Partida Rol por web

El rayo de frío de Vaati apaga por completo el fuego. Sin fuentes de iluminación, el compartimento se queda en completa oscuridad. El silencio cae, y los mercenarios se vuelven vulnerables...

Le había costado concentrarse lo suficiente para conjurar un hechizo básico, pero al fin había logrado apagar el fuego. Por suerte para todos.

Los de arriba, traed algo para alumbrar.

En la completa oscuridad no alcanza a ver a ninguno de sus compañeros, así que agudizo sus alargados oídos, mientras seguía parado donde se había producido el fuego, sin atrever a mover un pie.

Desde la trampilla , veo que en el interior sale humo negro y que de repente se hace la oscuridad, " Holaaaa, ocurre algo? " , mierda siempre tengo que solucionar las cosas yo mismo, " que alguien me de luz diantres ", cojo una lámpara con la mano izquierda y con la derecha desenfundo mi cimitarra, comienzo a bajar las escaleras   (que no sea nada malo, que no sea nada malo, que no sea nada malo.....)

(mierda), pienso cuando me doy cuenta que no hay a mano ninguna lampara, en ese momento me quedo de piedra con un pie en el primer escalon (me estara afectando la maldicion de una nueva manera?) , a los segundos miro a mi alrededor buscando alguna fuente de luz.

Erbrahke vio unos fogonazos y luego notó magia, seguramente el elfo. El gnomo bajó un poco más por la trampilla.

¿Estáis todos bien?

Vaati les respondió que necesitaban algo para alumbrarse, así que el gnomo dedujo que pudo pasar. Erbrahke volvió a subir esquivando a Hakim que como de costumbre seguía quitándole al bardo el puesto del más inútil del grupo - al menos Silverio si simplemente se pone a tocar se vuelve un miembro útil... más o menos - y empezó a rebuscar por la zona para encontrar rápidamente algo que pudiera dar suficiente luz allí abajo.

Mientras busca algún elemento para aportar algo de luz, Erbrahke choca con Melinda, o más bien al revés. La gitana pronuncia unas palabras mágicas y su pendiente empieza a brillar iluminando la bodega.

¿Tiú? Sácate de mi vista, pequeñio engendrio. Hoy es un día triste parra mí, y nio estioy de humior.

Melinda pasa de largo y se arrodilla junto a la trampilla.

Viosiotrios. Viuestrio jefe os llama. Salid de ahí. La neguiosiasión terminió. Nesesitamios de tioda la ayiuda que piodamios parra isar el cadáver de mi tío a la biodega de arriba.

En el lado opuesto, el pequeño rincón de oscuridad de proa permanece tranquilo. No hay nada que indique que hay algo, aunque la sola posibilidad dé que desconfiar. Al menos ahora la vistani os proporciona luz para encontrar las escaleras y subir por la trampilla.

Cuando más intranquilo estaba, la trampilla de subida se iluminó con una fuente de luz. Aquel brillo no era natural, la luz le pareció algún tipo de magia. El elfo no tardó en volver sobre sus pasos y subir por aquella salida, y más cuanto oyó como la mujer vistani los llamaba. Realmente deseaba salir de aquella maldita bodega.

Esperó a que Flame y Silverio saliesen también sanos y salvos. Luego cerro la trampilla. - Ayudadme a poner alguna pesada carga encima de la trampilla. Algún baúl, caja o sacos. Si hay algo ahí abajo, que al menos se quede encerrado.

Empezó a empujar un baúl que había cerca, hacia la trampilla.

Yo sigo buscando una fuente de luz, o eso o me perdí.

Gracias a la luz de Melinda, Hakim pudo dejar de buscar a tientas en la oscuridad para ayudar a Vaati, con lo que la tarea de poner un baúl sobre la trampilla fue mucho más sencillo entre dos. Por su parte, Erbrahke dejó la vela en su sitio, ahora que ya no era necesaria.

Por otra parte, Das Vracken pasó la cuerda de Silverio bajo los brazos del cadáver y subió a la segunda bodega. Entre tres personas izaron al cadáver por el hueco de la trampilla. Bastarían solo dos, pero no venían mal para realizar la tarea respetuosamente, sin golpear ni levantarlo a trompicones.

Cuando salieron al fin a la cubierta, el elenco de prisioneros no era para presumir: un muerto, un herido, una embarazada y una anciana. Los mercenarios deberían esperar a otra ocasión para mostrar su valía, contra enemigos más peligrosos.

Las tareas de reparación del Miseria sufrieron un aplazamiento. Todos los marineros dejaron sus tareas, sin mediar palabra, sabiendo lo que iba a ocurrir a continuación. Sacaron el tablón asomándolo por la borda. Ataron a los vistani por las manos, para que no pudiesen nadar. Las miradas iban desde la más cruda rudeza hasta una malsana curiosidad; del odio a la indiferencia. Nubarrones de tormenta cabalgaban por el viento sin descargar, de paso, pero el viento dejó de soplar tan solo para que las nubes también se pudiesen sumar a los demás espectadores. El cadáver de Carlo fue arrojado por la borda, sin un responso como el del funeral de Cortapiés.

Como si el guión fuese preestablecido, nadie tuvo que empujar a los vistani por la borda, sino que iban por voluntad propia. El primero fue Genaro, que paseó por el tablón con semblante sereno. Rosinda se echó a llorar mientras se acercaba más y más al borde, hasta que ella y el bebé que llevaba en su vientre cayeron al océano. La anciana temblaba, no se sabe si por el miedo o por la edad. Cuando la vieja Dorinda llegó al extremo de la tabla, se giró y miró a los tripulantes.

La naiba ochii Giorgios în această barcă. Nu veți vedea Vistani in aceasta calatorie.

Su rechoncho cuerpo se hinchó un poco, lo justo para que la presión de sus muñecas rompiese sus ataduras. Das Vracken llevó sus manos intuitivamente a la ballesta.

La naiba ochii Giorgios în această barcă. Nu veți vedea Vistani in aceasta calatorie.

Con las manos libres, la Raunie desató el pañuelo de su cabeza y lo tiró al mar. La tela planeó por el aire mientras Dorinda hacía su última aseveración.

La naiba ochii Giorgios în această barcă. Nu veți vedea Vistani in aceasta calatorie.

Y después, desapareció. El tablón seguía doblado, soportando un peso, pero la vistani era invisible. El tablón vibró indicando que la bruja se había tirado con los suyos. El predecesor abanico de miradas se unificó en un solo espectro: ojos de desconcierto.

Viktor Das Vracken tomó a Elbereth de la muñeca y le susurró algo al oído. De inmediato la elfa salió corriendo y se metió en el interior del barco.

Flame había apartado la vista cuando vio que iban a dejar caer a la embarazada, cualquier vida hubiera sido mejor que la suya, pero la embaraza no... eso era demasiado, aunque cuando se decidió a hacer algo se dio cuenta de que ya era tarde. Con el rostro agachado suspiró profundamente, parecía que aquello era la primera muestra de sentimientos que había hecho Flame desde que la conocían.

Cuando la anciana comenzó a murmurar una frase ininteligible para ella alzó la vista para contemplar su rastro. Un escalofrío recorrió su espalda y la dejó helada.

¿Nos está maldiciendo? 

Aquello sin duda no era nada bueno.

- ¡Mierda! ¿Y ahora qué hacemos? ¡Seguro que estamos maldecidos!

El elfo observó toda la escena inexpresivo, convencido de que la culpa de tener que tomar aquella drástica medida era de los propios Vistani. Sabían a lo que se enfrentaban si eran capturados, y con tantos niños. Una poderosa razón debía haberles empujado a colarse en el barco y arriesgarse de tal modo. Triste fin aguarda normalmente a los osados.

 Ni se perturbo cuando la embarazada avanzó llorando por el tablón y finalmente se dejo caer al mar. Con la anciana fue diferente. Vaati dio dos pasos atrás, asustado ante la desencajada cara de la vieja, temeroso por las frases que acababa de pronunciar antes de desaparecer. El tablón seguía doblado soportando su peso, pero la anciana era invisible. ¿Que magia era aquella? 

Por lo poco que conocía a los Vistani eran gentes con talentos mágicos. Ya lo habían demostrado Melinda y ahora la vieja. Le habría gustado tener la ocasión de conocerlos mejor, si el escenario hubiese sido otro. Una pena.

Finalmente el tablón vibró, indicando que la vieja se había lanzado. Atras dejo a unos desconcertados marineros y tal vez otra maldición. Vas Dracken le dijo algo a Erbereth, seguramente buscar a Melinda para pedirle explicaciones de aquello.  

Él también quería tener unas palabras con aquella misteriosa mujer.

Silverio no quería saber nada de todo aquello. Apartó la vista, y se fue de allí, al camarote a pasar el rato hasta la hora de la cena.  Cierto y verdad que tal y como estaba la situación, no estaban para llevar polizones, pero entregarlos al mar profundo, océano inmenso para dejarles morir... eso lo mirara por donde lo mirara era un asesinato. No tenía muy claro en que clase de persona se había convertido, pero no dejaba de recordar aquel momento en el puerto, cuando decidió que aquella misión no iba a ser para él. 

Cuando conjuró su sonda mágica sobre el maldito y paralizado Hakim, Vaati no percibió nada. Análogamente a esa situación, las palabras de Dorinda no se correspondían con ninguna fórmula mística que el elfo conociese. Parecía que las maldiciones eran una forma de poder distinta a la magia, o simplemente un engañabobos para amedrentar a los supersticiosos.

Un escéptico pensaría que lo de Hakim fue obra de un veneno y lo de Dorinda un conjuro modificado con metamagia para no precisar de palabras arcanas, o simplemente un objeto mágico de invisibilidad recién activado. Vaati estaba entre los dos mundos. Sus estudios en la escuela de magia le obligaban a creer que todo suceso paranormal podría explicarse con la alquimia y los hechizos, pero después de haber presenciado tantas cosas extrañas...

El gnomo bufó.

Como si no hubieran suficientes maldiciones en este barco...

(Hay Dioses otro maleficio mas del diablio, es que nunca se va a detener esta mala suerte continua?) Bajo la cabeza para no presenciar esas muertes y escupo al suelo mientras hago el signo de mal augurio de los marineros, (que sera de nosotros a partir de ahora?) , miro a alguno de mis compañeros marineros en busca de apoyo moral....

Vaati sigue a Elbereth a la tercera bodega. La penumbra se filtra por la rejilla del techo y los bultos de velas replegadas, cajas y cofres siguen desperdigados de tal modo que una segunda embosada habría podido tener lugar.

¿Melinda? ¿Melinda, dónde estás? Sal para hablar.

¿Erres la mensajerra de la miuerte? ¿Has venidio parra

quiomiunicarme el final de tres de mis familiarres?

La voz de Melinda llega sin mostrar a su dueña.

Sí, Melinda, pero... hay otra cosa. Vuestra anciana hizo algo antes de morir. Melinda, por favor, sal para que podamos hablar. Deja de esconderte.

Estioy delante tiuya, ¿es que nio me ves?

La elfa calla y el silencio se hace revelador. Melinda también se ha vuelto invisible.

Ah, quiomprendio... Niuestra Rauni siempre fiué miuy astiuta.

Hoy estioy de liutio, nio piuedio atenderte. Ven mañana y

hablarremios. Si traes unas mionedas quisás piueda leerte la

biuena fiortiuna, o venderte alguio que nesesites.

La pareja de elfos ya ha salido, pero todos los marineros miran ahora a Flame. ¿Malditos? Escupen al suelo como marca la tradición. Y siendo tantos como son... Es como para compadecer al marinero al que le toque fregar la cubierta. Seguramente el novato Hakim.

Que muera con su odio la bruja, y que el mar se trague sus maldiciones. Puj... ¡Señores! ¡Este barco no se va a reparar solo! Ya pediremos a un clérigo que bendiga el Miseria cuando lleguemos a puerto. ¡A TRABAJAR!

...-Viktor se queda pensativo y en silencio por un instante, con la mirada perdida-¡Nosotros también! No quiero veros holgazanear. Registraréis las bodegas tres o cuatro veces más. Eso os mantendrá ocupado. Y en cuanto usted, señor Aguas Oscuras... Ya no es necesario que nos guíe por el barco, puede unirse a sus camaradas en la reparación del barco-es un comentario algo cruel, ya que Hakim sigue visiblemente herido-. Pero quedé satisfecho de ver cómo lucha. ¿Estaría interesado en trabajar para mí?

No entendía que era lo que había dicho para tener la mirada de todos los marineros en ella. Estaba claro que era la más hermosa que había allí, pero era extraño que la miraran por eso ahora. ¿Acaso les había afectados sus palabras? Era absurdo, no había dicho nada que no resultase ilógico.

Después de dedicar una mirada de odio a su líder no pudo más que dirigirse hacia la bodega para cumplir sus órdenes. Durante el camino un brillo blanquecino comenzó a emitir la escama de la frente con la esperanza de que sus compañeros heridos mejorasen su estado de salud.