Partida Rol por web

En busca del Templo del Mono

5~ La Guarida del Guerrero

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18/07/2020, 14:38
Rui Wu-San

Ante mi disculpa, aquella con la que pretendía demostrar a mi tío cuán arrepentida estaba, este no tardo en querer hacer que irguiera nuevamente mi espalda. Con sus manos en mis hombros, me instó a ello, pudiendo ver pronto cómo negaba con la cabeza.

Sus ojos continuaban húmedos, a pesar de sonreír, mientras decía que mi desconocimiento era la mejor excusa que podía tener. Sus palabras se me antojaron llenas de verdad, siendo fruto de quien sabía perfectamente de lo que estaba hablando. Lu Yan añoraba tiempos mejores, tiempos de juventud en los que aún no había vivido el horror que le llevaría a vagar por la tierra sin sentir que debiera siquiera pisar esta.

Asentí un par de veces, sin ser capaz de añadir nada por el momento, y prometiéndome a mi misma hacer caso de su consejo; aunque aún tenía dudas de si podría hacer tal cosa, de si de verdad la juventud tendría tantas cosas maravillosas que ofrecerme.

Proseguí explicándome como pude, llegando a una conclusión que dejó sin palabras a mi tío, pudiendo darme cuenta en su rostro de la incredulidad que le embargaba. Terminé por preguntarle si podía abrazarle, siendo consciente de que aquello era algo que me costaría hacer en caso afirmativo, pero realmente lo deseaba con todas mis fuerzas. Lu Yan no respondió con palabras, no siendo necesario que yo diera el primer paso, y es que las ancianas pero fuertes manos de mi tío me llevaron a su encuentro; abrazándome. ¿Cuánto tiempo hacia ya que no recibía un gesto lleno de amor y exento de peligros como aquel? Demasiados años, desde la última vez que mi hermana Mei me había abrazado, antes de que nuestro padre muriera. Ni siquiera recordaba que mi madre me hubiera ofrecido alguna vez un gesto tan sincero y lleno de cariño como el que ahora me ofrecía mi tío.

Me mantuve quieta en un primer momento, algo tensa, pero terminé por rodearle con mis brazos; escuchando sus susurros con mi cabeza apoyada en él.

- Usted haga lo posible por permanecer aquí cuanto tiempo le sea posible, prométamelo. - le pedí, con mis ojos enramados en lágrimas, tras escuchar aquellas palabras. - Lo que hizo o no hizo no importa ya. Y-yo sólo...

No pude terminar de hablar, siendo interrumpida por un carraspeo que resultó ser de Kippei. Mi tío y yo nos separamos y me giré de inmediato para que el japonés no me viera así, tratando rápidamente de limpiar mis ojos. Al volver a girarme me di cuenta de que parecía querer indicarnos algo, quedando claro el qué cuando fue empujado al interior de la estancia; librándose de caer haciendo gala de su gran agilidad.

Aquella mala bestia que tenía como kuasha entró gritando a mi tío con un gesto de fiereza, señalándole y exigiéndole que le devolviera el favor de ayudarle a recuperarme. Quería aprender un “secreto de poder”, pero no cualquiera, quería aprender a emplear el Martillo del Trueno Celeste. La idea de que aquel khan pudiera tener semejante poder me horrorizó. En seguida miré a mi tío, para después mirar a Kippei, regresando mi mirada pronto a Lu Yan.

Recordé entonces cómo este me había dicho que para emplear aquel poder teóricamente era necesario ser digno de él, pero, ¿qué significaba aquello exactamente? ¿Era Shunito digno de tal poder? A mis ojos no lo era, pero no era yo quien decidía si podía emplear o no aquella “magia”.

Observaba a mi tío de manera interrogante, esperando su respuesta, pero no pude evitar volver a mirar de nuevo a Kippei. Al menos todo aquello tenía su parte buena, y es que mientras Shunito aprendía aquel u otro secreto, el joven japonés permanecería más tiempo con nosotros y podríamos evitar que su maestro abusara de él. ¿Pero y si el que su maestro se centrara en aprender lo que Lu Yan fuera a enseñarle retrasaba el aprendizaje de Kippei? En ese caso, seguramente Kippei quisiera partir cuanto antes, pues anhelaría estar listo lo antes posible para regresar a su pueblo y poder protegerlo; tal y como me había contado que quería hacer.

- Tío, ¿el pago de su deuda puede afectar al aprendizaje de Kippei? - terminé atreviéndome a preguntar, preocupada por aquella posibilidad.

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18/07/2020, 15:26
Lu Yan Garra-del-Tigre-en-el-Ojo-del-Ciempiés

Tus ojos buscaron el rostro de Kippei, que observaba todo desde el fondo de aquella estancia, habiendo decidido arrodillarse en el suelo con las manos sobre sus muslos, atendiendo a cuánto acontecía con su cabeza inclinada, como una especie de gesto de sumisión. A buen seguro, tratando de no airar a su maestro. Aún así, no te pasó desapercibido el horror que su expresión mostraba al conocer definitivamente las intenciones de su kuasha, fijando su mirada en tu tío.

Era vidente que su opinión acerca del merecimiento de tal conocimiento en manos de Shunito era semejante al tuyo, pero no fue por eso que preguntaste cuando tuviste el valor de alzar tu voz. En lugar de eso, quisiste saber si tales enseñanzas afectarían al proceso de aprendizaje de Kippei, a los plazos del mismo.

Puede que sí, sobrina, o puede que no. -Respondió enigmáticamente Lu Yan, dedicándote una triste sonrisa antes de mirar fijamente a Shunito, sin variar su expresión- Me ofreciste tu ayuda, Shunito Garras-de-Fuego, sin pedir nada a cambio. Sin embargo, sí que es justo que te muestre algún secreto a cambio. Con los años, he aprendido muchos trucos, y bastantes de ellos están a tu alcance... -Indicó Lu Yan, uniendo sus manos ante sí, una envolviendo el puño contrario- ...como lo estarían en tu tierra natal. Secretos menores para los que estás preparado. Pero eso que pides no está a tu alcance, lo lamento. Careces de la rectitud para ser digno de ello, y salvo que mucho cambies, puede que no lo seas jamás.

Ante aquella negativa, Shunito gruñó con fiereza, cerrando sus puños mientras daba un paso al frente. Sin embargo, los ojos de Lu Yan, lejos de mantenerse fijos en la amenaza, recorrieron la habitación, especialmente sus techos, antes de decir unas cortas palabras.

Es una pena, me gustaba esta estancia...

Aquellas palabras bastaron para que Shunito detuviera su avance, enarcando una ceja. Sin embargo, dio un salto atrás al ver al anciano alzando sus manos hacia el techo, y sosteniéndose lentamente en uno sólo de sus pies. El guerrero Khan nipón siguió retrocediendo, entre atemorizado y furioso, y finalmente dijo una única palabra en su idioma y abandonó la habitación a la carrera.

Será mejor que te despidas de él, sobrina. -Te indicó el anciano, señalando a Kippei- Dispone de poco tiempo.

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21/07/2020, 18:06
Rui Wu-San

No entendía la respuesta que me ofreció mi tío, una respuesta revestida de un aire enigmático y acompañada con una triste sonrisa, lo que hacían que sus palabras fueran mucho más que un simple “no sé”.

Volví a mirar a Kippei, quien se había mostrado también horrorizado ante la idea de que su maestro aprendiera aquel “secreto de poder”, continuando aún arrodillado mostrando una sumisión que me parecía excesiva; pero no tardé en volver a mirar a mi tío ante la exposición que hacía ante Shunito.

Lu Yan se mostró dispuesto a enseñarle un secreto a aquella mala bestia, a pesar de que realmente no parecía tener obligación de ello, pero se negó en rotundo a que esta fuera el Martillo del Trueno Celeste, bajo el convencimiento de que no estaba al alcance de Shunito.

Respiré tranquila durante un instante, uno demasiado breve, y es que el kuasha de Kippei no se tomó bien las palabras de mi tío; mostrándose pronto desafiante, algo ante lo que Lu Yan en seguida actuó. Con la insinuación de ir a empelar aquella terrible magia, terminando por adoptar la postura apropiada para ello incluso, Garras-de-Fuego terminó por huir de allí diciendo no sabía el qué.

Al mismo tiempo que mi atención recaía en el joven japonés, escuché la voz de mi tío diciéndome que me despidiera de él. No quería creer que aquello estuviera sucediendo, pero así era, Kippei debía marcharse de allí ya; tenía la obligación de seguir a su maestro, lo que suponía que probablemente no volviera a verle más, o al menos no en mucho mucho tiempo.

Mi ceño se frunció fruto de la consternación, frunciéndose así mismo mi corazón, pero ello no me detuvo. Recogí ligeramente la parte baja de mis ropas para poder apresurarme y así lo hice, corriendo hasta donde Kippei se encontraba, sentándome sobre mis rodillas acto seguido; frente a él.

- Gracias por todo Kippei, gracias. - le dije posando mis manos sobre mis muslos un instante, al mismo tiempo que me inclinaba hacia adelante en muestra de respeto y agradecimiento. - Arigatoo. - añadí antes de alzarme y volver a mirarle con aquellos ojos que se resistían a ver con nitidez, habiendo comenzado a humedecerse. - Espero que puedas conseguir lo que quieres, que seas ese tigre que quieres ser. Estoy segura de que ellos están orgullosos de ti. - afirmé desde el fondo de mi corazón, refiriéndome a sus padres con aquellas últimas palabras.

Trataba de explicarme con rapidez, no tenía tiempo, pero aquella situación era tan complicada... No estaba nada segura de haber elegido las mejores palabras, pero todas ellas eran sinceras. Tampoco podía expresar todo lo que sentía, fuera lo que fuera, pero intentaba hacerlo.

Terminé llevando una de mis manos a la parte trasera de mi cabeza, buscando la pequeña horquilla de madera de tres dientes con la que sujetaba parte de mi cabello, haciendo que este cayera del todo sobre mis hombros al tomar el objeto.

- Acéptalo, por favor. - le pedí, ofreciéndole la pieza con mis dos manos mientras agachaba la cabeza, llena de vergüenza.

Quizás aquello fuera una tontería, es más, probablemente lo fuera; pero no quería que se olvidara de mí, como yo tampoco me olvidaría de él.

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21/07/2020, 23:12
Kippei Gennosuke

El joven japonés había quedado consternado ante la situación. Al presenciar aquel amago de enfrentamiento entre los dos grandes tigres, especialmente cuando vio a Lu Yan alzar sus manos, se echó al suelo haciéndose un ovillo, temiendo ser arrastrado por el gran poder del Martillo del Trueno Celeste, al igual que lo habían sido los soldados del exterior. Sin embargo, cuando el gran impacto destructor no llegó, abrió sus ojos para ver marchar a su kuasha, quien le arrojó una palabra en su idioma que le partió el alma.

Quedó arrodillado en el suelo, con la mirada perdida, hasta que te arrodillaste ante él. Sin embargo, te diste cuenta de que en todo momento el joven se esforzaba en mantener su cabeza por debajo de la tuya, de forma que incluso cuando te inclinaste en señal de respeto y agradecimiento, él lo hizo con aún más ahínco, visiblemente nervioso. Escuchó tus palabras, buscando la forma de juntar las palabras que era capaz de entender para responderte. Sin embargo, sus ojos parpadearon nerviosos cuando mencionaste sin hacerlo a sus padres, algo que le llevó a agachar su rostro un instante.

Mi no sabe mucho, Rui Wu-San. -Se disculpó por anticipado- Mí no sabe mucho de ser Khan, no sabe mucho de Madre Esmeralda. Pero mí sabe Rui mucho sufrir hasta ahora. Rui merece cambio, merece... feliz. -Los ojos del japonés miraron alrededor, buscando primero al anciano Lu Yan, y posteriormente paseando por aquella estancia, incluido el techo de la misma, para terminar por posarse en tu rostro- Tú feliz ahora. Mí seguro. Y yo... yo feliz si Rui feliz.

Fue entonces que le ofreciste aquel obsequio. Era una pieza sencilla, algo que no tenía valor, pues no era una joya ni nada semejante. Su único valor era simbólico, sentimental, y así pareció verlo Kippei, que tardó unos instantes en tomarlo, con sumo cuidado, y guardándolo entre los pliegues de sus holgados ropajes se apresuró a desenrollar uno de los amplios pañuelos que llevaba alrededor del cuello, extendiéndolo ante sí y comenzando a doblarlo con mimo, hasta sostenerlo perfectamente doblado entre sus dos manos. Entonces te lo tendió con las palmas hacia arriba, agachando su cabeza.

Por... favor. -Indicó, pareciendo que hacía un esfuerzo por recordar y repetir las palabras que habías empleado.

Una vez tomaste aquel pañuelo, el japonés se inclinó ante ti, apresurándose a ponerse en pie y salir de aquella estancia, para desparecer de tu vida, quién sabía si hasta un futuro reencuentro. Uno que, lamentablemente, no parecía probable. Sin embargo, al girarte viste a Lu Yan acercándose a ti con un gesto enternecedor. Tenías una familia, una que te amaba y valoraba, que daría su vida por ti. Tenías un hogar, destrozado esa noche pero que pronto estaría de nuevo en pie. Y al fondo de aquella sala, que otrora había sido una escuela de artes marciales, un báculo te observaba con el rostro tallado de un mono, que sonreía.

Y supiste que Kippei había estado acertado. Tenías motivos para alcanzar al fin la felicidad. La madre Esmeralda, cuyo espíritu portabas en tu interior, así lo deseaba.

La felicidad... y nuevas metas para tu vida.

Notas de juego

FIN

...

O el Principio.