Partida Rol por web

Con las manos sobre los hombros del pequeño Dan marcháis tímidamente sobre la calle principal del pueblo, el niño sale a correr a escasos metros de ti jugando con su caballo, gira a la derecha y a pocos metros llegáis a una casa bastante desvencijada, el veteado de la madera te parece indicar que esta casa posee generaciones de vida y que no ha sido rehabilitada desde su construcción (Punto 8 del mapa del pueblo), en el porche hay 4 gatos de diferentes colores; 2 están durmiendo juntos, otro está rascando la madera de las escaleras y otro está sobre una mecedora.

El pequeño Dan sube al porche de la casa y golpea al gato de la mecedora con su juguete, este se sobresalta y escapa profiriendo un maullido de amenaza, el niño se sienta y con el caballo en su regazo se balancea fuertemente mirándote.

El viento agita las ramas del viejo cerezo del jardín de la casa y la puerta principal se abate y cierra con suavidad.

Después de hablar con el viejo Guiraud con paso decidido os dirigís juntos a la casa de Samantha (Punto 8 del mapa), los lugareños parecen inquietos a vuestro paso, puesto que esta vez el conocido Guiraud guía vuestro camino y eso para los habitantes de este pueblo no es señal de nada bueno, conocen a ese viejo y no es la primera vez que trae problemas a sus vecinos. 

Los cuchicheos y las miradas se suceden hasta que alcanzáis el hogar de "Las hierbas de Samantha" , rodeada por sus 9 gatos, esta anciana medio sorda vende una cantidad apreciable de hierbas de todo tipo, desde los remedios más peregrinos para todo tipo de dolencias hasta la solución más insospechada, que torna un aburrido guiso en un espléndido manjar digno de reyes.

Es bastante usual que los habitantes del pueblo recurran a ella buscando viejos remedios caseros para curar enfermedades triviales, algún tipo de antídoto y algún que otro objeto "curioso" que ha podido comprar con el paso de los años a algún comerciante itinerante.

Cuando llegáis a su casa, a unos escasos 60 metros del almacén, contempláis como el paso del tiempo no ha perdonado su abandonada estructura, el veteado de la madera os parece indicar que esta casa posee generaciones de vida y que no ha sido rehabilitada desde su construcción, en el porche hay 3 gatos de diferentes colores; 2 están durmiendo juntos, otro está rascando la madera de las escaleras. El viento agita las ramas del viejo cerezo del jardín de la casa y la puerta principal se abate y cierra con suavidad.

En el porche también se encuentra vuestro compañero aventurero Celingandir que ha llegado antes que vosotros, junto a el un niño sentado en una mecedora se balancea mientras juega con un pequeño caballo de madera, de pelo pajizo y trigueño, mirada perdida y aspecto poco favorecido exhibe un ojo gris y otro negro con estrabismo.

Cuando os ve llegar el asustadizo pequeño acude a Celingandir y se esconde tras su túnica.

De pronto el pequeño Dan parece asustarse y corre para esconderse tras de ti, al girarte para observar que es aquello que lo hace comportarse así puedes ver a tus compañeros de viaje guiados por un Lugareño de aspecto fornido, frondosa barba, ausencia de cabello en su testa y con cara de pocos amigos.

El niño agarra fuerte tu túnica, esto te resulta irritante pues no estás acostumbrado al trato con niños humanos, cuyo comportamiento a tus ojos de nobleza parece revoltoso y arrogante. A pesar de ello consigues tener paciencia y aguantar la compostura delante de tus compañeros.

- Señor Elfo, ¿Quienes son esos?, no me gustan.

-Tranquilo niño solo están de paso no te harán ningún daño.

-¿Así que esta es la casa de tu abuela?

Celingadir Inspecciona  desde la puerta la casa en busca de la abuela del niño.

Le ronda por la cabeza la idea de que aquí no hay ninguna abuela, pues parece ser que el niño ve más allá de este mundo.

Lo que él llama abuela pudiera ser cualquier cosa.

Hasta qué punto llega el poder de este chico.

El joven Dan no parece confiar en aquellos extraños y rehusa a seguir hablando cuando están acercándose a escasos metros, pero parece asentir con la cabeza cuando lo miras. Cuando te mueves das una patada al pequeño juguete que portaba el niño que ahora yace en el suelo a tus pies, te percatas de que el caballo de madera no es el mismo de hace un rato, parece que ha envejecido 100 años de repente y a punto de romperse por el uso... 

-Tranquilo, podemos irnos dentro si quieres. Ellos nos dejaran tranquilos.

Acompañó al pequeño dentro, lejos del resto del grupo.

-¿Aquí mejor?

Puedo darte algo más de comer pero necesito que me digas lo que sepas sobre el bosque y la señora que vive allí.

Avanzando por el pueblo Tristan nota como el pueblo esta en un estado decadente, ya no por el estado desigual de sus casas y cultivos si no por como se tratan entre ellos, llegando a la "tienda" le resulta difícil entender como es que el pueblo siquiera se mantiene en pie, nota la presencia de Celingadir pero de inmediato dirige su vista en otra dirección, parece que ahora le acompaña una criatura pero no podría importarle menos.
-Bien, veamos si hay algo útil en esta... tienda...

Dijo por decir, mientras se dirigía a lo que queda de la puerta de entrada.

Su grupo parecía haber sido objeto de una enajenación mental o algo por el estilo, pero les siguió sin protestar mucho. Al fin y al cabo, no quería que se muriera ninguno de ellos, le caían bien, a pesar de que tuvieran la cabeza llena de pájaros. 

-Pero querida Kaysa ¿Cuándo no es oportuno rescatar damiselas hermosas de su muerte?-le respondió Feanor. 

Kaysa suspiró y deseó que su compañero no pensara siempre o con el estómago o con la entrepierna. 

-Cuando te llevan a ti a la muerte-respondió con un gruñido.

A la entrada de la tienda estaba Celigandir, al que dedicó una mirada furiosa antes de continuar. 

En cuanto entras en la casa de Samantha te das cuenta de que no ha podido recibir la bendición de Ella debido al estado general de la estancia. Tanto las estanterías como el suelo crepitan a tu paso y el techo de la vivienda que está adaptado a la pequeña estatura de Samantha hace que tengas que andar algo agachado e incómodo, una señora de avanzada edad se encuentra tras un mostrador lleno de extrañas hierbas, probetas y pociones de diferentes colores.

El olor allí tampoco denota una higiene regular, el polvo seco en suspensión entra en tu garganta y te hace carraspear en cuanto te das cuenta, antiguos compendios y libros de diferentes tamaños se acumulan en los muebles llenos de telarañas que te hacen pensar que este fue un sitio de consulta antaño por parte de sus conciduadanos.

Diversos gatos habitan el salón contiguo, llegas a contar hasta 5 más de ellos que se sitúan en estanterías, sillones y juegan entre ellos, uno de ellos tuerto se rasca la cabeza mientras te mira.

El pequeño Dan que parecía pensar en tus palabras reacciona al ver a la anciana y sale corriendo hasta ella emocionado.

- ¡Abuela!

La anciana responde al niño con otro abrazo, acto seguido oculta a Dan tras de sí, te mira recelosa y reticente de las palabras que un extraño pueda decir.

Mira al pequeño.

- Dan, te he dicho un millón de veces que no hables con los extraños que llegan al pueblo...podrían devorarte...jijiiji.

Se cruza de brazos delante del mostrador. Sus manos esqueléticas manejan un mortero con hábil destreza en la elaboración de un preparado, no logras identificar que es.

- Un elfo por el pueblo, tiempo ha del último que se acercó a nuestras tierras...¿Quién eres? y que hacía con mi nieto...espero que no posea ese tipo de "gustos".

Antes de que piséis el porche de la tienda de Hierbas, Celingandir esconde al pequeño en su túnica y lo acompaña rápidamente al interior de la casa como si tratara ocultarlo al grupo.

Miré al último miembro del grupo, aquel que no había entrado en mi tienda con el resto, mientras trataba de ocultar al niño que obviamente todos habíamos visto. ¿Cómo se llamaba? Denn, Ian… Dan, eso era, el chico era Dan. Siempre había sido un chaval extraño, aunque no es que me importara, no es que me hubiera relacionado mucho con nadie del pueblo en los últimos años. Aun así, el gesto del aventurero me pareció sospechoso, pero si sus propios compañeros no le iban a preguntar, menos iba a hacerlo yo.

-Buenos días Samantha, venimos a por algunas provisiones, ¿tienes algún antídoto asequible en venta, o algo que nos pueda ayudar en nuestra excursión al bosque?

Al llegar a la cabaña de la herbolista nos encontramos con Celingandir, que al vernos llegar escondió tras de el a un pequeño niño
-Hey Celi, ¿Quien es tu nuevo amigo?- le pregunte por simple curiosidad mientras me acercaba a el.

En cuanto entrais en la casa de Samantha os dais cuenta de que no ha podido recibir la bendición de Ella debido al estado general de la estancia. Tanto las estanterías como el suelo crepitan a vuestro paso y el techo de la vivienda que está adaptado a la pequeña estatura de Samantha hace que tengais que andar algo agachados e incómodos, una señora de avanzada edad se encuentra tras un mostrador lleno de extrañas hierbas, probetas y pociones de diferentes colores.

El olor allí tampoco denota una higiene regular, el polvo seco en suspensión entra en vuestra garganta y os hace carraspear, antiguos compendios y libros de diferentes tamaños se acumulan en los muebles llenos de telarañas que os hacen pensar que este fue un sitio de consulta antaño por parte de sus conciduadanos.

Diversos gatos habitan el salón contiguo, llegais a contar hasta 5 más de ellos que se sitúan en estanterías, sillones y juegan entre ellos, uno de ellos tuerto se rasca la cabeza mientras os mira. Uno se acerca a los pies de Kaysa y se restriega contra su pierna, otro de un salto se sube al hombro derecho de Tristant.

El pequeño niño que estaba con Celingandir ahora está tras la anciana en un mostrador al fondo y en el aire se nota cierta incomodida entre el elfo y la misma tendera. La que parece ser Samantha os mira recelosa y reticente de las palabras que unos extraños pueda decir.

Tus compañeros entran en la tienda, Kaysa te dirige una mirada furiosa. 

- Pero....parece que tenemos mucha visita hoy pequeño Dan, los rumores de extranjeros pululando por el pueblo eran ciertos, espero que no vengáis con aviesas intenciones, mucho aventureros han intentado venderme baratijas, pero no sabían con quien estaban hablando...jijijijiji.

Debilitada por los años la señora parece estas elaborando con sus esqueléticas manos algún tipo de ungüento a base de hierbas medicinales con un mortero. En cuanto escucha las palabras de Guiraud reacciona.

- Oh...Guiraud cuanto tiempo hace que no vienes a verme, sabes que aquí no tengo gran cosa, pero...¿He oído bien?, ¿Pretendes ir al bosque?, ¿Quienes son tus nuevos amigos? no parecen de por aquí..jijijijiji.

Las cataratas en sus ojos denotan que esta señora apenas ve correctamente y se deja llevar por su oído.

- Maribel me contó que anoche volvimos a perder una joven del pueblo, todavía recuerdo a la última niña que se llevó la diosa, yo era pequeña y éramos grandes amigas, supongo que fui una afortunada pero daría los últimos años de mi vida por saber que le ocurrió, nadie sabe adonde van o que hace ELLA con las chiquillas. El loco de Corby pensó que una torre en ruinas detendría su furia...no se pudo ser más necio...

Observo con detenimiento todos los artilugios

 “ ¿Por qué podría necesitar este pueblo una tienda como esta? Quizás sea un lugar para los viajeros y los extraños de paso. Tras esta reflexión Celingadir reacciona y contesta a la anciana.

-El joven se asustó cuando le pregunte por el bosque y me pidió que le trajera aquí.
 
Este niño no ve el mundo como los demás lo sabe verdad.

Este chico es especial y podría ser la clave para resolver los extraños sucesos que acaecen sobre el pueblo

Estar dentro de la cabaña resultaba muy incomoda y mas con la cantidad de personas que conformaban el grupo, la distinta combinación de olores desagradables le hizo hacer un gesto extraño, estornudó sonoramente al sentir el polvo en la nariz, estornudó una segunda vez, se sobresaltó un poco al sentir el golpe del peso del gato que se le había trepado, con el movimiento termino golpeándose en la cabeza, se sacudió al felino y determinó que eso era suficiente, le tomo del hombro al compañero que le quedó mas cercano y le dijo.
-Compren cualquier cosa que pueda ser útil, los veo afuera...

Estornudó de nuevo y sus pómulos y nariz se pintaron de rojo y moqueo un poco, maldijo entre dientes y caminó de regreso al exterior.

Observo el local en su triste estado, me adentro en el saludando con un pequeño gesto a mi compañero Celin.
Al adentrarme en la tienda no fue una impresión bienvenida… La cantidad de gatos, y polvo era una molestia para mí que intenté enmascarar con poco éxito… tosciendo y estornudando intente mantener mi decencia presentándome ante la señora.
Buenos días…Cough… Samantha mi nombre es… AA chuu…sniff, Feanor un gusto… conocerla

Al ver que Feanor no para de estornudar y el clérigo sale de su tienda como ahuyentado por la combinación de polvo y animales la señora de avanzada edad profiere una risa jactosa.

- jijijiji, no sabía que además de forasteros fuerais tan "delicados". Así que "Feanor", nombre antiguo del dios Phenter que dedicaba a dos de sus hijos, "Lanza de Dios" es su significado...(Golpea el mortero con fuerza la combinación de hierbas, después vierte un poco de líquido verde, con una cuchará acerca un poco de brebaje a Feanor) ¿Quieres un poco?...jijijijii

Después trata de mirar a la pequeña bárbara entrecerrando los ojos como si apenas la distinguiera en la baja iluminación de la estancia.

- ¿Y tu jovencita?, pareces de muy lejos, algunos cómo tu proveniente del frío norte han pasado por aquí a lo largo de los años... lo que ocurre es que aquí sólo he visto hombres, además de ser la primera mujer que veo del Clan del oso, detecto que esa "cabeza de oso" en tu testa es algo que llevar con orgullo y que según los escritos de estudio de esas tribus bárbaras es poco común e interesante....jijijijiji.

Notáis que esos conocimientos no son algo que debiera saber cualquier señora de pueblo que regente una tienda de pociones, por lo que parece Samantha se ha enriquecido a lo largo de los años de cultura y vivencias que no desperdicia momento en poder contarlas o demostrarlas.