Partida Rol por web

Oh! Exclamó Leiath para sus adentros cuando vió asombrada como parecía que no le hacian el menor daño a aquel gigantesco insecto. Además... hablaba!

No creía que fuese una buena idea quedarse a pelear con semejante monstruo. Aunque consiguieran vencerlo seguramente vendrían refuerzos.

Se acercó hasta Flame al ver que ésta había recibido la peor parte, pero sin entrar en la zona amenazada por la hormiga para curar sus heridas

-Flame, acércate. Deja que Hala te sane y vayamonos de aqui deprisa.

Coged a los niños y huyamos!- dijo dirigiéndose al resto.

No había razón para morir en aquella lucha.

Aire movío las manos con velocidad. Una bola verde apareció entre sus palmas. El ácido podía ser lo único que afectase a aquellas criaturas. ¿Y había dicho que no era la reina? Si sólo era un soldado, estaba claro que habría más como ella... Y eso podría volverse muy peligroso.

Lanzó la bola casi sin mirar. Estaba de acuerdo con la bruja de Hala. Tenían que salir de allí.

Flame vio que las heridas se cerraban en cuanto las generaba Ayash. No podía permitirse que todo su esfuerzo se viera truncado tan rápidamente, así que hinchó sus pulmones y dejó que el ácido interno de su estómago se extendiese a lo largo de todo el cuerpo de la criatura. Estaba dispuesta a deshacerse de aquel insecto, o lo que fuera, pues para colmo la habían envenenado y podía sentir como sus movimientos perdían agilidad por culpa de su aguijón.

Tybalt, intentemos flanquearla, creo que va a ser la única forma de encajarle algún golpe. Su exoesqueleto es demasiado duro.

La maga continua a la espera, sabía que su magia era poco efectiva y prefirió no utilizar la ballesta contra sus amigos. Maldito rey Bob, adoremos todos al rey Bob. Pensaba irónicamente. 

¡Ya era hora, plebeyo!

Onfale estiró su brazo. El Rey Bob estiró el suyo. Casi podían rozar sus dedos. Pero de pronto, el ácido lanzado por Flame impactó en la criatura, haciéndola retroceder hasta golpear un montón de basura que se empezó a desmoronar sobre el eunuco y el pequeño rey. Había estado cerca, pero al final no pudo ser, y el hueco entre ambos quedó cerrado.

La myrmarca hundió su aguijón en el hombro de Jadewo, justo en el mismo instante en el que Aristóteles reñía a Aire por gastar tanta magia. Trepando tras uno de los montones de desperdicios, asomó de nuevo el Rey Bob, triunfante.

¡Loki! ¡Loki, cógelo!

El Rey Bob se arrancó la pequeña ocarina que tenía colgando de un cordel en torno al cuello y lanzó el instrumento todo lo lejos que pudo antes de escurrirse de nuevo tras la pila de trastos. La ocarina aterrizó cerca del trono, en lo alto de la pirámide de tierra. Loki comenzó la árdua tarea de subir, pero con los últimos temblores debido a las excavaciones de las formícidas, la tierra estaba algo más suelta.

Flame dio un paso hacia delante sin hacer caso de sus compañeros que estaban tratando de insinuar que iba siendo hora de largarse de allí. No estaba acostumbrada a ser la primera en retirarse, si no que más bien le gustaba irse al final. Aunque aquello supusiese mucho dolor.

Mientras comprobaba si decidían huir o no, Flame decidió descargar otro golpe a la mymarca, sobre todo ahora que Leiath se había acercado para curarla y hacerla sentirse mejor.

Maldita sea! La bruja vió como se le escapaba de las manos de Onfale el pequeño al que habían ido a rescatar. Ella no se iba a ir de ahí hasta que los dos niños estuviesen en el pasadizo, a salvo. Estuvo tentada de ir ella misma a cogerle de la oreja para sacarle de ahí rápidamente, pero se contuvo. En su lugar, intentó razonar con aquella bestia. Había visto que hablaba asi que no perdía nada por intentarlo. Al menos podría distraerla mientas los demás se replegaban.

- Alto! Déjanos ir! Os dejaremos trabajar en paz, pero déjanos marchar! No queremos hacer daño ni a tu reina ni a ninguna de las trabajadoras. Saldremos de estas tierras y no volveremos a molestaros.

Sólo un poquito más. Ya casi lo tenía. La mano diminuta del Rey Bob se dirigía hacia la suya pero la del perfumista  se desviaba ligeramente, como su mirada, hacia la bolsa de contención que le pertenecía. Fue entonces cuando un falso movimiento de la enorme hormiga lo echó todo al traste.

¡Mierda de niño!

Trató de pagar su frustración atacando a la Myrmarca donde más pudiera dolerle pero su armadura natural era infranqueable para alguien con la habilidad en el combate tan limitada como Onfale.

¡Marchemos antes de que vengan más hormigas! Digo la maga. Estos malditos artrópodos adoran el comunismo, seguro que no tardaran mucho en venir sus camaradas para luchar todas juntas contra el invasor capitalista. ¡Malditos bichejos que buscan el beneficio común envede el beneficio propio! Mientras Alice soltaba su discurso sobre la sociología de los formidos, permanecía atenta a la retaguardia y al resto de túneles.

El combate se mostraba tan duro como cabía esperar, y eso sin contar con nuevos rivales en la contienda. Un aguijonazo pasó las defensas del guerrero, clavándose en su blanda piel, soltandoel veneno en su cuerpo... Pero no era el momento de desfallecer, había que continuar plantando cara a la criatura hasta que los niños estuvieran a salvo...

Esa determinación y necesidad hizo que Jadewo sacara fuerzas de flaqueza para continuar en la lid, blandiendo su acero contra la criatura, encontrando una juntura entre su quitinosa piel por la que colarse y llamar de nuevo su atención.

pssss... ¡la alienación del capital! psss... ¡la dictadura del proletariado!

La hormiga formícida centauro myrmarca social-comunista estaba fuera de sí. No entraba en razón al oír las palabras conciliadoras, y posiblemente capitalistas, de Leiath. Loki alcanzó la cima del montículo y se hizo con la ocarina. Y empezó a tocar...

Fifufififufiiiiiiiiiiiiiuuuuuuufifiuuuu...

El sonido de la ocarina desafinada hizo salir de entre los montones de basura a una rata... y luego a otra... y a otra... En poco tiempo, un ejército de ratas empezó a subir la cuesta del montículo del trono en dirección a Loki.

Evea dejó de cantar...

¡Loki! ¡Escúchame! ¡Sé que estás asustado! ¡Sé que estás nervioso! Olvídate de lo demás. Cierra los ojos. Yo seré tú metrónomo. TAC-TAC-TAC-TAC...

Infundiéndole la aptitud suficiente para tocar mejor el instrumento, las ratas se detuvieron ante la música de este flautista de Hamelín, y todas a una volvieron a bajar. Las plagas pasaron bajo las piernas de Flame, Jadewo y Onfale y se abalanzaron sobre la criatura, que acababa de recibir las estocadas de Jadewo y Flame. En esos momentos, la myrmarca ya estaba sangrando por múltiples heridas, y no era capaz de regenerarse lo suficientemente rápido. Fuera de control, el monstruo se revolvía: hundió su aguijón en Onfale y cerró sus mandíbulas sobre Tybalt, levantándolo en el aire y zarandeándolo hasta que las ratas le obligaron a soltarlo.

Flame no se cansaba de luchar contra la mymarca que tanto daño le había provocado ya. Y en vista de que sus compañeros no se decidían a huir, ella tampoco se decidía a dejar de luchar, así que sin dudarlo ni un instante, movió con toda sus fuerzas a Ayash para cercenar el cuerpo de la criatura y eliminarla de una vez por todas.

Jadewo, con una disciplina forjada a base de años de intenso estudio de la esgrima y la magia, continuó blandiendo su cimitarra contra la criatura, acosándola sumado a los ataques de Onfale, Tybalt y la mujer dragón... Otra vez obtuvo sus frutos, colocando un nuevo tajo a la criatura, aturdida y asediada por todos los ataques que recibía a la vez.

Aunque el combate parecía decantarse a su favor, Tybalt no se quedó sin su ración de tortas. Pero esta vez no terminó hecho un amasijo de carne y huesos a la espera de ser recompuesto por la gracia divina de Hala, así que podía decirse que era su día de suerte. Además, ya iba siendo hora de dar un buen golpe en lugar de sólo recibirlos.

Y así fue. El ojo analítico del espadachín y su paciencia entrenada en su esclavitud permitieron encontrar un punto débil en aquella coraza quitinosa. Las ratas que se arremolinaban sobre ella y la presión que el mismo grupo ejercía le permitieron a Tybalt encontrar un hueco por donde atacar y esta vez lo hizo con una espada pues era momento de un golpe letal y no de vistosas filigranas. Con habilidad, evitó los movimientos espasmódicos de la bestia y se abrió paso hasta el punto blando. En un instante que parecía extenderse en una dolorosa eternidad, Tybalt apuñaló con una presión mortal ayudándose de las dos manos para clavar su acero hasta la empuñadura. En aquel momento lamentó que la hoja no fuese más larga. Pero entonces recordó lo que mola manejar con habilidad dos espadas cortas y le pareció que el mundo se equilibraba de nuevo. 

Ni caso. Parecían empeñados en acabar con esa hormiga sin razón aparente. La pobre solo estaba protegiendo a sus trabajadoras.

En fin, no iba a dejar que sus amigos cayesen solo porque no sintiesen empatía por aquel monstruo como lo sentía ella.

Se acercó a Onfale esta vez, pues el encleque perfumista estaba lleno de golpes, y le otorgó la gracia de Hala una vez más, para cerrar sus heridas.

Aire no notó que su magia se estaba acabando hasta que la bola de ácido se deshizo en la palma de sus manos. Se frustró y cerró el puño con fuerza. Las palabras de Aristóteles no ayudaban a su estado de ánimo. Sin ácido, Aire estaba vendida. Su magia no iba a ser igualmente efectiva, así que ¿para qué malgastarla? Se contuvo, esperando una oportunidad o que todos decidieran salir corriendo.

Alice seguía cubriendo la retaguardia a la espera de que el maldito rey mocoso decidiera salir de su escondite y marcarse con ellos a un lugar seguro. Ya tenía suficientes datos sobre hormigas para escribir un libro.    

La gran hormiga se tambalea, y finalmente cae. Como un resorte, el resto de cuellos hormiguiles se giran hacia el lugar del combate. Los delgados pies de las obreras corretean hasta allí, y cargan sobre sus hombros el cadáver de la myrmarca. Como un gran héroe de guerra caído, transportan a su guerrero con todos los honores a una cámara en la que se le dará el adecuado tratamiento: la despensa de la colonia.

Loki deja de tocar la ocarina, y las plagas de ratas se disuelven volviendo a enterrarse bajo la basura. En cuestión de horas, las obreras habrán desescombrado todo el basurero, y tendrán que marcharse, pero hasta entonces, aquellos siguen siendo sus dominios. Los niños ya han emprendido ese mismo éxodo.

¡Vamos, vamos! ¡Tenemos que salir de aquí!-grita el Rey Bob, saliendo de detras de uno de los montículos.

Comienza una larga carrera por las galerías, siempre cuesta arriba. Hormigas soldado que vienen directos hacia ellos les obligan a torcer el rumbo, girar en la siguiente bifurcación... los aventureros corren a ciegas, pero la marcha la abren los dos niños, y saben exactamente a dónde dirigirse. Las hormigas soldado recortan distancias...

Tras el último recodo, una pértiga de metal apuntala en diagonal una piedra planta contra el techo. Cruzada en el camino, Loki se escabuye por debajo a la derecha y el Rey Bob la salta por encima a la izquierda. Éste último se para y da media vuelta para ver a los adultos que le siguen.

¡Rápido! ¡Por debajo! ¡Por debajo!-ordena, mientras saca de la bolsa de contención una de las cuerdas compradas en la tienda de Otto, y ata un cabo a la pértiga.

Algunos adultos empiezan a flaquear. El veneno del aguijón empieza a hacerles efecto. En el último momento, todos logran pasar. El Rey Bob tira de la cuerda, la pértiga sale disparada. La piedra cae sobre la avanzadilla de las hormigas formícidas, y la tierra del techo se desmorona tras los aventureros.

Todos logran salir a la misma explanada del mismo flanco de la ciudadela. A bastantes yardas de la salida, una decena de niños centra su atención en el otro acceso a la madriguera.

¡EH! ¡AQUÍ!

Los niños corren con los brazos abiertos. Freya abraza a Loki y al Rey Bob a la vez. Sus amigos les rodean. Después de todas las penurias pasadas, vuelven a estar juntos.

Cof, cof... dejémonos de sentimentalismos-el Rey Bob da unos pasos hacia el grupo de los adultos y desenviana su estoque-. Gracias por venir a salvarme. Como Rey que soy es mi deber recompensaros como es debido, en proporción a vuestra hazaña. ¡Arrodillaos, por favor!

Leiath, pese al agotamiento mental y físico no paró al encontrar por fín la salida. Tenía que cerciorarse que estaban todos bien. Fue inspeccionando a todos los niños para sanar a los que estuviesen más heridos con la gracia de Hala, y a los menos con su bolsa de utensilios de curandera, que gracias a Hala permanecía limpio en su bolsa de contención.