Partida Rol por web

Eulendileas se había callado por completo cuando la mantícora empezó a girar y centró sus objetivos. Lanzó sus puas al tiempo que Eulendileas dejaba que su flecha volara en su dirección. Con un poco de suerte, la mantícora huiría ante el primer golpe.

El mediano observó el ataque del monstruo alado y dudó si utilizar uno de sus dardos o no.. y optó por no hacerlo al darse cuenta de cuan alto volaba la mantícora

- Separense - dio instrucciones a sus compañeros, tratando de esbozar un plan. El barbaro sostuvo su guja en la zurda mientras tomaba uno de sus dardos en la diestra - Pero no se alejen demasiado de mi - agregó sin explicar los motivos - Intentaré atraerla hacia mi para que Uds la puedan atacar -

Apenas pronunció sus palabras saló a campo abierto y gritó con todas sus fuerzas - BICHO FEO! BICHO COBARDE! A VER SI TE ANIMAS A ACERCARTE PARA PROBAR MI ARMA - Más allá de sacudir su arma de asta, el mediano no dejaba de medir las distancias, dispuesto a utilizar el dardo en cuanto considerar que el monstruo descendiera lo suficiente

La flecha del mediano Eulendileas se perdió en la inmensidad del cielo, sin lograr hacer objetivo. Pero el que sí que lo logró fue Fausto cuya flecha se clavó en la cola del ser alado. Finalmente fue el mago el que puso una vez más fin a aquel encuentro, pues logró lanzar su habitual conjuro de partículas rutilantes logrando así dejar ciego a la mantícora que les había atacado.

La criatura lanzó un grito ahogado al darse cuenta de que era incapaz de ver, y en lugar de descargar de nuevo sus púas, decidió continuar volando olvidándose de aquel grupo de aventureros que parecían ser una presa demasiado complicada a la que hacer frente.

Fausto ya tenía preparada otra flecha cuando la criatura decidió alejarse volando. Aguantó un poco hasta asegurarse que se había ido y después se miró el rasguño que le había producido aquella púa.

Apotecario tienes trabajo aquí. Empieza primero con Jed, lo mío no es más que un rasguño.

Jed asintió ante la oferta. Había permanecido observando las evoluciones de la mantícora en silencio hasta entonces. Podría haber usado su cinturón pero prefería reservarlo para un momento de emergencia. 

-En el Anauroh me han picado mosquitos más molestos pero no diré que no a un poco de curación.

- Claro, en cuanto escuchó mi amenaza salió huyendo - declara, jactancioso Zurkor ante de cambiar, en un acto reflejo el aura que lo rodea a una de curación. Sin aclararles a sus compañeros lo que está haciendo guarda el dardo que no llegó a utilizar en su morral mágico y observa el daño que recibieron el mago y el explorador por culpa de las espinas voladoras

- De cualquier manera, mejor estemos atentos por si vuelve - acota - No creo que nadie quiera recibir más de esas púas. Y menos por sorpresa - comenta

Dreyden se dió un golpe con la mano en la frente.

-Por el abismo! Seré idiota! Se me había olvidado que tengo preparado un conjuro de invisibilidad! Podríamos haber evitado a esa cosa si lo hubiera usado!

Eulendileas vio cómo su flecha se perdió y rápidamente sacó otra. Aunque esa vez no fue necesaria, ya que la mantícora desapareció

Creo que llevaba un jinete pensó en su tio desaparecido, pero ya daba igual. La mantícora no iba a volver por culpa de sus compañeros.

Bueno, bueno, ¿ya no os duele? Creo que deberíamos continuar

"-Apotecario..."

Como si despertase de quedar traspuesto Demetrio miró a su alrededor, aparentemente confundido y respirando despacio. La voz del zapador le llevó a dirigir sus ojos hacia donde estaba su escuadra, con el arcanista herido y él mismo tan lejos. Trató de moverse pero sentía su cuerpo no responder y la boca con un terrible sabor acre.

"-Apotecario..."

Logró cerrar los ojos y apretar los dientes, tras esto su pie barrió despacio el suelo hacia delante, luego el otro lo hizo un poco más decidido y al cabo de unos metros ya caminaba, su armadura chirriando de tal manera que creía sentir su cráneo resquebrajarse bajo la piel.

"-Apotecario tienes trabajo aquí. Empieza primero con Jed, lo mío no es más que un rasguño."

Sus compañeros no parecían molestos de escuchar nada similar, por lo que debía tratarse del viejo reflujo de humor que le había provocado tantos malestares en el pasado; con expresión atormentada el sargento apotecario llegó con sus camaradas.

- Descuide veterano, estoy con ello -masculló-

Aquella vez, su mano derecha chisporroteó con poder y, con a penas tocar a Jedemiah, las tres púas parecieron deslizarse solas del cuerpo del morador de las dunas y cayeron ligeramente quemadas mientras las heridas cerraron solas dejando atrás  olor a ozono. Demetrió contempló su mano dejar de brillar para luego pestañear y mirar al conjurador.

- ... ¿Mejor?

Jed asintió, agradecido.

-Excelente! Me encuentro en plena forma! ¿Tú estás bien? Se te ve algo... ausente.

Mientras Demetrio se hacía cargo de las heridas de Jedemiah, Kell volvió a volar de forma nerviosa alrededor de su compañero. Aquello solo significaba una cosa. ¡Volvían a estar en peligro!

¡La mantícora parecía haber recuperado la vista, y esta vez había decidido que quizá si no se los comía a ellos, no volvería a comer nada en todo el día! ¡Debía volver a intentarlo!

Demetrio negó con la cabeza un momento para luego asentir ante Jed. Mentir era de las faltas más deshonrosas en Cormyr, pues una familia, un reino o una sencilla escuadra solo es tan fuerte como los lazos que la mantienen unida.

- No sabría ponerle nombre u origen, maestro arcanista, pero se trata de un malestar ocasional que puede volverse muy fastidioso. Por cierto, no es ese vuestro pájaro?

- Cuidado - exclamó el mediano mientras buscaba un sitio donde esconderse, en el centro del grupo - No se alejen demasiado, así podemos comunicarnos - comentó - pero tampoco estén demasiado juntos, así no puede atacarnos a todos, a la vez, con esas púas -

Zurkor volvió a aferrar su guja en la zurda y uno de sus dardos en la diestra, esperando que esta vez la bestia mágica se acercara lo suficiente como para poder alcanzarlo con su proyectil

-la mantícora vuelve!!

Dreyden sacó de su zurrón una pestaña envuelta en goma arábica y sopló sobre ella mientras canturreaba:

-لم أر

Y el mago desapareció de la vista de todos.

Mierda

El guerrero se apresuró a esconderse tras un árbol con el arco preparado.

El apotecario miró a su alrededor y comprendió que, no habiendo trincheras ni parapetos, le era imposible esconderse como a sus compañeros debido a lo abultado y ruidoso de su armadura.

- Maldición.

Extrajo una poción de su cinto, la comprobó y se metió su repulsivo icor entre pecho y espalda torciendo el gesto. Tras esto se preparó con su ballesta a la llegada de la bestia. Miró a aquellos compañeros a los que podía avistar y forzó una sonrisa.

- Nada como hacer de cebo un rato para despejar la cabeza.

Tras la larga ausencia de Demetrio éste decidió compensarles haciendo de señuelo para la criatura. Mientras el resto se escondían, o al menos trataban de hacerlo, el apotecario se limitó a quedarse allí delante para que la mantícora descargara sus púas contra él.

El aura de Zurkor cubrió el cuerpo del valiente, mientras que la armadura que poseía, hizo que todas y cada una de los proyéctiles naturales del monstruo volador fallasen.

La mantícora seguía sobrevolando a sus enemigos, dando vueltas sobre Demetrio pues era el único que permanecía a simple vista. Los demás podían empezar a plantearse disparar, pero aún seguía sobrevolando la zona buscando el punto débil de su futura víctima.

Estallando en pedazos, rebotando o hendiendo su armadura, ninguna púa logró horadar en las carnes del soldado, lo que le llenó de orgullo a la hora de cargar su ballesta y liberar su virote contra la mantícora, pero el orgullo es mal consejero y su disparo estuvo a muchos metros de acertar su blanco. 

- ... 

Cerró los ojos con fuerza por un instante por la vergüenza y resopló, para luego alzar el escudo entre su cuerpo y el monstruo.

- NO, no, esperemos que se acerque - susurró Zurkor mientras buscaba acomodarse de la mejor manera bajo las malezas

El mediano no perdía de vista al monstruo volador, midiendo con sus ojos la distancia y preparándose para lanzarle un dardo en cuanto lo tuviera a una distancia apropiada