Partida Rol por web

Al día siguientes antes de que cantara el gallo ya estabais listos para partir. Los ánimos van un poco alicaidos y casi nadie habla ni dice nada. Por delante os esperan un par de días o tres hasta llegar a la ciudad en la que dejasteis a Garzhal antes de venir al pueblo de Sidnar. 

Salí de la taberna y Toby no tardó en reunirse conmigo. Comprobé que la cuerda de mi arco estaba suficientemente tensa y me quedé esperando a que los demás salieran.

El viaje comenzó lento, como la inteligencia de algunos de los allí presentes. Estuve caminando largo rato al lado de mi oso, observando el paisaje y atentos a cualquier sonido.

¿Alguna idea de cómo sacar la información a Garzhal? pregunté a Alaster.

—Yo sólo conozco una, y siempre funciona... —respondo al elfo, mientras golpeo con mi puño la palma de la otra mano, dejando claras cuales son mis intenciones.

No me gustaba que me engañasen, pero menos me gustaba que el engaño fuese no cobrar. Ese tipo iba a ver lo que era bueno...

Alaster observó atentamente el simple pero ilustrativo gesto de su compañero pielverde. Lo cierto es que Garzhal le imponía cierto respeto, pero realmente no deseaba estar en el pellejo del ricachón si Inglanar conseguía ponerle las zarpas encima.

-Señor Grischler: no tengo ni idea de qué hacer... o de lo que podemos esperar que ocurra cuando nos encontremos con él -contestó Alaster, notablemente sombrío-. Hablando a las claras: no sé mucho de él. Ni poco. Tengo una idea sobre dónde le podemos encontrar, claro, pero aparte de esos sólo es un tipo que se avino a financiarme la... -Suspiro profundo.- ...expedición... -Echó una mirada valorativa al calibán.- Tal vez vosotros sepáis incluso más que yo... Os contrató él, ¿no?

El viaje transcurre sin mayores problemas. No estais muy habladores por el camino, pues vais concentrados en la misión que se ha abierto ante vosotros de manera inesperada. Ahora resulta que Garzhal, en quien todos confiabais para el buen hacer de la expedición, os la ha jugado, pero ¿porque?

Finalmente llegais a la ciudad de donde empezó todo*, sabeis donde vive y que lugares frecuenta. ¿Por donde empezar?

Me desperté desperezándome y baje rápidamente los escalones mientras cogía algunos bollos y un tazón de leche para desayunar y dejaba unas monedas para evitar conflictos con los parroquianos, con una sonrisa me reuní con mis compañeros.

Ummmm respire hondo, ¿no oléis el entusiasmo? Vamos a ver a un mago, y que mago, seguro que me enseña alguno de sus trucos…estoy emocionado.

Suspiraba el pequeño mientras daba vueltas alrededor de sus compañeros intentando contagiarles su entusiasmo.

La casa de Garzhal es una construcción de piedra y paja en el tejado de dos plantas. El señor vive muy bien, tiene mucho dinero y lo que tiene a corto plazo es un problema muy serio. En la puerta de entrada hay dos hombres armados con lanzas y escudos montando guardia. Eso os resulta bastante chocante, pues nunca habiais visto a Garzhal estar vigilado o protegido por soldados. 

Sentado en las escaleras laterales del templo local del Orden Eterno -visiblemente deteriorado por los actos de vandalismo que habían estado produciéndose desde la catástrofe de Il Aluk-, Alaster masticaba trabajosamente su bollo preñao. Él y sus compañeros llevaban allí ya un rato largo, observando, desde que habían llegado y descubierto las "innovaciones" que Garzhal había hecho en su casa en cuanto a seguridad se refiere.

-O efpera a albien máf o ef gue fabe gue venimof a... -Tragó dificultosamente.- ...hacerle unas preguntas. -Se limpió la garganta con el vino que había comprado-. ¿Y bien? ¿Qué hacemos? ¿Entramos a saco en plan tipos duros o nos informamos antes un poco más, por si hay algo más que guardias en Chez Garzhal? Tengo algunos conocidos que podrían decirnos de qué va eso...*

Miré a Alaster con mala cara.

¿Me lo estás diciendo en serio? El oso gruñó al tiempo que yo soltaba esas palabras.

Nos ha enviado a una muerte casi segura y tu tienes conocidos en la ciudad que nos pueden contar si ha pasado algo. ¿No crees que eso deberías haberlo pensado antes? Menuda pérdida de tiempo...

Resoplando, intenté que mis palabras sonaran menos bruscas.

Vamos a ver a esos conocidos. Si nos separamos, quizá escuchemos cosas bastantes interesantes.

La reacción de Grischler tomó a Alaster de sorpresa, de forma que durante unos segundos no supo qué decir. Durante unos segundos.

-¡Ey, ey, ey, amigo del bosque, quieto ahí parao! -dijo indignado-. ¿¡Qué tiene que ver que tenga conocidos por aquí con que Garzhal nos la jugara!? ¡Cómo si eso pudiera haber evitado nuestro "viaje al País de las Maravillas"! -Se encogió de hombros en un gesto de incomprensión-. Lo que digo es que cuando estuve aquí por última vez traté con alguna gente que tal vez me recuerde... por unas monedas... ¿Vosotros no habláis con la gente? ¿Hm?

No seas tonto, Alaster: un elfo druida xenófobo, un monstruo sociópata adicto a la violencia, un clérigo fanático... A excepción de Bullipae, no parecían gente muy dada a socializar. Pero no valía la pena seguir discutiendo: el druida había mostrado su conformidad con el plan y eso a Alaster le bastaba.

Palabras y más palabras. Me aburría, y llevaba mucho tiempo sin pegarle a nada. Ya estábamos en la puerta... ¿Para qué preguntar a nadie más? Era una pérdida de tiempo.

—Como queráis. Yo preguntaré a esos tipos de la puerta, seguro que saben más de lo que pasa que cualquier otro. Más que nada, porque ya están ahí —dije al resto, para acto seguido dirigirme a la puerta.

Aunque no llevaba el hacha en la mano, sí que estaba preparado para desenfundarla en cualquier momento, y partir gente por la mitad con ella.

Cuando estoy frente a uno de los tipos, les digo—. Eh, ¿quiénes sois vosotros y qué hacéis aquí?

Me gusta su forma de actuar dije al ver cómo Inglanar se iba a por los guardias de la puerta.

Ve a preguntar a tus conocidos, yo me quedo con él.

Normalmente Alaster habría perdido los nervios y estallado en una histérica y nada masculina sarta de quejas y protestas, pero en aquel momento simplemente suspiró de resignación, se encogió de hombros y les siguió. Después de varias semanas de convivencia, ya empezaba a acostumbrarse a la forma expeditiva de proceder de sus compañeros de infortunios, y no es que le disgustase: en su carrera en solitario siempre había preferido usar la cabeza en lugar de la fuerza (mágica) pero, con Inglanar de escudo "humano", las opciones se multiplicaban por mil. Al tiempo que se aproximaban a la casa, el arcanista hizo un repaso rápido de los conjuros que había preparado unas horas antes.

Los guardias hacen una bonita finta con las lanzas y se cuadran hombro con hombro. Levantan sus escudos y se ponen con las lanzas en ristre. 

- Nadie tiene permiso para ver al maestro. Volved por vuestro camino. 

La respuesta queda muy espectacular, pero el semiorco no tiene cara de aceptar el no por respuesta. 

—Oh la la, los señoritos guardias. Pues no dicen que no pueden pasar nadie a ver al maestro —respondo a estos mientras paso mi mano por el mago de mi hacha mataginchos—. ¡Se dice el mago, coñe!

—Pero vamos, que no os he preguntado eso. O me decís dónde está el mago, o vamos a tener problemas nosotros...

Creo que la paciencia no forma parte de su naturaleza dije aumentando la posible tensión ante las amenazas de Inglanar.

Es muy sencillo. Responded ya y terminemos esto cuanto antes.

—Esperad, amig...

Alaster ya iba a comenzar a explicar la situación a los guardias con la esperanza de que les dejaran pasar, pero al momento se dio cuenta de dos cosas: 1) dar más información de la necesaria a los guardias probablemente pondría sobre aviso de su llegada a un potencialmente peligroso Garzhal, y 2) hacía tiempo que no veía a Inglanar repartir una buena remesa de hostias como tortas de trigo. Y era un espectáculo por el que valía la pena pagar.

—Sí, amigos... ¡No queréis ver al Gran Hombre Verde enfadado, os lo aseguro! —concluyó desde detrás del calibán, sumándose a la táctica de Grischler.

La gente de las calles se queda mirando asombrada ante lo que están viendo. Se conoce que el sitio es tranquilo y no han visto en su vida a un salvaje semiorco partirle la cara a un guardia. Los guardias permanecen con el mismo gesto impávido y con las lanzas apuntando directamente al pecho de Inglanar. Si el semiorco da un paso en falso no dudarán en atravesarlo. 

- Nadie puede ver al maestro. El maestro nos encargó vigilar su puerta y eso haremos. Nada nos aparta del deber.- Hay algo en su voz, algo extraño. A Inglanar por supuesto le da lo mismo, pero al resto no le pasa desapercibido cierto tono en la voz, monónoto, sin sentimiento. O su adiestramiento es increiblemente bueno (lo que podría suponer un problema) o esos guardias están hechizados de alguna manera. 

Bueno, cuanto sentimiento. ¿Sois verdaderamente fieles a vuestro amo y señor? Vamos a verlo...

Empecé a girar las muñecas y a cerrar y a abrir los dedos. Los susurros del hechizo comenzaron.

Irikr magium arotium braquius