Partida Rol por web

El maldito ordenador de a bordo no respondía, no debieron dejar el puente después de entrar en el sistema. Había sido una mala decisión, una más para la lista. La cuenta atrás no se detenía. Dentro de su traje se sentía seguro, pero no sabía por cuanto tiempo, tendría que ser el suficiente para poder parar todo aquello.

La nave se agitó de nuevo, — ¡¡mierda!!— MacFadden no había podido esperar. Miró las pantallas, necesitaba ver que estaba pasando en el hangar.

- Lo estoy pensando, Stamets, pero lo primero es salir de esta todos vivos -contestó John al ingeniero. Por ahora concéntrate en detener el conteo.

Esperaba que pudieran detener la cuenta regresiva, todo estaba en sus manos. Él se sentía inútil, pero la tarea de ver si alguien venía por el pasillo era importante. Esperaría ahí a que cada uno hiciese lo que sabía hacer mejor.

Volví a mirarle a la cara, para acto seguido volver la vista a la pantalla.

-"¿Lo está pensando? Yo ya lo habría despachado, junto a esas boñigas de criaturas." Dije cabreado.

Entre el odio que estaba creciendo en mi por McFadden, las puñeteras criaturas que no dejaban de incordiar y el puñetero ordenador que se me estaba resistiendo, empecé a tener febrícula. Y eso hacía que fuera peligroso, como una gata en celo.

-"No me ha contestado, capitán. ¿Dónde está la Doble J y qué pasó de camino al hangar?" Dije sin desviar la vista de la pantalla.

Tan cabreado estaba con los cortafuegos y las claves, que tuve que esforzarme al máximo para penetrar y desbloquear los accesos que iban saliendo en la pantalla. Poco a poco fui anulando órdenes y poniendo las mías, y todo sin vaselina. Me recordaba una vez en la Estación 47, que pasé una muy buena y movida velada con Antuán. Me costó andar erguido una temporada... El caso es que este puto ordenador, ¡qué digo!, esta puñetera nave estaba bajo mi yugo.

-"¡Ríndeme pleitesía, zorra!"

Y dando al Load "", todos los soportes se pusieron en verde. Adiós a la cuenta atrás y a la hibernación, hola oxígeno y bichos a gogó...

Paul era un hacha... cuando le daba la gana. No solo era hábil manoseando los culos de otros, o imaginándose que lo hacía, sino también arreglando aquello que otros estropeaban.

Así que dicho y hecho, logró detener el conteo antes de que ocurriese una desgracia.

-¡Atención! Se ha detenido el modo hibernación. La nave recuperará en uso de energía en normal. 

Acto seguido, la sirena se detuvo y todo pareció volver a la normalidad. 

A pesar de la alegría que suponía saber que la nave no iba a matarles, el caso es que para McFadden, sí que estaba a punto de suceder. La descompresión succionó con rapidez al soldado, que se dirigió hacia la puerta que se estaba abriendo, siguiendo el camino que ya habían comenzado los contenedores, uno detrás de otro.

Sus manos intentaron agarrarse a cualquier cosa que pudiera pero la realidad era que resultaba tremendamente complicado hacerlo puesto que casi todo a lo que podía cogerse estaba en la pared y él precisamente iba por el centro de la sala.

Pero tenía que lograrlo o...

...o morir helado en espacio exterior y vagar su cuerpo incontables eones hasta que fuera purificado con el fuego de una estrella al acercarse demasiado a ella.

McFadden, a la desesperada trató de agarrarse a lo que fuera. De no lograrlo sería succionado y lo siguiente sería la muerte. Después de todo lo que había luchado hasta el momento no podía quedarse a las puertas de la salvación. Sería un héroe desde luego, pero un héroe muerto y nadie iría a al cementerio a visitarle, pues su cuerpo vagaría por el espacio sin que nadie volviera nunca a saber de él.

- ¡Aaaaaah! - Gritó mientras era succionado y luchaba por cogerse a algo en su rápido desplazamiento hacia la infinita nada. - ¡Vengaaaaa!

Finalmente, lograste agarrarte a algo, una rejilla del suelo que parecía temblar y amenazar con soltarse. La succión continuaba y así seguiría hasta que consiguieses llegar al jodido botón o alguien lo hiciera por ti. Pero claro, quién sabría que tú necesitabas a alguien allí abajo.

Ahora mismo, tenías una pelea y era solo tuya y no sabías si te jodía más estar solo o que nadie te diese las gracias mientras tu cuerpo helado se unía al de los demás.

El poderoso brazo de McFadden le impulsó hacia adelante superando de forma increíble la fuerza de succión. Sin duda una heroicidad sobrehumana que nadie había visto y nadie creería si la contaba. Lástima... El impulso le llevó justo delante del botón y de un puñetazo golpeó su salvación. La exclusa se cerró de golpe y él, a punto de salir expulsado de la nave cayó al suelo sonriente y sin creer lo que había sucedido. 

- Bien... - Sonrió dentro de su escafandra. - Soy el puto amo de los botones y las exclusas... - Se dijo a si mismo poniéndose en pie satisfecho consigo mismo.

Mcfadden se puso en pie, se sacudió el polvo y tras comprobar que la carga ya no estaba y él seguía dentro de la nave, sonrió sabiéndose un maldito héroe. Sin más, se dispuso a ir hacia el puente. Esperaba ver las caras de todos aquellos cobardes que le habían dejado sólo ante el peligro. No obstante iría armado, no se fiaba de que todavía quedase alguno de aquellos seres abordo. Además, John había insinuado que uno de los aliens le había metido algo dentro. Era el momento de analizar bien al capitán, no fuera cosa que portara uno de los monstruos dentro y les despertara durante la hibernación de una manera desagradable y muy sangrienta.

- Vamos allá... - Se dijo a si mismo.

- Bien hecho, Stamets! - Lo felicitó John. Bien, ahora en el siguiente orden de cosas es ir donde quedó McFadden a buscar las armas y "barrer" la nave en busca de más de esas cosas. Stamets, Hate, quedense aquí y hagan un escaneo como la vez pasada para ver si hay más bichos y dónde están, yo me dirigiré al Hangar para ayudar a McFadden. Luego no estaría de más despertar a la piloto y darle un correctivo, pero para eso hay tiempo. Ah! La doble Jota, casi me olvido. Son bajas, ambos. No tomaron en serio las advertencias y cuando nos encontramos al bichejo aquel en forma de femme fatal devorándose, o lo que sea, a la capitana Evangeline, no sobrevivieron al encuentro.

Dicho lo cual, si no había objeciones, se dirigió al hangar, atento a no encontrarse con más sorpresas en el camino. Mientras iba, chequeó si le quedaban balas en la pistola.

Aproximadamente a medio camino, Smith y McFadden se encontraron el uno con el otro. Con la nave de nuevo funcionando, la tripulación de la Greta volvía a tener algo en común como era aquella nave que en otro tiempo, fue de un tal Capitán Clark. Smith parecía venir del puente y el soldado, del hangar, pero no había nadie para asegurar que en verdad era así y no venían de algún otro lugar o eran otra cosa de lo que afirmaban ser.

John le dedicó una mirada suspicaz al soldado. Había visto suficientes clones en las últimas horas como para no fiarse a primera vista de que todo lo que relucía era oro. Sin embargo, habló con normalidad.

- Ey, McFadden, me alegra verte vivo. ¿Hiciste lo que quedamos?

Aquello era muy fácil. El verdadero McFadden sabría a lo que se refería y si fuese uno falso no. Pan comido. Bueno, excepto que si era un alien podría aniquilarlo con una facilidad pasmosa, pero además de eso, pan comido.

- La carga está entregada y las armas conmigo. - Le respondió. - Creo que deberíamos pasar todos por la enfermería. Quizás con uno de esos trastos podamos ver si en el interior de alguno de nosotros hay uno de esos monstruoso. ¿No cree capitán? - La propuesta era razonable.

Sabían que los alien podían adoptar cualquier forma y si con un scanner de alguna de las máquinas médicas podían ser detectados, saldrían de dudas. Si Smith u otro negaba, tendrían un problema.

La sana desconfianza de McFadden lo dejó bastante tranquilo. Además, se debía a si mismo un escaneo por aquel bichejo que había usado de casco. Era dos por uno, todo ganancia.

- Después de usted -contestó con una irónica reverencia. Si lo instaba a pasar primero él mismo, pasaría primero, el hecho de que conociera lo que debía hacer ya era un alivio.