Partida Rol por web

Maldito Le Noir,siempre con sus remilgos y tonterias... -En fin, supongo que mi fama me precede...- pensó con cierta contrariedad.
-Ya habeis oído al inspector guaperas...¡Tú!- dijo señalando a uno de los guardias -acompaña a la señora y que se ponga cómoda. Yo voy ahora mismo.-

Cuando el guardia pasó a su lado le susurró -Si te oigo hablar mientras estoy trabajando, te liquído. Es más, si noto tu presencia allí dentro, te liquído.- Y, sonriendo a Le Noir se encaminó tras los pasos de aquellos dos.

-Bueno, si les parece, yo interrogo a los guardías...

Así pues, Black entró en la habitación contigua al despacho junto a uno de los guardias y la sirvienta. Tras ésto el sargento Frederson acompañó a Livington a conducir a los sospechosos (o testigos) al calabozo donde serían interrogados. uno de los guardias se quedó en el despacho con las ordenes de ser útil a Le Noir si fuese menester y Le Noir empezó a husmear. Los dos guardias restantes permanecieron en la puerta como vigilantes de la escena.

El caso estaba en marcha, el equipo de inspectores entraba en acción, era hora de encontrar todas las piezas para más adelante resolver el puzle.

Tras bajar unas dificultosas escaleras de caracol hechas con las mismas losas que empedran las murallas (seguramente donde vas es más antiguo que el resto del edificio). Llegáis al fin a los calabozos y de forma voluntaria cada guardia sospechoso entra en uno. El Sargento te da a elegir con cual hablaras primero, el se quedará con el otro a la espera.

Como era de esperar, las órdenes se cumplieron casi al segundo, una organización eficiente y bien instruida, empujada sin duda por la ansiedad de lo ocurrido y el temor a lo que ellos representaban. No habían terminado de salir todos, menos uno de los soldados, cuando ya había dado dos grandes zancadas y se había acercado hasta las estanterías. 

No tocó nada ni movió un sólo músculo. Permaneció allí, observando, leyendo uno a uno los títulos que formaban parte de la colección personal del Capitán Von Frey, hasta que sacó una pequeña libreta y una pluma de su jubón, y empezó a dibujar, de manera esquemática, un pequeño boceto de todo lo que parecía estar en su sitio. Luego rebuscó entre los tomos caídos, intentando encontrar los que fueran de la misma saga o continuación, como por ejemplo trilogías o tomos de una misma enciclopedia, para ponerlos en su lugar. Intentó equivocarse lo menos posible mediante la manera más sencilla, no recolocar ninguno del que no estuviera totalmente convencido. Si faltaba algo, quería asegurarse y saber exactamente el que.

- Necesito aquí a alguien que conozca esto lo suficiente como para ordenarlo. Me da igual quien sea, qué haga o o dónde está. Le quiero ahora mismo. 

Las palabras salieron de su boca con una voz neutra, en el tono exacto para resultar imperiosas para el guardia pero sin ser alarmantes. Antes de acabar la frase había vuelto a girarse hacia la puerta y estaba analizando centímetro a centímetro la madera, buscando con ojo clínico cualquier indicio de que hubiera sido forzada de alguna manera. Palpó con los dedos, muy suavemente, intentando descubrir algo, no sabía exactamente el que: alguna parte astillada producto de algún golpe, alguna zona abombada como si hubiera sido sometida a un calor excesivo, algún agujero o raja producido por disparos o cortes... Lo que fuera.

Tardó casi quince minutos en asegurarse de que nada se le había pasado por alto, que sumado a los otros veinte que había pasado con la librería, le habían hecho perder bastante tiempo sin llegar a descubrir realmente cómo había muerto el Capitán. Sin embargo, eso era lo último, había que ir por partes. 

- ¡Tú! - No señaló a nadie. Ni siquiera se dio la vuelta. Pero sabía que con la partida del primer guardia, quedaban otros dos. Le daba igual cual le hiciera de recadero. - No quiero excusas, ni una palabra. Necesito que vayas al cuartel de los casacas y pidas esto al intendente. Es de máxima urgencia. - Levantó la mano derecha, con la que sujetaba un papel recién escrito en el que se leía con letra limpia y elegante una sola cosa: Maletín de adivinación, seguido de su firma personal. Permaneció así hasta que uno de los guardias se acercó hasta él, cogió la nota, y se fue a cumplir su encargo. 

Sin perder más tiempo, resolutivo, se lanzó en un movimiento rápido hacia el gran ventanal, con cuidado de no mover el sofá sobre el que reposaba el muerto. Una vez más, investigó a fondo cada milímetro del cristal, buscando una vez más cualquier pista que pudiera significar que el atacante había entrado por allí. Primero analizó con la ventana cerrada, como estaba, y cuando estuvo satisfecho, la abrió y se sentó sobre ella, con cuidado de no caerse, para husmear en la pared, por fuera, esperando encontrar alguna marca de cuerdas, pitones, o rozaduras causadas por alguien que se hubiera deslizado por allí...

Cuando acabó sus primeras pesquisas, decidió que era hora de ponerse con lo más importante. El cuerpo y su más inmediato alrededor. 

Empezó por el escritorio. Marcas de sangre, polvo que señalara algún objeto desaparecido, cualquier cosa. Rebuscó en los cajones, estudiando su contenido y las cerraduras, esperando encontrar alguna que hubiera sido forzada o, por el contrario, permaneciera cerrada. Cualquier botón, palanca o resorte secreto sería de máxima utilidad. 

El siguiente paso eran las armas. Con delicadeza soltó la espada y la pistola de las manos frías e inertes de Von Frey y las observó. Necesitaba saber si habían sido utilizadas. Sangre en el filo, pólvora en la boquilla del cañón o una mecha consumida. Hasta que no supiera esas cosas, no podría avanzar demasiado en ese aspecto. Sin saber si el asesino había sido herido o no, no tendría demasiados datos sobre dónde buscar a continuación. Lo mejor, como ya había supuesto antes, sería tener allí todo su equipo de adivinación para hacer uso de sus poderes al máximo. Mientras tanto, un examen mundano le daría las respuestas necesarias para después enfocar su mente. 

Sonrió. Había hecho esto decenas de veces. Era bueno, y le gustaba. 

Con un movimiento de cabeza apenas perceptible, un intento por volver a concentrarse, volvió a su examen, esta vez del cadáver. Necesitaba saber más. ¿Por qué esa mueca de horror? ¿Qué había podido asustar o generar ese sentimiento en un hombre curtido como aquél? Sospechaba que, quien hubiera sido, no era alguien normal y corriente, sino un asesino no sólo entrenado, sino también poseedor de habilidades especiales. Sería un gran reto, uno peligroso que les llevaría tiempo, pero que seguro alcanzarían a resolver. 

Sin poder evitar la impaciencia, viendo como tardaban sus herramientas, cerró los ojos y se concentró. La magia deja huella, una pequeña marca apenas perceptible para quienes no están acostumbrados, pero si para quienes la han visto y sentido. Necesitaba conocer más sobre su enemigo, y la mejor manera era esa. Tal vez, con suerte, lograría descubrir como había muerto el Capitán. Si no lo lograba, al menos esperaba saber si habían usado poderes en el suceso, o si habían sido más de uno los asaltantes...

Entró en la habitación unos segundos después de que la sirvienta y el guardia traspasaran el umbral. Miró al joven que no dejaba de balancearse cambiando el peso de un pie al otro y le señaló un rincón de la estancia donde apenas si se le podría ver. Cuando éste comenzó a moverse cerró las puertas de la habitación y se acercó a Madame Bovary.

-Tome asiento querida, esto no nos llevará demasiado tiempo, se lo aseguro- dijo señalando un sillón con un enorme respaldo y todo el aspecto de ser el mueble más cómodo de la habitación. Una vez la joven estuvo acomodada en su asiento, Antoine empezó un recorrido por la estancia, con paso deliberadamente lento, acercandose a las ventanas y corriendo las cortinas, sumiendo la habitación en penumbras.

Se acercó con un candil encendido al centro de la cámara, donde estaba ubicado el sillón sobre el que descansaba la sirvienta. Las luces y sombras bailaban en su cara y tras él, proyectandose en las paredes y el techo y dando la impresión de estar ante la presencia de un ser colosal. Arrastró una silla frente a la dama, haciendo chirriar sus patas contra el enlosado y, situando el candil entre los dos, se sentó con la mirada fija en los ojos de la muchacha.

-Intentemos saltarnos el protocolo, si no le importa. No le preguntaré si ha visto u oido algo, o si sabe quien es el asesino. Obviamente, usted no ha visto ni oido nada y no sabe quien es el asesino. ¿Sabe por qué estoy tan seguro?- dijo echando el cuerpo hacia adelante -porque eso, querida... es lo que dicen todos antes de confesar...-. Los ojos del inspector brillaron durante un momento recordando interrogatorios pasados.

-No quiero hacerle ningún daño. Está completamente segura aquí- dijo echando una significativa mirada al rincón donde se situaba el guardia -ahora va a contarme todo lo que sepa, cualquier cosa que pueda recordar-.

-Adelante, querida. Le escucho...- y se arrellanó en su silla con los brazos y las piernas cruzadas, como el que se encontrase viendo un combate de esgrima en la feria anual.
 

Le Noir husmeó por toda la habitación de forma estudiada y meticulosa, recopiló datos de aquí y allá, teorizó sobre claves en la distribución de los libros, observó la puerta, ventanal y afueras, cajones, mesa y cadaver... nada, a pesar del desorden solo había dos señales de violencia, una bala incrustada en la puerta y el propio muerto... era como si todo aquel caos se hubiese hecho por despistar... o quizás buscaban algo?

El muerto no mostraba signos de violencia, ni laceraciones ni hematomas ni ningún tipo de herida... tampoco mostraba los típico signos de envenenamiento, aunque quizás Livingtone era el más indicado para asegurarlo.

Al fin, harto de la espera de su maletín y de no encontrar nada lo suficientemente evidente como para arrojar algo de luz decidió mirar con su tercer ojo toda esta escena.

Todo se tornó oscuro a su alrededor, solo él iluminaba la estancia como un faro. Poco a poco el despacho volvió a dibujarse en una enmarañada neblina, Von Fray estaba allí, sumido en unas cartas o informes. Hablaba con Le Noir sin levantar la mirada, pero a pesar de que escuchaba el sonido de su voz no entendía sus palabras distorsionadas y ralentizadas. El inspector no sentía odio por el Capitán, pero aun así sacó de un bolsillo un colgante con medallón con simbología egipcia y lo agitó, con un tono de voz suave y profundo pronunció unas palabras... Von Fray levantó la mirada y quedó seducido por el sinuoso movimiento del medallón... un disparo irrumpe la visión, ahora Le Noir estaba rebuscando entre los libros de la biblioteca, no parecía aspirar a encontrar nada, pero buscaba. Von Fray propinaba improperios hecho un basilisco y agitaba como un poseso su espada mientras sujetaba una pistola humenate con su otra mano. Al fin Le Noir dijo con claridad: ahora muérete. El capitán se sentó quedando fulminado en la posición en la que más tarde fue encontrado... 

Le Noir abrió los ojos y descubrió que estaba de vuelta... había presenciado el crimen.

Ante el despliegue de parafernalia y abrumadora verborrea de Black la muchacha solo pudo hacer un terrible esfuerzo por soportar su pesar y contener las lágrimas, había pasado de ser presa de un ataque de ansiedad a estar aterrada. El inspector notó como a sus espaldas el guardia tragaba saliva intentando no romper el incomodo silencio... parecía que sus encantos eran capaces de ir más allá de la persona que tenía delante.

Madame Bovary al fin hizo de tripas corazón y aunque lindó el sufrir un vahído habló al fin.

yo... yo no se nada titubeó Solo me paso por el despacho del capitán cuando los criados me informan que ha pasado la noche aquí... lo hace con frecuencia cuando tiene que reunirse con alguien o... o...

De repente volvió a estallar en lagrimas

era una buena personaaaa, ¿quien ha podido ser tan villano como para hacer algo asíiiii? ¿por queeeeeee?

-Tranquila querida. No pasa nada...- dijo con un tono de voz monocorde y pausado que incitaba a la tranquilidad y al sosiego... -¿Qué más hacía el Capitán además de reunirse con alguien?- parafraseó a la muchacha.

Antes de que contestara metió su mano en el bolsillo interior de su casaca negra y sacó un amuleto prendido a una cadena dorada y lo puso frente a la cara de la chica.

-Mire fijamente éste colgante y trate de hacer memoria de algo que pudiera ser relevante: alguna visitra extraña, o algún comportamiento fuera de lo normal, tanto del propio capitán como de su entorno más cercano- empezó su ritual de hipnosis.

-Simplemente mire el colgante y relajese querida, recuerde que todo está bien y no le va a pasar absolutamente nada...- el amuleto empezó a oscilar lentamente de derecha a izquierda frente a los ojos de la joven sirvienta.