Partida Rol por web

En vistas de que poco puedo hacer contra una malvada casa mágica, espero a ver qué quieren hacer los zapadores, apoyado en mi hacha. Seguro que es un espectáculo digno de ver...
 

El guardia se gira ante las palabras de Alaster

- Por favor, retrocedan hasta un lugar seguro.- Llama a uno de los guardias.- ¡Hans! ¡Establece un perímetro! No quiero civiles en dos manzanas a la redonda. Vamos a hundir la casa. 

Los zapadores comienzan a colocar con sumo cuidado unos barriles de madera con remaches de hierro por toda la superficie de la casa, tiran algunos dentro de la puerta y por las ventanas y otros sencillamente los colocan en la fachada. 

La reacción del guardia provocó en Alaster una indignación igual en fuerza pero de diferente sentido a su interés de encontrarse con Garzhal y pedir explicaciones. Sumada a su miedo, incluso superior a sus ganas de reflotar la expedición en la medida de lo posible. Comenzó a decirle alguna bordería al guardia, pero al final se mordió la lengua, se dio media vuelta y, calándose bien el sombrero, se dirigió con paso largo y enfurruñado en dirección al elfo.

—Si me buscáis, estaré en algún tugurio, celebrando el éxito de mi expedición —comentó con rabia al pasar a su lado, claramente hacia la primera taberna que encontrara en la plaza.

Antes de que se alejara más, deslicé un brazo hasta el de Alaster y le agarré. Sin girarme, le hablé.

Generalmente me importan una mierda los humanos, pero me preocupa lo que va a pasar. Si tiran la casa abajo, ¿esa criatura no saldrá libre y estará tan campante? Es posible que liquede a esta población en menos de un segundo.

El mediano se acerco a Inglanar con su gran sonrisa y no pudo más que acosarle a preguntas…

- Vaya, eso ha sido realmente fantástico, con tu envergadura es más que difícil la proeza que has realizado, ¿la habías practicado antes? ¿o ha sido instinto?,

De repente el mediano contemplo los barriles e intuyo lo que había dentro con lo que su sonrisa se ensancho y su movimiento se exagero a pequeños saltitos de emoción….

Uhhhhh genial eso debe de ser lo que me comento mi primo vuelacosas…eso es un polvo negro que hace un bummmmm muy grande ya verás ya verás nos vamos a divertir…y en primera fila eh, comentaba excitado mientras mordisqueaba un trozo de pan.

—Eso sí que quiero verlo —respondo al elfo cuando dice que la criatura matará a todo el mundo. Después permanezco en la misma posición, a una distancia prudente, para escuchar la infinita batería de preguntas del mediano, a las cuales, respondo únicamente—. Gñe...

Alaster se detuvo en seco cuando el druida le agarró del brazo, con cara de mala leche.

—Sí, puede salir libre... O morir aplastada... O ser volatilizada por la luz solar... O morir debido a que ella es la propia casa... —El mago hizo un gesto con el brazo libre, como diciendo "¿Quién sabe?"—. Francamente, yo no sé qué carajo es esa cosa, pero se acaba de comer a dos fulanos delante de mis propios ojos y no le ha hecho daño ni uno sólo de los golpes del amigo calibán. —Echó un vistazo a Inglanar, apoyado sobre el mango de su hacha con una sonrisa de felicidad en el rostro, mientras el mediano no dejaba de hablarle de no sé qué "verga dura".— Si alguno de mis conjuros puede hacerle daño, también podrán unos buenos toneles de polvo bum-bum... —añadió mirando los barriles que traía la guardia—. ¿Quieres intentarlo? —preguntó directamente al elfo—. Bien por ti, pero a Alaster Reckinh sólo le importan tres cosas: Alaster, Alaster y la expedición de Alaster. Si esto se va de madre y devora a los estúpidos habitantes de este pueblo —dijo señalando al oficial de la guardia—, no es mi problema. Ya vendrán los magos del rey Azalin a hacer el trabajo sucio...

Sin embargo, Alaster ya no trataba de soltarse y marcharse de allí, sino que se había quedado mirando con curiosidad las maniobras de los soldados.

Pues Alaster debería pensar que Alaster está en la ciudad. Y si esa cosa no desaparece con "unos buenos toneles de polvo bum-bum"... Pues nos comerá a todos terminé soltándole el brazo con desprecio.

—Pues igual lo que debería hacer Alaster es coger el primer carruaje que salga de aquí, ¿no crees? —protestó el mago.

Pero Alaster no cogió el primer carruaje que saliera de allí. De hecho, aunque protestaba contra la actitud del druida, ni le miró. Estaba demasiado concentrado en los esfuerzos de la guardia. La realidad es que habían conseguido atraer su curiosidad.

El perímetro está establecido y la explosión tiene lugar. Se oye un sonoro bramido y una columna de humo y fuego se alza en mitad de la ciudad. De entre las ruinas que quedan en el lugar se puede ver, al cabo de un rato, que la casa sigue de pie. Ni los cristales se han roto. Por su parte, todos los hombres de la guardia, así como los zapadores están en el suelo, inertes. 

Lo cierto es que no me lo esperaba. No la explosión, ni el resultado. Confuso, sigo apoyado en mi hacha, sin saber qué hacer. ¿Qué se puede intentar cuando una destrucción absoluta falla? ¿Quizás lo que no ha conseguido el polvo bum bum lo pueda conseguir un semiorco apoyado en un hacha?

Está por ver...

Por unos largos instantes, Alaster se quedó contemplando la escena, sin decir nada, inmóvil. Al cabo, comenzó a asentir lentamente.

—Ahá... ahá... Muy bien —fue toda su intervención. Después, se volvió hacia el elfo—. ¿Unas pintas? Creo que el próximo carruaje no saldrá hasta dentro de un rato...

Lo que seguramente era cierto: de lo contrario, Alaster estaría ya cogiéndolo. Fuera como fuera, lo último que quería Alaster era ponerse a probar conjuros contra la casa.

Las ventanas de la casa se iluminan de repente. Una luz blanca y muy potente, a pesar de que es de día, la luz emite unos destellos muy importantes. La casa empieza a rezumar una neblina negra y muy densa que se va arrimando a los cuerpos. Se acerca también serpenteando por el suelo hacia el grupo de aventureros. Inglanar la mira con gesto de asco y la neblina serpentea por su alrededor, como si fuese un perro olisqueando. Al momento recula y vuelve por donde ha venido. Una voz susurra en vuestra mente

- "Una contrariedad menor, se puede arreglar"

La neblina se va congregando frente a vosotros y se pone a cavar en el suelo hasta terminar saliendo de él un tentáculo muy largo y muy feo. 

Sin perder un segundo (salvo para lanzar uno de sus ya típicos chillidos de nena) y con una maniobra cien veces practicada, el mago metió su dedo en la chaqueta, lo sacó embadurnado de melaza (cuyo frasquito había colocado estratégicamente al preparar los conjuros esa mañana), lo apuntó hacia el monstruoso apéndice y agarrando con fuerza su libro canturreó:

—यही कारण है कि इस गुड़ कुंजी आप साइट... जानवर!!!

Cuando la melaza de su dedo se esfumó como consumida por un fuego invisible, Alaster rápidamente se llevó el dedo a la boca, tal cual si hubiera sufrido una quemadura. Hmmm... Más amarga de lo que recordaba...

—¡Por fin algo interesante en todo esto! —grito mientras miro al tentáculo malvado que quiere dominar el mundo. Si tenía que combatir contra tentáculos, así sería.

Pegándome 5 ó 6 puñetazos en el pecho, los cuales podrían hundir a un mediano en el suelo unos cuantos metros, noto como la adrenalina comienza a correrme por las venas.

Ahora, visiblemente enfadado, y soltando espumarajos blancos por la boca, me lanzo a por el tentáculo, con intención de que sea mi cena esta noche...

Del golpe del bárbaro rezuma la misma niebla oscura y densa. El tentáculo no parece haberse inmutado de un golpe que bien podría haber partido a un humano en rodajas. En su lugar, va a enroscarse directamente sobre el enano, al cual levanta en el aire y zarandea de un lado a otro. 

—¡KJASHFOHACVFOIOCVJLKJC! —grito mientras sigo golpeando con una precisión casi increíble...

El ataque del pulpo cogió por sorpresa a Alaster, que no pudo hacer nada por su socio enano.

—¡MEHVAN! —gritó el mago aterrado—. ¡Joder...! ¡RESISTE!

¡Fantástico! ¿¡Quién va a hacer de enfermera ahora!? A Inglanar parecía haberle afectado menos, si es que se había dado cuenta: seguía pegándole bestiales hachazos al tentáculo al tiempo que gritaba como un energúmeno.

—¡Sabias palabras, mi verde compañero! —gritó Alaster al calibán descolgándose la ballesta ligera del hombro—. Por cierto... —añadió mientras se sacaba algo de otro de los bolsillos de su túnica.— ...आप स्पीड!

Al abrir el puño, lo que fuera que hubiese allí estalló de un chispazo provocando una nubecilla de humo, y al momento una especie de rayo procedente de ninguna parte cayó sobre el calibán, que de pronto se sintió más ligero y rápido.

—¡AHÁ! —exclamó Alaster—. ¿Quiere que también le haga más grande, señor Inglanar? —preguntó a su socio con una sonrisa de satisfacción mientras retrocedía unos pasos a la defensiva.