Partida Rol por web

Cualquiera debería decir que estaban más tranquilos sabedores de que la cosa que habitaba el desván se había marchado pero por el contrario estaban mucho mas nerviosos. La noche cubría la casa y los campos aldeaños y la tensión se palpaba en el ambiente.  Poco a poco el reloj se acercaba a la hora fatídica en la que deberían comenzar el ritual. Dispusieron todo para poder realizarlo pero aún les quedaban cosas por decidir. Apenas quedaban unos minutos para las 12...

La joven escritora repartió los textos entre los presentes, incluyendo uno para Michael mientras miraba a todas partes, como temiendo que de pronto entrase alguién. Toma Michael, coge uno tu también... por si acaso...y recuerda...lo que hablamos.

Finalmente, Sybill entregó al profesor la trascripción con las instrucciones sobre como debían arrojar los polvos y se sentó en su lugar, lo más alejada que pudo de la estrella.

-Padre, cuando esto termine creo que debo contarle una cosa...hasta entonces...mucha suerte a todos- aunque el sacerdote y la chica habían tenido sus acaloradas discusiones y habían llegado a enfadarse por ellas, la joven le respetaba lo suficiente como para confiar en él y librarse del peso que llevaba encima.

Alexander escuchó el comentario que le dirigió la joven, pero no entendió a que se refería.

Muy bien, si ambos salimos de esta podrá contarme lo que sea.

Pero lo mismo no lo hacía al padre Alexander. La fe del sacerdote estaba bajo mínimos y ya estaba empezando a plantearse el dejar el sacerdocio. Bueno, era algo apresurado, tendría que meditarlo tranquilamente y, por supuesto, si salía de aquello en lo que se habían metido.

Michael se esforzó por despejar su mente y buscar esa concentración que siempre acudía a él cuando sabía que iba a enfrentarse a un peligro. Naturalmente, aquella cosa que les acechaba no era el típico maleante de barrio de Boston... pero tenía que protegerse a sí mismo y proteger al grupo.

Además... había hecho una promesa a Sybill, y la mantendría pasara lo que pasara.

Curiosamente, pensar en aquello le dio fuerzas. Respiró hondo. Estaba listo, su arma cargada y su voluntad centrada.

- Acabemos con esto... -dijo, sorprendiéndose de lo firme que sonó su voz.

- Acabemos pues. - digo tomando el papel que me tiende Sybill y sentándome en el suelo.

- Que sea lo que Dios quiera. - añado sin percatarme de que Alexander estaba presente y si me había dado cuenta no dí muestras de ello.

- Agente Parker, permanezca atento. - prosigo cogiendo los polvos que me corresponden.

Mientras el policía los observaba pistola en mano los otros tres investigadores empezaron a entonar el cántico que aparecía en las hojas pero a la inversa. La casa permanece tranquila y se escucha la voz de los participantes del ritual resonar entre las vacías paredes de la habitación. Fuera la oscuridad es reina de los campos y el bosque.

Pasados 20 minutos de inalterable letaina los cuarto pudieron escuchar un revuelo fuera de la casa, como si se hubiese levantado una ventisca y acto seguido un fuerte golpe en el desván. Los tres investigadores siguieron cantando aquello siniestros rezos pero no podían evitar sentirse nerviosos. La criatura sabía que estaban allí, podían notarla en el desván sobre sus cabezas respirando fuertemente, esperando atrapar a su presa...

Los pelos de la nuca de la escritora se erizaron como los de un gato al oir el ruido proveniente del desvan. Durante un breve instante, la chica detuvo su extraño cantico, víctima de las arcadas que estaba sintiendo.

Vamos a morir...vamos a morir.....y va a matar a ese vagabundo también...y a la gente del pueblo...

Haciendo un gran esfuerzo, Sybill cerró los ojos con fuerza y bajó la cabeza intentando concentrarse y no pensar en lo grande que tenía que ser esa criatura para dar el golpe que había dado-

Empezamos a recitar la letanía mas no pasa nada.

Seguimos más y más tiempo. Al cabo de unos 20 minutos un estruendo proveniente del desván está a punto de dar al traste con mi concentración pero por fortuna logro sobreponerme a tiempo de seguir recitando la letanía.

El ser está arriba pero no puedo desfallecer. La vida del resto del grupo está en juego.

Michael notó el cambio en el ambiente cuando el cántico avanzó, y sintió un escalofrío terrible. Lo que habían ido a hacer cobró de repente todo su horripilante sentido, y por esa misma razón se obligó a acallar la sensación de pánico que bullía en su interior. Debía mantenerse firme.

Se concentró sólo en el tacto de su arma, frío y duro. Le anclaba a la realidad y le hacía sentirse un poco más seguro. Tal vez las balas no sirvieran de mucho... pero al menos serían reflejo de su voluntad.

El policía se dio cuenta de que Sybill se interrumpía levemente, y avanzó con cuidado hacia ella. Le puso suavemente una mano en el hombro, y presionó un poco para que sintiera que estaba ahí. Él les protegía, y le había hecho una promesa a la joven. Esperaba que eso la tranquilizase, al menos lo suficiente para que no lo pasara tan mal...

- Más vale que esto acabe cuanto antes... -pensó.

Por la mente de Alexander no hacían más que entremezclarse lo que tenía que recitar para someter a la criatura, con las Santas Escrituras, lo que le suponía un esfuerzo extra para poder concentrarse en lo que tenía que hacer.
Más de una vez, por su mente surcó un Ave María o un Pater Nostrum, pero lejos finalmente de interferir en lo que estaba haciendo, parecía que mantenían su fe unida... la poca que le quedaba tras todos los sucesos.
El golpe que creyó proveniente del desván y saber que la criatura estaba allí, mirándolos, deseosa de saborear sus almas... que el Señor nos ayude.

Aquella situación se prolongaba. La criatura sabía que estaban ahí, habían llamado su atención. Las palabras de los investigadores flotaban en la pesada atmósfera mientras el agente apuntaba con su pistola hacia todos los lados atento a su alrededor. 

La criatura emitió un horrible aullido, interrumpido solo por gruñidos y maldiciones proferidas con una voz severa y gutural. La vieja casa empezó a temblar y a crujir, con unas sacudidas que la hacían mecerse hasta los cimientos. Los objetos que hay en las estanterías y sobre la repisa de la chimenea comenzaron a caer al suelo y a rodar por él en lo que parecía ser un autentico terremoto.

Un nuevo chillido confirma mis pensamientos de que estamos haciéndolo bien. - Un poco más. Tan sólo un poco más. - pienso mientras los objetos empiezan a caer de los estantes y a rodar por el suelo mientras este tiembla como si de un terremoto se tratara.

Sybill sintió una presión en el hombro y por un momento el terror agarrotó sus músculos, suponiendo lo peor. Sin embargo, pronto se percató de que la mano era una mano humana, la mano de un amigo. Como por arte de magia, el pánico inicial se desvaneció casi por completo gracias a ese único gesto, dandola el valor suficiente para soportar el terremoto que estaba comenzando.

Está herido...por eso responde así.

Sybill, quitó la mano de Michael de su hombro lo más delicadamente que le permitía la concentración en la que estaba sumida para indicarle que se alejase, no sin apretarla ligeramente a modo de agradecimiento.

Está herido....tenemos que vencerlo...

Michael entendió al instante que Sybill sabía que estaba ahí y eso la tranquilizaba. Si la situación no hubiese sido tan escalofriante, incluso se hubiese permitido sonreír. Rozó la mano de la chica al apartar la suya con suavidad y recuperó su posición.

Todo parecía indicar que la criatura estaba empezando a reaccionar, y a partir de ese momento, podía ocurrir cualquier cosa. Michael tragó saliva. Recordó una vez más la promesa hecha a Sybill y sintió cómo sus fuerzas se renovaban. Se mantuvo firme en su puesto y alerta, listo para acabar con lo que fuera que amenazara al grupo.

Los rezos de Alexander cada vez tenían menos efecto sobre él. La atención que debía prestar al ritual no le permitía hacer aquello que tantas veces le había otorgado tranquilidad.
El rugido de la bestia que estaba en la buhardilla y las sacudidas de la casa fueron lo que su mente necesitó para desquebrajarse un poco más.

El ruido y los golpes se siguieron sucediendo durante mucho rato hasta que al cabo de media hora notasteis un penetrante olor que procedía del desván acompañado de una sustancia viscosa y hedionda que empezaba a filtrarse y a gotear por las paredes de la casa. Unas gotas cayeron sobre la cabeza del profesor y sobre el hombro de Sybill haciéndoles gritar y moverse interrumpiendo su cántico. Por suerte el padre Brandt seguía leyendo sin detenerse y pudo esperar a que volvieran a empezar, sobreponiéndose al dolor de las quemaduras.

El ruido seguía en el piso de arriba, los gruñidos y los golpes pero la cabo de un rato todo quedó en silencio salvo por los rezos de los tres investigadores.

Michael instintivamente se movió hacia los demás cuando contempló aquello.

- Mierda... ¿qué demonios...?

No había explicación racional, simplemente estaba cayendo ácido del techo. Había alcanzado a Sybill y al profesor, pero no había nada que él pudiera hacer. No debían interrumpir el ritual. Cuando todo hubiera acabado ya tendrían tiempo de ocuparse de las lesiones.

- Aguantad un poco más, vamos -pensó, sintiéndose impotente ante la situación.

Alexander escuchó los gritos de dolor del profesor y de la mujer, pero no quiso levantar la mirada del papel por temor a encontrar cualquier cosa que le hiciera perder la concentración.
Cuando callaron, instantes después continuaron con la lectura del texto.

Esto no puede acabar bien.

Los pensamientos se filtraban entre las extrañas palabras del salmo pagano que estaban leyendo.

¡Ahhhhhrg!

El dolor fue tan intenso como repentino y llegó junto con un fuerte olor que comenzó a darla nauseas. Finalmente, consiguió volver a centrarse en su trabajo, tratando de controlar su dolor y de seguir con el ritual. La mujer comenzaba a sentirse mareada, debido a las circunstancias pero no por ello dejó su puesto. Tenían que expulsar a aquel ser. Sí no de que había servido todo. Con el rabillo del ojo contempló el estado de sus compañeros. Alexander parecía encontrarse bien, aunque muy nervioso, pero aquel liquido había alcanzado también al profesor. Sybill bajó la cabeza de nuevo y trató de abstraerse.

Otra vez en el hombro... Espero que esta vez sea solo una quemadura

Te mantienes atento para advertir si la criatura sigue allí o no. De pronto escuchas algo, es la voz de una mujer y proviene de fuera de la casa.

-¡Socorro! ¡Ayuda por favor!

Recuerdas entonces a la mujer que desapareció hace un par de noches del pueblo.