Partida Rol por web

En cuanto salieron de la burbuja Tybalt, al igual que el resto, estaba comenzando a notar algo más que el frío en la piel. Parecía con si una imperceptible tormenta de arena le arañase el cuerpo erosionándolo poco a poco. La información que les reveló el Mane enseguida disiparon el misterio sobre este curioso efecto. -Genial...- Dijo con cierto desánimo el tiflin. Sin duda resultaba todo un inconveniente para la misión que debían cumplir que tu cuerpo sufriese una desintegración lenta pero imparable.

Si de verdad tenían que aguantar en aquel lugar durante casi un mes hasta que el no muerto regresase con ayuda, debían atrincherarse ahí y esperar que su estancia no se viese muy trastocada por la 'fauna' local. Pero aquello era mucho suponer con el estruendo que ha provocado su llegada al plano. -Bien, si vamos a fortificar lo que queda del barco más vale que nos pongamos a ello cuanto antes.- Dijo ante las palabras de Onfale. Tybalt no tenía mucha idea de levantar barricadas o de reforzar una posición, pero sí que podía ayudar a hacerlo. Por lo que esperó a las indicaciones oportunas para preparar su defensa en aquel páramo.

Mane se despide y se aleja de los restos del Barco del Caos. Las siguientes horas se pasan con trabajo duro, levantando un muro de nieve a modo de perímetro. Desde la sala de mandos, Aire desliza la mano para enfocar los alrededores y vigilar. Cuando "aquello" la alertó, fue corriendo a la cubierta para avisar a los demás. Se encontró a todos ellos mirando a la enorme criatura que se les acercaba: una hidra de cinco cabezas, en su versión más zombi...

Incluso pudiese ser que tuviese más de cinco cabezas, ¿quién lo sabe? Primero se tendría que estar quieta para poder contar con facilidad. Con calma, empezaron a preparar la ballesta. Una hidra es lenta. Una hidra en la nieve es muuuuy lenta. Una hidra zombi en la nieve es la amenaza más lenta que te puedas encontrar en la capa del Thánatos. Siguieron esperando a que estuviese a tiro, y entonces empezaron a llegar más muertos vivientes, adelantando a la hidra por velocidad.

En el cielo, libres de las restricciones de movimientos, las criaturas que antes alcanzarían el barco: un fantasma lóbrego y lo que parecían trozos de piel humana bailoteando en el aire, mecidas por el viento como seis cometas macabras. Y en cuanto bajabas la vista para el suelo, tres grandes y rápidos esqueletos de ogro.

Había más abominaciones: las ratas llegaban en oleadas, pero sabiendo las restricciones para la vida, no eran ratas comunes y corrientes. Y zombis. Y necrófagos.

Y viajaban con extrañas criaturas... Ropas ensangrentadas que arrastraban las perneras de sus pantalones por la nieve, como si fuesen piernas, y aquellos veloces y pequeños bichitos, cuyo color negro destacaba sobre la nieve como una mota de polvo en un mantel blanco. Todos venían en dirección al barco. Todos hacia ese montón de suculenta carne fresca.

La maga se puso manos a la obra, pero no reforzando las defensas, primero tenía que recuperar a su pajarraco. Ahora tenía incienso y podía utilizarlo para recuperar el vinculo empático metamágico con Hollín o para los profanos en el arte de la magia hacer que el pajarraco pueda volver a hablar.  Alice empezó a dibujar con el incienso un círculo mágico y en el centro coloco el saco con Hollín. Luego prendió el incienso y recito las consabidas palabras mágicas que podrían resumirse en “vuelve pajarraco estúpido”.

Ya tenía la compañía de Hollín ahora solo había que esperar durante 24 días a Mane. ¿Qué podía salir mal?. Bien, habrá que empezar a trabajar. La maga comenzó a estudiar los escasos recursos con los que contaban y como podían crear unas buenas defensas, entre sus múltiples conocimientos estaba el de arquitectura aunque este conocimiento se limitaba a haber leído un par de libros sobre el tema.

Sabían que llegarían, pero no que llegarían TANTOS tan pronto. Parecía que ese plano estaba algo superpoblado.

La bruja de Hala no iba a dejarse amedrentar por esos repugnantes seres, sabía que el poder de Hala era intenso contra esas aberraciones, y si ella lo hacía bién, su diosa la recompensaría y ayudaría en el combate que se avecinaba. Pero quizás la fe del resto del grupo no fuera tan fuerte y su ánimo no tan elevado.

Ánimo chicos, podemos con eso y más! Preparad la balista y apuntad a esa monstruosidad de cinco cabezas, que de los otros nos ocuparemos según lleguen!- dijo la jóven esperando que sus palabras levantasen algo la moral y las acciones de sus compañeros.

Entretando, observó con más detenimiento las criaturas que se acercaban velozmente e intentó recordar algo útil que les sierviera para acabar con ellas.

Onfale se apretó las sienes con los dedos de las manos y cerró con fuerza los ojos pero nada. No sabía nada de muertos vivientes. Se lamentaría el resto de su vida de no haber prestado más atención a la Bruja de Hala, a sus discursos soporíferos acerca de la gracia de la Diosa, aunque visto de otro modo, no le quedaba mucha vida por delante para lamentarse.

- Son muchísimos...más vale que Hala nos proteja...-Miró a Leiath tratando de discernir si la clérigo tenía confianza en sus posibilidades o no. El perfumista no las tenía todas consigo. Su magia era débil, carecía de armas y a un no muerto daba igual con qué precisión le clavaras la daga, como había comprobado con el Mane mismo, cuando no era el mane y en otro plano.

- ¡NO!- Gritó ante la propuesta de Leiath. Después dulcificó el tono.- Esa hidra parece muy lenta. Dejémosla para el final.- Ya se habían enfrentado a una hidra en el plano material y habían visto que se regeneraba de los golpes, si encima en aquel plano se curaba con la energía negativa sería un enemigo muy difícil de batir.- Fijáos bien. La energía negativa de este plano que tanto daños nos hace ejercerá un efecto revigorizante en la carne muerta de las hordas que se nos aproximan.  Si no les podéis matar de un golpe no les ataquéis mientras estén fuera de la burbuja. Sólo dentro de la burbuja podremos enfrentarnos a ellos con alguna posibilidad.- Por lo tanto, a juicio del mago, sólo quedaba la opción de esperar a que cruzaran la burbuja. Eso implicaba ir primero a por los más veloces pues serían los que llegarían primero. La victoria le parecía algo imposible viendo la cantidad de enemigos que se aproximaban. ¿Es que nadie llegaría a socorrerlos? ¿Sólo monstruos infernales habían sido alertados de su estrepitosa llegada?

- Dinos Leitah, ¿qué sabes de estas cosas? ¡Haz algo! 

A penas hubieron terminado de preparar los restos para convertir aquello en una especie de fortín, el grupo se vio rodeado por innumerables criaturas que venían de todas partes dispuestas a reclamar el botín que eran ellos ahora mismo. Tybalt contempló desde su posición que aquel desfile de engendros era más una carrera por hacerse con una presa que un ataque coordinado. -Onfale tiene razón. Será mejor ir enfrentando las amenazas según vayan llegando.- Convino con el perfumista. -La balista es un recurso demasiado preciado como para desperdiciar munición. Es mejor asegurar el tiro a arriesgarse a acertar desde tan lejos. Además, si realmente esa energía... negativa los regenera, más razón para no disparar la artillería.- Razonó sin dejar de otear en el horizonte. 

La situación no era para nada alentadora. La cantidad de enemigos así como el peligro que suponen era sin duda preocupante. La única esperanza que les quedaba era que el desfase entre oleadas y el ansia por hacerse con el botín jugase en favor de los pobres aventureros. Pero, aun sobreviviendo a este ataque, a penas llevaban unas horas en medio de la nieve. ¿Cómo se supone que iban a mantenerse con vida si debían luchar día y noche contra las bestias que habitaban en este plano.? Esta pregunta resonaba con fuerza en la cabeza de Tybalt. Pero ahora mismo no tenía mucho sentido buscar una respuesta. Lo único que quería el tiflin era mantener la libertad que tanto le había costado obtener a pesar de que el destino conjurase constantemente por arrebatársela nuevamente. -En cuanto pongan un pie dentro de la burbuja tenemos que atacarles sin descanso.- En aquel momento, Tybalt se arrepintió de haber vendido su arco en la ciudad de Li'Huriek. Hubiese podido dar cuenta de algún enemigo antes de que estuviesen al alcance de su espada. -No tengo nada con lo que pueda atacarles desde lejos así que intentaré ocuparme de los que se acerquen demasiado a nosotros.- Entonces dirigió su mirada a la guerrera pelirroja. -Flame, no me vendría mal tu ayuda para intentar no morir demasiado pronto.- Le dijo a la mujer con tono sarcástico ante el panorama que tenían delante. Ya había sido testigo de la habilidad de la guerrera con ese espadón y resultaría mucho más cómodo saberse en compañía de alguien diestro para el combate.

Aire corrió junto a sus compañeros balanceando a Aristóteles. ¡Había visto algo muy grande y bonito! Pero no sabía lo que era, pero seguro que alguno de sus amigos sí. Cuando llegó junto a ellos, sus caras se lo dijeron todos: Sería bonito, pero no era algo bueno. La muchacha, como si fuese la primera en ver a aquellas criaturas que aparecían por todos lados, los señalaba y gritaba.

¡Allí! ¡Y allí también! ¡Alaaaa, y allí hay más! estaba entusiasmada, parecía una fiesta de bienvenida. Aunque, para ser sinceros, daban miedo y un poco de asco... ¡Pero podían ser nuevos amiguitos!

Flame se giró hacia el tiflin sorprendida porque le pidiera ayuda. En situaciones desesperadas, había que tomar medidas desesperadas. Así que asintió al híbrido mientras observaba todo lo que se les venía encima. Yo tengo una ballesta, no se me da especialmente bien usarla, pero si a ti se te da bien... dijo encogiéndose de hombros mientras iba en busca de su mochila. Pasados unos segundos comprendió que eso había sido en su otra vida. La ballesta del Inútil había desaparecido hacía mucho tiempo, y su segunda ballesta se había perdido tras su muerte. Lo siento, la debí de perder yo también. Dijo al ver que regresaba con las manos vacías. Y entonces sacó a Ayash, era aún demasiado pronto para prepararse para el combate cuerpo a cuerpo, pero era mejor estar preparados cuanto antes.

Espero que al menos mi ácido sirva contra estos seres, porque seamos sinceros, vamos a morir. Dijo una Flame que se había vuelto mucho más pesimista desde su vuelta de entre los muertos.

La maga pelirroja respiro hondo, era imposible ir a peor. Había escapada de unas brumas mágicas, del ataque de cientos de lobos, de las maquinaciones de una adivina vistani, había caído a un plano infernal donde había perdido a sus dos caballos, además había muerto y para colmo tenían como guía a un “zombi” que tenia por cerebro una empanada llena de gusanos. ¿Qué podría ir peor?. Pues el ser atacados por una inmensa horda de muertos vivientes.

Bueno… creo que habrá que luchar. Dijo con resignación. Llegado el momento puedo aumentar la agilidad de alguien y hacer que un arma mundana se vuelva mágica. También puedo hacer levitar a alguien….. pero creo que eso va a ser de poca utilidad. Alice puso a disposición del grupo sus hechizos, ahora tenían que luchar todos juntos.

Los doce segundos siguientes transcurrieron en rápidas lecciones magistrales sobre las criaturas que les acechaban. Becky pasaba más tiempo anotando las palabras de Leiath que buscando en su libro.

Sobre las cometas de piel, tendían a pegarse en la cara de la gente y le drenaban toda su belleza y carisma. Normalmente se alejaban tras haber comido suficiente, para "parir" un nuevo congénere a partir de toda la piel robada a sus víctimas. Especialmente peligrosas para las chicas guapas: Leiath y Aire.

Las motas del sepulcro también tenían su aquel. El mordisco de una de estas criaturas podía hacerte enfermar de abotargamiento calavérico. Eso te hacía perder tus fuerzas. Especialmente peligrosas para la vacaburra de Flame y el bestiajo de Tybalt. Además presentaban una ligerísima resistencia a todas las armas que no fuesen mágicas o de hierro frío, pero no era un dato crucial para derrotarlas.

Alice mencionó un par de generalidades que todo el mundo conoce, como que los esqueletos son algo más resistentes contra los cortes y punciones que contra los golpes contundentes, o que un esqueleto de ogro es un objetivo grande y fácil de golpear, así cómo los zombis, ya sean de humanos o de hidras. La gente con los huesos débiles, como Onfale y Alice, eran los más propensos a morir ante los ataques bestias de estas criaturas.

Becky les advirtió sobre el lóbrego, que es un espíritu que se nutre de la sabiduría de la gente. Todo un peligro para Leiath, y ni siquiera la necia de Flame estaba a salvo. Además, al ser un fantasma exigía la atención de los lanzadores de conjuros evocadores para ocuparse de su exterminio, sobretodo andando tan escasos de magia.

Qué endiabladamente rápidos eran, ya casi los tenían encima. Creia que iban a tener más tiempo para prepararse, pero no había sido asi. La jóven bruja se la tenía que jugar, tenía que intentar protejer a su pequeño pero amado rebaño.

Primero se sacó un polvillo plateado con el que trazó un círculo a su alrededor mientras rezaba una plegaria y luego, con determinación y una fé inquebrantable, salió a descubierto y alzó su símbolo sagrado; un anillo con trece serpientes, cada una devorando la cola de la anterior. Lo mostró bien para que a todos aquellos enjendros les quedase claro con quién iban a tener que luchar para conseguir alimento. Y con una voz que denotaba mando y resolución, Leiath exclamó:

- Retroceded ante el inmenso poder de Hala! Volved a los oscuros rincones de dónde habeis salido y no os atrevais a tocar a éstos, siervos de la gran Diosa!

Casi no hubo tiempo de decir esta boca es mía cuando ya tenían encima a parte de los no muertos. Becky y Alice se esforzaban por hablar lo más rápido posible y Onfale hacía lo suyo por asimilar todo lo que decían. Su desconocimiento sobre las criaturas muertas era algo que debía solucionar cuanto antes.

Sacó la ballesta que siempre llevaba cargada a la espalda y disparó a uno de los monstruos voladores que más cerca se encontraban. Delante suyo, como si se hubiese vuelto loca por el fervor a su diosa, Leiath se exponía al ataque de todos ellos. En su mano, elevaba al cielo el símbolo de Hala. El perfumista se llevó una de las manos a la cabeza, como clamando al cielo y se agarró el pelo azabache y encerado cual plañidera que se mesaba los cabellos. Tiraba del pelo, pero en vez de caer mechones al suelo, de su cuerpo comenzaron a salir otros Onfales. Dobles indistinguibles a simple vista. Primero uno, luego otro, así sucesivamente hasta 5 perfumistas podían contar sus compañeros. Una vez todos fuera el mago dio un paso, lanzándose contra uno de sus dobles, de manera que ya no se sabía donde estaba el verdadero.

La primera oleada llegó mucho antes de lo que a Tybalt le hubiese gustado. Aquellas cometas de piel ya estaban superando el muro de nieve para cuando el tiflin desenvainó sus armas. -¡Alice! Voy a necesitar ese conjuro de agilidad.- Le dijo a la maga pelirroja mientras se ponía en guardia. El rostro rojizo del mestizo se mostraba más serio de lo que jamás se había mostrado en mucho tiempo. A la amenaza que suponían aquellas criaturas voladoras, se les sumaban dos esqueletos enormes de apariencia poco amigable. 

Afortunadamente, por decir algo, la barricada improvisada ralentizaría lo suficiente a los no muertos que viniesen por tierra. Aunque viendo el tamaño de los esqueletos, Tybalt no tenía mucha confianza en ello. Leiath fue la primera en actuar tratando de utilizar su poder divino para rechazar a las criaturas que se acercaban, pero éstas parecían redoblar sus esfuerzos. Por su parte, Onfale disparó con su ballesta en dirección a los pellejos que se les acercaban. -Flame, cubre tú este lado.- Le dijo a la mujer del espadón para luego cruzar el frente del grupo para colocarse junto a la bruja de Hala y al perfumista. Tybalt era fuerte y rápido. Y si el conjuro de Alice surtía efecto, el tiflin se convertiría en un objetivo particularmente difícil de alcanzar. 

Los ojos negros habían vuelto a Aire, y ahora su sonrisa era maligna. Los espectros y muertos llegaban en gran número, pero eso no importaba. La magia había despertado en ella y ahora se sentía más poderosa que nunca. Aristóteles ya no la hablaba, no era más que un oso de peluche.

Sacó de su bolsa de conjuros una especie de diana en miniatura. La estrujó en sus dedos, y el polvillo pareció invadirla. Aire vio el futuro, vio cómo daría a uno de los engendros.

Flame no comprendió las órdenes que trató de darle Tybalt. Tampoco vio reaccionar a sus compañeros, de quienes esperaba que al menos se preparasen en mejor medida para el combate, o que al menos les preparasen a ellos. Era triste, pero seguían sin luchar unidos.

Aún así, Flame avanzó por el barco para encajar en su línea de vomitona a al menos dos de los pellejos voladores y descargar sobre ellos su poderoso y ácido vómito.

La maga primero ayudar a la vigoresica Flame, la rubia siempre había cuidado de ella y la maga sentía una gran simpatía por la musculosa mujer. Se acercó a la rubia y toco su espadón con la mano mientras recitaba las palabras mágicas. Un hechizo menos. Pensó preocupada la maga. Luego se acercó a Tybalt, el demonio no le agradaba demasiado pero ahora tenían que luchar como un equipo. Otro hechizo menos.  

El aliento ácido de Flame daña a dos criaturas, y el hechizo de fuego de Aire remata a una de ellas. La otra va hacia Becky. La maga rubia lanza un ridículo conjuro de salpicadura de ácido, pero la cometa de piel se eleva, esquiva y cae sobre su cara expandiéndose como una toalla grimosa.

Mmmmmmh... Mm-mmmmmh...

Becky ya no es capaz de articular palabra, y queda fuera de juego hasta que la cometa le robe la suficiente piel como para darse por satisfecha (o hasta que alguien aprese el pellejo de piel maligno y se lo arranque de la cara). El ataque no invasivo de la cometa no hace sangrar ácido a Becky. Sí saltan gotas ácidas cuando uno de los ogros esqueleto llega hasta el barco y le sacude un soberano mamporro a Flame. El líquido corrosivo entra en contacto con el calcio del hueso. Como todo buen alquimista habrá adivinado, el fósforo del ácido fosfórico, cuando se combina con calcio, crea un mineral llamado fosfato de calcio. El hueso empieza a cristalizar y volverse más frágil, a la vez que libera vapor de agua.

Dos cometas revolotean cerca de las caras de Leiath y Tybalt, que han cometido el error de descender de la cubierta del barco a la nieve. Otras dos de estas hermosas criaturas caen sobre Onfale y Onfale, y ambos Onfales se desvanecen en el aire como si nunca hubiesen existido, filosófica y nihilistamente hablando.

El resto de las criaturas se siguen acercando. El muro de nieve frena la carrera de los otros dos ogros esqueletos, que a buen seguro tendrán blancos para golpear en breve. También llega a la burbuja, flotando, el fantasma lóbrego.

Ya los tenían encima y los primeros proyectiles del grupo ya surcaban el frío aire con la esperanza de reducir el ímpetu de la primera oleada. Las cometas fueron las primeras en cargar contra ellos yendo una de ellas directa a por Becky y otras dos a por un par de Onfales que habían junto a otro más... O eso le pareció ver al tiflin pues tampoco debía despistarse demasiado pues otros dos pellejos se descendieron junto a él y la bruja de Hala. 

-¡Leiath, échate hacia atrás!- Le dijo a la mujer mientras blandía sus espadas contra el ser que tenía en frente. El habilidoso espadachín, ahora con el don que Alice le había proporcionado, manejaba el acero con una agilidad desconocida para Tybalt. Tanto que se sintió extraño a la hora de manejar sus armas. Pero gracias a su experiencia, pudo compensar el exceso de velocidad con la experiencia mientras se adecuaba a su potenciado cuerpo.

Leiath miró su símbolo sagrado con incredulidad. Qué había ocurrido? El poder de Hala no alcanzaba ese plano o es que ella no lo había canalizado adecuadamente? Ahora no era el momento de lamentarse de sus pobres capacidades, no mientras sus vidas corrían peligro. Sentia la presencia del valiente guerrero mestizo a su lado, sabia que queria protejerla, pero era ella quien quería poner a salvo a todo el grupo.

Volvió a alzar su simbolo sagrado, casi de puntillas por si fuese que no lo habían visto bien y esta vez, a pleno pulmón gritó:

- LARGAOS DE AQUI CRIATURAS INMUNDAS, O QUE EL PODER DE HALA OS FULMINE SI TOCAIS A CUALQUIERA DE SUS DEVOTOS SIERVOS!

Flame sintió como aquel esqueleto le desgarraba todo su cuerpo. Se negó a dar un paso hacia atrás, se negó a huir pues esta vez ya sí que no tenía escapatoria. Había tratado de convencer a todo el mundo de que era una locura lo que iban a hacer. Pero parecía que una vez más, nadie le escuchaba.

Madame Eva la había condenado al tirar por las brumas, ya la había matado una vez, y ahora vendría la segunda. Flame no lo soportaría. Otra vez no.