Planeta Sylies (Arböera en nativo), hace 6 ciclos.
La llegada de los humanos al planeta había supuesto una dura negociación entre hasta ahora intensas facciones, Ivy era aún una criatura joven, para ellos los ciclos y años del calendario humano no eran comparables, por aquel entonces era algo similar a una adolescente aunque con cuerpo adulto y rasgos mentales propios de una adulta, Veedalia había hablado con los humanos de la nave espacial Akenaton, estos habían prometido no ser amenaza alguna para el planeta, la gran dama Veedalia (Emperatriz) jamás iría sin estar preparada y por ello contaba con mecanismos para arrojar la nave de ser necesario al fondo del planeta espinoso.
Los humanos no eran como cualquiera se los imaginaría, fuera de sus trajes eran seres bastante menudos comparados con muchas nativas del planeta.
Ivy como si fuera una cría mientras el hombre al mando hablaba con la Emperatriz se coló en la nave, un hombre y una mujer joven estaba dentro de un laboratorio, empleaban un brazo mecanizado para mover dos esferas que se atraían con magnetismo para componer algo parecido a un artilugio con una especie de sonda. Él mediría 1,70 de cabello castaño y ojos marrones, debido a la humedad del planeta parecía haberse quitado su traje e ir con camisa y pantalón corto, ella con un vestido de motivos florales, tenía el cabello largo y tebeño con gafas, además de unos ojos de tono verdoso, ambos debían de rondar la treintena.
La noticia de la llegada de humanos a Arbörea corrió como la pólvora por todo el lugar, haciendo que muchos curiosos, entre ellas yo, nos acercásemos a cotillear.
—¡¿Humanos? ¿En serio?! —grité por lo bajo con los ojos abiertos de par en par, brillando inusitadamente fruto de un más que exagerado entusiasmo mientras daba nerviosos botes en el sitio.
Según los susurros de las hojas de los árboles, aquella dinámica especie no vino con intenciones hostiles. Sin embargo, de ser así, ¿porqué estaban siendo tan duras e intensas las negociaciones entre ambas especies? ¿qué estaban negociando? Sea como fuere, estaba bastante tranquila. Después de todo, nuestra Dama Veedalia nunca acudiría a ninguna reunión sin estar más que preparada. Y el poder de su protectora era más que bien conocido.
Aquella curiosa especie, que en un principio me resultó de lo más robusta e imponente, resultó ser más frágil y menuda de lo esperado. Si lo comparaba con muchas de mis hermanas. Y es que su auténtica apariencia se escondía dentro de una especie de cáscara metálica y ancha a la que ellos llamaban armaduras o exoesqueleto. Que, según comentaban, les servía de protección. ¡Guau!
Invadida por una incontrolable curiosidad, y aprovechando que la Dama Veedalia hablaba con el que parecía ser el hombre al mando de esa expedición, o lo que fuese, decidí colarme en aquella misteriosa nave metálica.
Avancé por aquellos angostos e iluminados pasillos mirando con curiosidad cada cosa que veía, ¡Y es que habían demasiadas cosas chulas que no sabía para qué servían!, siendo en todo momento objeto de miradas. Era consciente que, dada mi apariencia, no era uno de ellos. Pero no me importaba. Nadie me llamó la atención ni me detuvo. Eso sí, la educación ante todo. Y todo aquel, o aquella, que me miraba la saludaba con la mano, dedicándole una inocente, curiosa, agradable y amistosa sonrisa.
Mis pasos me llevaron hasta una zona acristalada donde dos humanos, un hombre y una mujer, estaban utilizando una cosa metálica con forma de brazo para mover dos objetos esféricos. ¿Qué estarían haciendo?
Analicé la vestimenta y el lenguaje no verbal tanto del hombre como de la mujer, quedándome unos instantes ahí. Observando. Tras reparar en el vestido de motivos florales de la mujer se me ocurrió una maravillosa idea. Extendí raíces de una de mis manos y las colé en aquella sala, trepando y enredándose en el vestido de la chica, sustituyendo las flores estampadas por vívidas y variopintas flores de verdad.
Para Ivy, los hombres eran algo nuevo, en su especie no existían sexos, pero si nos lo planteamos desde el punto de vista externo, era como decir que toda su especie era femenina.
Es por ello que ante la figura de este hombre, Ivy estaba en territorio desconocido, al ser tocada por las raíces la mujer se asustó dio un salto y cruzó al otro lado buscando en los brazos la protección del hombre...- ¡Qué diablos!... dijo con voz seria, mientras sujetaba abrazada a la mujer que se había asustado, él entonces se giró y te vio ...¿una nativa?... es entonces cuando vio que habías sido tú ...no puedes ir haciendo eso por donde quieras.
Mientras mis raíces se enredaban por el atuendo del humano cuyo aspecto se parecía más al mío, reparé en el otro con gesto confuso. Era extraño. Mucho más alto, no tenía mamas y su forma corporal era más fornida y ruda.
—P-perdón... —musité por lo bajo cuando el humano más grande me llamó la atención, bajando la mirada y mostrándome arrepentida y culpable. Inmediatamente después retiré las raíces del vestido de la mujer, marchitándose las flores lentamente dado que no había terminado el proceso de crecimiento, regresando hasta mí.
Tras unos segundos de acariciar el cabello de la doctora sonrió...- No pasa nada, no podías saberlo pero...no puedes asustar a la gente así sin avisar... tras eso se fijó en las flores marchitas del suelo y en el vestido, como siempre estaba tan absorbido en su trabajo ni había reparado en este hecho ...¿querías darle flores?.... ella ya había dejado de sollozar al menos ...no digo que no fuera un bonito detalle, pero desgraciadamente no...tenemos costumbre de que las flores nazcan sin más...¿sabes?.
Me relajé un poco cuando el tono de aquel humano se volvió más pacífico y comprensivo, respondiendo a su pregunta con un suave cabeceo afirmativo y una leve sonrisa.
—Vi su follaje —dijo con inocencia refiriéndose a su vestido— y las extrañas flores que tenía. Y, claro, pensé que... bueno, que le gustaría tener más. Porque las suyas no parecían oler a nada. —explicó por lo bajo con cierta timidez y un refulgente brillo curioso en sus ojos.
—¿No? —preguntó sorprendida ante la confesión del humano, alternando su curiosa mirada entre ambos. Fue entonces cuando, de su cabello, surgió lentamente un pequeño capullo que terminó por convertirse en una hermosa flor de tamaño menor al de la palma de una mano con colores que iban del azul más intenso al magenta más oscuro— Nosotras somos capaces de extender diversos tipos de flora en casi cualquier sitio. —dijo con humildad y en un tono que bien sonaba a cuando se compartía cualquier anécdota con una amistad.
El hombre alzó levemente el vestido...- No, esto no es el follaje la verdad, esto nos cubre la piel pero para nada es parte de nosotros...solo es un objeto, por eso no huelen, bueno sí huele pero a colonia... ella ríe un poco al fin porque se ha calmado de su gran miedo.
- Las flores necesitan tiempo, Sol como el vuestro, agua y paciencia con eso es como crecen... él mira al equipo de investigación ...nosotros somos más de construir máquinas e idear, pensamos y actuamos para hacerlo real, ¿estás mejor?... la compañera afirma.
- Sí...lo siento...es que... él solo acaricia su cabeza sin más.
—Oh, yo pensaba que sí. —dijo con naturalidad y algo de sorpresa, asomándose con descaro bajo el vestido de la doctora cuando el otro humano se lo alzó levemente.
—Nosotras tenemos follaje. —dijo jovial señalando una especie de hojas gruesas que hacían las veces de ropa, cubriendo tanto sus brazos como sus senos y su sexo.
—¿Colonia? ¿Qué es colonia? —preguntó curiosa, frunciendo el ceño extrañada.
Pasó la vista por cada uno de los miembros del equipo, asintiendo— Ah. Sol y agua tenemos. También crecen así nuestras plantas. Pero podemos hacer que, de un momento a otro, una pequeña raíz se convierta en un enoooorme y grueso árbol. —comentó con alegría— ¿Y qué tipo de cosas construís? —preguntó curiosa paseando, esta vez con cuidado, por el laboratorio mirándolo absolutamente todo.
Tomó uno de sus guantes especiales de laboratorio...- Colonia es como llamamos a cuando nuestra especie tiene un pequeño asentamiento en un lugar para vivir e investigar...
Una vez que tenía el guante en la mano la compañera abrió el espacio donde se contenían las piezas y estas volaron hasta el guante del humano quedándose fijadas...- Construir es en parte satisfacer una necesidad, aunque otras veces construyes algo por que sí, por simples razones artísticas, o quizás algo más sentimental.
Observó con atención cómo el hombre cogía una especie de extraño guante, siguiéndole con la mirada.
—Ahhh, entiendo, entiendo. —confirmó cuando le explicaron lo que significaba la palabra Colonia.
—¡Qué pasada! —exclamó, sorprendida, dando pequeños y excitados botes en el sitio, extendiéndose estos a sus generosos pechos, después de ver cómo aquellas piezas volaron hasta el guante.
—Satisfacer una necesidad. —repitió, con aire pensativo, terminando por asentir.
La mujer te miró de forma extraña, obvio no podías entender la mirada a tu cuerpo que hacía era de envidia, dado que era obvio que ese hombre se estaba fijando en ti.
Tras eso el hombre te permitió probar imanes, luces, también el nitrógeno líquido con especial cuidado para no dañarte y en general alguno de los más comunes trucos de ciencias para satisfacer a los niños en una fiesta infantil dejando eso a un lado no cabía duda que eran interesantes.
Tras la reunión aunque Ivy quería haber permanecido más tiempo pero a las de su especie tocaba marcharse, por ello fue llevada a buscar por las tropas de la nave para indcarle que era hora de regresar.
Le dedicó a la mujer una alegre e inocente mueca en respuesta a esa extraña mirada, ignorando por completo el negativo sentimiento que se escondía tras ella.
Probó todo lo que pudo, mostrándose increíblemente interesada y curiosa hasta en los mecanismos o experimentos más triviales y/o estúpidos. Denotándose un claro y ávido deseo por aprender cosas nuevas. Lamentablemente, y aún quedándole cosas por probar, un par de tipos vestidos se pasaron por el laboratorio. Indicándole a Ivy que debía abandonar la nave.
—Muchísimas gracias por todo. Ha sido increíble. —afirmó enormemente entusiasmada, despidiéndose de todos y cada uno de los científicos. Regalándole a la chica una bonita flor de color añil, a modo de compensación por el susto.
Una vez hubieron retornado al gran árbol de la vida parece que muchas se acercaron a hacer preguntas, no obstante, la Gran Madre paró con las manos cualquier pregunta...- Los humanos desean establecer una colonia de investigación en este lugar, cosa que he permitido...respecto a cualquier pregunta sobre ellos, yo no los he visto, olido, sentido, ni tampoco conocido...
Tras eso su mirada se centró en ti, al igual que hicieron todas las demás...- No obstante, será nuestra pequeña Ivy Madepálida quien nos pondrá al tanto de los humanos, ¿verdad qyue podrás mi pequeña?.
Te explico, aquí te dejo un monólogo básicamente para que describas a los humanos.
Tras este monólogo habrá unos años de salto en el tiempo y ya vas con tus compañeros de partida.
¿Alguna pregunta o duda?.
Le dedicó un último vistazo a la nave humana nada más abandonarla, todavía exaltada a causa del sinfín de emociones que había sentido en compañía de esa particular especie. Saliendo de su ensimismamiento al notar cómo una familiar mano tironeaba de ella.
—La Gran Madre ha convocado una reunión en el Gran Árbol. Vamos, vamos. —dijo una de sus hermanas, tirando de la chica para que echase a andar.
—Voy, voy. —dijo con una cálida sonrisa, dirigiéndose al punto de encuentro todavía en su burbuja.
***
Se sintió tremendamente observada cuando tanto la Gran Madre como el resto de miembros de su especie centraron su atención en ella, llegando incluso a ruborizarse.
—P-pues, a ver. —dijo bajando un poco la mirada al suelo, asintiendo a las palabras de su creadora— He podido comprobar que hay dos tipos de humanos. Uno más grande, sin mamas, —explicó, elevando sus senos y dejándolos caer a continuación— y otro con mamas. El que no tiene mamas es más grande, más... corpulento. Y tiene la voz más grave. —asintió, recordando todo lo visto— La que tiene mamas se parece mucho a nosotras. —aclaró algo pensativa— Su color de pelo es amarillo apagado, castaño o negro. No tienen colores tan vivos ni variopintos como los nuestros. Su piel es, así, de color pálida. Usan una cosa que se llama ropa para no ir desnudos por ahí. Vamos, como nosotras. —dijo señalando las hojas que tapaban sus intimidades— Y son muy... originales. Les gusta construir cosas. Imanes, otras cosas que echan humo y hacen "blup, blup, blup", luces muy brillantes... —enumeró. Sin duda en sus palabras había verdadera fascinación por aquella novedosa especie. Poco más pudo explicar sus iguales sobre los humanos. Dado que tampoco había pasado suficiente tiempo con ellos como para explicar más cosas.
Te explico, aquí te dejo un monólogo básicamente para que describas a los humanos.
Tras este monólogo habrá unos años de salto en el tiempo y ya vas con tus compañeros de partida.
¿Alguna pregunta o duda?
¡Ninguna, todo claro!