Partida Rol por web

Erbrahke se había librado al parecer de ser un objetivo de los terléns... cuando su mala suerte parecía sin querer de abandonarlo del todo, y un grito lo hizo girar... y ver como una ola amenazaba con tragárselo hasta las profundidades más insondables.

¡No me he quitado el puto mareo para esto! - dijo para si mismo mientras empezó a correr para alejarse lo máximo de la proa, ya que ahora mismo le parecía más peligro que los terlén... o estaba empezando a delirar.

Elbereth acierta donde Aldair había fallado. El terlén que anda suelto está tan malerido que se vuelve más agresivo. Muerde a Viktor en una pierna. Das Vracken logra apartarlo con su maza ligera, pero sigue teniéndolo encima.

En otra parte del barco, Flame firma tablas con su rival. Se aleja un poco del terlén y deja que su energía siga canalizándose para recuperarse del mordisco.

¡Preparen sus armas!-ignora a Aldair... No está en las mejores condiciones para llegar al timón-¡A la de tres disparad!

Elbereth duda. Puede abatir a la bestia, su segunda pieza de caza exótica en este océano de monstruos, o puede hacer caso a Aldair y ocuparse del timón. Y quizás hagan faltan dos proyectiles para rematar al terlén que está con el patrón.

Flame enfunda su espadón y saca el presente que le ofreció Silverio para apuntar con él al otro terlén que había en el barco. Por el momento sería mejor mantener la distancia, el dolor que tenía en el brazo era demasiado y aunque poco a poco su herida se iba cicatrizando eso no impedía que le tardase en curar.

El bamboleo del barco no ayudaba en nada a la puntería del guerrero, impidiéndole dar al gran blanco que sobre volaba la cubierta. El guerrero tensó el arco y soltó la flecha, que fue inmediatamente a parar a la tormenta detrás del monstruo. El arquero empezó a impacientarse.

¡Elbereth, toma el timón, maldita sea! - Gritó el guerrero, un grito que parecía desgarrarle la garganta.

Haciendose un solo de laúd más majo que nada, de repente una cuerda se destensa, lo que hace que suene desafinada. Silverio observa con preocupación el clavijero, pensando en que ha podido fallar, y se pone a afinar el laud. No se da cuenta de una cosa, que ha dejado de tocar. 

Los hechizos que tenía Erbrahke, con esta situación y esta jodida tormenta, no eran la mejor opción. Pero tenía que esperar a la orden de Das Vracken para disparar, así que algo tenía que hacer... y entonces vio a Vaati moribundo a su lado.

No había tenido mucho éxito con Silverio la primera vez que estuvieron juntos, pero él estaba más grave y era un humano, mientras que Vaati era un elfo mago, su afinidad y la propia naturaleza suya era más propenso en que supiera como ayudarlo.

Venga compañero, hay que cazar la cena - le dice Erbrahke mientras intenta estabilizar la herida provocada por la mordedura del terlén. La cosa parecía que había ido mejor esta vez, y con algo más de ánimos Erbrahke preparó su ballesta.

¡UNO!

Das Vracken se agacha, y el terlén maniobra torpemente en el aire para que su mandíbula esté cerca del suelo.

¡DOS!

A continuación se gira para ponerse con la espalda pegada a las escaleras y entreabrir la puerta.

¡TRES!

Viktor se cuela en el interior del barco y cierra la puerta. En ese momento, un virote y una flecha, mal dirigidos, pasan lejos del terlén y el viento los desvía aún más lejos hasta perderse en la tormenta.

Maldición...

La elfa no llega a disparar, el virote pertenecía a Flame. En el último instante, Elbereth aflojó el dedo del gatillo e hizo caso a Aldair, poniéndose ante el timón. Una estaca bloquea el giro del timón para mantener el rumbo sin necesidad de un timonel. Elbereth libra el timón de su tope y agarra con la siniestra el timón, ya que se niega a soltar su fiel ballesta, en la diestra.

Pronto comprueba que la fuerza del oleaje se impone al giro de las paletas. No logra encauzar la proa del barco hacia la ola.

Mientras, el terlén busca una nueva presa, que supla a la que se le ha escapado... y carga contra Aldair. Las mandíbulas del escualo arrancan la cabeza del cuerpo y se pierde en sus fauces como un delicioso bocado. El resto del cuerpo cae al suelo, inerte.

Ni siquiera hay tiempo de que el horror vuelva a inundar los corazones de sus amigos: la lejana ola, primero lentamente y después acelerando hasta recorrer la distancia que le separaba del Miseria, acecha ya al barco. Su altura ha disminuído desde su nacimiento, como es normal en las olas. Los marineros han acabado su trabajo, y han trepado hacia más arriba, por los mástiles, agarrándose lo mejor que pueden. Es probable que la ola no les alcance, pero si no se sujetan bien podrían caerse cuando se estampe contra el casco del barco.

En ese instante, la falda de la ola empieza a meterse bajo el barco, escorándolo hacia estribor...

¡La ola va a impactar! Pongámonos a cubierto!!!

Flame era una brava guerrera pero no estaba loca, sabía perfectamente que si aquella ola la pillaba en cubierta no tendría manera de sobrevivir. Así que no le quedó más remedio que abandonar a sus compañeros y dirigirse a la bodega del barco esperando que la ola se llevase a los terlenes , por desgracia no habría quien que diera sepultura al cuerpo de sus compañeros.

El horror estaba llegando más rápido de lo esperado. Y no sólo era la ola que parecía inminente, sino que uno de los terlenes había acabado con la vida de Aldair de un mortal bocado. Al menos Vaati parecía estable, y posiblemente no sería más víctima de los terlenes mientras hubiera objetivos más visibles y móviles, pero la ola...

¿Que hacer? ¿Intentar vengar a sus compañeros disparándole al terlén ahora que tenía tiro limpio? ¿Intentar arrastrar a Vaati a un lugar donde ambos probar de no ser arrastrados/ahogados por la ola? ¿Hacer como Flame - ¡la poderosa Flame! - y simplemente salir corriendo a ponerme a cubierto?

Silverio coge un tablón y surfea la ola hasta buscar un refugio para aguantar el impacto de la ola. 

Entonces Erbrahke se percató de las cuerdas que había por el suelo, así que agarró unas y se puso al lado de Vaati y se ató a la barandilla con fuerza, esperando que la ola no tuviera el efecto devastador en ellas como lo haría las mandíbulas de uno de los terlenes. La visión de Altair aún le estremecía, aunque tras lo del mediano ya había sabido contenerse.

Luego, con Vaati fue más fácil, ya fuera por estar entrenado o porque no estaba tan nervioso como consigo mismo, pero parecía que quizás sobrevivirían a la ola... aunque luego quedaría esperar que los que tuvieran tanta suerte fueran los terlenes, que fueran lanzados lo suficientemente lejos para poder recuperarse todos y evitar más bajas.

Flame pasa por delante del terlén, escapando a sus fauces. La chica llega a la puerta y la abre, justo para ser sobrepasada en ese momento por Silverio, que se mete antes que ella, y la deja expuesta a la ola. Ha sido un sálvese el que pueda.

Mientras, Elbereth permanece estoica al timón. No tiene ni la más remota idea de qué está haciendo, pero tiene la esperanza de que girando la extraña rueda de carro que tiene en las manos logrará salvarse. La tensión hace que su otra mano apriete el gatillo de la ballesta, clavando un virote en el centro del timón que impide seguir virando. Desesperada, le pega una patada, y el efecto del virote en la madera... ¡Hace salir toda la rueda del sitio! La elfa ha roto el timón.

El terlén se gira y carga contra Flame, quién al dirigirse hacia las bodegas ha dejado su espalda descubierta. Las dos hileras de dientes amenazan con cerrarse sobre su cuello y... ¡ZAS! La ola se rompe contra el barco.

En la confusión, la sombra del terlén se dibuja através de la ola. Nada como un salmón contracorriente y se mantiene perfectamente estable a un puñado de pies de Flame.

Cuando la ola pasa de largo, el terlén que mató a Aldair sigue ahí, pero ahora recubierto de un gran número de pequeños lóbulos rojos, como medusas sin tentáculos. El terlén se retuerce de dolor en el aire.

El otro terlén ha corrido incluso peor suerte. Atrapado en la jarcia, con la cabeza entre las cuerdas, la fuerza de la ola le ha empujado hasta extrangularle... o más exactamente hasta quebrarle el cuello. El cuerpo cuelga hacia el mar, y del otro lado, la cabeza lo hace sobre cubierta, ambos unidos por un pescuezo retorcido hasta casi obtener el grosor de un brazo.

El resto de la cubierta está anegada con un par de palmos de agua, restos de la gran ola. Aquí y allá, flotando, hay más los lóbulos como los que están devorando vivo al tiburón. Las aberturas longitudinales en la base de la barandilla empiezan a drenar el agua por la borda, y con ella también a algunos de los lóbulos, devolviéndolos a este terrible mar. Los mástiles del Miseria han resistido al impacto de la ola, pero si se hubiesen roto, todos los marineros que se agarraron en lo más alto estarían ahora muertos o desaparecidos. Desaparecidos... ¡El cuerpo de Aldair no está! ¡Se lo llevó la ola!

En el castillo de popa, Elbereth se ha agarrado al soporte donde ya no hay timón. Quizás pueda contar la mentira de que fue la ola quién hizo el destrozo, y no su virote. Pero tras felicitarse por haber sobrevivido, se encuentra con que su preciada ballesta ya no está. Se le resbaló de las manos debido a la fuerza del mar.

La puerta por la que se refugió Viktor se vuelve a abrir... ¡Y el maldito está seco!

¿Estáis todos bien?

Viktor Das Vracken mira sus pies al sentir la humedad en sus botas. Las dos puertas abiertas que llevan al interior del barco están dejando bajar el agua escaleras abajo... y algunos de los lóbulos se cuelan entre las piernas adentrándose en las tripas del Miseria.