Partida Rol por web

Aire dejó a la magia descansar en su interior, como si eso sirviera para recuperar las energías robadas. La niña surgió de nuevo y se quedó mirando sus manos. Parecía como si el paso del tiempo se hubiese acelerado en ellas. No eran las de una mujer mayor, pero eran... Diferentes sí. Pero hasta su tacto era más áspero.

Esos espectros me han hecho algo aunque la niñez estaba en ella, parecía madura cada vez que me tocaba... ¿Qué ha pasado, Aristóteles? le preguntó a su oso antes de levantar la mirada hacia Leiath

¡Leiath! ¿Qué ha pasado? Tenemos que salir de aquí. ¡Orcus ha venido! Hay una trampa en el suelo, y la dragona se ha ido, y Orcus se ha ido tras ella. ¡Hay que salir corriendo!

A Leaith casi le da un infarto después de escuchar la mala noticia. Su plan B de escape se había esfudado, y eso era malo, pero que Orcus en persona hubiese venido era ya el súmun.

Lo-los de-más - dijo intentando recuperar el aire después de la loca carrera- están luchando contra unas criaturas aladas de piedra. Una de ellas se transformó en un gólem y nos impidió el paso al edificio. Yo vine aqui corriendo a ver si os podía ayudar a liberar a la dragona, porque necesitamos toda la ayuda posible.

Rápido, no hay tiempo que perder, tenemos que reunirnos con el resto- apremió con un gesto de la mano.

La bruja se quedó en el sitio esperando a que Aire le diese alcance y al pasar junto a ella, la tocó para intentar curarle lo que los espíritus habían tomado de la hechicera.

Luego volvió a salir corriendo en la dirección en la que había venido.

Becky se agachó para frotar la punta del virote cargado en el escupitajo de Laón. El moco y la pelusa se quedaron pegados a la punta.

Allí-recomendó el demonio, señalando al rosetón-. Dispara en la unión entre ese cristal rojo y ese azul. Es el punto débil de la estructura que creé.

La maga levantó el armatoste de su ballesta y apuntó hacia el punto indicado.

Mientras, en el exterior, Jadewo seguía cumpliendo fielmente con su papel de cebo. Golpeó a la gárgola herida sin descuidar la defensa, pero la bestia contraatacó con un topetazo contra el escudo de Jadewo que el rompió sus cuernos de piedra, y al desequilibrar al guerrero una zarpa arañó la muñeca que sostenía la espada.

Entonces uno de los puños del elemental cayó sobre Jadewo, que con buenos reflejos alzó el brazo y usó el escudo a modo de paraguas. El elemental insistió con un nuevo puñetazo. El escudo de Kiaransalee seguía alzado, pero esta vez el impacto fue más fuerte. La tensión que soportaron los brazos y piernas mientras fue brutal, y Jadewo sintió cómo el cúbito y el radio de sus dos brazos se fracturaban. Heroicamente, siguió utilizando sus brazos a pesar del dolor para bloquear a la otra gárgola.

Onfale sufría ante la posibilidad de perder a otro hermoso zagal, y sus proyectiles hicieron saltar por los aires las rocas que conformaban la joroba del elemental de tierra. A las espaldas del eunuco, Laón insistió a Becky:

¡Ahora! ¡Dispara!

Floop...

El suave ruido de la cuerda de la ballesta tensándose fue todo un anticlímax. El virote salió disparado, volando bajo el techo abovedado de la catedral. El virote alcanzó el objetivo, justo entre los dos cristales de colores disntintos, pero el efecto no fue el deseado. La pelusa de Laón, lejos de actuar como disolvente en las molduras, solo pegó el virote a la cristalera. Sin embargo, a escala microscópica, el ácido de las regurgitaciones de Laón empezó a corroer la junta de los vidrios tintados, hasta que tras unos últimos segundos de suspense...

El sonido de cristales rotos hizo que el elemental se girase. Su rostro se convirtió en un corrimiento de pequeñas rocas que imitaba un grito de negación. El elemental giró las caderas para dirigirse hacia el interior de la catedral que debió proteger y no fue capaz. La forma calavérica en la que los cristales caían solo fue una forma caprichosa de meterles mal cuerpo, pero en la entrada de la catedral Onfale estaba en la trayectoria de un millar de trozos afilados como cuchillas que caían en una lluvia letal. Lu Nantika corrió hacia él y lo placó, apartando a ambos de una muerte segura. En cuanto los cristales cayeron al suelo, Laón se agachó como un poseso, desplazando y girando algunos trozos por el suelo como piezas de un rompecabezas que trataba de resolver.

Pero ya estaba hecho. Las almas, iluminadas, empezaron a ascender. Y de entre todas ellas, había una especialmente hermosa, que brillaba con una pureza sin igual...

 Graciasss... porrrr... salvarmeee... Mi nombreee esss... Tatyana, y estooooy... en deuda connn... vosotrossss... Jamássss osss olvidaré.

El alma de Tatyana ascendió como todas las demás, en un final esperanzador... Sin embargo, desde el exterior, Jadewo vió algo muy distinto. Aquellos espíritus de bondad conciliadora se elevaban hasta el manto de Brumas que cubría el cielo del Thánatos. De las Brumas surgían brazos huesudos que agarraban las almas puras y las arrastraban hasta las nieblas de Ravenloft, donde sufrirían otros tormentos.

Leiath, Aire y, en menor medida, Flame dificultada por el peso de su armadura, corrían en dirección a la catedral. Aire había recuperado su juventud y su cara aniñada gracias al toque milagroso de la Bruja de Hala. Aristóteles viajaba cómodamente en los brazos de su amiga. Y todas, las cuatro, estaban preparadas para repartir tortas.

A medio camino, vieron en el horizonte una columna de luz ascender hacia el cielo brumoso y oscuro.

Cuando ya estuvieron lo suficientemente cerca como para ver la catedral, la columna de luz ya se había disipado, y la Rosa de Laón estaba rota y sin espíritus revoloteando contra los cristales. La misión estaba cumplida, aunque les quedaba la sensación amarga de haberse perdido la mejor parte.

¡Arrrggghh!

El guerrero no pudo reprimir un terrible dolor cuando sintió la brutal sacudida en el brazo izquerdo, aquel impacto tan brutal como un corrimiento de rocas había quebrado dolorosamente más de un hueso en el brazo. Le pareció ver puntos de luz en la periferia de su percepción por el tremendo dolor, antesala de un trágico final.

Pero, por un instante, sintió como si el precio fuera justo para poder ayudar a liberar todas esas almas prisioneras... hasta que descubrió como esas almas eran apresadas otra vez, en esa ocasión por las maléficas brumas de ese lugar llamado Ravenloft. Esa pesadilla descrita por Onfale y Leia.

-¡Onfale, Becky! ¡Las almas, son caputradas por las brumas! ¡No las hemos podido liberar del todo! ¡HUÍD!

Una vez avisados, el joven continuó intentando atraer la atención de las criatuas, sangrando por distintas heridas y el brazo encogido contra su cuerpo en una posición forzada, mientras le saltaban las lágrimas por el dolor. Aún así se las apañó para lanzar un par de golpes más con la cimitarra encantada y seguir haciendo frente a los guardianes...

... pero las fuerzas escapaban del cuerpo el guerrero igual que su vida... Entre jadeos el joven retrocedió unos pasos más, alejandose de la entrada del templo.

La tensión del momento podía cortarse con una de sus afiladas dagas. El perfumista observó la trayectoria del virote, cómo éste se quedaba pegado a la vidriera, todo aquello con la boca abierta, como un pez fuera del agua. Los segundos hasta que el rosetón comenzó a agrietarse se le antojaron eternos. ¡Lo habían conseguido! Al menos las muertes de sus compañeros tendrían algún sentido a ojos de Hala. De la euforia y emoción de ver aquellas almas puras no vio que le caían encima los cristales rotos. Sintió un fuerte empujón y, para cuando se levantó, vio que Lu Nantika le había salvado.

- Gra-gracias.- Le dijo en común esperando que ella entendiera. No había tiempo que perder y las advertencias y gritos de Jadewo no dejaban lugar a dudas. El enorme cuerpo del elemental casi no le dejaba ver pero sabía que Jadewo debía estar en las últimas. Enfrentado a múltiples enemigos les había dado el tiempo necesario para completar su misión. Si algún alma debía elevarse por la gloria de los dioses esa debía ser la suya, y esperaba que Hala no mirara para otro lado. Pero Hala y su Bruja pro ahora les habían abandonado. El perfumista era un simple humano,más terrenal, pero tendría que tomar el mando.

- Becky, coge a Lu Nántika y buscad ahí fuera el cuerpo de Tybalt. Me da igual si le arrancas un cuerno, un dedo o lo que sea, pero coge algo suyo para que podamos resucitarlo. Después corred como nunca habéis hecho aprovechando mi conjuro. No queda mucho tiempo. Buscad a Leiath y los demás y decidles lo que ha pasado.- Después miró a Laón que parecía buscar algo entre los cristales.- Estás liberado pero si sigues con nosotros quizá tengamos más oportunidades de salir de aquí. ¡Vamos! Yo me ocupo del elemental.- Y de intentar salvar a Jadewo.

-  Vammmmmmm , ¡¡Svadhistana mâija!!- El olor a cuero curtido retrotrajo a Onfale a tiempos de esclavitud, lujo y confort. A la vez que se abría su chakra Svadhistana (donde la espalda pierde su nombre) y su mano adoptaba el mudra correspondiente una flor de seis pétalos se dibujaba en el suelo junto al elemental y empezaba a rezumar un líquido negro y resbaladizo.- No seas necio, Jadewo. ¡Huye!

Cuanto más grandes son más pesados caen.- Sólo esperaba que la comunión del elemental con el elemento tierra le jodiera el conjuro. Al finalizar el conjuro salió al exterior lo más rápido que pudo sin mirar atrás, por el lado opuesto al que eligiera Becky. Desde el exterior tuvo visión de lo que Jadewo les decía. Las almas puras estaban siendo engullidas por las brumas. Desde luego era un fastidio pero eso no cambiaba su objetivo. Onfale había participado en aquello por debilitar a Orcus y no por salvar a las almas. Le hubiera gustado matar dos pájaros de un tiro pero si hubiera tenido que elegir así se habría quedado.

¿Qué nos pasará ahora?¿Nos salvará Hala, la semidiosa Drow o volvemos a estar solos?- Estaba muy enfadado conLeiath. La Bruja de Hala les había abandonado nen el peor momento posible. La muerte de Jadewo, si es que se daba, recaería en sus espaldas y Onfale no se cortaría en recordárselo.

¡Por el vientre sagrado de Arianna 'la ojerosa'! - era un expresión muy común entre las mujeres de su zona. Arianna, una bruja de Hala muy devota, se pasaba el día y la noche en el bosque rezando para concebir hijos. Y así, por gracia de la diosa, llegó a estar preñada 20 veces.

Cuando logró superar el momento de sorpresa, la emoción de haber completado su misión la embargó por completo y sus ojos se llenaron de lágrimas. ¡Se sentía tan orgullosa de sus compañeros de aquelarre! Pero, ¿dónde estaban? Quizás alguno necesitase aún su ayuda.

Leiath volvió a emprender al carrera en busca del resto de sus amigos.

Al pasar al lado de Leiath, una simple caricia hizo que la joven empezara a sentirse mejor. No se puede decir que se hubiera convertido en una vieja con reuma y artrosis, pero se sintió revitalizada, rejuvenecida. Incluso parecía que su velocidad también había aumentado. Aristóteles ya no estaba preocupado por esos toques siniestros de los espectros. Todo había quedado atrás, aunque en su cabeza aún había un regusto amargo de la experiencia.

No le dio tiempo a darle las gracias a Leiath. La urgencia de destrozar la rosa y que Orcus pudiera estar detrás de ellas hizo que acelerara sus pasos lo máximo posible. Aristóteles estuvo a punto de escaparse de entre sus manos un par de veces, pero nada que no solucionara un rápido gesto de la hechicera.

Su velocidad disminuyó al ver el cono de luz ascendente, procediente de la catedral. ¿Qué había pasado? Podía significar que todo había terminado, pero parecía más bien el efecto mortífero de un sacrificio. Volvió a recuperar su ritmo y se acercó hasta la catedral para ver que la cristalera ya estaba destruída.

Esto no le va a gustar nada a Orcus... Empezó a mirar a todos lados, como si el demonio estuviera allí con ellas. ¿Dónde está Kaevhas? ¿No se supone que esto le tendría que servir para enfrentarse a Orcus?

Flame se quedó muy sorprendida al ver que la Rosa de Laón ya estaba destruída. Aquello solo podía significar una cosa, que Orcus dejaría de enfrentarse a la dragona, si es que no estaba ya muerta ya, y que vendría inmediatamente a vengarse de quienes hubiesen hecho aquello, es decir, sus compañeros. Estaban en un auténtico peligro y sin la dragona, no sabía muy bien como iban a escapar de allí. Era una misión suicida, a menos que una vez más Hala estuviera de su parte y les brindase algún tipo de solución a sus problemas. Realmente no recordaba cuál era el plan de fuga una vez llegaran a ese punto. 

Chasqueó la lengua y miró hacia atrás de forma inevitable. Quería ver si andaba Orcus cerca, y calcular cuánto tiempo tendrían hasta que el dios maligno se encargase de ellas. ¡Larguémonos cuanto antes de aquí! ¡Estoy segura de que Orcus va a venir a por todos nosotros! ¡Hay que buscar una escapatoria!

Jadewo siguió luchando valientemente. Una cornada estuvo a punto de ensartarle, pero afortunadamente era menos precisa que un golpe de zarpa. Un charco de grasa se formó en el suelo como por arte de magia, y en parte era así. A las gárgolas voladoras no les importó mucho. Tampoco al elemental, cuyas piernas como pilares estaban hundidas en la tierra cuando el charco se formó alrededor.

Cof... cof... caugh... pff...

Laón escupió sobre los trozos de vidriera, soldándolos con la forma de un abanico de cristal. Lo recogió del suelo y en lugar de salir de la catedral, retrocedió unos pasos hacia todavía más adentro.

Fue entonces cuando el elemental se volvió a hundir en el suelo, volviendo a surgir veinte o treinta pies más allá, sobre las escalinatas de la catedral, dando un manotazo al aire que el ágil Onfale esquivó con solo agacharse a tiempo. Ahora, el elemental volvía a estorbar el paso, y cualquier intento de rodearle para huir podría resultar fatal.

¡Hay un pasadizo secreto en el altar! ¡Saldremos por un túnel! ¡Jadewo, ve hacia tu izquierda! De los dos cuernos de la ilusión que vimos desde el dragón, uno es real y hueco, y conduce fuera de Thánatos. ¡Búscalo, Jadewo! ¡Nos encontraremos allí!

Becky tomó de la muñeca a Becky y avanzó hacia un edificio rectangular de piedra, en el interior de la catedral, sin puertas ni ventanas. Aunque bien pensado puede que solo se tratase de un colosal altar para monstruos más grandes.

El elemental había desistido atacarle más y se dirgió de nuevo al portal de la catedral para mantener el acceso bloqueado, Onfale logró esquivar el ataque por los pelos, pero Jadewo poco podía hacer para canviar las cosas en la situación actual, tan maltrecho y agotado mágicamente. Se sentía como una descripción que había leído hacia mucho tiempo "Como mantequilla untada sobre demasiado pan". No sabía por qué ahora le llegaban esas palabras a la mente... pero eran bien ciertas.

Pero entonces escuchó el consejo de Laón, una salida tanto de dentro como de fuera del templo que llevaban fuera del Thánatos. Era la salvación, o cuanto menos una posibilidad. Tal vez pudiera alcanzar a las chicas e informarles de ese dato. Pero antes estaban las gárgolas y su temible estado físico. 

-Nos vemos ahí fuera,... os estaré... esperando.-Dijo con una voz quebrada por el dolor.

Usando el dolor como catalizador para centrarse en el momento, el guerrero lanzó un nuevo ataque, canalizando el poco poder que le restaba en su interior para agravar la herida de su ataque y luego retrocedió cuanto le permitió su armadura, lejos del elemental de pierda. 

Cuando Onfale había dicho que se encargaba del elemental era una bravuconada que se le quitó de la cabeza en cuanto éste apareció delante suyo. Sintió el aire que desplazaba el enorme puño del elemental cuando le pasó justo por encima y decidió que tenía que salir de allí con Laón lo antes posible. Después de todo al menos su acción había servido para dar algo de tiempo a Jadewo. Intentó un hábil movimiento para alejarse del elemental pero las piernas le flaqueaban por el miedo. Tenía que poner tierra de por medio, nunca mejor dicho, y para ello aprovecharía que su conjuro seguía activo.

Ignorando a Flame, Leiath echó a correr entre las ruinas. Pedazos de gárgolas salpicaban todo el camino. Y entonces le vió: Jadewo. Era el único de los viejos aliados que seguía allí. Su cuerpo estaba tendido en el suelo, sobre un charco de su propia sangre. Su rostro estaba arañado y su armadura aboyada.

Cuando Leiath se acunclilló junto a él para ver si seguía con vida, Jadewo abrió los ojos... y sonrió a la sacerdotisa. Lo había logrado. Lo último que recordaba es ver al elemental de tierra entrar en la catedral mientras él luchaba y vencía a las dos últimas gárgolas. Luego, el faerunio se desmayó por la pérdida de sangre. ¿Qué ocurrió entre medias? ¿El elemental volvió a salir? ¿Orcus pasó por allí, dándole por muerto?

Flame, Aire y Aristóteles también se acercaron a la Bruja de Hala y al inexpugnable hombre venido de Faerún. Aún faltaba decidir qué hacer, y Jadewo tenía una información crucial al respecto, la desvelada por Laón.

Tanto Laón como Onfale se retiraron hacia el fondo de la catedral y, gracias a la magia acelerada del eunuco, ambos alcanzaron el altar en poco tiempo. Lu Nantika y Becky ya estaban allí, palpando las paredes del poliedro gigante en busca de la puerta secreta prometida por Laón.

Hace mucho tiempo... No estoy seguro de dónde estaba la entrada... ¡Allí! En el lateral derecho...

Cuatro borrones, cuatro ráfagas. Los cuerpos de Onfale, Laón, Becky y Lu Nantika se movían a velocidad prodigiosa de un lado a otro del lateral del altar, buscando sin descanso, y nunca encontrando. Al mismo tiempo, el elemental se les aproximaba a paso ligero, cada vez más y más cerca.

¡Lo encontré!-exclamó Laón, moviendo una moldura que activaba el mecanismo que desplazaba el bloque de roca que ocultaba el pasadizo secreto-. Rápido... Rápido, id pasando.

Primero Lu Nantika, pues sus ojos estaban acostumbrados a la oscuridad del túnel desde varias generaciones atrás. Después fue Becky... porque es Becky, y siempre trataba de salvar su pellejo. Cuando era Onfale el que se adentraba en el oscuro túnel el suelo tembló.

Brrrrrmmm...

Aún lejos, el responsable del temblor era el elemental de tierra, que introdujo sus puños en el suelo de baldosas alargando todo lo que pudo sus moléculas informes. Y lo logró. Una estalagmita, hecha de la misma materia que el elemental, brotó en el suelo ensartando a Laón.

Cof...-y escupió sangre al toser.

La mano del demonio Bar-Lgura se extendió para entregarle el abanico de cristal a Onfale.

Todo recto... hasta salir al exterior. Todo recto hasta que veáis la gran chimenea. El abanico solo funcionará una vez, luego se romperá. Uno de vosotros deberá agitar el abanico de abajo a arriba, cuando sus compañeros delante de él salten a la vez. La ráfaga de aire les empujará a toda velocidad por la chimenea.

La estalagmita se ramificó en el interior del cuerpo de Laón, del que brotaron púas de roca.

Cof... cof... Gracias por sacarme del tedio de mi encierro.... ugh...

Y Laón, el más grande artista del vidrio del plano del Abismo, pereció ante sus ojos.

Jadewo estaba en el charco de sangre al lado de unos cascotes de roca alrededor, en los que se podía apreciar la forma de un cuerno, una garra o un trozo de ala de las distintas gárgolas que le habían atacado. Tampoco era necesario ser un experto anatomista para ver que el brazo izquierdo, con el escudo atado a él, estaba en una posición antinatural... todo en general hecho un desastre.

Aún así, se las apaño para recibir con una sonrisa sanguinolienta a Leiath.

-Lo rompimos... la Rosa de Laón, se rompió, Becky, Onfale, Lu y el demonio... lograron entrar... en la catedral... a pesar del terrible guardián... y lograron romper el artefacto y liberar las almas.- Entonces el rostro del guerrero se vio eclipsado por un semblante de pesar.- Pero fueron apresadas de nuevo... por la niebla.

Dijo intentando apreciar el entorno para ver qué había sido de la niebla. Luego recordó el mensaje de Laón. Con esfuerzo, sacó su varita de curación y la usó para poder incorporarse de nuevo a la par que señalaba con la barbilla.

-Tenemos que huír de aquí, por el cuerno falso hueco, tiene un portal en su interior que conduce fuera del Thánatos, allí encontraremos a Onfale.

Dicho eso ejemplificó la urgencia de la situación mientras empezó a encaminarse hacia su destino.

Y como eso de esperar a que las heridas se cerrasen lentamente no era lo suyo, la bruja sacó su propia varita y se la aplicó sin mucho miramiento al guerrero arcano.

El orgullo con el que miraba a su más reciente miembro de aquelarre era bién patente. No iba a dejar que se fuese corriendo por ahí en tan mal estado.

El efecto de su conjuro les daba cierta ventaja pero aún así podían sentir la presión de tener pisándoles los talones a un enemigo que ninguno de ellos podría vencer.

- ¡Rápido!- Apremiaba Onfale a sus tres compañeros para cuando Laón encontró el mecanismo que les abría su vía de escape. Aún tenían una oportunidad. Salir de allí y reunirse con los demás era lo que más deseaba ahora en el mundo. Cuando ya creía que lo lograban un nuevo vuelvo del destino acababa con la vida del demonio artesano en un suspiro. Así de cruel era Hala con aquellos redimidos que la ayudaban. No quería imaginarse qué no haría con sus enemigos. No le importaba servir a una diosa dura y cruel, casi que lo prefería, pero desde luego su concepto de la piadosa Hala estaba cambiando con el tiempo.- ¡NO!- Se resistía a creer el eunuco que iba a a quedarse sola con aquellas dos mujeres. Sin embargo no había nada que pudiera hacer. Laón había muerto y sin Leiath él no podía hacer nada. Tomó el abanico con delicadeza entre sus manos y siguió corriendo sin mirar atrás.

El joven asintió ante el efecto sanador de la varita de Leiath.

-Vayamos. Luego ya tendremos ocasión para entrar en detalles, como qué ha sido del dragón, o algo extraño que paso con las almas cuando estas fueran liberadas.

Excepto Leiath, Aire y Flame muy abatidas, supongo que la dragona roja no terminó demasiado bien.

El destrozo del lugar era inmenso. Al menos habían conseguido acabar con la rosa de Laón, que es a lo que habían ido... Bueno, sí, a liberar las almas. ¿Pero ya habían hecho su trabajo? ¿O todavía tendrían que libararlas de una manera correcta? Seguramente dependería de si Leiath pensaba que esa era su nueva misión o no.

Aristóteles susurró a Aire que quizá lo habían conseguido gracias a que Flame y ella misma se habían quedado con la dragona. Si se hubieran marchado con todos los demás, Orcus hubiera llegado y, tras cepillarse a la dragona, hubiera huído a por ellos. Y esta situación no se habría dado. O no, quién sabe.

Pues vamos a buscar esee cuerno, porque Orcus nos persigue. Cuanto más tiempo estemos aquí, peor para nosotros.

Onfale siguió la luz de Becky por un túnel por momentos más oscuro, o eso le parecía. ¿Y si, en la crueldad de Hala, Laón les había guiado a una muerte segura en lugar de una salida? La tierra volvió a retumbar. El elemental no se quedó parado. Aunque no pudiese entrar en la galería, aún podía atravesar la roca. Gárgola Blanca se hundió en el altar y corrió. Quizás nadar fuese una palabra más exacta. Zigzagueaba en el interior de la mole haciendo temblar todo. En ocasiones, parte del elemental asomaba en el interior del túnel... no como una cabeza que vigila, sinó como una riada de tierra que lo arrastra todo. Si ese elemental no les aplastaba contra las paredes, les matarían los escombros que caían del techo.

Pronto el túnel les llevó lo suficientemente lejos, mientras el elemental seguía nadando en el altar, tratando de encontrar a alguien que golpear. La velocidad mágica se les agotó, pero el túnel se prolongaba, hasta que aquella salida les devolvió a la superficie...