Partida Rol por web

Me sentía tan sumamente mal que decidí largarme de allí, aunque no quería estar tan lejos de mis compañeros, mi ayuda podría declinar la balanza hacia un lado.

Flame había logrado apartarse de esos bichos, así que Erbrahke aprovechó la posición y volvió a cargar su ballesta sin moverse y volvió a disparar, acertando nuevamente en la maldita plaga. Esperaba que fuera suficiente para acabar con ellas, o al menos que dejaran en paz a Flame. Si había alguien que necesitaban a pleno rendimiento, era a ella.

Sin Flame por medio, las medusas sin tentáculos atacan al trozo de carne más cercano que tienen: Silverio. El bardo, que no ha parado de tocar su laud, es orgulloso... Logra seguir tocando incluso cuando los lóbulos empiezan a devorarle.

Entre el virotazo de Erbrahke y la intervención de Elbereth y sobre todo Viktor, que acuden en su ayuda, la plaga es exterminada. Los marineros que han replegado las velas empiezan a descender ahora que la cubierta es segura, pero con cuidado, pues el viento de la tormenta sacude con fuerza las jarcias.

Ya ha terminado... Pero Aldair murió.

No. No ha terminado. Es por mi culpa. Abandoné mi posición para atacar al terlén, y algunas de esas cosas se han metido en el barco.

¿Todo en orden?-dice Fiendship incorporándose a la conversación. Es el segundo oficial, normalmente no habría ayudado en la tormenta debido a su posición, pero tras perder a tres hombres hace una semana no tuvo más opción que reemplazarles y replegar las velas como un marinero más.

No. Quedan algunas babosas dentro del buque. Pero no podemos dejar a sus marineros en cubierta, viendo los peligros que hay aquí afuera. Reuniré a mis hombres y usted a los suyos. Vayan detrás nuestra. ¡FLAME, RECOBRA LA COMPOSTURA! ¡QUE ALGUIEN LE TIRE UN CUBO DE AGUA A VAATI PARA QUE DESPIERTE! ¡ALDAIR! ¡ALDAIR...! Maldita sea... Justo ahora que necesito todos los ojos para registrar el barco, y Aldair ha muerto.

Le prestaré a uno de los míos. No seremos grandes luchadores, pero si solo se trata de vigilar las espaldas... ¡NOVATO! ¡NOVATO, VEN AQUÍ! ¡SÍ, TÚ, HAKIM! ¡MUEVE EL CULO!

- Mi capitán, no sé como puedo ser tan estúpida. Pero no me encuentro bien. La mujer que siempre presumía de su valentía ahora se sentía tremendamente mal. Su rostro estaba pálido y sudores fríos recorrían su cuerpo mostrando un rostro bastante desagradable. Instantes después se asomó por la borda mostrándole al mar una de sus arcadas. - Haré lo que... dijo entre nauseas, lo que pueda, de verdad, mi señor.

¿¡Me necesita, capitán?! - Dio un paso al frente un marinero de unos 23 veranos, de aspecto desarreglado y acento extranjero, mientras seguramente maldicia su suerte por dentro. Había permanecido en cubierta lo posible arriando los cabos del barco, hasta que la situación se volvió insostenible. Momento en el que dejo la batalla en mano de los mercenarios, no le pagaban lo suficiente para arriesgar el pellejo. -

La cosa parecía que al fin había terminado. Por desgracia, su grupo había sufrido una baja, y eso no era nada bueno dado que aún ni siquiera habían terminado la travesía en barco. Y tampoco podían permitirse más bajas, así que siguiendo las órdenes de Das Vracken...

DESPIERTA!!! - gritó el gnomo a Vaati mientras le lanzaba un cubo de agua por la cabeza.

¡No soy tu capitán, zoquete! ¡El capitán es Bauhauer!-Jöel Fiendship hace una pausa extraña, como si se hubiese acordado de algo-Bauhauer... Es extraño. Casi había olvidado ese nombre de mi cabeza... Hace días que no le veo... Creo. El rostro del capitán aparece nublado en mi mente.

Ahora que lo dice, es cierto-corrobora Viktor Das Vracken-. A mí me pasa lo mismo. Pero recuerdo perfectamente cosas no relacionadas con el capitán Bauhauer directamente. Él cedió el camarote a mi Señor y se tuvo que alojar en la sala de navegación. Debería estar ahí ahora. Iremos a verle después, primero hay que acabar con esa maldita plaga roja.

Al resto de la gente que viaja en el Miseria le ocurre lo mismo. Nadie recuerda a Joss Bauhauer más que vagamente, ni los marineros que estaban a sus órdenes, ni los aventureros que compartieron mesa con él en el comedor hace más de una semana.

Señor Das Vracken, Vaati no despierta. El mordisco del terlén casi ha cicatrizado, pero tragó mucha agua cuando nos embistió la ola y necesita descanso.

Hakim, muchacho, no te despegues del señor Das Vracken y haz todo lo que le diga. Solo cuenta con mujeres y criaturas de farándula-dice por el bardo y el pequeño Erbrahke-Le vendrá bien la ayuda de un hombre de verdad. Das Vracken, Hakim sustituirá al hombre que ha perdido. ¿Necesita que le ceda otro marinero para sustituir al elfo?

No, los pasillos del barco son estrechos, demasiada gente solo entorpecería el trabajo. Silverio, vigila la cubierta por si aparecen más criaturas durante esta tormenta. En cuanto veas algo extraño, ponte a cantar para que podamos oírte y venir a ayudar a los marineros que se quedan contigo.

Viktor logra así que Silverio no se ponga de nuevo a tocar el laúd, acción reservada ahora como señal de peligro. Una nota más de ese bardo inútil y le partirá el instrumento en la cabeza.

Flame no pudo saludar al nuevo miembro del grupo pues se encontraba mirando al mar entre nausea y nausea. La sensación que le causaron las plagas y el vaivén del barco no ayudaron en nada a su recuperación.

Pero entre tanto se giraba para escuchar la conversación y ver al nuevo miembro.

Genial... ahora tengo la suerte de parecer tan inepta como el resto de mis compañeros.

Bienvenido Hakim, el próximo gran bicho que nos encontremos tendrás el honor de ser el primer en recibir, que somos un grupo muy abierto y siempre le damos al nuevo la oportunidad de que se luzca... - no se fiaba del nuevo hasta que alguien de confianza le diera motivos para hacerlo.

El marinero esbozó una sonrrisa mientras pensaba en voz alta - Usted y yo nos vamos a llevar bien, señorita de los brazos peludos. - Su rostro se retorció un tanto en una extraña mueca de camaraderia marinera.

Menos cháchara. Síganme.

Viktor Das Vracken abrió la puerta por la que se habían escurrido los bultos rojos. Las escaleras bajaban por un pasillo estrecho que todos recorrían varias veces al día. Como novedad, en esta ocasión el agua que se había colado empapaba los escalones de madera y los volvía inseguros y resbaladizos.

Ocho pasos después, la expedición llegaba al pasillo transversal. De este lado del pasillo, otras escaleras subían hacia la puerta que abrió Flame durante la lucha con el terlén. En los extremos, el corredor torcía hacia proa... a la derecha, através de unas escaleras que descendían a la segunda bodega, con las provisiones, el comedor y la cocina; a la izquierda, hacia el compartimento de carga, que en este viaje consistía en innumerables cajas de algodón.

Del lado opuesto del pasillo, un farolillo en el centro de la pared protegía una vela a la que ya le faltaban solo un par de horas para consumirse y necesitar ser reemplazada. A la derecha del farol, la puerta que llevaba al camarote principal, habitualmente ocupado por el capitán de turno, y ocasionalmente ocupado por el mercader Leo Dilisnya durante este viaje. A la izquierda, y frente a frente a las escaleras por la que bajan Viktor Das Vracken y los suyos, la puerta de la sala de navegación.

El pasillo no está vacío. A la derecha, caído de culo y demasiado asustado como para levantarse, se encuentra Mofeta, el "desagradable a la vista y al olfato" enano cocinero del barco. Viktor se dirige hacia él.

¡¿En qué dirección se escurrieron?! ¡¿Entró alguno en el camarote del señor Dilisnya?! ¡CONTESTA!

Po... po... por debajo de la puerta. En la sala de navegación.

¿Qué escándalo es este? ¿Los Katsky vienen a por mí? ¿Los Petrovna?-pregunta Leo Dilisnya saliendo de su camarote-¿A qué vienen esos gritos, Viktor?

Esas cosas pasaron por la ranura como la clara del huevo por los dientes de un tenedor. Como si estuviesen hechos completamente de líquido.

Señor Dilisnya, por favor, quédese en su camarote y cierre con llave. Algunas criaturas salvajes se han colado en el barco. No es seguro para usted.

El consejo de cerrar con llave no tiene mucho sentido para protegerse de unas criaturas capaces de entrar por las ranuras. Viktor Das Vracken debe de temer por otras amenazas.

Flame se recuperó de la horrible sensación sentida por esas criaturas y ya era hora de tomar cartas en el asunto. Así que se marchó hacia donde estaban sus compañeros y decidió aporrear la puerta para poder alcanzarlas. 

Flame intentó derribar dos veces aquella dura puerta, pero no consiguió hacerlo bien y finalmente se hirió el brazo.

Se llevó una mano al hombro y se sentó cerca del lugar, esperando ver si alguno de sus compañeros tenía más suerte.

- Lo siento, mi lord, pero hoy no es mi día. Y si no lo he conseguido yo, dudo que lo hagan estos ineptos. ¿Tenemos otros métodos para derribar la puerta?

Erbrahke se queda mirando a Viktor tras señalar que tenían que intentar derribar la puerta, él era un gnomo y era el menos indicado... pero lo intentó sólo para que no le miraran mal, y quien sabe, quizás a base de golpes el último la pillaba suficientemente blanda. No intentó una segunda vez como Flame porque ya le había ido justo la primera vez de no acabar con el hombro tocado, y esperó a que alguien diera una solución alternativa, pues en su listado de conjuros no tenía ninguno para forzar la puerta a abrirse...

Viktor niega con la cabeza, visiblemente decepcionado con los suyos.

Sacad de enmedio.

En lugar de empujar la puerta, como hicieron los demás, saca un virote y mete la punta en el ojo de la cerradura. Juega con movimientos de muñeca sin lograr abrir la puerta.

Yo... yo tengo la llave. Todos los oficiales tenemos una copia para abrir la sala esa de los mapas.

¡¿PUES A QUÉ ESPERA?!

Mofeta se abre paso entre los mercenarios, se urga los bolsillos y, al cabo de seis segundos casi eternos muestra la llave y abre el paso a la sala de navegación. Con cobardía, se retira por el pasillo, mientras la puerta se abre lentamente, quejándose por unas visagras mal engrasadas.

ÑIEEEEEeeeeeeeeec...

El camarote está oscuro. La poca claridad que el exterior aporta en la tormenta traza siluetas a lo largo de todo el ventanal.

Entremos... Con cuidado.

Un trueno restalla, y el relámpago que anunció define más los contornos. A los lados de la habitación las estanterías rebosan de mapas, libros y algún que otro barco en la botella. Sobre una gran mesa central, esparcidos y desplegados, las cartas de navegación, con alguna mancha de negro por culpa de un tintero volcado. Compás, escuadra, algún que otro libro, alguno abierto y alguno cerrado...

Tras la mesa, una gran butaca a modo de trono. En ella reposa la figura del capitán Bauhauer. El marinero yace con el torso desnudo, descamisado. Su rostro es más enjuto que cuando le conocieron y las costillas flotantes se marcan bajo su piel. Varios de los lóbulos que se han colado en el barco se están alimentando de él. En los brazos, los hombros... uno de ellos le devora la parte derecha de la cara. Del tórax no han dejado nada. Han fagocitado el esternón y parte de las costillas, dejando un agujero en el pecho del que asoman vísceras de colores rojos, rosados y ocres. De hecho, es posible que los bultos rojos sean más de esos lóbulos, que se han abierto paso al interior.

De pronto, como sucedió con la muerte de Cortapiés, la disposición del cadáver evoca en la mente otra carta del tarot.

El señor del barco sujeta en su mano derecha un pincel con la punta mirando al techo, y en su mano izquierda un trapo sucio enroscado en una bola. Cerca de la butaca hay un caballete cuya pintura no se puede contemplar desde la posición de los descubridores del cadáver, pues el lienzo mira a la ventana, a la tormenta y al mar.

El recio marinero acompañó la comitiva entrando en las profundidades del armazon de madera de la nave. Al llegar a la puerta que se interponia con el capitán, presenció la escena no sin cierto pena por el viejo hombre de mar.

- ¡Maldita sean, miren lo que han hecho! Esto no viene de mal en peor... - Sentenció el granuja con un semblante preocupado mientras daba unos pasos dentro de la habitación y desenfundaba su acero.

Erbrahke contempla el cuerpo y un escalofrío recorre todo su cuerpo dejando sin palabras...