Partida Rol por web

El agua había mojado todas mis prendas y todo debido a la culpa del maldito Silverio. Me estaba empezando a hartar de la mala educación de aquel músico de tres al cuarto, pero eso tendría una fácil solución, aunque no sería ahora. Así que me sacudí un poco las ropas y miré a lo que el mar nos había regalado.

¿Qué narices es eso? Dije mientras le lanzaba un virote a una de las plagas que tenía más cerca.

Había pasado la ola, y estaban a salvo... ¿o más bien no? La ola había acabado con uno de los terlenes, pero a costa de traer más invitados a la fiesta. Puaj! La ballesta no se le había escurrido de los dedos por los pelos, aunque se había agarrado bien a la cuerda y no había caído por la barandilla. Erbrahke se pone en pie y se desata, y decide que el terlén que queda es la principal preocupación ahora mismo y le dispara, aunque el tiro se queda corto.

Uno de los lóbulos rojos salta por los aires, como un odre lleno de agua, cuando el virote de Flame lo hace estallar. Viktor también se dispone a golpearlas con la maza, pero algo le obliga a cambiar de manera de proceder...

Elbereth baja desde la popa para desatar las cuerdas que aprisionan a Vaati. Es en ese momento cuando el terlén, frenético por el dolor de ser comido poco a poco, se aproxima a la elfa.

Viktor reacciona... Ignora a los lóbulos, que pasan entre las piernas del veterano arrastrados por el agua que se cuela hacia los camarotes. Se acerca al terlén con el corazón agitado por salvar a su apreciada Elbereth.

Mientras, un grupo de lóbulos se acerca peligrosamente a Erbrahke... o tal vez al indefenso Vaati que hay detrás.

Flame aprovecha el hecho de haberse quitado de en medio a una de esas asquerosas plagas para lanzar otro virote a la que está un poco más allá, justo enfrente de ella.

El resto que se encargara de los enemigos que tuviera cerca, ella prefería hacerse cargo de las futuras amenazas.

Maldita sea, esas cosas se estaban acercando. Erbrahke carga nuevamente su ballesta, y apunta a la plaga que se está acercando y les dispara un ballestazo. Pero parece que esas cosas vienen decididas a por nosotros...

Silverio estaba muy callado viendo como los compañeros iban a matar a los lóbulos asquerosos. La verdad es que él se había quedado paralizado por la repulsión que le causan esos bichos, pero ahora viendo que las fuerzas de sus camaradas comenzaban a flaquear, decidió pasar a la acción. Esgrimiendo de nuevo su laud comenzó a entonar algo acerca de los valientes marineros que a pesar de las energías de los dioses por no llegar a destino, finalmente lo consiguieron. La odisea o algo así se llamaba esa oda. Muy apropiada para estos momentos. 

El terlén cae al fin sobre cubierta. Los lóbulos lo están fagocitando y en algunas zonas ya comienza a verse el esqueleto de cartílago.

Elbereth llega al fin junto a Vaamir y desenvaina su daga para cortar la cuerda con la que el pequeño gnomo le salvó la vida.

Erbrahke se pone a recargar su ballesta, y cuando alza la vista, una docena de lóbulos carnívoros han nadado lo suficiente como para empezar a trepar por sus piernas. El dolor es similar al de un millar de agujas clavándose en la piel. Incluso la tela de sus pantalones empieza a descomponerse al contacto de estas criaturas. Viktor acude a su ayuda y le saca alguno de encima con la maza.

Flame continuaba lanzando sus virotes contra la plaga que tenía más cercana mientras dejaba que el resto hicieran lo apropiado con los demás. 

La maldita plaga se había lanzado encima suyo, y empezaba a subirle por las piernas, y dado que era un gnomo eso era poca distancia. Pese a la ayuda de Viktor, las nauseas hicieron que no sólo ya fuera incapaz de recargar la ballesta para atacarlos, sino ni siquiera para poderme concentrar lo suficiente para expulsarlos de encima mío. Y eso que era una de mis especialidades la conjuración a la defensiva!

Viktor consigue sacudir al pequeño gnomo soltando los lóbulos que le trepaban por el cuerpo y lo aleja. Con ello solo logra que las criaturas cambien de objetivo. Se aproximan más y más al indefenso Vaati, mientras Elbereth mueve nerviosa su daga arriba y abajo para cortar las ataduras. Su mirada se desvía de su tarea intermitentemente, solo para comprobar que los lóbulos rojos están cada vez más y más cerca.

Pero al acercarse a la borda del barco, también se aproximan demasiado a las rendijas de achique. Los diminutos fagocitadores son arrastrados por el agua de nuevo al mar.

No pasa lo mismo con las criaturas que se han aferrado al tiburón, del que siguen comiendo. Tampoco con las que se acercaban peligrosamente a Flame por el centro de la embarcación: algunas de ellas ya estaban degustando las pantorrillas de la humana.

Elbereth termina de liberar al elfo, y se pasa el brazo del herido por encima de su hombro para llevarlo a lugar seguro. ¿Pero existe tal rincón este barco maldito?

Deje a Vaati, señorita Blackwood, y ayúdeme a tirar los restos del tiburón por la borda mientras esas berrugas rojas aún están ocupadas. ¡Doble luna, ayude a Flame!

Viktor lo había ayudado quitarse la maldita plaga de esos bichos y las nauseas ya habían pasado. Mejor, no estaba en situación de volver a quedar permanentemente mareado. Viktor también le señala a Flame, que es la compañera que le toca lidiar con esos bichos, así que se acerca con la ballesta y les dispara, ahora que tras su encuentro ya había aprendido como se movían para acertarles de lleno sin que Flame resultase herida.

Con mucho cuidado, Elbereth y Viktor agarran el cuerpo del terlén. Las manos quedan peligrosamente cerca de los lóbulos, pero mientras están comiendo no muestran interés en una elfa y un humano. Ambos elevan con esfuerzo a la bestia y la arrojan, con los fagocitos incluídos, de nuevo al mar.

Flame está entre la espada y la pared. Sabe que lo mejor para ella sería alejarse, pero mientras mantenga su posición, sus extrañas artes continuarán cicatrizando las heridas de Erbrahke y Viktor. Pero su poder está perdiendo eficacia. Solo logra que su carne se regenere lo suficiente como para ofrecer a estas medusas exóticas un festín inacabable.

Erbrahke logra deshacerse de otra criatura más con su ballesta antes de que una voz atronadora le ponga los pelos de la nuca de punta...

¡DOCE CUERDAS, ESPABILA! !DEJA DE TOCAR ESE ENDIABLADO INSTRUMENTO Y SACA A FLAME DE AHÍ!

Es la voz de Das Vracken. No puede estar satisfecho del trabajo de sus empleados porque uno de ellos ha perdido la vida, aunque está claro que en esta peligrosa tormenta aún se puede considerar milagro que no sean más los que se ha llevado la Muerte.

La sensación de esa plaga recorriendo mi cuerpo empezó a generarme un malestar que no pude contener. Las ganas de vomitar me recorrían todo el cuerpo y me vi impedido para acabar con ellas. Quizá mis compañeros me ayudasen, pero por el momento me sentía tan mal que no podía hacer absolutamente nada...