Partida Rol por web

Toda su vida pasa ante los ojos del Gnomo mientras vuela por los aires hasta caer con un fuerte golpe contra el muro del castillo. Desde su dura niñez hasta su adiestramiento en las artes mágicas. Nació en una aldea en un frondoso bosque, siempre fue un buen chico que tranquilamente vivía su vida sin molestar a nadie, hasta que un día, a sus 40 años, decidió que quedarse en un mismo sitio no era para el. Tomó un bastón sin demasiado equipamiento comenzó sus andaduras por el mundo. 

El mundo le había enseñado muchas cosas pero poco pudo hacer mientras aquella bestia lo atrapaba entre sus fauces, mientras escupía sangre sólo pudo consolarle el hecho de que aquella bestia inmunda estuviera sufriendo, con una sonrisa en el rostro se desplomó sobre la arena del castillo deseando volver la luz del día.

El segundo tajo que Erik había propinado a la bestia provocó que su espadón se quedara hendido en la carne de la misma. Sin embargo, eso no consiguió amilanar al enorme guerrero. Con un feroz aullido de batalla, Erik tiró del arma para desatascarla, desgarrando carne y huesos al hacerlo. Y mientras sacaba su arma, pudo volver a sentir esa sensación de fuerza sobrenatural que le envolvía a la luz del sol. Odiaba esa sensación, aunque no podía negar la utilidad que tenía.

Con su arma de nuevo en la mano, el guerrero volvió a golpear a la bestia. Sin duda, sin descanso. Ptolomeo había conseguido cercenarle una de las cabezas gracias a su magia, la tenían contra las cuerdas y no tardarían en darle muerte. Pero cuando el guerrero levantó la mirada para buscar a su compañero gnomo, sintió como la ira y la desesperación le invadían. El cancerbero había atinado con sus fauces al mago, dejándole al borde de la muerte.

 -¡El mago ha caído!

Thelarion o Kaelyn podrían ocuparse de él si llegaban rápido, por lo que Erik se centraría totalmente en la bestia para acabar con ella antes de que hubiera bajas permanentes que lamentar. Y tenían que darse prisa. Los soldados que habían oído antes se acercaban peligrosamente a su posición.

Tara se levantó algo mareada, el suelo le daba vueltas, se apoyó en sus espadas para levantarse, la sangre manchando su rostro, el pelo pegado a su cara, se lo apartó con la manga para ver como Ptolomeo había caido justo después de cercenar una de las cabezas del monstruo.

No estaban solos, los ruidos que había escuchado del castillo habían cobrado vida, varios guardias entraron al patio acompañados de una figura que Tara ya conocía

-¡Ese es el que estaba en el bosque! ¡El que se llevó a Fara! -gritó la exploradora mirando sus opciones

Podía atacar a distancia y dejar que los demás se encargaran del gnomo que se desangraba en el suelo, pero ahora mismo ella poco podía hacer, demasiado mareada para volver a la lucha, para moverse, decidió ser ella quien usase su poder para curar a Ptolomeo. Pero el egoismo pudo con ella, no podía moverse, no podía alcanzarlo, así que decidió curarse a ella misma para que sus compañeros no tuvieran que preocuparse por dos caidos

Thelarion viendo que Ptolomeo había caído, avanzó dejando su conjuro de espada espiritual de lado, y mostró su símbolo sagrado para generar una energía curativa a su alrededor...

-Ptolomeo!

La druida no puede evitar gritar en voz alta al ver al gnomo desaparecer bajo la enorme masa del cancerbero. Ha resultado muy herido, y aunque Thelarion ya está lanzando un conjuro curativo la preocupación no desaparece de su mente.

Aprovechando que el animal se les ha acercado lo suficiente, decide atacarle ella misma además de con su conjuro. Cuanto antes se acabe el combate mejor, aunque viendo que se acercan más figuras en la distancia no es probable que esto vaya a terminar en breve.

Invocando el poder de la naturaleza hace que las plantas espinosas que cubren los muros del castillo se muevan y ataquen al monstruo como si fueran látigos.

El combate contra el Cancerbero mantiene en vivo todos vuestros instintos. Primero Kaelyn desata la furia elemental de las raices del castillo sobre el cancerbero, este consigue esquivar reduciendo parte del daño, así como del fuego de la esfera. Después Erik se arma de valor consiguiendo liberar su espadón atrapado en la carne de la bestia, la negruzca sangre brota cubriendo por completo al guerrero mientras asesta un profundo tajo en el pescuezo de la cabeza izquierda. Tal es la fuerza que aplica que corta con gran facilidad músculos tendones y hasta el hueso del monstruo degollando la segunda cabeza, los ojos de la bestia se tornan blancos cuando la cabeza izquierda cae al suelo entre sangre y vísceras que empapan las vestimentas del valeroso soldado.

- ¡¡HERMAAAANOOOS, PAGARÉIS POR ESTO SUCIOS HUMANOS, VÁIS A MORIR AQUÍ!!

La cabeza que queda de la bestia se mueve de un lado para otro tratando de asimilar la pérdida de sus hermanos mientras babea inconsciente. Parece que ha entrado en furia y ha engrandecido con dolor, su pelo se endurece, eriza y su pelaje se torna oscuro. A continuación la bestia arremete con furia desmedida, el primer mordisco casi arranca el brazo de Erik que con unos golpes de empuñadura consigue liberarse, un garrazo deja hecho añicos su cota de mallas y cuando se disponía a engullirlo por completo el guerrero interpone su gran espadón en la mandíbula de la bestia mientras ambos luchan forcejeando por la supervivencia.

Tara aprovecha este momento para curar parte de sus heridas mientras se toma unos instantes antes de volver al combate, de lo contrario los soldados se les echarían encima. Por otro lado Ptolomeo es sanado por las plegarias a Pelor de Thelarion y comienza a inspirar aire dificultosamente como si fuera un recién nacido. 

La figura que daba órdenes en medio de la contienda comienza a moverse rápidamente mientras los soldados corren hacia vosotros torpemente. Dos de estos luchan contra el monje durante unos segundos mientras como si de un ataque sincronizado se tratara su "capitán" se acerca por detrás para susurrarle unas palabras al oído antes de degollarlo por completo. El cuerpo del viejo Guiraud cae de rodillas mientras su cabeza rueda por el suelo del patio a la vez que la figura continúa moviéndose como si de una "sombra" se tratara.

El cancerbero estaba a las puertas de la muerte. El último ataque del enorme guerrero había conseguido rebanarle la segunda cabeza, lo que había hecho que la bestia montara en cólera. Y de no haber reaccionado rápidamente, el enloquecido monstruo le habría masticado como a un gigantesco trozo de cecina.

Sin embargo, el guerrero no las tenía todas consigo. Mientras luchaba por mantenerse con vida en el interior de la boca de la bestia, vio fugazmente cómo Guiraud perecía degollado. Y ese momento de distracción hizo que su resistencia flaqueara, cediendo ante la abominable fuerza del cancerbero.

El endeble Gnomo sólo recuerda abundante sangre sobre su túnica y detrás la bestia ocurriendo todo de forma rápida en escasos segundos, no debió acercarse tanto al peligro teniendo en cuenta su escasa resistencia al combate cuerpo a cuerpo, lo suyo eran las artes arcanas...durante su "sueño" recordó las enseñanzas de su maestro Sufur que le mostró cómo hacerse fuerte ante los ataques que quisieran anular su magia.

De pronto despertó con una intensa respiración viendo el rostro del sacerdote, sus heridas ya no sangraban tanto y agradeció a Thelarion la continuidad de su existencia, así que tendiendo en cuenta a la bestia que de forma borrosa seguía allí frente a el trató de escabullirse entre sus mordiscos para colocarse en una posición segura que le permitiera ayudar al resto del grupo.

-¡¡Te arrepentirás de esto, bestia...!!

Tara al ver como sus heridas cierran algo se adelantó para continuar con el combate, el cancerbero cada vez estaba más debilitado, ya le faltaban dos de sus tres cabezas, con suerte pronto dejaría de ser una amenaza y debía ser pronto porque cada vez había más enemigos y no se sabía si podrían llegar más en cualquier momento, o incluso, si aparecería aquella condenada niebla que hizo que todos cayesen la vez anterior.

Después de clavar una de sus espadas en el cancerbero miró al enemigo que estaba justo al lado de Erik

-Yo me encargo de este -dijo girandose y clavando su espada en el nuevo enemigo

Thelarion se movió hacia donde estaba Erik para tocarlo y curar sus heridas por el poder que le había concedido su dios.

El combate se volvía cada vez más cercano, por lo que era difícil maniobrar la esfera sin dañar a sus compañeros. La druida decide seguir usándola por el momento, aunque cada vez está más claro que no podrá hacerlo durante mucho más tiempo.

Moviendo la esfera hacia los soldados enemigos, ataca con las espinas una vez más al cancerbero.

La batalla que en la que os encontráis parece no tener fin cuando os rodean los esbirros de la bruja, pero como bien dice el dicho popular "No hay nada más peligroso que un animal herido o acorralado", sacando las pocas fuerzas que os quedan lográis deshaceros de los enemigos de uno en uno.

Primero Ptolomeo haciendo uso de su magia trata de protegerse escudándose tras un muro de protección arcana. Kaelyn manipula de nuevo las fuerzas de la naturaleza para embestir con su esfera de fuego a los torpes soldados, sus ropajes se prenden y entre terribles sufrimientos se echan al suelo tratando de sofocar las llamas, pronto la exploradora carga contra ellos asestando sendos golpes certeros mediante varias piruetas. Sin poder hacer nada los soldados heridos y en llamas caen al suelo dejando varios cadáveres putrefactos consumidos por el fuego. Acto seguido Thelarion se acerca a Erik mientras forcejea con la intención de sanar sus heridas cuando recibe un zarpazo del cancerbero que lo aparta varios metros.

Es aquí donde todos podéis observar que al viejo guerrero le fallan las fuerzas. De pronto su enorme mandoble cede ante la presión del poderoso mordisco del cancerbero que ciego de ira parte en dos el arma engullendo por completo a Erik, el corazón se os encoje cuando veis desaparecer los pies del guerrero que aun lucha por salir de las mandíbulas de la bestia mientras ambas partes del arma se arrastran sobre el suelo.

El iracundo cancerbero que termina en escasos segundos de tragar a vuestro compañero se abalanza de nuevo contra Kaelyn cuando de pronto se congela y empieza a convulsionar, sus ojos se tornan blancos mientras grita de dolor agónico. De pronto se suceden los sonidos de crujidos de huesos, músculos y tendones rasgándose, hasta que sin saber como dos garras abren en canal el pecho de la bestia. La sangre empapa por completo a la druida que con cierta incredulidad contempla el espectáculo del que todos sois testigos, la bestia cae al suelo provocando un gran estruendo mientras que del amasijo de carne, vísceras y sangre sale otra bestia de forma humanoide.

El único soldado que estaba su lado al verse sólo y rodeado de cadáveres de sus compañeros decide huir por una puerta en el suroeste gritando de pavor pero antes es asesinado por la sombra que degolló a Guiraud, después salta por los tejados con gran habilidad mientras contempla la escena desafiante antes de huir.

Todos os quedáis absortos mientras observáis aquello que ha destruido al temible cancerbero desde dentro. De cuerpo humanoide parece que es un hombre lobo bastante corpulento y musculoso, no lográis saber de que color es su pelaje pues se esconde ante una maraña de sangre y tejidos. Detenido por completo parece estar recuperando sus fuerzas mientras respira con dificultad.

Todo se torna oscuro casi negro cuando lo último que recuerdas del combate contra el cancerbero es como te introducías en sus fauces mientras tu cuerpo desaparecía en la oscuridad. Como si de un sueño se tratara ves tu vida pasar por delante de tus ojos siendo la última imagen la de tu hermana pequeña sonriendo mientras tu madre hacía la colada en la vieja granja.

Después todo desaparece para tener a escasos centímetros de tu cara el rostro de un corpulento lobo, te mira fijamente, detrás de el una luz roja en una dirección, en la otra una de color blanca, el lobo de ojos marrones corre hacia la roja. Las dudas asaltan a tu cabeza, ¿Qué haces en la vieja granja?.

Las fuerzas le habían fallado en el peor momento. Aquella bestia enloquecida había conseguido vencer su resistencia, engullendo entero al guerrero. Erik Berglund cayó en la negra y maloliente oscuridad del vientre de la bestia, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desdibujaba rápidamente. Antes de perder totalmente la consciencia, su familia apareció ante sus ojos, tan alegres y llenas de vida como las recordaba antes de perderlas. Quiso alargar la mano en un vano intento de alcanzarlas, de recuperarlas, pero todo se disolvió en la negrura más profunda.

Cuando volvió a abrir los ojos, el escenario había cambiado. No había batalla, no había cancerbero. Sólo estaba un enorme lobo marrón delante de él, en... La granja de su familia. La bestia le miró fijamente, escudriñándole con intensidad antes de darse media vuelta y marchar en dirección hacia una luz roja. ¿Una luz? No, dos, había otra blanca en otra dirección. Y entre ambas luces, permanecía el que había sido su hogar durante la única época verdaderamente feliz de su vida. La casa estaba en buen estado, como cuando su familia aún permanecía con vida. En un acto reflejo Erik se miró las manos, encontrándolas grandes y callosas, marcadas con varias cicatrices. No, no había vuelto a ser un niño de repente, no parecía estar soñando con una época anterior. ¿Sería eso la muerte? ¿Estaría su cadáver en el vientre del cancerbero mientras que su alma había flotado a ese lugar antes de iniciar el descanso eterno? Si eso era así, tal vez en aquella especie de limbo estuvieran...

El guerrero avanzó hacia su casa a grandes zancadas. Las luces y ese lobo pardo podían esperar, antes tenía que comprobar una cosa. Al llegar a la puerta se quedó quieto, sintiendo una mezcla de emociones apretándole la boca del estómago. ¿Qué se encontraría allí dentro? ¿Los espíritus de su familia? ¿El último recuerdo que guardaba de aquel lugar, con la sangre y los cuerpos de su madre y su hermana tirados por el suelo como basura? ¿O quizás encontraría a la huesuda, sentada esperándole para llevarle al otro lado? Erik respiró hondamente, intentnado alejar los pensamientos más negativos de su mente. Si esto era la muerte, ya no tenía nada más que perder. Abrió la puerta despacio, asomándose con cuidado al interior de la casa.

 -¿Madre? ¿Nara?

Kaelyn contempla la escena con los ojos muy abiertos en un claro gesto de estupor y en ese preciso momento la esfera de fuego se apaga al interrumpirse su concentración. Parpadea varias veces y se limpia la sangre del rostro para poder ver un poco mejor, mientras procesa lo que acaba de ver.

No tarda mucho en llegar a una conclusión, y en pocos segundos su gesto retoma su dureza y seriedad habitual. Alza una mano hacia el hombre lobo, con la palma hacia adelante, en un gesto tranquilizador, mientras con la otra mano hace señas a sus compañeros de que bajen las armas.

Espera poder llegar a lo que quede del guerrero, si es que queda algo.

Das unos primeros pasos por el campo de la onírica granja, tus pies se notan pesados y la imagen propia de ti mismo se desvanece y aparece parpadeante como si te encontraras a medio camino entre dos mundos.

Cuando te acercas a la puerta agarras el pomo y el lobo que detenido desde la luz roja lanza un profundo aullido atrae tu atención pero no detiene tu ansia de poder ver una vez más a tu querida familia. Lo que ves tras la puerta te sorprende, nunca habías visto nada igual, mientras caminas observas a tu hermana y tu madre hacer su rutina diaria a toda velocidad ignorando tu llamada, los días se suceden rápidamente, semanas, meses y años pasan a través de tus ojos por aquella familiar estancia.

Entre todo ese movimiento tratas de tocarlas pero atraviesan tus cansadas manos, después notas una mano en tu hombro, te giras y no das crédito a lo que ven tus ojos cuando tu padre Sigurd Berglund aparece ante ti, fuerte e imponente como lo recordabas de pequeño antes de desaparecer de vuestras vidas.

Con una mirada orgullosa dice.

- Te has convertido en un hombre fuerte, hijo.

De todas las cosas que su mente había barajado encontrarse al abrir la puerta, aquella escena era sin duda la última en la lista. Allí estaban su madre y su hermana, pero no estaban. Pasaban fugaces, moviéndose a una velocidad inhumana, haciendo en minutos la vida que habían realizado durante años. Llamarlas no surtió efecto alguno, por lo que el guerrero alargó la mano para intentar rozar el hombro de su madre y atraer así su atención. Al atravesar la fugaz imagen, Erik acabó por desistir. No sabía muy bien qué demonios era aquello o qué representaba, pero no podía comunicarse con su familia.

O al menos no con toda ella, ya que una fuerte mano le apretó el hombro, haciendo que el enorme humano se diera la vuelta para cruzar su mirada con otro hombre tan grande como él. Sigurd Berglund. Fue en ese momento en el que Erik fue consciente de lo mucho que había crecido todos esos años. Los últimos recuerdos que guardaba de su padre eran los de un enorme gigante al que apenas podía mirar por encima de la cintura, incluso si se ponía de puntillas. Y ahí estaba, mirándole a la cara, henchido de orgullo por el fuerte guerrero en que se había convertido.

Erik agarró la mano de su padre para estrecharla y acto seguido le abrazó, de manera tosca y fuerte, pero llena de cariño. Ahora tenía la certeza de que había muerto en el combate contra el cancerbero. Qué rabia le daba irse ahora. Aún tenía tantos asuntos pendientes por realizar. Sus compañeros estaban en mitad de una batalla, los bandidos que mataron a su madre y a su hermana aún vagaban por ahí... No quería irse, no aún. Pero dadas las circunstancias, no estaba en condiciones de exigir nada. Suerte tenía de poder hablar con su padre antes de desaparecer de este mundo.

 -No pude protegerlas, padre. Lo siento.

Tu padre recibe tu abrazo apretando fuertemente tu espalda, tras escucharte te separa y dice:

- Se lo terrible que ha podido ser esta carga para ti todos estos años hijo mio. Si alguien tiene que disculparse soy yo, permití que me abatieran en combate. Quería protegeros de los horrores de la guerra, pero al final perecí en el campo de batalla entre dos hermanos de la realeza que tan sólo luchaban por la herencia del rey.

- Abandoné a mi familia y por ello no has de lamentarte, siéntete orgulloso hijo pues te has convertido en un gran soldado y desde entonces siempre he estado apoyándote.

(segundos de pausa dramática)

- Has dado buena cuenta de ese cancerbero Erik, no cualquiera podría haberse enfrentado de esa manera contra una bestia tal. Mis viejos compañeros se habrían cagado en los pantalones de haber estado en tu lugar (carcajada limpia).

Después de decir eso tu padre camina hacia la ventana de la cocina mientras observa como tu madre contempla el horizonte esperando su regreso, manteniendo una mirada seria dice.

- Aún te falta mucho que hacer Erik, debes vengar a lo que más hemos querido. Lamentaré siempre lo que habéis tenido que pasar, por ello vago eternamente sin poder descansar pues creo sinceramente que no lo merezco, hazlo por mi hijo, imparte justicia y da descanso a mi alma.

Sigurd continúa observando hacia el horizonte a través de la ventana donde sigue el lobo impasible, sigiloso y expectante.

- Parece que alguien te espera, Erik.