Partida Rol por web

Onfale tenía un plan en su cabeza pero fue demasiado lento para ponerlo en práctica. No en vano estaba agotado y apenas se sentía con fuerzas para nada, excepto para hacer uso de su débil magia. Observó como Flame y Tybalt se precipitaban al combate dispuestos a proteger con su vida a Leitah y, de rebote, a Aire. Más le valía a Leiath implorar el beneplácito de su piadosa Diosa pues sería ahora o nunca. Los ancianos varones no se quedaron cortos y con fervor se lanzaron a la lucha contra los tumularios. Onfale, protegido por su manto de invisibilidad, se quedó atrás protegiendo a las mujeres más débiles. Sin embargo vio cómo los tumularios rodeaban a Aire y Leiath y se decidió a usar su magia para tratar de ayudarlas. Caminó no sin dificultad hasta tener a la vista su objetivo, aprovechando buscó tener su daga cerca.

- Ommmmm sahasrara piśāca.- Como siempre, había metido los dedos en el contenedor de aceites, los había frotado con esmero para que el aceite se volatilizara y penetrara en sus fosas nasales la esencia de la cera de vela. Como un acto reflejo adoptó con sus dedos el mudra suchi y recitó las palabras sánscritas. Una preciosa flor violeta se dibujó en el aire y en la coronilla invisible del mago y, a través de la primera, llamado de otro plano material, apareció un pequeño escorpión que inmediatamente se puso a picotear y tratar de ensartar con su aguijón al tumulario.

Aire vio cómo los tumularios empezaban a huir y cómo los demás se unían al combate. A Aristóteles le dolía un poco la cabeza por el golpe que le había dado al que tenía más cerca, y le volvió a doler cuando Aire volvió a usarle de atizador, golpeando a uno que se quería escapar.

La muchacha miró para todos lados, intentando ver qué opciones tenían. Ella quería ser amiguita de todos, pero eran unos bordes y malas personas. Y la gente así, no se merecía vivir. Fue entonces cuando sintió que algo intentaba cogerla del brazo.

¡Aaaah! gritó asustada. Al mirar, vio a su ya no-amigo el de la costilla rota intentando agarrarla. ¡Suelta, feo, más que feo! siguió alzando la voz mientras forcejeaba. Consiguió zafarse del agarra y dio un paso atrás.

Los ojos de la muchacha volvían a estar negros. El aura oscuro no tardó en rodearla mientras ella alzaba las manos. Un rayo de fuego bailaba de una mano a la otra, hasta que decidió lanzarlo sobre la criatura que, segundos antes, había intentado agarrarla. Por suerte para el bicho, Aire falló.

La maga pelirroja vio como no erraba con el hechizo, entonces comenzó a reírse como una loca. ¡Criaturas insensatas, arderéis en el infierno! Dijo mientras recitaba de nuevo el hechizo y apuntaba con los dedos a uno de los tumularios. 

¡Lárgate de aquí! Gritó Flame a la bruja de Hala. Puedes expulsarlos igual de bien desde allí, dijo señalando el lugar donde se encontraban sus compañeros que desde aquí. Le indicó algo molesta a la par que preocupada. Y entonces dio un paso hacia atrás para evitar cualquier intento de golpe por parte de los enemigos a los que se estaba enfrentando y se acercó a Aire y a Leiath. Tiflin, llamó a su compañero, aún no se había aprendido su nombre y en ese momento es lo primero que le salió, no quería ser borde, ni tampoco hostil con él, habían aprendido a llevarse bien y más durante la batalla, pero ahora no podía pararse a pensar en cuál era su nombre, hay que proteger a Leiath de estas criaturas, acabemos con ellas cuanto antes, concluyó colocándose entre sus dos compañeras.

Muy relajado, y tomándose su tiempo, Onfale empezó a conjurar mudrasuchimente invocando el chakra del sarasa...

La bola de fuego de Alice estalló tras el iglú, y la onda expansiva alcanzó a dos de los maleantes que se encaraban con Aire. A Aire no la cogió de milagro, porque el iglú le hizo de parapeto, pero ya todos sabemos lo peligrosa que es Alice en temas de puntería, pero seguro que si el rayo de fuego que lanzó Aire falló es porque la bola de fuego de Alice la desestabilizó un poco.

Con Flame abandonando su posición, Lord Sauvage ocupó su sitio al lado del impío Tiflin. Entre los dos trabajaban mejor en equipo que con la individualista Flame, centrando sus golpes en la misma criatura. Sin embargo, aguantó en pie. Becky y Lady Arquette también salieron en ayuda de Tybalt, pero Becky estaba tan cansada que no pudo acercarse lo suficiente para lanzar una poderosa y letal salpicadura de ácido, y la esfera flamígera que creó Lady Arquette no llegó a invadir el espacio ocupado por el tumuluario.

Onfale seguía con sus chukras y sus merinas...

El viejo fraile se escurrió tras la estatua que coronaba el risco, y realizó una nueva expulsión. Los dos tumuluarios que estaban con Tybalt y Lord Sauvage huyeron para refugiarse tras el monolito con su otro compañero, mientras que los necrófagos recién liberados de sus jaulas corrieron hacia el lago de magma para hundirse en la dolorosa seguridad de su lumbre.

Cuando los tumuluarios intentaron poner sus impías zarpas en una Leiath sentada e indefensa, su aura empezó a brillar obligándolos a retroceder hacia los iglús.

¡Noo! ¡Noooooo! ¡Acabad con el viejo y la chica! ¡No dejéis que invoquen a sus dioses!

Las pocas tropas valientes que le quedaban a Mahakuasa no daban a basto. Uno trataba aún de capturar con vida a Aire y convertirla en rehén (o esclava sexual, según la terminología de cada zona). Los otros dos no lograban flanquear a Flame. Y los dos que habían liberado a los necrófagos de sus jaulas para nada, se abalanzaron sobre Fray Sébastien.

Mahakuasa debió pensar algo así como "si quieres que algo se haga bien, hazlo tú mismo", y fue a por la sacerdotisa de Hala. Casi a la vez, en distintos puntos del cráter, las garras de los tumuluarios arañaban la piel de Leiath, Flame y, por dos veces, del viejo fraile de Heironeous. Sintieron frío (Leiath lleva sintiendo frío desde que Alice se cargó la burbuja protectora del barco), marchitamiento (Fray Sebastien lleva sintiendo eso desde los sesenta y cuatro años, los sesenta y tres fueron muy juveniles y alocados) y cómo la vida se les escapaba (una sensación muy familiar para Flame).

Listo. Onfale al fin terminó su ritual. La nieve del suelo se abrió junto a uno de los iglús, y de ese portal surgió un escorpión pequeño, pequeño al estilo bilbaíno, tamaño gato gordo. El escorpión trató de pinzar y pinchar al tumuluario que trataba de secuestrar a Aire, y lo habría conseguido si a la chica no le diese por forcejear y moverse tanto.

No dió más tiempo a Onfale para reaccionar. En cuanto abrió los ojos vió a los supervivientes de la bola de fuego de Alice avanzar tras el iglú, en dirección a Becky, Lady Arquette y él mismo. ¡¿Pero cómo?! ¡Si aún es invisible! Miró a su lado a Alice y se dió cuenta de que venían a por la pelirroja.

¡Otra vez no!- El perfumista volvía a vivir su peor pesadilla. Se había quedado solo con la homicida Bruja Roja y ésta volvía a intentar matarlo. No sólo eso sino que los tumularios se abalanzaban hacia ella con él e su camino. Tenía que alejarse de ella lo antes posible o acabaría chamuscado pro su incontrolable poder. Se escurrió pro el pasadizo y penetró en la caverna buscando un sitio relativamente seguro desde el que conjurar.

 -Vammmmmmm , ¡¡Svadhistana mâija!!- De nuevo otro conjuro que le permitía conservar su invisibilidad. una flor anaranjada de seis pétalos se dibujó en el suelo bajo los pies de los tumularios haciendo la superficie resbaladiza.

Aire quiso volver a conjurar, pero no pudo. Cuando su mano se deslizó a por nuevos ingredientes a su bolsa de conjuros, sintió cómo la frialdad invadía su cuerpo. Miró con desagrado a la criatura que la agarraba, y tiró con fuerza para desprenderse.

¡Suelta, criatura inmunda!
 

Otra vez la diosa Hala intercedió a través de Leiath para favorecer al imposible grupo y espantar a esos tumularios que tan peculiar recibimiento les estaban dando. El que estaba frente a Tybalt salió despavorido y el tiflin no dudó en aprovechar la oportunidad para rematarlo. Pero en ese instante vio cómo la vida de la venerada bruja corría peligro al estar uno de los líderes junto a ella y todo lo que hizo fue blandir erráticamente su espada sin mirar siquiera si había llegado a acertar en su blanco. 

Sin prestar mayor atención a su alrededor, Tybalt salió corriendo librar a Leiath de la amenaza del jefe de los tumularios. Avanzó describiendo un arco para tener al líder acorralado entre Flame y él mismo; tratando así de limitar sus movimientos. -¡Leiath, aléjate!- Le dijo a la bruja para que se apartase de aquel ser ahora que ya no podría moverse sin exponerse a ser ensartado por la guerrera o por el espadachín. Al mismo tiempo que advertía a la bruja, el tiflin asestó una estocada directa al torso de tan horrible anfitrión.

Flame vio como poco a poco sus compañeros eclesiásticos iban minando las fuerzas no-muertas de sus enemigos y cada vez iban quedando menos enemigos de los que preocuparse. Aquello le ayudaba a seguir adelante, aunque podía sentir como aquella bestia le drenaba gran parte de su energía, aunque mejor a ella que a la salvadora de Hala.

Al tener al que parecía el líder de los tumularios delante, decidió que ya iba siendo hora de enfrentarse a él. No pudo evitar dejar escapar a uno de sus enemigos, pero Ayash se encargaría personalmente de él.

La maga desenvaino la daga y se preparó para defenderse. Estaba demasiado cansada para lanzar un hechizo lo suficientemente poderoso como para destruir al tumulario del todo, y si lanzaba un  hechizo la criatura la pillaría con la guardia baja. ¡Ayuda! Que alguien me quite a este vicho de encima. Grito desesperada la maga pelirroja, mientras daba un paso al frente para evitar que la criatura le pudiera cargar.

Si hacian caso de su lider, Leiath recibiría más golpes que una estera, debía ponerse de pie y no quedarse en aquella posición tan vulnerable.

Se levantó como pudo (estuvo tentada de agarrarse a la pierna de Flame para ayudarse a subir, pero temiendo que la guerrera le pegase también por puro reflejo, abandonó la descabelalda idea) esperando el golpe del líder tumulario. Tras recular un paso, volvió a invocar a Hala para que acudiese en  ayuda de su himilde sierva.

Esta vez el aura de Leiath no es muy potente, pero rocía de lleno al líder de la tribu tumuluaria. Entre gritos de horror, Mahakuasa huye llevándose un tajo por la espalda propinado por la espada de Tybalt. No es suficiente para hacerlo caer, y Mahakuasa termina su carrera en el mismo lugar en el que lo hicieron sus esclavos necrófagos: hundiéndose en el magma del lago entre alaridos y gemidos, llevándose consigo el valiosísimo cetro mágico de incalculable valor y poder que los aventureros podrían haber conseguido.

¡EL TIRANO A MUERTO! ¡VIVA!

Aquellos tumuluarios que no están asustados por las continuas expulsiones de Fray Sébastien y Leiath, festejan con vítores la muerte de su líder. El no-muerto que atrapó a Aire da vueltas y vueltas con ella en brazos como si bailara. Alice, Becky y hasta la pasa arrugada de Lady Arquette se llevan unos desagradables besos de labios fríos y pustulentos. En el suelo, uno de los tumuluarios se reboza en un charco de grasa de pura alegría.

Escondido y tembloroso en uno de los iglús, Hanuatu se asoma al exterior para comprobar la verdad de los gritos de júbilo.

¿Mahakuasa ha muerto? ¡MAHAKUASA HA MUERTO! ¡SOMOS LIBRES!

Un par de brazos pútridos alzaron a Leiath desde el suelo hasta los hombros, y la pasearon en alto como la libertadora (y nueva líder de la tribu por sucesión en combate) que es.

Los servidores de Heironeous no parecen muy contentos con este cambio de actitud. Lord Sauvage se afana por forcejear con uno de los tumuluarios para liberar a su compañera de trabajo Lady Arquette, con la que no tiene absolutamente ninguna relación sentimental, de un demasiado cariñoso abrazo.

Non... Noooon... Ne est admisible. Nosotros no aceptamos la fraternité de unos seres malignos...

Fray Sébastien alza en alto el símbolo de Heironeous para volver a canalizar la fuerza de su dios contra sus enemigos acérrimos. Pero mientras lo intenta, el medallón se le escurre de los dedos temblorosos y su cuerpo se desploma sobre la nieve. La consunción vital de dos tumuluarios ha demacrado tanto su viejo y maltrecho cuerpo que no puede mantener la consciencia.

A Leiath casi le da un ataque al corazón al recibir el nauseabundo abrazo del no-muerto, pero sin saberlo Hanuatu había acertado en pleno si lo que quería era conservar esos despojos sobre sus carcomidos huesos.

La jóven y aún algo inocente bruja de Hala, se apiadó de inmediato de esos seres.

- Alto! No les ataqueis!

Quitandose como pudo al alegre tumulario fue a atender al consumido clérigo de 'Jironeius'. Mientras, dirigia sus palabras tanto al anciano que como ella compartía el poder divino, como a sus vetustos acompañantes: - Es que acaso vuestro dios no es piadoso? Vuestro dios es tan maligno que haría daño a unas criaturas que se han rendido en el combate? Sí no mostrais clemencia os estaríais poniendo a la altura de aquellos a los que combatis.

Ya llegando al sacerdote, le acarició con ternura el rostro y le susurró:

- Dejadme que me ocupe de vuestras heridas, y demos una segunda oportunidad a estos desgraciados.

Aire no asimilaba esa situación. Sufría un tick en el cuello, que le hacía ladear la cabeza con movimientos excesivamente violentos. La Aire mágica luchaba porque la Aire amiga de los niños no saliera a la luz. La oscuridad de los ojos parpadeaba a la par con sus ticks. Medio rostro de Aire recuperaba la "noramlidad", mientras el otro luchaba por doblegar a la aristotélica.

Un grito agónico, de verdadero sufrimiento, surgió de las cuerdas vocales de la muchacha. Movió la cabeza hacia atrás, presa de su dolor, mientras su grito iba en aumento, hasta que...

Empezó a reirse.

Sus risas se unieron a la de los tumularios, y empezó a dar vueltas con el que la tenía agarrada, que ya no sentía su presa. De hecho, ella misma empezó a guiarle, como si ella hubiese sido la originaria de la fiesta, e hizo que otros tumularios se unieran al corro de la patata. Con un poco más de tiempo, haría que cantaran todos al unísono.

Tybalt maldijo para si al no aprovechar la oportunidad de rematar al líder tumulario cuando este sucumbió al poder sagrado de Leiath, pero enseguida devolvió su atención a la batalla que se estaba desarrollando en ese cráter. Pero su sorpresa no pudo ser mayor al ver la reacción del resto de los aldeanos. La expresión del tiflin era todo un poema mientras contemplaba indeciso cómo los tumularios parecían celebrar la pérdida de su jefe.

Las encendidas palabras del sacerdote lo sacaron de su estupefacción. Pero a pesar de la arenga del anciano para acabar con esas criaturas, Tybalt no las tenía todas consigo pues no parecían ser una amenaza. Además, el hombre de la sotana y su amigo siempre parecían encontrar una razón para erradicar algo así que tampoco es que al tiflin le sonase demasiado convincente. Tan solo cuando Leiath hizo gala de su misericordia, el espadachín bajó sus armas aunque no llegó a enfundarlas. Todavía un tanto perplejo, se giró hacia el tumulario más cercano dispuesto a despejar sus dudas. -¿Se puede saber a qué viene todo esto?- Preguntó a pesar de quedar bastante claro que aquellos no muertos vivían bajo el yugo del tío de la vara. Pero prefería escuchar la versión autóctona y no lo que su sentido común le sugería.

Afortunadamente Onfale seguía invisible para que sus compañeros no pudieran la expresión de gozo en su deformado rostro al ver cómo la Maga Pelirroja imploraba ayuda, acorralada como estaba por uno de los tumularios. ¿Acaso no era tan poderosa su magia que ahora gimoteaba como una niña pequeña implorando ayuda? Sin embargo, su gozo quedó en un pozo ante la rendición de sus atacantes. Pero como era un superviviente debía ver el lado positivo. Si Leiath era nombrada la nueva líder de aquella chusma no-muerta, podrían tomarse el descanso tan merecido que llevaban buscando. Sólo pensar en acomodarse junto al lago de lava le hacía sentirse reconfortado y hasta amistoso. Tanto que hasta podría acercarse a Alice e ir juntos de la mano hacia el reconfortante calor.

Mejor no...

El combate de por sí era caótico pero la victoria también. Los tumularios parecían extasiados, incluso alguno embadurnándose en su charco de grasa como un cerco en la cochiquera. Todo aquel jaleo le trajo, sin saber muy bien por qué, recuerdos de su lacayo Fosco. El mago observó la escena como ausente o, más bien, desde una perspectiva privilegiada, dada su temporal condición. Todos parecían distraídos y el caos se mantendría un rato aún. Si penetrante mirada se fijó en los iglús, tratando de determinar cuál sería el del tiránico líder de los tumularios o aquel que pareciera de mayor calidad. ¿Qué habría hecho Fosco en su lugar? Lo sabía bien. Aprovechando el jolgorio se encaminó a echar un vistazo a las casuchas de hielo.

Sería delito desaprovechar la Esencia Divina que he tenido que emplear para realizar un conjuro.- Si algo había aprendido Onfale en su harén era a no ser un derrochador. Un grupo de mujeres siempe era algo difícil de gestionar. Caprichosas, despilfarradoras e inconscientes, se podían gastar toneladas de oro en pocos días si no se las trataba con mano dura al respecto. Eso había convertido a Onfale en un ferviente miembro de la Cofradía de Puño Cerrado. No iba a malgastar lo que costaba el conjuro hasta no exprimir todo el juego que pudiera de él. Eso era eficiencia.

Esperaba el golpe fatídico que acabara con su vida, sujetando la daga en alto y con los ojos medio cerrados.  Cuando noto los fríos dedos recorrer su cuerpo pensó que era su fin, pero no, el tumulario se deshizo en abrazos y besos. La pelirroja lucho intentando quitarse de enzima al muerto viviente. ¡Quita! ¡Quita! ¡Sí! ¡Gracias! ¡Gracias! Pero déjame respirar, y quita de encima que las manos van al pan. Dijo estremeciéndose al notar como uno de los fríos brazos del no muerto pasaba cerca de sus pechos.

Con un poco más de espacio para respirar la maga apoyo la idea de Leiath, y comenzó a acercarse al grupo central. La bruja de Hala tiene razón, no ganamos nada martirizando a esta criaturas.

¡Fray Sébastien, non!

Lady Arquette y Lord Sauvage acudieron con Leiath hasta la vera del fraile. Si él se moría, la magia de Leiath no podría proteger de la energía negativa a todos. La mano de Leiath, sus dulces palabras y, en menor medida, el poder de Hala, devolvieron el color a las mejillas del anciano. No llegó a despertar, pero sí a refunfuñar entre dientes.

Ya tiene mejor couleur, menos mal. Merci, sacerdotisa de Hala.