Partida Rol por web

¡MALDITO MAGO! ¡COMO MUERA POR TU CULPA TE ASEGURO QUE MI ESPÍRITU TE PERSEGUIRÁ Y TE ATORMENTARÁ DURANTE TODAS TUS VIDAS Y TUS MUERTES! grité al saber lo que iba a pasar. ¡Con lo bien que estaríamos fuera de la mansión!

Me puse al lado del mago y escupí a sus pies, para mostrar mi desprecio. Cerré los puños mientras recitaba unas palabras en élfico. Al abrirlos, una pequeña chispa nació de mi palma. La lancé a lo alto y, antes de que cayera, creció hasta convertirse en una bola de fuego, semejante a la que había hecho Alaster, y se dirigió hacia el dragonauro.

De momento no ataques, Tobi le dije al oso, que estaba a punto de lanzarse contra la criatura.

—Estás a tiempo de correr, elfo —digo a éste antes de que lance su bola de fuego. Yo tengo claro lo que voy a hacer, y va a ser bien sencillo. Ir y partir por la mitad a esa cosa que es casi tan fea como yo.

Así, levanto mi hacha, y me lanzo a por la criatura, que no puede hacer otra cosa más que recibir mi hachazo en la frente, como el que no quiere la cosa.

El dragonauro recibe los ataques y parece un poco aturdido. Enseguida se recompone de la brutal paliza que ha recibido sin esperarselo demasiado y parece sorprendido. Seguramente no esperaba recibir tal paliza en su propio terreno. 

Baja su arma y se queda mirando a los aventureros, parece como si hubiera despertado de un sueño profundo. Su voz resulta grave y tranquila

- ¿Donde... donde estoy?

Alaster, escarmentado de su fracasado ataque contra la lich, se disponía a atacar a la criatura equina, pero detuvo su ataque al momento.

—¿Có-cómo que dónde estáis? —preguntó confundido, sin bajar la guardia—. ¡Estabas manipulando los portales mágicos e ibas a atacarnos por orden de...! ¡Bueno: de esa! —exclamó enfurruñado señalando a la lich que el ser tenía detrás.

El dragonauro parece más enfadado que confuso, pero enfadado consigo mismo. 

- ¿Cerrando...portales?.- De repente, como si se hubiera acordado de algo importante, gira sobre sus patas con una velocidad que parecia imposible debido su tamaño y se encara contra el lich. 

- Tiene sentido, eso explica la laguna y explica también que hago en este sitio. 

Cogiendo su hacha con ambas manos la lanza con todas sus energías contra el lich que flota a una distancia prudencial, después de ver que las cosas se han torcido de manera inesperada. El hacha parece chocar contra un escudo protector, el cual emite un sonido como el tañido de una campana

- ¡NO! No les escuches Kalecgos, mienten. El Vacío debe ser sellado. 

El susodicho Kalecgos parece meditar un segundo y repara en los cuerpos del suelo. Examinandolos detenidamente se vuelve a levantar hacia el lich

- Yo no los he matado. Al menos de manera consciente, y a juzgar por sus heridas diría que con mi hacha tampoco. Mis perros están muertos. Esto es obra tuya lich del demonio.- Se gira hacia los aventureros.- Ayudadme a derrotarla, debemos purgar este lugar de su maligna presencia

Alaster observó con creciente confusión la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Así que la criatura estaba bajo algún tipo de encantamiento, ¿hm? No le parecía una idea descabellada. Cuando el tal Kalecgos pidió al mago y a sus compañeros que le ayudaran contra la lich, Alaster no dudó ni un segundo. Al fin y al cabo, ya estaba intentando matarla... Se encogió de hombros.

—Claro, amigo, por qué no —contestó—. Sólo una cosa... ¿Cómo pretendes que lo hagamos?

Porque a mi esfera flamígera no le ha ido muy bien, la verdad... Alaster controlaba con su mente la bola de fuego, que mantenía presionando contra la lich.

La bola de fuego se mantenía junto a la del mago.

Esto es subrealista dije mientras negaba con la cabeza. ¿A quién nos cargamos, mago? Porque el bicho feo flotante es amiga tuya, ¿no?
 

Joder si es surrealista...

—¡Aquí todos somos amigos, señor Grischler...! —contestó un sonriente Alaster a su compañero—. Os he preguntado, señor —dijo, más serio, al dragonauro o lo que fuera aquello—: ¿alguna consejo para enfrentarnos a mi amiga Alice, aquí presente?

El dragonauro no contesta. Está concentrado en un hechizo (parece). Sus labios se mueven como si estuvieran recitando algún tipo de oración y su mirada es dura y penetrante. 

Por su parte el liche va revoloteando de pared en pared, está bastante nervioso por encontrar una salida. Si no fuera imposible, hasta podría decirse que tiene miedo. 

—Qué le vamos a hacer... -murmuró con resignación Alaster, al tiempo que seguía tratando de mantener la bola pegada al culo de la liche.

Quería intentar más cosas, como coger su ballesta y disparar (para lo que necesitaba las dos manos), pero a la bola aún le quedaba algo de vida y no iba a ser un impaciente.

—Eh, mago —digo a Alaster—. Si me vuelves a hacer grande, podría agarrarla y arrancarla la cabeza como si fuese un... Bueno, no sé, algo a lo que se le arrenque la cabeza a bocados, como un murciélago.

—¡Buena idea, señor Inglanar! —contestó el mago tratando de no perder la concentración, pero impresionado—. ¡En cuanto agote esta esfera no tardaréis en poneros a arrancar cabezas a bocados! Esta vez no durará tanto, pero... ¡Algo es algo!

Esta esfera terminará quemándonos a todos... comenté mientras veía como Inglanar se hacía grande y ocupaba más espacio y tenía que mover la bola de fuego para no abrasarle.

Después de estar largo rato revoloteando, la esfera de fuego finalmente desaparece, pero el aspecto del liche no parece haber notado la quemadura. El dragonauro trota hacia ella con su hacha en alto gritando el nombre de alguna deidad suya, pero el ataque parece chocar contra una especie de escudo azulado. La voz correosa del liche resuena por las paredes de la sala

- Sois una broma pesada de vuestros creadores. Yo os devolveré el don que se os fue concedido por los hacedores. 

Los portales que el dragonauro tanto se afanó en cerrarlos de repente se abren. Cuatro en total, dos a cada lado. De cada portal surge una persona, cada una con una vestimenta distinta, pero con cara de pocos amigos. 

La sala ya no parece tan grande. En lo alto de las escaleras centrales está el liche oculto tras su embozo mágico y por los laterales de la sala os están rodeando un nigromante, un clérigo malvado, un guerrero fuertemente armado y un esqueleto de torpes movimientos.

¿Es una broma? solté al verme rodeado. ¡Venga ya! mis manos se movieron lo más rápido que pudieron. Una cogió el arco y otra la flecha.

¡Inglanar, mata! ordené. La verdad es que no era un perro, pero era lo que mejor se le daba.

¿Quién va a recibir mi primera flecha...? ¡Tú, por ejemplo! la flecha voló antes de terminar la frase, impactando en uno de ellos.

Alaster había contemplado con frustración cómo su esfera se desvanecía sin efecto alguno. ¿Qué clase de protección mágica será esa?, se había preguntado, su cerebro un hervidero de hipótesis y datos. El fracaso del dragonauro fue sólo una información más que añadir al modelo.

Por desgracia, su tiempo disponible para pensar en el problema: cuatro nuevos enemigos aparecieron de pronto por los portales mágicos a una orden de Alice. Alaster trató entonces de averiguar qué clase de mecánica acababa de poner en marcha la liche, pero, siguiendo el ejemplo del druida, no perdió un minuto en ponerse en marcha.

—Llegó su turno, señor Inglanar... —El mago alzó su mano hacia el calibán con el puño cerrado, como había hecho en el exterior, ante el tentáculo—. अपने आकार बच्चा डबल! —gritó, y otro de sus anillos de mago lleno de polvo de hierro emitió un potente pero breve flash rojizo: Inglanar comenzó a crecer al momento—. ¡APLASTE, SEÑOR INGLANAR!

Tras el hechizo del mago, aprovecho para enfamadarme. Una vez enfadado, pisoteo la cabeza del acólito, que parece más blandito.