Partida Rol por web

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   Me quedo a la espera, obsrvando todo alrededor y esperando que los que tienen mejor visión o andan como pez en el agua bajo tierra me indique si necesito pasar a la acción o debo seguir en retaguardia.

   Aunque ya puestos, me quedo observando los relieves. No busco nada raro, sólo por el placer de observar el arte.

   Y por si se oculta algo tras esas columnas, claro, no todo va ser arte.

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Therry avanzó por los pasillos con el yelmo bajo el brazo, examinando la maravillosa obra ante la que se encontraba, sus grabados y los observó, reconociendo las labores que realizaba cada uno de los enanos de los grabados y asombrándose con el detalle de sus rostros. Aunque había visto obras grandiosas y maravillosas construcciones, nunca había visto nada tan impresionante como aquella estancia. Y ni siquiera estaban en el Salón del Trono.

Sin duda, el clan perdido tenía unas habilidades muy superiores a su gente. Era algo indescriptible y que llenaba el corazón de la enana de orgullo por su raza. La enana se hubiese quedado allí todo el día, examinando al milímetro cada construcción, pero era consciente de que había un peligro que ni siquiera aquellos hábiles artesanos y seguramente poderosos guerreros habían podido parar. ¿Tendría tiempo de volver a examinar aquel salón?¿Lo habían conocido Balin y Gloin? De ser así, aunque le fastidiase, no guardaba rencor por no haber compartido aquel conocimiento con ella. Lo cierto es que en su lugar ella también habría callado. Una mujer enana viviendo entre humanos no era el enano al que confiaría alguno de los más profundos secretos. De refilón vio como Ithildir examinaba los grabados y el orgullo volvió a hinchar su corazón, sabiendo que el elfo estaría aún más asombrado que ella y que no podría dejar de admirar el talento de su raza.

No obstante y por más que pesara, había que avanzar. Y para ello era conveniente examinar los dos pasillos. ¿A donde llevaría cada uno? Therusia se acercó para buscar señales de la malévola presencia en cualquiera de los dos pasillos, así como para ver si algún grabado o señal indicaban a donde iba cada pasillo.

Tardó poco en situarse bajo la montaña, es algo instintivo, dentro de su cabeza sabía que uno de los pasillos daba a la enorme puerta de entrada que les enseñó Arnulf y que según él estaba bloqueada por dentro. Dentro de la lógica de los enanos seguramente había algún sistema de defensa antes de la puerta y cuando los visitantes llegaran hasta aquí se quedarían tan asombrados como lo estabáis vosotros ahora mismo.

Pero faltan muchos, pero muchos, ramales que dieran hacia diferentes zonas de vivienda, trabajo, mercado... deberían salir de este mismo lugar con casi toda seguridad, pero está claro que esta ciudadela enana no es igual a las que ha visitado hasta ahora.

   Examino alrededor, y mientras avanzó tropiezo con algo...

La sala era circular, grande y bien ventilada. Acaricié el lomo de Caín para que se relajara y avanzara a mi lado, aunque aún con esas, iba con el rabo entre las patas. Saqué el arco y una flecha, colocando esta en la cuerda. Aunque no veía más allá de la luz del farolillo que portaba Yedra, estaría preparada para lo que fuera. Avancé hasta el medio de la sala y de allí hasta el inicio de los dos pasillos, observando las figuras que había talladas en las columnas e intentando vislumbrar algo a lo lejos de los pasillos; pero nada veía, aparte de oscuridad.

Therusia estaba estudiando los túneles y parecía haber llegado a algún tipo de conclusión sobre ellos, pues murmuró unas palabras en su extraño lenguaje, cuando algo le hizo volverse hacia sus compañeros. Ithildir seguía estudiando con tranquilidad los grabados, pero Amaltea y Cain parecían alterados. Therri iba a decirles que se tranquilizasen cuando de pronto su corazón comenzó a latir. La presencia que habían sentido al entrar se hacía más poderosa y algo dentro de ella le perturbaba como nunca antes lo había hecho. Había algo entre ellos.

—¡Muestrate! ¿Quién eres y qué has hecho con los habitantes de este lugar?

     Las palabras de Therusia resuenan en mitad de la gran sala y el eco va ganando fuerza e intensidad, de algún modo la construcción y la ubicación de las columnas y la forma de la cúpula luminosa hacen que la voz desde el centro de la sala se multiplique y rebote una y otra vez. El sonido comienza a sentirse en el cuerpo como una vibración según aumenta y más y más su volumen ¡Múestrate! ¡trate! ¡TRATE! ¡TE! ¡TE!¡TE! MUESTRATE! MUESTRATE! TRATE! TRATE! TE! TE! Es como si un centenar de Therusias os gritaran a la vez desde todos los rincones de forma simultánea.

     Caín suelta un fuerte aullido que se entremezcla con la voz de Therusia y sale corriendo entre las columnas, es imposible que Amaltea llegue hasta él porque tiene que taparse los oidos cuando se hace insoportable. Los demás estáis igual hasta que de repente se oye un crujido y el silencio llena de nuevo la sala. Una lasca de cristal cae desde la cúpula y rompe con un estallido en uno de los laterales, cuando pensáis que nuevamente va a empezar el rugir atronador del sonido no hay respuesta, no hay eco, solo silencio.

     Miráis a vuestro alrededor y nada parece haber cambiado pero todos sentís que algo más que esa lasca de cristal se ha roto con vuestra presencia y ahora además no sabéis dónde ha ido Caín. Tal vez haya sido una suerte que no llevara el farol, aunque por otro lado si se lo hubiera llevado sería más fácil localizar esa fuente de luz.

     Therusia no recibe más respuesta a su pregunta, nadie, nada, se hace presente como si nunca hubieran existido esos habitantes por los que pregunta y por los que tantas millas habéis recorrido.

Mientras observaba los bajorrelieves la absorta mente de Ithildir comenzó a recordar, quizá por las similitudes que podían tener, unos antiguos versos sobre famosos clanes enanos de antiguas edades y sus mas célebres artesanos. Se proponía a entonarlas a viva voz para ayudarle a sacar conclusiones sobre lo que observaba, mas su pensamiento se vio perturbado por el atronador eco. Con presteza el sinda se tapó los oídos, al tiempo que movió la cabeza a ambos lados en busca de una explicación.

Cuando la gran sala termina por calmarse, el elfo observó con severidad a sus compañeras y uniendo los brazos les hizo una señal para reunirse.

—¿Estáis bien? ¿Qué rayos ha ocurrido? ¿Dónde está Caín?

—Hay algo aquí, nos vigila desde que bajamos por ese pozo— gruñó la enana por lo bajo, aunque sabía que lo que fuese aquello o no podía entenderlos o los oía hablasen bajo o alto. Sin dejar de mirar a su alrededor señaló la lasca rota— Y eso es su señal de bienvenida. Ninguna fortaleza enana se estremece con unos simples ruidos. Caín se fue por ahí. Lo encontraremos.

Therusia se aproximo a las columnas por donde había desaparecido el can y buscó alguna señal de su presencia. No tardó en ver un charquito de orina del animal, que indudablemente se le había escapado mientras huía. También vio un trozo de cuerda  con un gancho, perteneciente al arnes. No sería dificil volver a colocárselo, pero para eso había que encontrarlo. Ahora, gracias a aquella cuerda, sabían al menos que pasilo había tomado el animal.

—¿Has averiguado algo? Los pasadizos no son normales en este lugar, os lo aseguro. Son muy diferentes a lo que se construye habitualmente. No parece...—Therusia se levantó mostrando la cuerda a sus compañeros y preguntó al elfo. No sabía que peligro se cernía sobre ellos, pero si sabía que era más grande y profundo de lo que habían imaginado en un principio. Era una sombra que se extendía y habían abierto las puertas para que se escapara. —Pese a su aspecto, no creo que esto haya sido nunca un hogar para un clan. O al menos, no uno normal.

El ruido aumentó, haciendo que me tuviera que tapar los oídos. El dolor en las sienes parecía hacer explotar mi cabeza. Con la caída de una lasca de cristal del techo, el ruido paró. Las palabras de la enana, sumadas a este acontecimiento, hicieron que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Caín había huido, atemorizado por algo o simplemente para escapar del intenso ruido. El corazón se me puso a latir desaforadamente. ¡Estúpido perro! En cuanto Therusia confirmó el pasillo por donde el can había salido escopetado, corrí hacia la oscuridad sin mirar atrás ni esperar a mis compañeros. ¡No dejaría que a ese maldito animal le pasara nada, era lo único que me quedaba de mi amado Beran!

Ar bar dîn, groth-en-gornhoth... En estos momentos de tensión la cabeza de Ith bailaba entre los estímulos externos y lo que trataba de aferrar para no perderlo.

—Euh... Si, yo... —rumió al tiempo que echaba su mano al fruncido ceño y permancía en silencio para tratar de aclararse.

—Creo que... Bueno, es posible que no tenga relación, pero... La cosa es que al admirar estas entradas, recordé retazos de antiguos pasajes sobre legendarias mansiones enanas, perdidas hace mucho tiempo. Las mansiones de los mas ilustres de los vuestros, hace edades —por momentos su voz parecía cambiar, denotando un amor por el querer saber, un interés por el conocimiento mismo—. E-estos relatos habían sido transmitidos en una forma arcaica de nuestra lengua, por lo que algunas frases pueden no ser del todo claras y... emmm... dadhren... dadhren-gûl-en-idhrin-thevryn... En definitiva, teniendo en cuenta la enrevesada inventiva enana, creo que esas imágenes grabadas en la piedra nos pueden indicar qué es lo que nos encontraremos delante. Si no estoy desencaminado, creo que no son simples embellecedores, sino que sirven como señales para indicar dónde se encuentra cada cosa en estas mansiones.

Por unos breves instantes permaneció callado, observando con detenimiento la reacción de sus compañeras ante tal descubrimiento. Mas pronto se puso en marcha, siguiendo los pasos de la ruda exploradora.

—¡Amaltea, aguardad! ¡Vamos, rápido! ¡No es sensato separarse ahora! —bramó al tiempo que revisaba el bajorrelieve a su paso—. ¿Qué significará eso? ¿Es posible que sea el camino de la forja o...?

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   Tras asegurarme de que el farolillo está de una pieza sacudo la cabeza.

   - A la mierda la infiltración sigilosa, - susurro para mí negando con la cabeza. Tras asegurarme de que el arco está encordado y de que la aljhaba de flechas está muy accesible avanzo con precaución.

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      No quieres imaginarte a Caín recorriendo las inmensas salas de la ciudadela a oscuras y sales corriendo tras él con el corazón golpeando el pecho por el esfuerzo repentino y el terror a perderle. Oyes el golpear de sus patas contra el suelo de piedra de forma intermitente y te parece oir también tu nombre a tu espalda, pero no estás segura. Ahora mismo tu único pensamiento es avanzar para encontrarle cuanto antes pero pronto te das cuenta que ya hace unos minutos que la oscuridad te ha envuelto y sólo el sonido intermitente de Caín delante de ti te ha servido de guía, no logras explicar cómo has podido correr sin golpearte con nada.

     Sientes algo húmedo en tu mano y cuando estás a punto de golpear te das cuenta que es la rasposa lengua de tu perro que parece que ya se ha cansado de correr. Ahora mismo te sientes la persona más feliz del mundo mientras abrazas su cabeza y le rascas entre las orejas. Estás perdida, pero no estás sola.

     Therusia e Ithildir salen detrás de Amaltea y se quedan a medio camino cuando la oscuridad les rodea, detrás llega Yedra que al salir de la gran sala también se ha visto envuelta por la ausencia de luz y ha detenido sus pasos.

     Llamáis a Amaltea pero vuestras voces rebotan en los altos techos sin recibir más respuesta que un lejano eco de pisadas que se alejan.

     Estás bastante convencido que el camino que estáis siguiendo lleva a algún tipo de forja, debería ser fácil de localizar aunque has visto algunas bifurcaciones gracias a tus ojos privilegiados en la oscuridad. Por lo que recuerdas del sistema de columnas deberíais dirigiros hacia la parte principal de lo que crees que es una ciudadela enana, las forjas. Pero también sientes que hay algo que no es como te lo habían contado, un comentario de Therusia y tu visión de las columnas te ponen en guardia para esperar lo inesperado.

Cuando correís tras Amaltea avisas a tus compañeros de que algo no está como debería y crees percibir un gesto de asentimiento en el elfo. Te ha dicho algo sobre que os dirigís hacia las forjas pero no sientes el calor del fuego acumulado ni el olor del metal fundido... ni siquiera de antiguo metal fundido que queda atrapado en las piedras del suelo.

—Esperad

La enana frenó en seco la poco elegante carrera, pero no por cansancio, sino porque parecía haberse percatado de algo. Lo había notado antes y había tratado de explicárselo a sus compañeros, pero Amaltea había corrido tras el can y, además, no tenía muy claro como expresarlo si ni ella misma no entendía como era posible. 

—Aquí no hay forjas—dijo mirando a Ithildir— Tampoco hay ramales suficientes para llegar a las diferentes zonas de la ciudad. No... no estoy segura de que esto sea una ciudadela. No hay zonas de trabajo, ni de descanso, ni viviendas ni mercado. Es como si hubiesen hecho un salón de bienvenida, para hacer creer que esto es una ciudad, pero después...

Therusia meneó la cabeza. A pesar de aquellas bellezas arquitectónicas que había encontrado, no se sentía cómoda allí dentro. Había demasiadas cosas que no encajaban.

—Amaltea va sin luz, irá más despacio que de costumbre. Será mejor que no corramos y busquemos su rastro. A buen paso deberíamos alcanzarla o ver algo que nos diga por donde ha pasado. Si vamos corriendo, podemos saltarnos alguna señal. Solo espero que no se haya topado con nada.

El elfo aprovechó la ocasión para frenarse también, pues lo juzgaba conveniente en estos momentos. Mientras la enana hablaba, se cercioró de que su rodela estaba bien ajustada y desenvainó su espada.

—Cierto es que no me termina de cuadrar, pero estoy seguro de que esos signos nos indican que hay una forja mas adelante. En cualquier caso, coincido con que lo más importante ahora mismo es encontrar a nuestros compañeros. Dama Yedra, por favor, acérquese con ese farolillo e inspeccionemos el suelo. Si este lugar lleva mucho tiempo sin ser habitado, quizá podamos hallar el rastro de Amaltea o de Caín por el levantamiento de polvo que puedan llegar a generar sus pisadas*. Estad atentas. Estas columnas parecen tener sentidos con los cuales están escudriñando nuestro interior.