Partida Rol por web

Cuando el cuerpo de su compañero muerto cayó al suelo, Alaster se acercó con paso tranquilo, sin prisas, la daga de su abuelo firmemente cogida en su mano. Pobre Mevahn, pensó el mago con cierta tristeza. Pobre buen y viejo Mevahn... Apenas conocía al enano, pero no podía evitar lamentar la muerte de un tipo que no le había tratado demasiado mal. Un momento más tarde, Alaster se giró y alzó la vista hacia su inflado socio, que ya observaba la casa con cierta malicia.

—Eh... ¿Estás...? ¿Estás seguro, compañero? —preguntó señalando alternativamente a la casa y a la manaza de Inglanar.

Aunque, ¿cuáles eran la alternativa? Fuera lo que fuera lo que les estaba troleando, estaba dentro de la casa, y Alaster sabía que sus compañeros no iban a permitir... ¡Qué demonios! ¡Alaster Reckinh tampoco va a permitir que Garzhal... esa cosa... LO QUE SEA se vaya de rositas! Lamentablemente, el conjurador no sabía qué podían hacer: atacar a la casa le parecía una opción estúpida, pero tratar de entrar en ella le parecía una idea aún más estúpida.

El mediano no podía hacer más que ver como se sucedían a su alrededor los acontecimientos, el enano falleció a causa del gran golpe. Inglanar se hizo gigante y cerceno de un solo golpe el tentáculo asesino.

 Y preso de la furia su intención era arrancar la casa de los cimientos,

- Bien no creo que sea la opción más sensata compañeros, Alaster tú conoces su poder, y al fin y al cabo eres nuestro patrón, ¿cual consideras que debe ser nuestro siguiente paso? Ten en cuenta que ya ha caído uno de los nuestros, actuemos con precaución.

Reflexionaba el pequeño mientras contemplaba el cuerpo del inerte compañero.

Alaster observaba con los brazos en jarras las maniobras del calibán cuando Bullipae, al que daba por muerto, se dirigió a él. ¿Vuestro "patrón"?, se repitió el mago mirando ahora al gnomo. Si no acabara de morir un conocido, se habría reído.

—Señor Bullipae, si alguna vez fui vuestro patrón, fue en la expedición... —Durante la cual, por cierto, no me hacíais ni puto caso ninguno de vosotros.— ...que doy por suspendida: por lo que me concierne, consideraos libre para hacer lo que creáis adecuado. —Aún no entiendo por qué Garzhal contrató a un gnomo ladrón como este para mi expedición, se dio cuenta Alaster.— Respecto al poder de Garzhal, sé tanto como cualquiera de vosotros. —Miró por última vez al enano muerto.— Si es que Garzhal es nuestro actual enemigo, claro...

Quizás deberíamos ir a hablar con las autoridades de la ciudad... Echó un vistazo a su alrededor, tratando de recordar el camino a la casa del consejo.

Puse los ojos en blanco. No, no me daba pena la muerte del enano. Era un enano, un puñetero enano. Si hibiera sido un elfo, o incluso un semielfo, habría elevado una oración por su alma. Pero el dios de los enanos era muy distinto al mío, no serviría de nada.

Tenemos dos opciones: O intentamos acabar con esta... "casa", o lo que sea, o nos vamos de este pueblo y que se coma a la gente. Miré a los demás, ya no sólo a Alaster, que acababa de declarar que ya no era nuestro lider.

- Socorro, Inglanar, ¡mátame!

La voz resuena en vuestra cabeza un instante lo suficientemente largo como para que a todos os resulte lo suficientemente real. La casa deja de tener restos de niebla y vuelve a ser una casa normal. Las gentes se van asomando por las calles, con miedo y precaución. 

Alaster reaccionó al momento.

—¿¡Qué ha sido eso!? —preguntó mirando a un lado y a otro—. ¿¡De dónde ha venido!?

La casa de pronto parecía mucho menos hostil que minutos antes: había perdido el aura maléfica que la rodeaba. Se dirigió al calibán.

—Quizás ahora puedas arrancar esa puerta, socio: con tu tamaño, si intentase comerte se indigestaría.

Aprovechando que he dado el estirón, no me lo pienso, y arraso con la puerta, no sin soltar mi hacha, por lo que pueda pasar.

Mientras avanzo, y sin girarme, digo—. Alguien debería ver si ese clérigo tiene algo que pueda venirnos bien...

Al cruzar el umbral sin apenas esfuerzo, saltan astillas y rechinan los goznes. La puerta cede ante el brutal empuje y se derrumba en el interior de la casa. La voz resuena ahora con más nitidez que antes. 

- Mantén los ojos bien abiertos Inglanar, no dejes que nada te distraiga. ¡Mátame, te lo suplico!

El interior de la casa se ve oscuro, tanto que la figura de Inglanar se pierde de la vista. Alaster nota un escalofrío, observa el cuerpo del enano muerto en el suelo y sabe que el peligro acecha muy de cerca al calibán. Pero este ya ha entrado muy decidido a hacer la petición que de manera tan educada se le ha solicitado. 

Al entrar en la casa notas una corriente de aire muy fría. Te pilla por sorpresa, una corriente muy fuerte y muy fría no es algo que se vea todos los días en el interior de la casa. Del interior no distingues nada, ya que un montón de luces muy fuertes de colores no paran de bailar ante ti. También hay mucho ruido, desagradable y chirriante. 

Ignorando la sugerencia que el calibán le había hecho justo antes de entrar en la casa, Alaster corrió tras su compañero.

—¡INGLANAR, CUIDADO! —gritó el mago con un repentino mal presentimiento. Se detuvo frente a la puerta, sin entrar, sólo mirando a la oscuridad con cara de parvo—. ¡Todo esto me da muy mala impresión!

Vale, Alaster Reckinh: tu guardaespaldas de cuatro metros de altura se ha metido en la boca del lobo y la voz del hombre que te ha traicionado (procedente del interior de una casa poseída) está pidiendo que le maten... ¿Qué vas a hacer? Alaster no se lo pensó dos veces: Darle ese placer. Con la daga de su abuelo en la mano y agarrando firmemente su libro con la otra, el mago se internó en la casa.

—¿Inglanar...? —susurraba con voz titubeante, entrando paso a paso.

La casa es un agujero muy extraño. Las luces de  colores te dejan cegado por un instante y no paras de oir tu nombre susurrado por todas partes. Desde fuera parecia que todo estaba oscuro, pero ahora desde dentro la cosa cambia drásticamente. En tu experiencia, puedes asegurar que no es más que una ilusión óptica, pero sería interesante que parase. 

En vistas de las luces de colores, y de ese extraño ritmo vengador, sólo puedo hacer una cosa... Y es dejarme llevar.

El ruido no cesaba y el bárbaro solamente se dejaba llevar por ese extraño ritmo que parecía ejercer una extraña influencia sobre el, como si le hubiera dado un ataque de epilepsia. 

Suspiré y entré lentamente en la casa.

Aparta dije dando unos pasos y adelantando a Alaster. Alcé la mano y susurré unas palabras mágicas. La palma de mi mano se iluminó y miré a mi alrededor.

Ahora podremos caminar mejor, ¿no crees? dije sin mirar atrás.

¡Tobi! ¡Ven! grité para que mi oso negro se pusiera a mi lado.