Partida Rol por web

Cuando se zafó del farfullero, Nikeras dejó escapar un ligero carraspeo de dolor. Entre lanzada y lanzada se miró un instante el costado. Esos pequeños dientecillos afilados se habían hundido en el costado, perforando el cuero de la armadura y desgarrando la carne al intentar ser arrancado. Sus mandíbulas funcionaban como sanguijuelas o como lampreas, anclándose a la piel. Unas gotas de sangre brotan donde se desclavaron los colmillos. Y ese olor a sangre no farfullera les hace entrar en un frenesí de gorgojeos y farfullos. Una nueva oleada se vuelca sobre el druida y su perro.

 A pesar de que empezaba a arderle el hombro tras las lanzadas y los golpes a las criaturas, la lacerante herida del flanco le mantenía lo suficiente despierto como para aprestar centrarse de nuevo en las criaturas. Esta vez ensartó directamente a una de las enloquecidas criaturas que intentó aferrarse a su cuello, con el escudo repelió a otra más. Zicko seguía con su particular matanza, empezando a verse manchas brillantes sobre su pelaje, la sangre de las criaturas, mayoritariamente en la zona de cabeza.

 Tal vez más para darse ánimos a sí que a su compañero, Nikeras exhortó a Zicko a continuar y no desfallecer. 

 - Vamos, vamos Zicko, juntos no nos superarán, mantente firme.

 Hasta que no lo pronunció no se percató de que su voz eran maullidos y gruñidos. Aún estaba activo el conjuro que había lanzado para intentar interactuar con las criaturas gimoteantes.

 En cualquier caso la lanza y las fauces quitaron más vidas de aquellas enloquecidas criaturas.

Tras medio minuto de exhausto combate, que ha parecido una eternidad en las carnes de Nikeras y Zicko, las fuerzas empiezan a flaquear en el perro. Del lado de los farfulleros, la superioridad numérica también empieza a resentirse. Por encima de sus cabezas peludas, el druida contempla cómo la densidad de las hordas de las Brumas empiezan a hacerse menos espesas. Por primera vez puede contarlos, ya que no hay más enemigos subiendo la cuesta de cadáveres hasta el pasillo. Quedan en total ocho. Ocho más y todo habrá acabado.

 Una locura, aquello era una maldita locura. Que forma de destruir la vida. Matar o ser matado. Nikeras no daba crédito aquello, no podía y no quería darle crédito. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿POR QUÉ todo eso?

 Pero independientemente de su razón, el instinto de supervivencia le instaba a defenderse... defenderse matando. De nuevo las criaturas se lanzaron sobre él, pero gracias a la bendición de Madre se los pudo quitar de encima sacudiendo las piernas, antes de clavar la lanza de nuevo sobre otra criatura, la sangre impregnaba el asta del arma, llegando su puño tenso sobre ella.

 Zicko continuó en su frenesí matando a dentelladas, parecía un avatar de muerte, sus fauces cercenaban y arrancaban miembros y cabezas, causando estragos sobre aquellas criaturas, aguantando de algún modo aquel ritmo frenético.

De los cinco que quedaban, dos fueron a por Zicko. Nikeras se había incorporado al combate unos segundos después de conjurar su fuerza de toro, pero a estas alturas ya empezaba a sentir el mismo agotamiento que embargaba a su perro. Y cuando ya estaba convencido de que saldría victorioso, sus tres farfulleros se le avalanzaron a la vez.

A pesar de hacer tan poco tiempo el que lleva luchando, la intensidad es tal que el sudor corre por su rostro para perderse por sus barbas. Su espalda está empapada, el hombro derecho le arde por el esfuerzo de las lanzadas y las heridas queman. Pero aún así, el hecho de que sean tan pocas las que quedan aún con vida, y todas las muertas a su alrededor, le insuflan la energía necesaria al druida para seguir luchando por su vida.

 Tanto él como su fiel compañero, a pesar de estar fatigados, logran eliminar a las primeras criaturas que saltan de nuevo contra ellos, pero Nikeras se ve superado por la atención de las que tras esta se tiran también contra él. Pero de algún modo logra quitárselos de encima antes de que cierren sus malditas fauces en sus carnes. Tras un nuevo ataque por parte del perro lobo y el humano solo déjan a una criatura aún viva... la última de todas las que se les han echado encima. Impertérrita ante la cantidad ingente de congéneres muertos por todo el suelo. Era una imagen aterradora.

El último farfullero roía la bota de Nikeras como un perro rabioso sin que sus pequeños dientes perforasen el cuero. Alzó la vista y encontró el mentón barbudo de Nikeras y las fauces ensangrentadas de Zicko. Un quejido lastimero, y unos ojillos de súplica intentaban ablandar el corazón del buen druida. Era el último de su manada. Estaba solo en este mundo. Y, aunque antinatural, su pelambre recordaba a un indefenso animalito del bosque.

Entonces, ¡ZAS! El traicionero farfullero se avalanzó con las fauces abiertas en dirección a los testículos de Nikeras.

 Los gruñidos que momentos antes habían llenado la boca del túnel finalizaron, ahora se escuchaba la agitada respiración del druida y el can. Solo quedaba uno, y parecía haberse replanteado su posición. Pero en el último momento se precipitó contra los genitales de Nikeras. El cuerpo fue alcanzado primero por la lanza, que lo empaló, para ser sacudido y arrancado del asta por un brutal mordisco por parte de Zicko. La criatura cayó hecha un guiñapo sanguinolento encima de los otros cuerpos sin vida de aquellas desquiciadas criaturas.

 Con cansancio, tras guardar el arañado escudo a su espalda, el jadeante druida tomó la antorcha casi apagada del suelo. Y limpió la punta de la lanza con los cuerpo peludos antes de retirarse hacia atrás unos momentos tras hacerle señas a Zicko.

- Ven... descan-descansemos.

 Dijo antes de dar una baya al can y tomarse él mismo otra.

Al comer Nikeras una de las bayas, Zicko se reconforta por solidaridad y compadreo. Ya están mucho mejor, pero para bajar a la cueva necesitarían caminar sobre la pila de cadáveres de la improvisada cuesta. Cadáveres y no cadáveres. Algunos farfulleros, aún vivos bajo el peso de los de su raza, sacan sus zarpas del montón con sus últimas energías tratando de arañar a lo que se ponga a tiro.

No son ninguna amenaza. Si Nikeras quisiese abandonar el pasillo solo tendría que ir hundiendo la lanza por delante de él, a modo de bastón, matando a los farfulleros moribundos que quedan. Por contra, no hay nada allí de interés... salvo la visión aliviadora de la luz tibia del día. Cae por el pozo, mitigada por las Brumas. La única luz que le quedará cuando su último matojo de plantas se apague. Si quiere volver al centro de las ruinas tendrá que hacerlo a oscuras. Por contra, la salida del techo de la cueva está demasiado alta e inaccesible, y aunque trepase su conciencia no le permitiría abandonar a Zicko allí abajo.

 Nikeras recupera el aire con avidez mientras acaricia el oscuro pelaje de Zicko.

 - Maldito el día que se me metió entre ceja y ceja descubrir que había en este lugar.- Dijo con repugnancia al ver todos esos cuerpos ahí caídos, muertos o agonizantes. Las lágrimas empañaban sus ojos, pero se negó a dejar que cayeran por sus mejillas.

 En lugar de ello, se lamentó por no estar preparado para detectar residuos mágicos en la zona. Aquella última criatura que apareció, y alertó a las otras de su presencia, apareció de forma mágica... como si las nieblas la crearan o... la transportaran. ¿Cómo podía ser? Magia. ¿Con qué fin? Verlas morir de hambre... o preparar algún tipo de ejército... con suficientes efectivos podrían resultar peligrosos... más si contraen la licantropía ¿Desde cuando? Nikeras rebuscó por el suelo en busca de cuerpos muertos por inanición o restos de huesos en un funesto acto de canibalismo. 

 Luego alzó la mirada hacia la grieta por donde entraba la empañada luz del exterior. ¿Podría tratarse de la misma grieta por la que cayó el cuerpo de Sasha, la víbora de Nightshade? Eso significaría que no estamos tan lejos del aserradero.

En cualquier caso, tras dar un vistazo emprendió el camino de regreso en la más absoluta sensación de sobrecogimiento, usando la apagada antorcha a modo de lazarillo al pasarla cuando se apaga por la pared, indicándole el camino a seguir... y el lugar donde empieza la sala de tortura. Con la intención de rezar una oración a Madre para que le permita alumbrarse y buscar cerca de allí alguna apertura secreta y oculta.

La búsqueda es infructuosa. Los excrementos indican que los farfulleros no llevaban allí más de un día. La grieta no es la que sirvió de sacrificio al Gentil que Llama. No es tan profunda, y el aire exterior se deja sentir en su cara con una ligera brisa. Algunos farfulleros llevan huesos humanoides partidos para aprovechar el extremo roto a modo de arma puntiaguda, de ningún valor en comparación a las armas de metales forjados de Nikeras.

Ya de vuelta al túnel, Nikeras se sobrecoge cuando la pared del pasillo acaba. Esos espacios abiertos son las cámaras llenas de instrumentos de tortura. Hasta podría clavarse accidentalmente con algo puntiagudo si no tiene cuidado. En ese momento, Zicko empieza a ladrar. Su olfato ha percibido el olor de alguien. O de algo.

 Cuando el contacto de la antorcha apagada con el muro de referencia cesó, el druida se detuvo. Teniendo presente aquel lugar, ya tenía en mente que cuando llegara oraría para poder alumbrar... cuando estaba a punto de pronunciar la oración, Zicko le advirtió de que había algo.

 Sin dudar dio un par de pasos atrás, escudado por Zicko, y lanzó la oración sobre un colgante que pendía del cuello.

- Mam, yn disgleirio yn y tywyllwch i bobl ddall eich plant i wylio.

El colgante desprendió una esfera de luz de tono verdoso, que tras tantas horas sumido en la más oscura de las negruras, casi le lastimaron los ojos, en cualquier caso, su lanza ya apuntaba hacia delante mientras la zurda se descolgaba el escudo y lo trataba de empuñar.

Según se ilumina el pasillo central, entre las celdas y las cámaras de tortura, al frente una criatura encapuchada se gira para dar la espalda a Nikeras y cubrirse con la capa. Sale huyendo. Más deprisa de lo que Nikeras y Zicko, fatigados, pueden ir. Más allá de hasta donde el colgante ilumina. El druida se rasca los ojos mientras se acostumbran a la claridad después de tanto tiempo a oscuras.

A pasos apurados, el cerebro de Nikeras procesa la información que tiene. El humanoide tiene su misma altura. Le pareció ver dos brazos derechos antes de que el vuelo de la capa los ocultase. La piel de los brazos era bastante característica, aunque Nikeras no puede precisar si fueron los destellos de la luz recién conjurada la que le hicieron ver algo raro. No conoce a muchos seres humanoides con dos brazos en su costado derecho, lo que por simetría significa cuatro brazos en realidad.

Recuerda a los Hadrimoi, unos humanoides monstruosos con los brazos bifurcados a modo de horquilla en dos antebrazos. Los Hadrimoi son una casta de los Ushemoi, utilizados por su velocidad y sigilo como espías y asesinos.

Hay unas gotas de sangre en el suelo...

Cuando Nikeras vio la vaga figura perderse entre las sombras más allá de su luz, no pudo evitar pensar ¿Y ahora qué?

El sudor le corría por la frente, la angustia experimentada durante las largas horas de avanzar a tientas por aquel ignoto y terrorífico túnel oscuro, el esfuerzo y fatiga que le había causado el duro combate para mantenerse con vida ante aquella horda de criaturas le habían dejado, y la falta de un buen sueño reparador hacía que el ya mayor druida se sintiera cansado, hastiado y vacío. Pero aún no había llegado el momento de detenerse... no habiendo más criaturas hostiles por la zona.

Lejos de plantearse seguir a lo tonto a una criatura que tal vez hubiera plagado el lugar de trampas y que podía desplazarse sin problemas por la más absoluta de las oscuridades no se le antojaba una situación especialmente tentadora, por más que hubiera ese rastro de sangre fresca.

En lugar de eso procuró serenarse, actuar con razón.

Por el momento tenía, luz, pero esa duraría poco. Y no le quedaban antorchas. Necesitaba combustible. La madera de por sí no ardería como una antorcha, pero era mucho mejor una brasa que la oscuridad total. Pero estaba demasiado fatigado como para ponerse a romper las estructuras de recia madera de aquellos instrumentos de pesadilla. 

Estaba en una encrucijada, y no tenía tiempo que perder. Miró a Zicko, a quien acarició en la cabeza sucia de sangre coagulada de la matanza.

- Vayamos, vayamos a por esa criatura, parece herida, y si trata de escapar tal vez es una muestra de inteligencia, por lo menos mayor que el de las desquiciadas criaturas. Esperemos que podamos razonar con ella.

 Con un suspiro se puso en marcha siguiendo el rastro de sangre fresca.

- Sé qué eres, y sé que estás herido, hadrimoi.- Dijo con voz firme y alta.- Te puedo ayudar, puedo sanarte, si a cambio me ayudas.

Los pasos dejaron de oírse. El Hadrimoi se había parado en la oscuridad. Después, un silencio interminable. Quizás no hablase común y no le pudiese entender.

Juajuajuajua...-rió de pronto, como cogiendo un chiste tarde-Esa ayuda uno no la quiere. Sfffffff... piensa el listillo qué es un Hadrimoi, pero no se pregunta cómo funciona un Hadrimoi. Hay que autolesionarse para correr rápido. Correr rápido es importante. Fiurififufí. Sí, más rápido. Más rápido que el viento. Hay que ir más deprisa que un dragón. Más deprisa que caer al vacío. No se pueden cerrar las heridas: sin sangre no se corre.

¡Trueque! Solo alguien necesita ayuda. La ayuda nunca es gratis. ¿Qué hay para intercambiar? Kirikirikirikirikiri... Delicioso cuatro patas bien vale una ayuda, slurp.

 Nikeras se detiene un momento antes de proseguir hacia la fuente de la voz. ¿Dragón?

- Y de que sirve correr mucho, si para ello hay que herirse... tiene sentido querer ser rápido si se huye de un peligro. Si es el caso, no tienes de qué preocuparte... a no ser que pretendas atacarnos, de ser el caso verás que somos una presa equivocada.

Tras dejar el mensaje claro continúa su exposición.

- No. Mi viejo compañero no entra en ningún trueque. No merece la pena que insistas en ello.- Dice sosegadamente.- Pero si quieres algo en compensación en un intercambio, tengo varias cosas por ofrecer. Soy un hábil músico. También soy un buen dibujante. Podría hacerte un retrato a cambio de información. ¿Qué sabes de este lugar? Cuanto más sepas más estaría dispuesto a añadir al intercambio.