Partida Rol por web

La jabalina cruzó el aire como un trueno, atravesando el pecho de Big Crazy. El gigante calló al suelo, haciendo retumbar las maderas. Los celadores que quedaban se acunclillaron junto a uno de los caídos, el que aún tenía cabeza.

¡Está vivo!-informó uno de los celadores, tras tomar el pulso.

Había sido un combate complicado: uno de los peones había muerto, y el otro no estaba en condiciones para seguir. De todos modos, entre los tres celadores que quedaban se bastaban para acarrear con el compañero gravemente herido... Otra cosa que es que Bianca quisiese cargar con ese lastre.

—Desmembrad a esa cosa y repartid sus pedazos por todo el asilo, que la próxima vez que quiera levantarse de entre los muertos tenga que hacerlo por fascículos —instruyo a los celadores antes de que se dejen llevar por la efusividad de la victoria—. Voy a ver si encuentro una soga que tenderos para que podáis subir aquí arriba una vez que hayáis terminado. Ah, y si os encontráis con alguno de los locos... aseguraos de que reciban un correctivo severo por haber contribuido a todo este alboroto.

Lo cierto es que no tengo demasiado interés en que los matones de Rehner suban a hacerme compañía. En realidad lo que pretendo buscar es una forma de llegar a la fachada exterior del edificio y descolgarme con ella para abandonar este manicomio para siempre. 

Cuando Bianca se alejó del borde del agujero, pudo escuchar a sus peones organizarse.

Está bien, vosotros dos llevadle a las literas-dijo sobre el celador moribundo-y yo bajaré a las cocinas para buscar un cuchillo de carnicero. Nos vemos aquí en cinco minutos.

En el desván había un par de trasteros en los que podía haber una cuerda, pero no encontró ninguna. Esas pequeñas salas del tesoro ya habían sido saqueadas por el Aquelarre de Leiath. Sin embargo, en el dormitorio de la pequeña Sunny había sábanas y mantas que podían ser anudadas, suficientemente largas como para descender desde la ventana del despacho del Doctor Rehner, pero insuficientes para bajar desde la azotea del ala oeste a la que se accedía por el desván sin dejarse caer varios pies de altura.

En la azotea se encontró con dos vertientes: a la izquierda, el muro invisible estaba a un par de pies de la fachada, y nada le aseguraba que el muro no llegase hasta abajo; a la derecha, el patio interior, al que salieron desde el ala de celdas oriental, estaba el Aquelarre de Hala. Era difícil saber si estaba el psiquiatra macizorro, porque el torreón de los pacientes peligrosos, en el centro del patio, ocultaba a la mayoría, pero no tardarían en ponerse en movimiento y mostrarse hacia el norte o hacia el sur del patio.

En el cielo seguía el Marut, que observaba al aquelarre sin hacerles nada...

Maldigo mi mala suerte cuando descubro que la invisible barrera se extiende por la fachada exterior del edificio desde la azotea. No sé quién la ha puesto ahí, ni por qué, pero estoy casi segura que no la ha colocado en el aire para hacer que se estrellaran los pájaros. Esa barrera está ahí para impedir que nadie entre ni salga del complejo.

Por supuesto, podría intentar llegar hasta el patio interior pero, ¿para qué demonios querría hacer tal cosa? Yo lo que quiero es escapar de aquí, no encontrarme al descubierto en mitad del manicomio para poder ser atacada por cualquiera desde todas  direcciones.

Allí abajo, como insectos perversos, puedo ver a los integrantes de los Viajeros de las Brumas. No he olvidado a su tiránica líder, ni a su amiga de nariz aplastada, ni al enano; claro que el enano me cae simpático.

Amartillo mi ballesta y coloco un virote en ella antes de apuntar desde mi ventajosa posición al grupo, tratando de localizar a cualquiera de las dos mujeres odiosas.

Su víctima no se había dado cuenta de la presencia de Bianca, pero había demasiada gente en el patio como para pasar desapercibida por mucho tiempo. Alice y Leiath miraron hacia arriba e identificaron a la figura que apuntaba desde la cornisa. Las miradas se cruzaron con las de la asesina. Dificilmente podían saber ellas a quién estaba apuntando, pero seguro que habían visto la ballesta. Por otro lado, seguía vistiendo la túnica y la máscara de paciente, con lo que podrían pensar que se trataba de un celador armado, simplemente.

Antes de que Bianca llegase a disparar, Leiath lanzó desde el patio una oferta de paz...

 Oyeeeeeeeee!- gritó al francotirador- Isabella, eres tú? Baja, mujer no seas tímida, ayúdanos y escapa con nosotros! Seas quien seas, ven aquí y busquemos la salida juntos!

Maldigo mi mala suerte al ser descubierta antes de tener ocasión de disparar. Ya conozco yo lo que entiende por paz esta mujer traicionera, la paz de los prisioneros. Temo que si bajo trate nuevamente de inducirme un sueño mágico para inmovilizarme e incluso para acabar con mi vida mientras me encuentro indefensa. Nunca más.

—Si me engañas una vez es culpa tuya, si me engañas dos es culpa mía. ¡Que te jodan, puta!

Acciono el disparador de mi ballesta en su dirección y me escabullo sin molestarme en averiguar si mi virote ha dado o no en el blanco. Ahora que sé dónde están los Viajeros de las Brumas es el momento de mandar para allá a los celadores del manicomio mientras yo me escabullo y trato de llegar a la puerta principal. A fin de cuentas, todavía conservo en mi poder la llave de Rehner.

Bianca entró en el desván y llegó hasta el agujero por el que dar a la planta intermedia. Desde lo alto vió el cadáver de Big Crazy aún sin despiezar y a dos de los celadores enmascarados. Uno de ellos miró hacia arriba y se encogió de hombros.

Lo siento, Doctor Rehner. Estamos esperando a que el otro vuelva con el cuchillo de carnicero. Llegará enseguida, y podremos trinchar al pavo.

A mi regreso junto a los guardias descubro que estos todavía no han empezado siquiera el trabajo que les encomendé. Claro que no debe ser fácil encontrar un cuchillo en este lugar cuando lo que quieres es que no caiga en manos de los pacientes, quiero decir, prisioneros.

Por un momento siento la tentación de pedirles que olviden mi anterior encargo y me escolten hasta la salida, pero solo faltaría que el gigante de fuego volviera a alzarse y yo quedase atrapada entre él y los Viajeros de las Brumas. Necesito protección, pero también asegurarme de que nadie va a venir a atacarme por la espalda. Así pues, me resigno a tener que esperar y regreso a la azotea. 

—¡Eh, tú! —saludo, haciendo aspavientos con los brazos, a la criatura alada que flota por encima de nuestras cabezas—. ¡Sí, estoy hablando contigo! ¿Qué puedo ofrecerte a cambio de tu ayuda? Supongo que estarás aquí por algo y tal vez yo pueda contribuir a que consigas lo que has venido a buscar.

Para cuando Bianca volvió a la azotea, la situación había vuelto a cambiar. Flame había llegado al otro extremo del tejado con un par de espadones muy afilados a las espaldas, con intención de vengar el virote disparado por la asesina. Además, el Marut también estaba distinto: de su cabeza había surgido una antenita.

A pesar de todo, Bianca no tenía modo de saber si el Marut hablaba su idioma y había entendido su oferta... o simplemente la ignoraba.

En cuanto al resto de los viajeros, en el extremo nororiental del patio, no se podían ver desde la puerta del desván por culpa del torreón. Podría volver a verlos si avanzaba hasta el mismo punto desde el que disparó el virote, pero ahora estaba allí Flame.

—¡Ey! ¿Cómo has llegado hasta aquí tan deprisa? —pregunto a la recién llegada al tiempo que retrocedo amartillando mi ballesta, caminando hacia atrás para no darle la espalda—. ¿Volando? ¿Tú también tienes un genio que cumple tus deseos? Mira,  no tengo nada contra ti y sería una tragedia que alguna de las dos sufriera un accidente por culpa de un malentendido. ¿Por qué no te vuelves con tus amiguitos de ahí abajo mientras yo me quedo aquí arriba sin molestar a nadie? Es un trato justo, ¿no te parece?

Si se empeña en seguirme va a ser peor para ella, pues terminará en brazos de mis aguerridos guardaespaldas. Por temible que sea con sus dos espadas, no puede ser más dura que Big Crazy.

Doctor Rehner, ¿qué pasa ahí arriba?-dijo uno de los celadores desde la planta intermedia al escuchar las voces de Bianca.

La amenazas de Bianca parecieron funcionar. O por lo menos hicieron dudar a Flame lo suficiente, que se quedó en la azotea sin tener claro si entrar en el desván o no. Entró la situación en un equilibrio en el que cualquier incitación o provocación podía desatar el ataque del contrario, con una distancia prudente entre las dos mujeres.

—¡Tranquilos, es solo un paciente que se ha extraviado! —indico a los guardias de la planta baja, dedicándole un guiño cómplice a la espadachina antes de continuar— ¡Algunos sujetos peligrosos han obligado a otros pacientes a salir de sus habitaciones para sembrar el caos pero confío en que éste no esté tan trastornado como para causar problemas!

A continuación, bajando la voz pero no la ballesta, me dirijo a la amenazante mujer situada frente a mí.

—No sé cuánto te pagan esos de ahí abajo, pero yo puedo ofrecerte bastante más si me ayudas a salir de aquí. Ni siquiera te pido que me ayudes a cargármelos si no quieres hacerlo. ¿Qué me dices? Me vendrían bien ese par de espadas para reforzar a mi grupo de celadores después del último percance.

¿Eh? ¿Cómo dice, Doctor Rehner? No le he escuchado bien.

Si los celadores, diez pies más abajo, no eran capaces de escuchar a Bianca, difícilmente podría entender Flame desde la azotea a noventa pies de distancia lo que le estaban diciendo. De todos modos, la asesina loca estaba lo suficientemente cuerda como para saber que no tenía dinero suficiente como para comprar los servicios de Flame.

Para empezar, en el desván Bianca se llevó las gemas, pero dejó el dinero. Ya solo con la parte que le correspondería a Flame del reparto de ese tesoro, casi igualaría a lo que podía entregarle Bianca en piedras preciosas.

Para seguir, el equipo que portaba Flame no era barato. Solo en armas y armadura, vestía más de 300 monedas, y eso incluso suponiendo que ninguna de ellas fuesen objetos mágicos o elementos de artesanía de gran calidad. "Alquilar" a Flame sería enormemente más caro que a uno de sus paletos celadores que iban por el mundo sin un simple cuchillo para trinchar gigantes, ya que la espadachina manejaba habitualmente un nivel de oro elevado.

Para finalizar, la gola que protegía el cuello de Flame tenía el mismo símbolo que el medallón de sacerdotisa de Hala: un círculo de serpientes que se comían la cola unas a otras. Eso la ponía como una fanática religiosa para arriba, y su fé implicaba también lealtades.

Además, pertenecer al lado de los mojigatos le daba más protección y curaciones, que facilitaban que Flame tuviese más probabilidades de mantenerse con vida con el Aquelarre que con Bianca. Incluso aunque la convenciese, Flame conocía la palabra que desmayaba automáticamente a Bianca (pleasure), con lo que nada impedía que Flame la traicionase, la matase y se quedara con todo con lo que se supone que podría pagarle.

Soy consciente de que no llevo encima suficiente dinero como para alquilar los servicios de la amenazante espadachina, pero eso es algo en lo que confío que ella no sepa. También veo que viste el mismo símbolo que la líder de los Viajeros de las Brumas, pero en nuestro último encuentro demostró ser la más tarada del grupo y tal vez no recuerde sus antiguas lealtades del mismo modo que yo he olvidado cómo llegué hasta aquí.

Desconozco qué beneficios puede reportarle la compañía de sus actuales aliados, pues no sé prácticamente nada de ninguno de ellos, pero mi compañía es encantadora como atestiguarán sin duda los matones de Rehner que tan amablemente se han puesto a mi servicio sin pedir nada a cambio.

Solo puedo deducir que si no acepta mi generoso ofrecimiento es porque no me puede oír bien, pero yo tampoco pienso acercarme a comprobarlo; por si acaso.

—¡¿Cómo van las cosas por ahí abajo?! —pregunto, mientras continúo retrocediendo hacia el lugar donde me esperan mis guardaespaldas—. ¡Puede que recibamos compañía inesperada antes de lo previsto!

Ehm... La cosa está tranquila, supongo. ¿Quiere que subamos nosotros dos ahí arriba con usted?

Desde la azotea se alzó otra voz, la de Flame.

 ¡Estate quieta! ¡Deja de atacarnos! ... ta... ...tan... de huir, ba... con ...so... y ... yú... a ... lir. No ... re... ... cer... da... y ...más ... de... ... dar... a ... tar... esa ... có... más... ... ... ... ... ... ...

Flame no elevaba especialmente la voz, pero por lo menos no hablaba con la voz baja como Bianca la última vez. Había fragmentos del tramo final de lo expuesto que no se distinguían, y solo cuando puso más énfasis (en las exclamaciones), Flame era capaz de hacerse oír.

Tras hablar, Flame desenvainó uno de sus espadones y avanzó hacia el borde de la azotea que daba al patio interior. Entonces se inclinó y empezó a caminar por la cornisa hasta desaparecer de la visión de Bianca.

—Creo que todo está controlado aquí arriba —intento tranquilizar a los guardias fingiendo más seguridad de la que realmente siento—. Prefiero que os ocupéis de descuartizar al ogro mientras la cosa siga así. Os avisaré si necesito vuestra protección.

Por supuesto que la necesito, porque la tipa que tengo enfrente parece capaz de desmembrarme en un pestañeo pero mi ballesta parece sembrar dudas en ella. Mejor así, no quiero tener que matarla pero sobretodo no quiero que me mate.

Intenta decirme algo y yo entrecierro los ojos como si pensara de alguna forma estúpida que eso me puede ayudar a oír mejor lo que intenta decirme la espadachina, pero lógicamente resulta inútil. No logro entender casi nada de lo que me dice y ella, frustrada, termina por marcharse.

Por un momento me planteo la posibilidad de ir tras ella, dispararla por la espalda y que termine convertida en papilla contra el empedrado patio interior pero, a parte de darme un susto de muerte, no me ha hecho nada. No quiero gastar un virote en matar a una persona a la que no odio, habiendo tanta gente a la que odiar en el mundo.

Sin embargo, no bajo la guardia. Podría reaparecer en cualquier momentos e incluso traer refuerzos. ¿Quién demonios sabe cómo ha llegado hasta la azotea tan deprisa?