Partida Rol por web

La bruja depositó con mimo el huevo en su bolsa de contención.

- Está bién, si puedes por tí sola, mejor. No vaya a ser que luego necesitemos el conjuro para salir de aqui.

Vayamos entrando para no perder más tiempo.

Leiath se había asegurado que la enormere criatura no les dejase mientras acababan con la Rosa, o eso pensaba ella.

- Gran Dragona... Cómo debería llamarte? Avisanos si necesitas ayuda nosotros tenemos un asunto que resolver ahí dentro y podemos marcharnos.

Aún no le había respondido cómo pensaba el inmenso reptil abandonar ese plano, y si les podía llevar con ella.  pero como para Leiath lo primordial era completar la misión, no quiso perder más tiempo en buscar las respuestas necesarias.

Venga, venga!- azuzó al resto del aquelarre.

Flame comprendía la necesidad que sentía la bruja de Hala de destrozar la Rosa de Laón, pero Flame había sentido cierto vínculo con la dragona desde el primer momento en que se había montado en su grupo. Es cierto que cuando la conoció no había hecho buenas migas con ella, y no se había terminado de fiar. Pero ahora que habían volado juntas ella sentía que sería mejor ocuparse de ella y no dejarla sola. Así que decidió enfrentarse a la mano que la tenía apresada y tratar de destrozarla antes de que pudieran lamentarlo. Marchaos, yo me quedo. Les dijo al tiempo que sacaba a Ayash para ayudar a la dragona. 

Yo también te ayudo añadió Aire mientras se acercaba con el oso en lo alto mientras se acercaba a la mano de piedra que apresaba a su nueva mejor amiga. Aristóteles, creo que te va a doler dijo mientras hizo que el peluche girara a gran velocidad para terminar impactándose en la mano.

Mi nombre es... ¡Melniirkumaukrekon!-dijo con pompa y voz briosa.

...

Melniir. Con que me llames Melniir es suficiente. Ahora, marchaos-ordenó, volviendo a golpear la mano de piedra con la cola.

Jadewo, Onfale, Lu Nantika, Tybalt, Leiath, Becky y Laón se marcharon a todo correr en dirección a la catedral. Estuvieron unos minutos golpeando la dura roca, aunque era la cola de Melniir la que hizo la mayoría del trabajo. Estaba ya Aristóteles con el cuello torcido de tanto golpetazo, cuando la tierra empezó a temblar...

¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!

Desde más allá de las rocas, Melniir, Flame, Aire y Aristóteles vieron una figura demoniaca acercándose a la carrera desde lo lejos, primero como un punto rojo entre las ruinas, luego más nítidamente.

NYOOOOOOOOOOURGH...

Es Orcus. Por supuesto... ¿cómo he sido tan estúpida? ¡Un conjuro de alarma! Sabe que hay intrusos aquí arriba desde el mismo momento en el que pusimos un pie en esta azotea.

Melniir lanzó una mirada de desconfianza a las dos humanas. Ahora que el peligro era real, ¿seguirían rompiendo la piedra y terminarían de liberarla o huirían para salvar su propio pellejo?

Jadewo, Onfale, Lu Nantika, Tybalt, Leiath, Becky y Laón se marcharon a todo correr en dirección a la catedral. Ya tenían el edificio en su punto de mira cuando de pronto...

Nyooooooourrrrrgh...

Aquella especie de rugido sonaba a sus espaldas, amortiguado por la distancia.

Vaya... a alguna de vuestras amigas se le fue la mano tratando de romper la piedra, y ha debido lastimar a la dragona.

No era la única piedra que se iba a romper en aquella noche perpétua. Estaban ya a solo doscientos pies de la catedral, cuando vieron moverse en su cornisa un pequeño retén de gárgolas dispuestas a defender la Rosa de Laón.

Uhm... no estaban aquí la última vez que yo estuve. Claro que tampoco había manos de roca que te agarraban y te tiraban al suelo.

La verdad es que Onfale estaba más atento a lo que decía Laón que a que la dragona se hubiera quedado atrapada. Sola parecía arreglárselas bien y, después de su actuación contra el dragón, el perfumista pensó que sería más útil protegiendo a Leiath. Por lo tanto acompañó a ésta a recoger el dichoso huevo mientras otra parte del aquelarre ayudaba a la dragona.

- Mmmm...- Reflexionaba el mago.-  No suena demasiado difícil pero seguro que hay más trampas y protecciones si es tan vulnerable a tus jugos gástricos.- Era una suerte que el demonio simiesco fuera tan peludo. Si fuera como Onfale le iba a costar encontrar algún pelo que no fuera de la cabeza.- No tardéis demasiado chicas. Aire y su gran puntería* nos será de gran ayuda.- Se posicionó junto a la Bruja de Hala.- Hay que tener mucho cuidado. Ahora es cuando de verdad comienza el peligro.- Advirtió a su amiga y compañera. El perfumista había logrado guardar fuerzas mágicas para usarlas ahora, pero conocía sus limitaciones. Además, los múltiples peligros a los que se habían enfrentado y ver tan cerca el final de todo hacía mella en su ánimo. ¿Qué iban a hacer cuando destruyeran la Rosa? ¿Cómo escapar de allí? La misión le seguía pareciendo suicida.

Algo se nos ocurrirá, siempre hemos seguido adelante.

Jadewo fue con el grupo a por completar la misión, pues por un lado la dragona parecía que era capaz de liberarse sola y, por otro lado, era posiblie que el activar esa protección se alertara a los guardianes del templo de que había intrusos junto a la Rosa de Laón... y al parecer así era.

-Las cosas se complican, otra vez. Esas gárgolas nos complicarán el abance, sugiero intentar llegar al templo a pesar de sus ataques, aquí en el exterior con sus alas tendrán ventaja, dentro de la catedral espero que nos vaya mejor. Apresuremos el paso.

Dijo aferrando con fuerza la correa del escudo.

Odiaba tener razón. No tardaron en tener la catedral a la vista cuando un grupo de gárgolas, comandado por una albina, les hizo frente.- ¿Cuántas son?

Con el grupo dividido eran mucho más débiles y tenían a muchos a los que proteger.

- Te necesitamos vivo, Laón.- Dijo sabiendo que el demonio era el único que podía romper el rosetón. Pero también había que proteger a la Bruja de Hala. Tybalt y Jadewo habían demostrado de sobra sus habilidades. Onfale tendría que esforzarse mucho para ponerse a su altura. Tendría que suplir sus carencias con magia. El perfumista eligió la fragancia de de entre su bolsa de aceites metiendo veloz el dedo corazón en el receptáculo adecuado. Untó en él la yema del dedo y la frotó con la del índice para darle fluidez. Se la untó por encima de su labio superior y aspiró la fragancia con ímpetu, dejando que la esencia enlazara, a través de la memoria olfativa, mudras y palabras sáncritas.

-¡¡Ajna Khsammm piśāca!!

Cuando el hechizo se hubo completado el mago se agarró una de las orejas y tiró con fuerza haciendo aparecer a un doble como si lo despegara de su propio e incompleto cuerpo. Repitió otras cuatro veces el procedimiento tirando a veces de un apéndice, como la nariz o el pelo, o de sus extremidades. El caso es que cuando acabó había seis Onfales todos iguales.- Si tienen que atacar a alguien que nos ataquen a nosotros.- Dijo mirando a los chicos.- Vosotras corred hacia la catedral con Laón.

Lo de correr dentro de la torre era buena idea, pero si iba ella sola con Laón, quién lanzaría la bola de pelo al rosetón? Obviamente tendría que ir también alguien con buena puntería.

Bueno, no iba a quedarse ahí a discutir. Agarró de los pelos del brazo al demonio artesano y le instó a salir a la carrera con ella.

¿Estás bien? preguntó a su oso, y éste sólo soltó un refunfuño a modo de contestación. Claro que no estaba bien, pero tenía que seguir intentando liberar a la dragona. Era su amiga y, aunque sólo Aristóteles lo reconocía, sería su único método para salir de allí.

Justo cuando iba a levantar de nuevo a su peluche, el mundo empezó a temblar tanto que parecía que se iba a venir abajo. Abrazó con fuerza a Aristóteles hasta que la dragona les reconocío al demonio. Orcus. Al que habían venido a vencer.

Aristóteles dice que ya no hay vuelta atrás. Hay que liberarte para poder escapar en cuanto terminen. ¡Vamos, Aristóteles, con la cabeza!

Corrieron... 5 yardas... 10 yardas... Jadewo y su pesada armadura empezaron pronto a quedarse atrás en el sprint, mientras el veloz Laón empezaba a destacarse del grupo.

Entonces, las gargolas volaron...

La gárgola blanca no fue muy lejos: planeó hasta ponerse delante de la puerta de la catedral, para dificultar el paso.

Dos gárgolas cayeron sobre Laón, propinándole un zarpazo. El resto ignoraron al demonio y continuaron su vuelo hacia Onfale, Tybalt y las chicas, repartiendo garrazos a diestro y siniestro y haciendo desaparecer a dos de los señuelos del eunuco. Leiath, Onfale y sobretodo Becky empezaron a sangrar.

Onfale y Jadewo empezaron a recordar... Las gárgolas, bestias mágicas del elemento de tierra, pueden volar y ver en la oscuridad. Son capaces de atacar con sus garras, mordiendo e incluso corneando a sus enemigos. Los filos que no sean mágicos les causan poco daño. Hablan común y térraro.

El último golpe de cola fue suficiente para destruir la mano que le aprisionaba.

No puedo enfrentarme a él. No puedo... Orcus es demasiado poderoso, tengo que huír.

La dragona no se quedó a que sus prescindibles aliados se montasen en ella, y se alejó cuarenta pies caminando con trote nervioso abandonándoles atrás. A todas luces, Orcus se estaba acercando más rápido de lo que Melniir se alejaba, quizás alimentado por una velocidad mágica. En breves segundos, el Rey del Thánatos llegaría hasta Flame y Aire.

El joven faerúneo se apresuró tanto como le permitía el peso y el patrón de la armadura de placas que vestía, la idea era abalanzarse sobre las gárgolas y que el resto avanzara hacia el templo.

-No os detengáis.-Dijo dando grandes zancadas.- ¡continuad avanzando! 

Flame no miró atrás. En cuanto vio como Orcus hacía acto de presencia debido al conjuro de alarma que había en la torre, un nudo se le hizo en la gargante. No pudo ni chillar. Prácticamente se había aterrado ante su presencia y no dudó ni un instante en salir corriendo en busca del resto del grupo. Se había quedado para ayudar a Melniir, pero ella no se había molestado en ayudarles a huir. Las había traicionado, pero seguramente lo pagaría caro. 

Por suerte la dragona llamaría la atención más que ellas dos, así que tendrían el tiempo suficiente para escapar junto al resto de sus compañeros y avisarles de que debían darse prisa en destruir la rosa de Laón, porque como no lo consiguieran, no tardarían mucho tiempo en morir todos. 

"No os detengáis" gritaba Jadewo pero él se quedaba atrás y la zurra les caía a ellos. El perfumista se interpuso su cuerpo para que la Bruja de Hala lograra seguir avanzando.

- ¡Por ahí Leiath!- Señaló delante de sí el mago a la vez que interponía su estoque mágico para evitar que las gárgolas le cortaran el camino. Pero el problema era, ¿avanzar hacia donde? La gárgola albina ya se había interpuesto en la puerta de la catedral. Onfale lanzó un rápido tajo de su estoque que hizo saltar esquirlas de piedra de la gárgola que le había atacado. Vendería cara su muerte. Aprovechando el desconcierto del monstruo se giró con un grácil movimiento, o eso pretendía, para seguir retrocediendo hacia la catedral.

Aire no se quedó paralizada por la huida de su ex-mejor amiga ni un segundo. Aristóteles la obligó a salir corriendo. Orcus se estaba acercando a gran velocidad, para acabar con todos ellos y poco podrían hacer contra él hasta al menos que no le debilitaran.

¡Perderás a tu hijo! fue lo único capaz de gritar a la dragona que se alejaba volando. Ya era tarde. Pero ella era la que más iba a perder.

¡Perderé la vida!-replicó.

Con Melniir corriendo en una dirección, sin atreverse a alzar el vuelo por temor a activar otra trampa de mano de roca, y con Aristóteles, Aire y Flame corriendo en otra, Orcus tuvo que frenar su carrera. Sus alas se replegaron sobre él, como un murciélago dormido, y en un espasmó las volvió a desplegar. De la cara interna de sus alas salieron dos espectros. Así, Orcus continuó la persecución de su dragona díscola, y sus acólitos fantasmales volaron a gran velocidad en dirección a Aire y a Flame.

Jadewo alcanzó al grupo, y una de las gárgolas le dió la bienvenida con un zarpazo. Becky y otra de las gárgolas seguían luchando, injerto infernal de cola versus zarpas de piedra... por supuesto, la inútil de Becky se estaba llevando la peor parte.

Los Onfales siguieron avanzando, tras herir a una de las gárgolas. Dos de las bestias aladas atacaron a dos de las imágenes de Onfale, al que solo acompañaba ya una quimera. La gárgola herida quedó atrás, luchando contra Tybalt y la espada corta del tiflin, que astillaba su cuerpo de roca.

Lu Nantika y Leiath siguieron corriendo, y adelantaron a Laón cuando estaba destrozando a golpes a una de las gárgolas, pero la criatura que arañó a Leiath no se dió por satisfecha: sobrevoló por encima de Onfale, alcanzó a la Bruja de Hala y volvió a rasgarle la cara.

Flame suspiró aliviada al ver que Orcus había decidido encargarse de la dragona, pero al ver que un par de espectros se dirigían hacia ellas no le hizo ninguna gracia. Volaban mucho más rápido de lo que ellas corrían, lo que significaba que tarde o temprano las darían alcance. Pero eso no impedía que siguieran corriendo hasta tratar de alcanzar a sus compañeros. Al menos que la batalla se resolviese lo más cercano a ellos, por si alguno decidía venir a echarles una mano.