movió hacia sus compañeros.

¡Oh, yo puedo retenerle, sí, sí! dijo, dando pequeños saltitos mientras metía las manos en su mochila y empezaba a hurgar en su interior. Al final, consiguió sacar unos grilletes y una cuerda de cáñamo. Toma le dijo a Demetrio, poniendo los grilletes en sus manos. Pónselos en los pies mientras yo le ato, así no se puede escapar mientras, Eulendileas empezó a rodear con su cuerda brazos y cuerpos de Rowxhar, haciendo nudos con fuerza.

Zurkor salió corriendo detrás de los bandidos con la esperanza de detenerles antes de que escaparan definitivamente. Demetrio se quedó observando a su compañero huir, mientras que se curaba así mismo las heridas recibidas por aquellos rufianes.

Eulendileas bajó el arco dejando solo a su congénere seguirles. Habían decidido dejarles escapar y encargarse mejor del que ya tenían paralizado. Así que se dirigió hasta Rowzhar para apresarle y así poder sacarle toda la información necesaria.

El resto de los villanos continuaron huyendo, mientras que los recién llegados enanos se acercaban al resto del grupo para hablar con ellos.

- Mal asunto, muchachos. Dijo uno de aquellos enanos recién llegados mientras se acercaba a comprobar los grilletes que había puesto el mediano. Me temo que la Casa Leiyraghón anda detrás de vosotros, o si no, no entiendo por qué envían a sus hombres a deteneros. Algo habéis estado haciendo que ha llegado a sus oídos y parece que no les ha gustado.

Sí, Bremen no tiende a enviar a sus secuaces si no se le toca mucho las narices. En algo debe de andar metido para que esté tan molesto con vuestra presencia. Contadnos, ¿a qué habéis venido a esta ciudad?

¡Oh! Perdonad nuestros modales, mi nombre es Gwendar Guardadólmen, y él es Glynt Puñohacha, somos enanos mercenarios que trabajamos para la casa Natali.

Nos dedicamos a vigilar de cerca los movimientos de este grupo de villanos, y parece que hemos llegado justo a tiempo. ¿Estáis bien? Preguntó mirando en último lugar al mago que andaba por el techo de una de las casas.

Al ver como los bandidos huían, finalmente Zurkor se detuvo mientras giraba su mangual con riesgo para su propia cabeza, y seguía amenazando a los corredores - Cobardes! Vuelvan acá! No huyan! - repitió una y otra vez antes de detenerse.

El pequeño bárbaro inclinó la cabeza y sostuvo sus manos sobre sus rodillas antes de girarse y caminar, lentamente, en dirección al grupo. Al hacerlo, casi sin darse cuenta se concentró levemente en cambiar su estado de ánimo y ponerlo en modo curativo. Una leve oleada casi invisible, pero con un lejano tono celeste brotó de su cuerpo y afectó a todos los presentes que, inmediatamente sintieron como el vigor los inundaba

Al acercarse al grupo observó que el mago todavía seguía en el techo, por lo que obviando a los enanos y al prisionero, y tras colgarse el mangual a su espalda, se dirigió hacia la pared mas cercana a Jed y, sin siquiera detenerse trepo por la misma, gateando sobre la pared como si esta fuera el piso para un niño - Necesitas ayuda para bajar? - preguntó una vez que llegó a su lado sin que considerara extraña su habilidad para moverse en una superficie vertical - Puedo intentar ayudarte - agregó gentilmente mientras observaba como su poder curaba, por lo menos en parte, a su compañero

Jed nego con la cabeza ante el ofrecimiento de Zurkor que, al parecer, debia ser familia de alguna araña, a tenor de como trepaba. El mago siempre tenia su conjuro de levitar disponible, asi que lo uso. En unos segundos estaba flotando a unos centimetros del suelo. Aquello le gustaba.

-Gracias, Zurkor pero no es necesario.

Cuando el mago se encuentra junto a los enano (aunque un poco por encima) les contesta mientras se agarra las costillas, aún doloridas.

-Gracias por la preocupación. Creo que el único que he salido mal parado he sido yo.

-

- Bien pensado - comentó mientras tomaba los grilletes de las manos de Eulendileas y se los colocaba en los pies al petrificado Rowzhar - y bien combatido, te has ganado de sobra ese perro quieres, bisoño.

Sonrió al mediano con orgullo, como lo es un soldado con un compañero de batalla. Al ver a los enanos colocarse tan cerca Dememtrio les examinó con cuidado, pues era de sobra conocida la beligerancia enana en Cormyr, donde comunes son los relatos donde esta raza se enfrentaba a orcos en encarnizada batalla, con armadura completa día y noche sin descanso.

- Soy Demetrio Árteros, he estado de boticario residente en Mélvont hasta que mis compañeros me aceptaron entre sus filas. Me sorprende sobremanera que la Casa Leiyraghón haya querido tomar medidas contra nosotros pero supongo que este retenido podrá aclararnos lo que ocurre, si la casa Natali estuviese dispuesta a ofrecer un lugar para este menester sería preferible a lo que los guardias puedan hacerle para evitar un conflicto abierto entre casas.

Giró la cabeza hacia Rowzhar y le miró a los ojos.

- ¿Entiendes lo que está ocurriendo? Vamos a llevarte con nosotros para que nos cuentes quién te contrató en lugar de dejar que te apuñalen en una celda para tapar tu chapuza.

Al ver que su ayuda no era necesaria, el mediano descendió por la pared, apoyando manos y pies en la misma y sosteniéndose incluso en los sitios donde no parecia haber apoyos

Sin comentar nada sobra su extraña habilidad, despues de todo él ya estaba acostumbrado a poder moverse en superficies verticales e incluso en los techos de las habitaciones se dirigió hasta el punto donde había caído si guja

Sin embargo, Zurkor permaneció callado. Como siempre que se enfurecía como había hecho hacía unos segundos su cuerpo necesitaba descansar y recuperarse y, si bien no necesirtaba estar callado para eso, lo cierto es que prefería recuperar el aliento escuchando y sin participar... excepto que resultase realmente necesario.

Con la guja en su poder se aproximó al bandido atado y engrillado y añadió una sonrisa que podía ser considerada amistosa o peligrosa según el humor de quien la recibiera. Ese fue su primer aporte a las palabras del Apotecario. Luego, la base de su guja se clavó en el suelo, al lado de la cabeza del prisionero y el mediano se apoyó en ella, mirándolo con pena mientras meneaba la cabeza. Ese fue su segundo aporte

Eulendileas terminó de atar con firmeza al prisionero. Dio un paso atrás y se quedó contento con su obra. Iba a recoger su maza, pero justo en ese momento, "Apo-Apo" bautizó a su futuro perro.

¿Bisoño? ¿Un perro llamado bisoño? No, no me gusta. ¡Imagina que es una perra! Habría que llamarla bisoña. Y si es pequeñito? ¿Bisoñito? Casi me cuesta decirlo. ¡No, no, no, no! Deja que yo me encargue del nombre... Mmmm... Golfillo... Zorro... Jo, es que el que más me gusta es Guau, no deja de repetir su nombre. ¿Nunca habéis visto un perro? Yo creo que sólo saben decir su nombre, Guau mientras hablaba, se acercó al lugar donde estaba la maza y la recogió, guardándosela en su sitio.

Yo soy Eulendileas, azotador y castigador de ladrones y asaltantes, conocido en varias cientas de ciudades y pueblos a la redonda. ¿No habéis oído hablar de mí? Seguro que sí. ¡Soy valiente y fiero! Cualquiera que se enfrenta a mí, sufre las consecuencias ¡Grroooaaaar! empezó a rugir, intentando imitar a un león.

Fausto recogió su arma. Les había salido caro a los asaltantes aquel encuentro, pero el explorador sólo pensaba en que por su culpa se habían centrado en el mago, dejándolo bastante malherido. Estaba tan acostumbrado a la soledad del pantano que tendría que aprender a combatir en grupo si quería permanecer con aquellos tipos un poco más.

Si no colabora dejádmelo a mí, conozco varios métodos con los que hacerle hablar 

- Nosotros simplemente somos unos matones a sueldo. Dijo cuando trataron de interrogarle. Desconocemos las causas por las que nos enviaron a mataros, pero lo que sí que sabíamos es que harán todo lo posible hasta lograrlo. Algo habéis hecho que ha molestado a los Leiyraghón, especialmente a su patriarca, Bremen. Si yo fuera vosotros me largaría de aquí cuanto antes, no descansará hasta mataros y cada vez enviará a más. Algún día os pillarán dormidos y entonces ya no podréis defenderos, o peor, sobornarán a un posadero para que envenene su comida y así os mate casi sin dejar rastro. Dijo Rowzhar confesándolo todo y sin ningún interés en proteger a su amo. Por su culpa ahora estaba en aquella situación y seguramente acabaría en la cárcel. Casi hubiera sido mejor haber muerto como alguno de sus compañeros*.
 

El mago renqueaba ostensiblemente y mantenia su mano apretando su costado, alli donde se habia clavado la espada del bandido. Su ropa, manchada de sangre, no se secaba.

-Mmm... No le falta razon. Registradlo. Veamos si le han pagado algo en adelanto por nuestro pellejo. He gastado bastante magia en esta tonteria pero creo que deberiamos salir de la ciudad cuanto antes. Ya descansare a campo abierto.

Kell, a partir de ahora te quiero siempre atento, oteando desde mi hombro por si se nos acerca alguien. Que no nos vuelvan a sorprender asi.

Con buen ojo ve que algo está cerrando las heridas de Jedemiah poco a poco, extrañado le pregunta al morador de las dunas.

- ¿Vais a necesitar de mi asistencia, arcanus Jed?

-Demonios, si. No quería ser yo el que pidiera la ayuda pero la acepto. De momento, no soy capaz de curarme a mí mismo, amigo. Aunque las he pasado peores en mis años en el desierto, esto duele como mil demonios.

Arraman, como si la oferta de ayuda de Demetrio llegara justo a tiempo, se dejó resbalar por la pared y acabó sentado en el suelo, encogido de dolor.

¿Registrarlo? Eulendileas giró la cabeza lentamente, mirando a Jed como si no lo hubiese visto nunca, y con una mirada llena de ilusión, como cuando a un niño le dan un palo con el que jugar a las batallas. ¡Yo me encargo! gritó, con alegría, mientras iba corriendo hacia el detenido. Con gran esfuerzo, se intentó hacer paso entre las cuerdas para meter sus pequeñas manos en todos los bolsillos y no bolsillos que pudiera tener, deseando encontrar premios fabulosos.

Oye se dirigió a los enanos directamente. ¿Os le vais a llevar? Esta cuerda y estos grilletes son míos. ¿Me los cambiáis por uno que tengáis vosotros? Es que no me quiero quedar sin ellos. ¿Y si vemos a un dragón de colmillos venenosos? ¡A ver con qué le cerramos la boca! Y si tengo que sacar a pasear a mi perro y se quiere escapar, pues le tendré que poner un grillete en su cuello y otro en mi mano para que no se vaya sin mí.